Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Un reciente sondeo confirmó lo que otras encuestas y muchos observadores han señalado sobre las preocupaciones del público israelí a medida que se aproxima la elección general de Israel del próximo mes. Al serles presentada una lista de seis temas con la pregunta de cuál es el asunto más importante que debe encarar el Gobierno de Israel, un 48% de los posibles votantes eligió «los temas económicos». El 19% las relaciones con los palestinos, un 14% eligió la educación y solo el 10% escogió «la amenaza iraní». La inestabilidad en la región, el alistamiento de ultraortodoxos, «otros» y «no sé» recibieron un total del 11%.
En comparación con un sondeo que incluyó la misma pregunta hace dos años, «los temas económicos» aumentaron cinco puntos porcentuales y la «amenaza iraní» bajó dos. Si se considera el bombardeo incesante del Gobierno saliente en su retórica sobre el tema iraní y la horrenda amenaza que representa, llama la atención cuán pocos encuestados eligieron ese tema.
Dos hechos destacados sobre la economía israelí suministran el trasfondo de los puntos de vista y las preocupaciones de los ciudadanos israelíes. Primero, Israel es un Estado próspero con una macroeconomía de un dinamismo admirable. No hay que ser engañado por los 3.000 millones de dólares en ayuda anual de EE.UU. y pensar que Israel necesita ese dinero. Israel se encuentra entre los primeros 25 países del mundo con mayor PIB per cápita.
Pero en segundo lugar -y tal vez no sea sorprendente ya que Israel ha sido gobernado por un gobierno derechista durante varios años- Israel se encuentra entre los países desarrollados pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con la mayor desigualdad económica.
El éxito de la alta tecnología de Israel no ha beneficiado a gran parte del resto de la economía. A pesar de la prosperidad general de la nación muchos israelíes de a pie tienen dificultades para arreglárselas. Esto vale especialmente para jóvenes adultos de la generación del milenio, particularmente respecto al encuentro de viviendas asequibles.
Una demostración de estos hechos más drástica que los sondeos de opinión tuvo lugar en inmensas manifestaciones callejeras en el verano de 2011, cuando numerosos israelíes marcharon y vocearon «exigimos justicia social». Los cientos de miles de participantes representaron una movilización mucho mayor que cualquier cosa que la gente del movimiento Ocupa Wall Street pudo realiza en EE.UU., en vista del tamaño de la población israelí.
Esto representa una auténtica oportunidad para la centroizquierda israelí. El público israelí, en comparación con el público estadounidense, se inclina más positivamente hacia un Estado de bienestar y más tolerancia con el déficit gubernamental y los gastos del sector público.
La manera en que el Likud y el resto de la derecha política reaccionan ante esta vulnerabilidad es seguir tratando de cambiar el foco de atención insistiendo en lo que presenta como temas de seguridad nacional, manteniendo atemorizado al público israelí -a pesar de la abrumadora superioridad militar regional de Israel a todos los niveles- y presentándose como la más capaz de proteger a los israelíes.
Para Benjamin Netanyahu, el espectro de Irán y especialmente su programa nuclear han sido centrales en su estrategia política. Cuando Netanyahu va a Washington y aparece ante el Congreso en una reunión organizada para su persona por el operativo político republicano/Likud Ron Dermer (también conocido como embajador israelí), refuerza su posición política interior de dos maneras diferentes.
Una es que, en la medida en que tiene éxito en el sabotaje de cualquier acuerdo para restringir el programa iraní, puede seguir despotricando contra el espantajo iraní de manera desenfrenada como siempre lo ha hecho. Si puede destruir un acuerdo, posterga el día en el que el alarmismo respecto a Irán reciba aún menos apoyo del electorado israelí de lo que midió el reciente sondeo.
Mientras tanto, el discurso en sí posibilita que Netanyahu muestre que de nuevo maneja a su antojo al Congreso de EE.UU., mostrando a sus votantes que tiene todo bajo su control en lo que se refiere a la política de EE.UU., a pesar de cualquier incidente desagradable con el actual presidente de ese país.
Para que no quepa ninguna duda sobre el uso del Congreso de EE.UU. por Netanyahu como instrumento de su propaganda, en la última elección israelí en 2013, la coalición política de Netanyahu utilizó un anuncio electoral que utilizó secuencias de una de sus anteriores presentaciones en el Congreso, repleta de varias de esas ovaciones de pie de los miembros (y también utilizó un clip de la presentación por Netanyahu de una viñeta de una bomba ante la Asamblea General de la ONU). El anuncio transmitía el mensaje: «Cuando Netanyahu habla, el mundo escucha».
Por lo tanto, la estructura de la economía israelí hace más daño fuera de dificultar que algunos israelíes encuentren viviendas y paguen sus cuentas. También provee un incentivo político adicional para que su gobierno socave la política exterior de EE.UU., para limitar la libertad de acción de EE.UU. en Medio Oriente y para destruir la mejor oportunidad que el mundo ha tenido para asegurar que el programa nuclear iraní siga siendo pacífico.
Paul R. Pillar, en sus 28 años en la Agencia Central de Inteligencia, llegó a ser uno de los máximos analistas de la misma. Ahora es profesor invitado en la Universidad Georgetown para estudios de seguridad. (Este artículo apareció primero como un blog en el sitio en la red The National Interest’s Web. Reproducido por Consortium News con permiso del autor)
Fuente: https://consortiumnews.com/2015/02/16/netanyahu-uses-us-congress-as-prop/