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Entrevista a Omar Barghouti, analista palestino

«Ningún Estado tiene derecho a existir como un Estado racista»

Fuentes: www.voltairenet.net

Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos

Omar Barghouti pertenece a esta nueva generación de palestinos que no ha apoyado nunca la solución de «dos Estados, Dos pueblos» y que llaman al boicot, la desinversión y las sanciones a Israel. Partidario de un «Estado laico y democrático» en el que palestinos e israelíes compartan derechos iguales una vez que se hayan reparado las injusticias históricas y se haya permitido retornar a los refugiados, ha concedido una entrevista a Red Voltaire en la que habla del abismo que hay entre su pueblo y sus dirigentes reconocidos internacionalmente.

S.C. Tuve el privilegio de asistir conferencia que dio usted en Milán el 8 de octubre de 2007 (1). Su análisis de la situación en Palestina es diferente del discurso y las concepciones tradicionales, también dentro del movimiento de solidaridad con Palestina. ¿Le parece que el público italiano es receptivo respecto a sus posturas?

O. Barghouti: El pasado mes de marzo estuve de gira en Italia y hablé de diferentes temas. Uno de ellos fue arte y opresión. También hablé de la solución de «un Estado», así como del boicot a Israel (2). En Italia hay un movimiento creciente que entiende la necesidad de una presión eficaz a Israel. Ya no basta con participar en los actos tradicionales de solidaridad, como manifestaciones y escribir cartas. Está muy claro que estas manifestaciones convencionales de solidaridad no podrán solas mover a Israel porque no aumentan el precio político que éste tiene que pagar por ocupar y oprimir a los palestinos. Los europeos pueden manifestarse cuanto quieran, a Israel ya le tiene sin cuidado.

Desde luego, muy importante concienciar y hay que seguir haciéndolo mientras continúe el conflicto colonial. Pero esto ya no es suficiente.

Tras el 11 de septiembre Israel se volvió mucho más beligerante de lo que lo era antes y ahora le importa realmente muy poco la opinión internacional. En los años setenta y ochenta, incluso en parte de los noventa, Israel era extremadamente sensible a la opinión pública occidental. En cambio, a lo largo del siglo XXI se ha ido volviendo cada vez menos sensible debido a su enorme poder y a sus influencia sin paralelo sobre Washington, que sigue siendo el amo político de los europeos. Y así es cómo Israel ve las cosas es: «tenemos a Washington en el bolsillo, ¿a quién le importa lo que realmente quieran los europeos?»

Por poner un ejemplo: cuando Bélgica trató de llevar a juicio a Ariel Sharon por el papel que había desempeñado en las masacres de Sabra y Chatila, Condoleezza Rice amenazó al ministro de Asuntos Exteriores belga con que, en respuesta a ello, entre otras medidas drásticas Estados Unidos sacaría [las oficinas de] la OTAN de Bélgica. En unos pocos días la ley fue derrocada y el Tribunal nunca llegó a citar a Sharon. Estados Unidos hizo lo mismo con Alemania y Francia durante su disputa acerca de la guerra anglo-estadounidense contra Iraq.

Israel es consciente de que su inmensa influencia sobre el Congreso [estadounidense] se traduce automáticamente en una influencia sustancial, aunque indirecta, sobre Europa. Por consiguiente, a los israelíes no les importa particularmente la opinión pública europea.

Cada vez más italianos se están dado cuenta ahora de que ha llegado el momento de presionar de manera eficaz a Israel; no es el momento de limitarse a decir: «chicos malos, os estáis portando mal».

S.C. En el Wall Street Journal se escribió hace poco: «El sueño que era Palestina ha muerto finalmente» (3). ¿Cómo reacciona usted ante este tipo de declaración?

O. Barghouti: Creo que se trata de falsas ilusiones. Los neoconservadores, que controlan el Wall Street Journal, van camino de la papelera de la historia tras sus fracasos en Iraq y Afganistán. Les gustaría pensar que los palestinos están acabados. Creo que son ellos los que están acabados. Llevará algún tiempo, desde luego, pero honradamente creo que se ha demostrado que su cruzada es criminal e inútil, y sus argumentos han sido refutados.

Se ha roto en pedazos su gran plan ideológico, que se suponía iba a empezar con Iraq y tener después un efecto dominó por toda la zona árabe rica en petróleo, hasta controlar todo el universo. Ha quedado demostrado que su visión es fundamentalmente racista, dogmática y profundamente imperfecta. Gracias a la resistencia en, principalmente, Iraq, Líbano y Palestina, esta gran visión imperialista neocon del imperio va camino de su derrota definitiva.

S.C. ¿Cómo juzga usted a los dirigentes palestinos que colaboran con el ocupante?

O. Barghouti: Aquellos «dirigentes» palestinos que están actuando en connivencia con la ocupación son, indudablemente, parte del problema, no la solución. Los condeno en los términos más tajantes. He expresado públicamente mi opinión sobre ello, incluso cuando Hamas tomó el control de Gaza (4). Aunque por diferentes motivos soy muy crítico con Hamas, reconozco que una mayoría de palestinos bajo la ocupación los eligió democráticamente para gobernar y dirigir su lucha por la libertad y la auto-determinación. El mundo tiene que respetar esta elección democrática de los palestinos, aunque sólo un tercio del pueblo palestino haya participado en estas elecciones. Ni siquiera se ha tenido en cuenta a los otros dos tercios, los refugiados palestinos repartidos por todo el mundo y los ciudadanos palestinos de Israel.

Deberían ser los palestinos quienes exigieran responsabilidades a Hamas si fracasan en gobernar correctamente o en realizar los derechos de los palestinos, no Estados Unidos ni Europa y, desde luego, tampoco Israel.

Algunos dirigentes políticos palestinos son cómplices, de una manera insidiosa, del mantenimiento del dominio colonial y racista de Israel. En vez de aprobar abiertamente la ocupación su papel es dar al mundo la falsa impresión de que se trata de una mera disputa, de que nos podemos sentar tranquilamente y negociar, en Suiza o en cualquier otro sitio. Ocultan así la realidad de que se trata de un conflicto colonial que necesita una lucha generalizada sobre el terreno y el apoyo de una continua presión internacional para acabar con él.

El uso de la palabra «disputa» es un verdadero desastre que nos aqueja desde los acuerdos de Oslo (5). Empezó desde Madrid, antes de Oslo; pero el proceso de Oslo fue el golpe más devastador contra la lucha palestina por la auto-determinación porque llevó a un cambio de paradigma: de una lucha de un pueblo oprimido contra sus ocupantes y colonizadores a una disputa entre dos grupos nacionales con derechos y reivindicaciones morales en conflicto, pero simétricos.

S.C. Entonces, ¿cómo podemos explicar el hecho de que a pesar de que todas las negociaciones con Israel no hayan supuesto sino más sufrimiento para los palestinos, personas como Erekat, Abbas, Abed-Rabbo (6) sigan adelante con este «proceso de paz» y sigan obstinadamente por el mismo camino. ¿Qué esperanza pueden tener los palestinos ante esta catastrófica situación?

O. Barghouti: Si usted observa el ejemplo de Sudáfrica, los años más represivos del apartheid fueron los años inmediatamente anteriores a su final, no los sesenta y setenta, sino el final de los ochenta y principios de los noventa. El apartheid llegó a su cumbre de poder, a su cumbre de represión, y entonces se desmoronó. Este momento, en el que el movimiento sionista tiene tanta influencia en el mundo, no lo veo como el final de la cuestión palestina.

Al contrario, lo veo como el principio del fin del propio sionismo. Israel y el sionismo han perdido cuanto respeto y admiración internacional gozaron alguna vez. Se están convirtiendo rápidamente en unos parias. Para conseguir sus objetivos Israel, un Estado cuyas incesantes limpieza étnica y criminal deshumanización de los palestinos son más o menos conocidas, hoy depende únicamente de la intimidación, del terror intelectual y de la presión sobre la comunidad internacional y los altos cargos occidentales. Como demuestran varias encuestas recientes, a los pueblos del mundo no les gusta el sionismo y no lo apoyan; simplemente le tienen miedo, y la diferencia es enorme.

En los años cincuenta y sesenta del siglo pasado los europeos querían a Israel (el país de los «kibbutz», presentado con tintes románticos), como un dechado de «democracia liberal» en una zona en la que abundaban la autocracia y el «atraso». Al fin y al cabo, los europeos habían ayudado a construir Israel en más de un sentido y desde entonces lo consideraban su «criatura» en medio de un «bárbaro mar de árabes». Israel se consideraba una entidad blanca, ilustrada, civilizada en medio de una «selva habitada por nativos del sur, de color y rebeldes».

Como sus homólogos estadounidenses, los responsables políticos europeos se enfrentan ahora a la difícil decisión de seguir obedientemente la línea oficial israelí o perder sus carreras y, con frecuencia, también su reputación. La complicidad europea en el mantenimiento de la ocupación y represión israelí se obtiene por medio de amenazas, intimidación, acoso, y no por medio de la persuasión. Desde el punto de vista histórico ésta es la perdida más significativa del sionismo. Ha despilfarrado las simpatías de las que una vez disfrutó y ha perdido completamente su habilidad para llegar a los corazones y a las mentes, incluso en occidente. Ahora el sionismo consigue lo que quiere por medio del palo.

Pero, ¿cuánto tiempo permanecerá la gente asustada y acobardada? Finalmente se rebelarán, si no por nosotros, al menos para salvaguardar su propia libertad, dignidad y sentido de la justicia. Estoy hablando de los ciudadanos europeos y estadounidenses, que disfrutan de unos derechos democráticos establecidos, no de los pueblos empobrecidas del sur que carecen de medios para llevar a cabo cambios.

Ustedes, los europeos, son pueblos que viven en relativa democracia (y es muy relativa), viven en el bienestar económico, pueden expresan su opinión en elecciones regulares y pueden usarlas para provocar cambios, pero para despertarlos va a hacer falta un enérgico llamamiento del sur neocolonizado que reafirma su voluntad y su demanda de justicia, de desarrollo sostenible y de reparación de siglos de dominación colonial. Los ciudadanos europeos pueden estar firmemente convencidos de librarse de su herencia colonial y de recuperar el control de sus destinos de las manos de sus claudicantes elites dominantes que les ha tomado como rehenes y que traicionan cada vez más sus intereses. Pero se necesitará un enorme trabajo de concienciación y muchas campañas de persuasión a pequeña escala aunque continuas y susceptibles de ir creciendo gradualmente. Este trabajo de fondo es crucial e indispensable para acabar con el abismo norte-sur, no sólo en el plano económico sino también en el conceptual y cultural.

S.C. Ustedes, los palestinos, saben mejor que nadie que Estados Unidos e Israel han utilizado el 11 de septiembre para calificar cualquier resistencia de «terrorismo». Hoy sus propias autoridades están comprometidas también en este mismo camino. Abbas proclama que luchará «contra los terroristas de Hamas» en nombre de los «musulmanes moderados». Pero, ¿el objetivo real no es luchar contra la única resistencia anti-colonial que todavía existe en Palestina?

O. Barghouti: Sí, pero el movimiento sionista ha desempeñado un papel clave en promover frenéticamente esta teoría del «choque de civilizaciones» basada en la falsa premisa de que el 11 de septiembre fue una lucha entre los musulmanes y el resto del mundo, entre el Islam y la denominada civilización «judeo-cristiana». Por desgracia, este concepto neoconservador adoptado por el sionismo ha ganado mucha preeminencia en occidente y ha influenciado a muchos europeos.

Si usted abre cualquier periódico europeo de la corriente dominante, siempre encuentra algo que refuerza el retrato de los musulmanes como el del «otro» demonizado. Con toda tranquilidad se etiqueta a los musulmanes de «terroristas». Nunca se habla de nada relativo a la civilización islámica. Se les bombardea a todos ustedes con imágenes y sonidos de musulmanes enfadados gritando, quemando banderas o apoyando a Ben Laden. Completamente fuera de contexto. Y ustedes nunca oyen a estas personas hablando por sí mismas. Siempre hay algún sabio experto occidental que las está interpretando, explicando lo que dicen, hablando por ellos, recreando sus palabras.

Por supuesto, algunos de nuestros «dirigentes», que tienen mentalidad de esclavo y carecen de visión y de principios, han interiorizado estos conceptos hasta el extremo de olvidar que la vida existe fuera de esta miserable simplificación. Desde su punto de vista ser es ser como el opresor, tal como lo escribió una vez el educador brasileño Paulo Freire.

S.C. Pero, ¿no es esto terriblemente eficaz para llevar a la opinión pública a temer a estos árabes y musulmanes contra los que Israel y Estados Unidos llevan a cabo una guerra sin fin, y condicionarla para que no se conmueva cuando aquellos son masacrados?

O. Barghouti: En este «choque», tal como se percibe, lo que permanece en la superficie es esta fachada religiosa. En lo más profundo el conflicto no tiene nada que ver con la religión. Sólo tiene que ver con el racismo, la explotación económica y la hegemonía. Por supuesto, llevará mucho tiempo convencer a los europeos de ello, porque el 11 de septiembre fue un golpe muy traumatizante para ellos. Quienquiera que hiciera el 11 de septiembre sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Fue casi una profecía que acarrea su propio cumplimiento para crear la base de este «choque de civilizaciones» de manera dramática y criminal. Pero yo no creo en el «choque de civilizaciones»; creo que los pueblos y las naciones, en su rica diversidad, tienen muchas cosas que los unen, tienen mucho en común.

Sí, indudablemente este racismo europeo anti-musulmán (si lo prefiere, la verdadera nueva forma de «antisemitismo») es un fenómeno muy peligroso. Incluso se considera que los musulmanes son menos humanos de lo que lo fueron en el pasado los judíos europeos. Le pondré el ejemplo de las caricaturas danesas, las caricaturas racistas contra el Islam y el Profeta. Escribí un artículo sobre ello (7) en el que decía: imaginen que un caricaturista danés hiciera lo mismo contra los judíos, ¿qué habría pasado en Europa? Desgraciadamente muchos europeos no ven las cosas de esta manera porque para ellos hoy en día es tolerable ser racista contra los musulmanes.

Aún así, no lo considero un fenómeno duradero, porque el Holocausto ya ha obligado a los europeos a la experiencia traumática del abismo moral y psíquico al que los había llevado el racismo.

S.C. ¿Cuál fue su reacción cuando supo que Suiza había organizado durante dos años encuentros secretos entre palestinos e israelíes que llevaron a los que se llamó los «Acuerdos de Ginebra» o la «Iniciativa de Ginebra» (8)?

O. Barghouti: La «Iniciativa de Ginebra» contradice los requisitos fundamentales para una paz justa. Ignora la injusticia básica, el centro de la causa palestina que es la negación israelí del derecho inalienable de los refugiados palestinos a retornar, como cualquier otro refugiados del mundo, a sus tierras y a sus hogares de los que fueron expulsados.

Por consiguiente, es muy sorprendente que, en particular, el gobierno suizo, un defensor consecuente del derecho humanitario internacional, haya patrocinado y apoyado este acuerdo que viola flagrantemente este derecho.

S.C. ¿No cree usted que los diplomáticos suizos pueden haber sido ingenuos, que pueden haber sido engañados por aquellos que tienen una inclinación pro-israelí como, por ejemplo, Alexis Keller (9), aquellos que daban una orientación más favorable a Israel? Si no, ¿cómo explicar que en el lado palestino se haya elegido a unos negociadores que, en conjunto, me parecen poco honestos y que, como Yasser Abed-Rabbo, estaban dispuestos a apoyar todo lo que agradara al ocupante?

O. Barghouti: Nunca he defendido a los políticos palestinos corruptos que ponen sus egoístas intereses personales por encima de cualquier otra cosa. Pero, independientemente de eso, aquí se trata del derecho internacional y Suiza no necesita que nadie le dé lecciones sobre ello. Es la depositaria de las Convenciones de Ginebra. Por consiguiente, su aprobación de esta iniciativa no puede deberse a una ingenuidad. Quería complacer a Estados Unidos, a la Unión Europea y a otras potencias. Y creo que el momento elegido tampoco eran totalmente inocente.

No está completamente relacionado con ello, pero creo que uno de los factores que llevó a Suiza a promover esta iniciativa fue el escándalo bancario relacionado con las reparaciones por el Holocausto que surgió en Estados Unidos y la enorme acción judicial contra importantes bancos suizos en la que se demandaban miles de millones de dólares como compensaciones financiera. La imagen de Suiza quedó empañada en Estados Unidos y, por supuesto, esto afecta a los negocios. Más que de cualquier otra cosa, Suiza vive de los bancos. Así, cuando la reputación de su sector bancario se empaña en occidente, en Estados Unidos y en el resto de Europa, esto es muy malo para Suiza. Como conocía muy bien la habilidad del lobby de Israel en Estados Unidos para calmar la tormenta, en aquel momento Suiza estaba dispuesta a hacer lo que fuera para complacer a Israel, aun cuando para ello hubiera que dejar de lado ciertos principios.

S. C.: Cuando se cometen crímenes de semejante magnitud en Palestina, nadie tiene derecho a cometer esos errores. Es absolutamente lamentable que durante estos largos años de liquidación de la resistencia palestina se haya dado la palabra a personas que condenaban la ocupación, pero que también apoyaban soluciones racistas, inaceptables para el pueblo palestino, mientras que deberían haber apoyado unas medidas eficaces de lucha, como el boicot a Israel.

¿No tienen ustedes hoy derecho a culpar a quienes desvirtuaron su causa al no insistir en el derecho inalienable de los refugiados, culpar a quienes siempre ha apoyado a la Autoridad Palestina surgida de Oslo afirmando que ésta representaba al pueblo «que luchaba contra el ocupante» y que siguen pretendiendo que la ocupación empezó en 1967 y no en 1948 ?

O. Barghouti : ¿De qué serviría acusarlos de traición? Yo digo lo que tengo que decir, pero no quiero denunciar. Quiero convencer a la gente de seguir adelante, de abandonar las viejas consignas ineficaces del movimiento de solidaridad y de ir en una nueva dirección, de acuerdo con lo que está demandando sociedad civil palestina.

Así, en vez de condenar a los dirigentes de la solidaridad, quiero simplemente decirles: quizá estaban ustedes mal informados, quizá han sido engañados por la propaganda israelí repetida a veces por loros palestinos, quizá se han centrado en algunas consignas que ustedes han repetido tantas veces que se han convertido en constitutivas de su perspectiva.

La consigna «dos Estados para dos pueblos» se ha convertido en un dogma. Y el movimiento de solidaridad ha caído de manera generalizada en el hechizo de este dogma consolidado. Por consiguiente, debemos desafiar esta doctrina y arrastrar a la gente con nosotros en vez de alejarnos. Y, según mi experiencia, muchas personas experimentan una transformación y una radicalización cuando se ven confrontadas a unos hechos, a unos argumentos racionales y a una visión moral que impone el respeto. Cuando nos sentamos con ellos y los ganamos para nuestra causa, nos damos cuenta de que muchas de estas personas son fundamentalmente honestas. Son sinceras; al igual que nosotros, apoyan la justicia, quiere la paz, pero, simplemente, están mal informadas porque han oído a tantos oradores, también palestinos, que les dicen: «dos Estados para dos pueblos, eso es lo que quieren los palestinos».

S. C.: En esta situación de asimetría debe de ser reconfortante para ustedes ver que cada vez más personas se alzan y no tienen miedo de llamar por su nombre a las violaciones de los derechos humanos por parte de Israel, como acaba de hacer el Relator Especial ante el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados, John Dugard [10]. ¿Qué mensaje les transmitiría?

O. Barghouti: El profesor Dugard es un valiente jurista y hombre de principios que nos inspira. Tengo una cosa muy clara que decirle. En su último informe sobre los «territorios ocupados» utilizó por primera vez la palabra «apartheid» para describir las políticas de Israel. Escribió: «Algunas políticas de la ocupación israelí se parecen al «apartheid».

Viniendo de una persona de la talla de John Dugard, no es una constatación menor. Esto es lo que me gustaría decirle: por favor, siga empujando por este camino porque la ONU dispone ya de resoluciones que indican cómo tratar el apartheid, dondequiera que esté en el mundo. El apartheid es un crimen de alcance general. No se trataba sólo de Sudáfrica. Ahora tenemos un precedente, no tenemos que reinventar la rueda. Todo lo que necesitamos es justificar y popularizar este diagnóstico que califica a Israel de Estado de apartheid. Aunque en diferentes dominios Israel sea muy diferente de la Sudáfrica del apartheid – mucho peor, según Desmond Tutu y otras personas- tiene suficiente en común para justificar la comparación. A fin de cuentas, dos pacientes nunca desarrolla exactamente los mismos síntomas bajo el efecto de la misma enfermedad. Si se juzga que Israel es culpable de practicar el apartheid, existen elementos del derecho internacional, como las sanciones, que Naciones Unidas puede aplicar para tratarlo.

S. C.: ¿No hubiera preferido usted que Dugard dijera francamente que se trata «de apartheid» y no de algo que «se parece» al apartheid?

O. Barghouti : Dugard es un diplomático. Apreciamos enormemente que haya tenido el valor y la claridad moral de mencionar la palabra muy cargada de sentido que es el término «apartheid».

No se puede esperar de un funcionario de la ONU que sea el primero en decirlo de esta manera. Somos nosotros, lo palestinos, quienes tenemos que ser los primeros en decirlo de esta manera, en demostrarlo, en imponerlo. El movimiento de solidaridad debe decirlo. Y después, quizá, la ONU.

En este momento no se puede esperar gran cosa de Naciones Unidas, particularmente con el nuevo Secretario General, en mi opinión un burócrata mediocre que se comporta como si fuera un empleado menor pagado por el departamento de Estado estadounidense. Pero Naciones Unidas sigue siendo el único foro en el que tenemos alguna esperanza de hacer valer nuestro derechos según el derecho internacional. No comparto la idea de que debemos actuar al margen de la ONU o ignorarla. ¿Qué otra cosa tenemos? Por muy parcial y sometida a los intereses estadounidenses que se haya vuelto la ONU, todavía hay posibilidad de reformas para hacerla más sensible y hacer que responda mejor a las aspiraciones de la humanidad y, particularmente, a las de los pueblos oprimidos del sur, incluidos los palestinos. En todo caso, es un largo camino.

S. C.: Las autoridades israelíes han rechazado sistemáticamente los informes de Dugard. Yo estaba presente en la sede de Naciones Unidas de Ginebra cuando ante un auditorio de diplomáticos el embajador israelí expresó en términos muy humillantes su desacuerdo oficial con el Relator. Le acusó de mentir, de hacer declaraciones agresivas y sesgadas. ¿Le sorprendió esta reacción?

O. Barghouti : Ésta es la táctica a la que más recurren cada vez los altos cargos israelíes y quienes les apoyan; no se toman la molestia de convencer ni de argumentar. Podemos ver lo que están haciendo ahora en Estados Unidos y Gran Bretaña: suprimen cualquier debate sobre la política israelí; simplemente, el debate es demasiado peligroso para ello. Abre el espíritu de la gentes. Ésa es precisamente la razón por la que nosotros luchamos por este debate.

No debería ser aceptable que en las sociedades que se definen como democráticas se censure o deslegitime el debate sobre Israel – sólo sobre Israel.

S. C.: ¿Ha contactado usted con el ex-presidente estadounidense Jimmy Carter después de la publicación de su libro que denuncia el apartheid practicado por Israel? [11]

O. Barghouti: Muchas personas enviaron cartas de apoyo a Carter, pero los poderosos grupos de presión sionistas movilizaron contra él a toda la clase dirigente estadounidense. Ahora Carter, un ex-presidente y también galardonado con el Premio Nobel de la Paz, ya no es entrevistado en la televisión en las grandes cadenas estadounidenses o en los grandes periódicos. Carter necesita una ayuda mucho más importante que nuestro cordial agradecimiento.

S. C.: ¿Cómo reaccionó usted cuando Bush propuso a Tony Blair como «hombre de paz»?

O. Barghouti: Tony Blair no hará nada para ayudar a instaurar la paz o la justicia. Muchos ciudadanos británicos le acusan, de manera convincente, de ser un oportunista falto de honradez y un lacayo de Estados Unidos. Estoy de acuerdo con ambas definiciones. En mi opinión tampoco tiene ni la visión ni el valor necesarios para hacer algo significativo por una paz justa.

S. C.: ¿Qué opina de la conferencia de Annapolis celebrada en Estados Unidos en noviembre de 2007?

O. Barghouti: Insistiendo en el hecho de que los «negociadores» palestinos tienen que reconocer a Israel como «Estado judío», Israel realmente dio una patada al león dormido, por retomar la metáfora utilizada por Uri Avnery – con quien, por otra parte, estoy en completo desacuerdo. La imprudente y obstinada insistencia de Ehud Barak durante las discusiones de Camp David II, en 2000, en llevar a Yasser Arafat a renunciar al derecho al retorno de los refugiados palestinos provocó un auténtico despertar de la comunidad de los refugiados que llevó a una movilización masiva y a una presión concertada sobre Arafat para que no cediera. Y, en efecto, fue asesinado sin haber abandonado este derecho.

Esta vez había dos leones a los que Israel dio una patada pidiendo la aceptación oficial palestina de su derecho a existir como Estado judío: el mismo león enorme que representa a los refugiados y otro más pequeño, normalmente mucho menos feroz, que representa a la comunidad palestina en el interior de Israel, esto es, aproximadamente un millón y medio de palestinos indígenas con ciudadanía israelí que hasta el momento han sido completamente marginados, dejados de lado en todas las «negociaciones» que tienen por objetivo acabar con este conflicto colonial.

En la preparación de Annapolis Ehud Olmert y la actual elite política israelí se han mostrado tan obtusos como sus predecesores. ¡Al parecer es el precio que tiene pagar Israel para ser el campeón del mundo de reciclaje de ex-dirigentes! Todos los dirigentes israelíes que acceden al poder (a excepción de aquellos que mueren o que son asesinados por colonos israelíes de extrema derecha) se ven rápidamente desacreditados y mezclados en todo tipo de escándalos: sexuales, financieros, crímenes de guerra, etc. ¡Caen entonces en el olvido sólo para ser reencarnados y reinventados unos años después en una nueva «esperanza» para una nación extraviada, y se ven milagrosamente re-elegidos con un número considerable de votos! Los israelíes no sólo sufren una amnesia selectiva, sino que además tienen un considerable déficit de dirigentes. No como los palestinos, según parece.

Otro punto importante respecto a Annapolis es que Mahmoud Abbas no tiene ningún poder para ceder nada que sea significativo. No es Arafat. Carece de pasado histórico en la lucha contra Israel. Su popularidad, aunque mayor que el patético 3 % con el que está acreditado Olmert, es, con todo, muy triste. En mi opinión, tiene una grave carencia de visión. Hamas controla Gaza, lo que le debilita aún más. En resumen, no es un dirigente capaz de hacer «negocios» y entregar los «bienes» dictados por Israel y Estados Unidos. Va a hablar y sonreír mucho, a viajar aún más, a tratar de parecer valiente, pero va a flaquear. Con la desaparición de Arafat Israel ha perdido su última oportunidad de empujar la solución de los dos Estados que, de todos modos, es una solución injusta e inmoral. No hay que lamentarlo.

La solución » un solo Estado», la alternativa moral, ya no se considera una idea utópica; cada vez se estudia más y se presenta como una posibilidad seria que está presente, por encima de todos estos «negociadores». No hay más que ver el reciente aviso lanzado por Olmert en el diario Ha’aretz, que si fracasa el proceso de Annapolis, Israel se va a dirigir al apartheid (¡como si éste no hubiera empezado ya!). El proceso de Annapolis sólo puede fracasar. No ataca las raíces del conflicto ni promete justicia ni igualdad.

S. C.: ¿Qué siente usted cuando ve a sus representantes políticos hacer el mismo trabajo que los ocupantes israelíes?

O. Barghouti : Los condeno tajantemente. Es una vergüenza que la Autoridad Palestina (AP) desempeñe el papel de subcontratistas de los ocupantes descargándoles de algunos de sus fardos coloniales.

S. C.: ¿Eso es lo que opinan al mayoría de los palestinos?

O. Barghouti: Estoy seguro de que en mayor o menor grado la mayoría de los palestinos denuncian la complicidad de la AP. Casi ninguno de los que conozco, universitarios, intelectuales, trabajadores de la cultura, artistas, etc., perdonan, por ejemplo, las detenciones ilegales y arbitrarias por parte de la AP de los militantes disidentes o el papel de la AP para disculpar a Israel.

S. C.: Entonces, ¿para la mayoría de los palestinos los miembros de Hamas no son «terroristas» sino simplemente ciudadanos normales?

O. Barghouti: Fueron elegidos democráticamente. Arrestar a las personas porque resisten a la ocupación es una vergüenza. No han violado las leyes palestinas; resisten a la ocupación israelí. Israel quiere que la AP les sirva de policía, que haga el trabajo por él.

S. C.: Fuera de Palestina, las cosas tampoco son tan simples. Durante mucho tiempo aquellos que querían hablar del «lobby pro-israelí», del boicot o del apartheid israelí fueron apartados del debate, vilipendiados por los responsables de la solidaridad. ¿No es eso una manera de proteger a Israel? Si no, ¿cómo explicar que la izquierda, la mayoría de los responsables de la solidaridad, nunca hayan visto a Israel en el mismo plano que la Sudáfrica del apartheid y que siempre se hayan mostrado tan reticentes a calificar a Israel de Estado de apartheid [12]? ¿Les ha sorprendido el poco eco que han tenido los llamamientos que desde 2004 han hecho ustedes al boicotear a Israel?

O. Barghouti: En el movimiento de solidaridad algunos «sionistas blandos» hacen todo lo que pueden para decir «no, Israel no practica el apartheid» porque saben exactamente lo que significa esta etiqueta. Puede muy bien llevar a sanciones y a un vasto abanico de boicot internacional.

Muchas personas en el mundo saben cómo castigar el apartheid. Y los «sionistas blandos» lo han comprendido. Han comprendido que se trata de un arma mucho más poderosa, mucho más eficaz que todas las armas palestinas. Por mucho que los palestinos desarrollen indefinidamente sus «Quassam» (cohetes artesanales), estos nunca dañarán tanto a Israel como una campaña mantenida de boicot, una campaña no violenta de boicot, de desinversiones y de sanciones a la manera sudafricana, en Europa, en Estados Unidos, en Canadá, etc.

S. C.: ¿Le resulta difícil compartir tribuna con personas que pueden, desde luego, denunciar los crímenes de Israel, pero que no cuestiona verdaderamente la naturaleza de este Estado y que no comparten sus posturas en relación al boicot o su postura sobre la solución de «un solo Estado, como Michael Warschawsky ? ¿No serían los palestinos ciudadanos de Israel que viven la opresión y el racismo sionista en el seno mismo del Estado de Israel los mejor cualificados para hablar de lo que están sufriendo en su propia carne a causa del racismo israelí?

O. Barghouti : No, no me importa, porque Warschawsky se define como «anti-sionista» y apoya la mayoría de los derechos de los palestinos. No estamos de acuerdo en las tácticas, no estamos de acuerdo en la manera de defender algunos derechos. Pero no hay inconveniente en compartir una tribuna de debate con él para debatir sobre los medios de poner fin a la opresión israelí.

Yo no compartiría una tribuna con un representante de una institución israelí que, por ejemplo, no tome postura respecto a la ocupación o que no apoye los derechos de los palestinos. Con Michel Warschawsky lo que hay es un debate. Le respeto, pero es muy grande el desacuerdo entre nosotros respecto al tema del debate, es decir, el papel que desempañen la religión y de la etnicidad en el racismo israelí.

Necesitamos unir todas la fuerzas. Por consiguiente, debemos distinguir entre las personas con las que no estamos de acuerdo en las tácticas y las personas que son verdaderos enemigos, con las que no estamos de acuerdo en los principios esenciales de justicia, de derecho internacional y en el principio supremo de la igualdad.

Podemos no estar de acuerdo con alguien en la manera cómo acabar con la injusticia o incluso en las formas de injusticia contra las que debemos luchar; pero tendremos que mantener este desacuerdo en su contexto, como un desacuerdo entre personas que se entienden en relación a un objetivo clave: acabar con la injusticia. Nuestro principal combate es contra quienes apoyan ciegamente a Israel y se oponen incluso a acabar con la ocupación. Hay que hacer, pues, esta distinción. Sin embargo, eso significa no ser ingenuos y aceptar algunos límites artificiales al debate.

Como palestino no puedo aceptar que nadie en el movimiento de solidaridad me diga lo que estoy autorizado y lo que no estoy autorizado a proponer o a defender. Somos nosotros quienes decidimos lo que está autorizado. Aunque personas que tienen unos principios muy sólidos en el movimiento de la solidaridad con los palestinos sean nuestros socios, nuestros camaradas, sin embargo no son «nosotros». No deberían hablar en nuestro lugar como si nosotros hubiéramos dejado de existir.

S. C.: Pero, ¡eso es lo que ocurre en gran parte! La voz de los palestinos que tienen una visión como la suya es muy pequeña en el debate. Las posturas del «campo de la paz israelí» suponen una voz muy fuerte en el debate en Europa. Una voz a la que le gusta denunciar la ocupación pero que no tolera que se toque la naturaleza del «Estado judío». Y esta es la voz que define de facto los límites del debate apoyando soluciones que pueden asegurar a Israel la «supremacía judía» en Palestina. La voz que usted tiene es casi inaudible.

En Francia, por ejemplo, hay asociaciones tradicionales, que trabajan con representantes de la AP, y que son las que deciden quienes son los «verdaderos amigos» de Palestina y quienes no . La mayoría de sus publicaciones emanan de autores que pertenecen al «campo de la paz» israelí y de quienes trabajan con ellos en Europa [13]. Lo mismo ocurre en las reuniones. ¿No deberían tener un lugar mayor los palestinos que los verdaderos representantes de la resistencia contra el ocupante?

O. Barghouti: Estoy de acuerdo en que no podemos aceptar esta situación desequilibrada. El problema es que algunos palestinos sumisos han permitido al denominado «campo de la paz israelí» hacerlo. En Israel no existe en realidad un campo de la paz, en el sentido de un movimiento que apoye una paz justa, la única paz que merecería este nombre. Pero, desgraciadamente, tenemos a algunos palestinos que están en este negocio de la paz. Sí, es un negocio: viajan con sus «socios» israelíes, hablan juntos, se hospedan en hoteles lujosos, son invitados por lo gobiernos suizo y noruego a lugares de vacaciones, etc. A ellos les encanta esto, es una empresa lucrativa. Y el precio que pagan por ello es hacer compromisos que se refieren a los derechos fundamentales de los palestinos e, indirectamente, compromisos que se refieren a su propia dignidad. Dejan de hablar por sí mismos y permiten a estos falsos hacedores de la paz hablar en nombre de los palestinos.

S. C.: Entonces, ¿atribuye usted la responsabilidad a aquellos palestinos que aceptar formar parte de este «negocio» de la paz?

O. Barghouti: No toda la responsabilidad, sino parte de ella incumbe a estos palestinos que trabajan de tal manera que renuncian incluso a representar a los palestinos.

S. C.: El hecho es que este «negocio» de la paz ha sido sin duda un factor muy desmoralizante y perjudicial para las víctimas de la opresión israelí. En 2002, durante la guerra emprendida por Sharon, hubo un movimiento de protesta en Europa. En las calles de Paría hubo 30.000 personas. En 2005, cuando los prisioneros palestinos se pusieron en huelga de hambre y los aviones israelíes causaron más de cien muertos en Jabalyia (una masacre de las dimensiones de la de Jenin) no hubo más que un centenar el París.

Esto debería ser tomado muy en serio porque en Palestina las personas sufren y mueren por todos los errores y manipulaciones cometidos en su nombre. Se trata de una guerra despiadada y no de un conflicto entre dos fuerzas iguales como se suele presentar. Si hay partes que intervienen cuyo objetivo oculto es contener el movimiento en un marco aceptable para la supervivencia de Israel como Estado judío, esto sólo puede ser muy desmoralizante para quienes quieren que los palestinos obtengan el reconocimiento de sus derechos.

O. Barghouti: Creo que está bien que haya personas que quieran trabajar sólo para acabar con la ocupación, mientras no digan que se equivocan quienes trabajan con todo el abanico de los derechos palestinos y contra las injusticias israelíes. En otras palabras, si alguien dice «estas son mis limitaciones, quiero trabajar contra la ocupación y organizar un grupo que desarrolle la concienciación sobre este tema», que trabaje por los derechos de los palestinos. Si no podemos trabajar con estas personas, nos alienaremos y perderemos mucho en la corriente dominante.

S. C.: ¿Se puede esperar que gracias a voces como las de Ilan Pappe, John Mearsheimer, Stephen Walt, Jimmy Carter, John Dugard, que han roto ciertos tabús, y gracias a los esfuerzos anónimos que ayudan a que estas voces se oigan, se encuentran ustedes al inicio de una nueva era en lo que concierne a una radicalización respecto a Israel? ¿Ayudarán estas nuevas voces a aportar un equilibrio con voces como la de Uri Avnery (que son sin duda útiles pero que no de dejan de apoyar soluciones injustas,) para hacer que estas voces sean inaceptables para los palestinos?

O. Barghouti: Cada vez más voces anti-sionistas se alzan para denunciar el engaño de los «sionistas blandos» como Avnery. Ser sionista hoy significa esencialmente creer que la limpieza étnica de Palestina era aceptable o justificable para permitir el establecimiento del Estado judío y que no se debe permitir retornar a los refugiados palestinos para poder mantener el «carácter judío» – léase, la supremacía racista – del Estado.

Ésta es para mí la prueba de moralidad para cualquiera que trabaje por una paz justa. La justificación de la limpieza étnica y la negación de los derechos de los refugiados sobre la base de la necesidad de mantener la supremacía judía de Israel es racismo. Quien apoya estas posturas no puede ser considerada una persona moral. Si alguien dice, «la Nakba fue horrible; fue, en efecto, un crimen de guerra, pero creo que la solución de «dos Estados» es la mejor», entonces no podemos hablar, no podemos debatir. Pero si dicen que la limpieza étnica fue aceptable, entonces se trata de racistas que consideran a los palestinos «cucarachas». Yo no puedo tener ningún diálogo razonable con estas personas. Ahí es donde yo sitúo el límite.

S. C.: Entonces, ¿el movimiento contra la guerra no ha fracasado completamente, como sugiere el periodista Jeff Blankfort, entre otros?

O. Barghouti: No creo que haya fracasado. No ha logrado tanto como debería haber conseguido teniendo en cuenta el impulso y el sentido de la solidaridad que animan a tantas personas en el mundo. Estoy de acuerdo en que una de las razones -hay muchas razones – es que los «guardianes», quienes fijan los límites de lo que está permitido y lo que no lo está, y las líneas rojas, no tienen una agenda suficientemente radical. Su agenda es demasiado débil y demasiado tímida para afrontar las tres formas fundamentales de opresión israelí contra los palestinos: la negación del derecho de los refugiados palestinos, la ocupación militar y colonización del territorio palestino de 1967, y el sistema de discriminación racial o lo que yo llamo «apartheid inteligente» contra los ciudadanos palestinos de Israel.

Por supuesto, hay muchas razones globales por las que ahora es mucho más difícil llevar a cabo un trabajo de solidaridad con Palestina, particularmente desde el 11 de septiembre, cuando los palestinos fueron demonizados, deshumanizados y descritos como «terroristas» por Israel y Estados Unidos. Incluso en Europa también se desarrolla este fenómeno.

Y debido a la influencia sionista en los medios de comunicación y en el Congreso de Washington, todo universitario, todo intelectual, todo artista, todo político que ose expresar su apoyo a Palestina corre el riesgo de ser víctima de difamación o de ver su carrera terminada. El precio pagado por aquellos que por conciencia se comprometen a defender a los palestinos y reclaman el fin de todas las formas de injusticia israelí y sionista hoy es más elevado que nunca. Saludo especialmente a todos aquellos que, a pesar de todas las intimidaciones, siguen luchando por los derechos de los palestinos.

S. C.: Cuando fui a Israel, en 2002-2003, me supuso un choque descubrir que mientras que en Palestina se llevaban a cabo masacres y destrucciones de semejante magnitud, además de los internacionalistas y de los palestinos con la ciudadanía israelí sólo había unos cuantos centenares de israelíes dispuestos a salir a la calle, en Tel-Aviv o en Jerusalén, para protestar contra los crímenes cometidos por sus «reservistas».

Entonces me di cuenta de que nunca había existido el «movimiento por la paz israelí» tal como nos lo imaginamos en Europa y de que algunos habían hecho un tipo de manipulación para hacer creer a la opinión pública que en Israel los activistas por la paz eran un elemento motor en favor de los derechos de los palestinos. Cuando, en realidad, los palestinos no pueden esperar gran cosa de este movimiento. ¿Qué opina usted al respecto?

O. Barghouti : La «izquierda» israelí es un enorme engaño, es una mentira descomunal. No existe izquierda israelí, según cualquier definición internacional de este término, y desafío a quien sea a demostrar lo contrario. El pasado mes de mayo en la conferencia de Bilin me expresé a este respecto y dije que «con su rechazo de los derechos de los refugiados palestinos y su insistencia en la supremacía judía y la discriminación racial contra los ciudadanos palestinos de Israel, la «izquierda» israelí hace que, en comparación, la derecha xenófoba europa parezca tan moral como la Madre Teresa».

Alguien del grupo Gush Shalom me desafió y me lanzó: «todo depende de cómo defina usted la izquierda. Usted define la izquierda como aquellos que aceptan el derecho al retorno de los refugiados palestinos. Yo puedo definir la izquierda como aquellos que simplemente se oponen a la ocupación. Por lo tanto, no estoy de acuerdo con su definición de izquierda»

«Muy bien», respondí yo, «dejemos de lado las definiciones relativas de la izquierda. Pongámonos de acuerdo en una definición universal de izquierda. ¿Estamos de acuerdo en que la igualdad es el principio de base, el principio fundamental con el que debería estar de acuerdo cualquier persona de izquierda merecedora de tal nombre, a saber, que todos los seres humanos son iguales?»

«Sí», me contestó.

Y yo le respondí: «Entonces, estamos de acuerdo en que quienes se niegan a conceder a los refugiados palestinos el derecho al retorno simplemente porque no son judíos, de hecho piensan que los palestinos (ya sean musulmanes o cristianos) no son iguales a los judíos, son menos humanos. Esto convierte a quienes piensan así en racistas, desde luego, no en personas de izquierda».

Esta definición no es mía, es una definición universal. Según esta definición universal, la gran mayoría de las personas que en Israel se reclaman de izquierda en realidad son fanáticos de derecha. No son en absoluto de izquierda. Están en contra del derecho al retorno de los refugiados, están en contra de reconocer la Nakba (la «limpieza» étnica de 1948), la mayoría de ellos está incluso en contra de acabar por completo con la ocupación de Jerusalén y de otras partes de Cisjordania de acuerdo con el derecho internacional.

Los israelíes inventaron y difundieron el mito de que existe un vasto campo de izquierda. Y cuando emprendimos nuestra acción de boicot a las instituciones universitarias israelíes, estas mismas «personas de izquierda» clamaron deshonestamente: «Las universidades israelíes están en primera fila de la lucha contra la ocupación. ¿Cómo pueden ustedes boicotear nuestras universidades?»

Esto no es sino un mito. Según investigaciones fidedignas llevadas a cabo por estudiosos israelíes, el número total de académicos israelíes que han firmado un escrito de condena de la ocupación – por no hablar ya de su participación en una manifestación pública – no llega a algunos centenares de un total nueve mil académicos. Si se les pregunta su opinión respecto al derecho inalienable de los refugiados palestinos al retorno o sobre el final de la discriminación racial contra los «no judíos» en Israel, no encontrará más que un puñado de académicos judíos israelíes que apoyen estos derechos. Ésta es la dimensión real de la izquierda en Israel. Es un grupo diminuto de antisionistas valientes y moralmente consecuentes.

A pesar de esto, nuestro llamamiento al boicot es de naturaleza institucional, no tiene por objetivo a los académicos individualmente y por sí mismos. Así pues, nos encontramos en un terreno sólido a todos los niveles, en particular teniendo en cuenta la bien documentada complicidad de todas las instituciones académicas israelíes en el mantenimiento y promoción de los diferentes aspectos de la opresión israelí contra los palestinos.

S. C.: ¿No será también parte del problema este diminuto grupo «de izquierda» que por medio de diversas estratagemas ha logrado tener una gran audiencia y contener el movimiento de solidaridad internacional dentro de ciertos límites? ¿No ha hecho avanzar aún más la causa de Israel apoyando los «Acuerdos de Oslo», la «Iniciativa de Ginebra», etc.?

O. Barghouti : Los palestinos deberían dejar claro al movimiento de solidaridad y al mundo que nadie debe hablar en nuestro nombre. Somos lo bastante «maduros», lo bastante «mayores» para hablar en nuestro propio nombre. No necesitamos condescendencia alguna, ya sea de amigos o de enemigos.

Tras decenios de ocupación, muchos israelíes «de izquierda» han adquirido la costumbre de hablar por los palestinos y de dictar después a los palestinos lo que deben pensar y exigir, con el objetivo último ¡de ayudar a la «izquierda» israelí en «su» lucha! Cuando lanzamos el movimiento de boicot, les dijimos definitivamente: «¡Ya está bien, hasta aquí hemos llegado!»

Los llamamientos palestinos al boicot han dejado muy claro a quienes se consideran de la izquierda israelí que su actitud paternalista respecto a nosotros era humillante y colonial, y que la autodeterminación significa, por encima de todo, nuestro derecho a decidir nuestro destino y a formular nuestra aspiraciones a la justicia y a la igualdad. Tienen la costumbre de percibirnos como indígenas estereotipados, casi como niños inmaduros a los que hay que decir lo que deben hacer para que sepan comportarse.

En 2005 la sociedad civil palestina expresó su voluntad difundiendo su llamamiento al boicot, la desinversión y las sanciones [a Israel] (BDS) aprobado masivamente. Nadie en el movimiento de solidaridad con Palestina puede ignorar ya este llamamiento y seguir con unas formas de apoyo tradicionales e ineficaces. El BDS hoy es simplemente la forma de solidaridad con Palestina más sana moralmente y más eficaz políticamente.

S. C.: Pero siguen siendo muy influyentes en el debate los políticos interesados en frenar toda acción contra el apartheid. ¿Comparte usted la opinión del politólogo palestinos Abdel-Sattar Qassem de que los «verdaderos palestinos» siguen desempeñando un papel muy pequeño en el debate sobre Palestina? [14]

O. Barghouti: Los auténticos representantes de la opinión pública palestina raramente tienen la ocasión de hacerse entender porque los grandes medios de comunicación occidentales, las grandes conferencias internacionales, las organizaciones de financiación europeas y estadounidenses no están interesados en cualquier postura palestina de principios que abogue en favor de la aplicación del derecho internacional y de los derechos universales. Invitan a personas maleables, a «moderados» que en seguida van a renunciar, por ejemplo, al derecho al retorno y a aceptar «el derecho de Israel a existir» en tanto que Estado racista fundado sobre el apartheid a cambio de derechos palestinos muy menores. En este tipo de foros internacionales sólo se busca a estos «árabes buenos».

S. C.: ¿Se puede calificar de «traidores» a estos palestinos que no han actuado correctamente? Y particularmente desde 2002 en que la situación se ha vuelto tan terrible para los resistentes a los que se ataca con asesinatos selectivos extrajudiciales israelíes.

O. Barghouti: Yo no calificaría a todas estas personas de traidores porque hay todo tipo de traidores. Es un término relativo. Por supuesto, nosotros también tenemos nuestros «colaboracionistas» que colaboran abierta o secretamente con Israel. Pero la mayoría de los palestinos implicados en la industria de la paz están engañados o son egoístas, o ambas cosas. Muchos de ellos están en este «negocio» por el dinero, por los privilegios personales y querrían autoconvencerse de que a su manera están sirviendo a la causa. La manera más rápida de enriquecerse hoy es crear un grupo conjunto palestino-israelí para ocuparse de lo que sea: de los derechos de las mujeres, de fútbol por la paz, de los derechos de los niños, de teatro para la coexistencia, del cine para superar las barreras psicológicas, del medioambiente, de la democracia, de relatos históricos paralelos, de investigación académica y científica… ¡verdaderamente de cualquier cosa excepto las luchas comunes para acabar con la ocupación y la opresión!

Los proyectos conjuntos palestino-israelíes que se proclaman «apolíticos» – y por ello están políticamente sesgados y son engañosos – atraen mucho dinero europeo. Y, desgraciadamente, muchos palestinos – dado el medio carente de recursos en el que viven bajo la ocupación – y, por supuesto, muchos israelíes se han implicado en este negocio beneficioso. Algunas elites políticas europeas van a financiar generosamente todo proyecto susceptible de aliviar sus profundos sentimientos de culpabilidad respecto al Holocausto. Nuestro derechos cuentan verdaderamente muy poco en esta agenda manipuladora y falaz.

S. C.: Antes de ir a Palestina yo era como todo el mundo: creía que realmente existían personas muy malas llamadas «antisemitas». Pero, de pronto, tras escribir uno o dos artículos en defensa de los derechos de los palestinos, me encontré con la sorpresa de descubrir que yo misma era acusada ser «antisemita». Ahora sé que esta palabra es un arma muy eficaz en las manos de quienes quieren hacer callar a las personas que critican libre y honestamente a Israel.

El anti-semitismo existía en los años treinta. Pero hoy veo que hay muchas personas que odian a los árabes, incluso entre la izquierda. Por lo que a mí respecta nunca he conocido a ningún «antisemita», esto es, a alguien que odie a los judíos por ser judíos. En cambio, conozco a muchas personas interesadas en hacer creer al mundo que el «antisemitismo» es un fenómeno de gran magnitud, para justificar la existencia de Israel en tierra árabe. ¿Cuál es su postura al respecto?

O. Barghouti: El antisemitismo no justifica a Israel. Creo que el antisemitismo sigue existiendo (es decir, personas que odian a los judíos por se judíos), particularmente en Estados Unidos y Europa. Pero este fenómeno ahora es más marginal de lo que lo fue en su día y está lejos de ser influyente en ningún país. La islamofobia, por otra parte, está creciendo peligrosamente en la corriente dominante por toda Europa y Estados Unidos. Como dijo Noam Chomsky, el odio racista a los árabes y a los musulmanes verdaderamente es hoy el nuevo «anti-semitismo» .

Aquí es importante hacer una distinción muy clara: nuestro conflicto es un conflicto con el sionismo y con Israel en tanto que entidad colonial. Me opongo a toda forma de racismo, incluido el antisemitismo y el sionismo. Yo mismo, como la mayoría de los palestinos, no tengo absolutamente nada en contra del judaísmo o contra los judíos en tanto que grupo religioso, absolutamente nada.

Estamos en contra del Estado de Israel no porque sea «judío» sino porque es un opresor colonial que niega nuestros derechos. Si los judíos israelíes renuncian a su existencia colonial y reconocen nuestros derechos, nosotros no tenemos ningún problema en coexistir con ellos en una Palestina des-sionizada, que incluiría necesariamente el derecho al retorno de los refugiados y una igualdad total para todos, sin distinción de religión, de etnia, de sexo o de origen nacional.

La oferta más generosa que nosotros, nativos palestinos, podemos hacer a los colonos judíos israelíes es aceptarlos como iguales que viven con nosotros, no por encima de nosotros. Ni amo ni esclavo. Pero es imposible aceptar Israel como «Estado judío» sobre nuestra tierra. Ningún palestino racional con algún sentido de la dignidad puede aceptar en su propia tierra un Estado racista, que le excluya y le trate como un ser humano relativo.

S. C.: Sin embargo, la palabra «antisemita» tiene un impacto mucho mayor que la palabra «racista» porque en muchos países de Europa existen consecuencias judiciales para quienes son acusados de ser «antisemitas».

¿No deberíamos considerarnos como iguales en derecho, judíos y no judíos? ¿Por qué habríamos de aceptar esta manera sesgada de hacer culpable a alguien de algo que ya no existe, pero que resulta ser muy útil para los propósitos de la propaganda de guerra israelí?

O. Barghouti: Sí, deberíamos luchar también contra esto. Hay que luchar para rechazar por igual toda forma de racismo y no aceptar estas leyes europeas vigentes que tratan el «antisemitismo» como una categoría de crimen diferente, mucho peor que todas las demás formas de racismo, incluidos la islamofobia o el racismo contra los negros del que se puede afirmar que hoy es la expresión más extendida del racismo blanco.

Estas leyes son ellas mismas discriminatorias. El antisemitismo no es más que otra forma de racismo, ni más ni menos; se debería tratar como una rama del racismo, no como una super-rama de éste. Pero, en cualquier caso, no justifica la naturaleza racista de Israel, no justifica los crímenes de Israel. Se debería disociar antisemitismo de antisionismo: mientras que el primero es una forma de racismo, el segundo es una postura moral contra el racismo.

Silvia Cattori : Pero, esto no será posible mientras los palestinos se encuentren en una posición de desigualdad y mientras los oprimidos no nos puedan contar su experiencia cómo viven. En cambio, tengan las riendas quienes hacen el juego de la «normalización», lo cual es un tipo de colaboración.

O. Barghouti: Los representantes palestinos debe respetar y unirse a nuestro llamamiento, hecho por la sociedad civil, al boicot, la desinversión y las sanciones, para luchar contra las tres principales formas de injusticia israelí y no sólo contra una de ellas; la ocupación y la colonización territorial de 1967 no es más que una de estas formas de injusticia.

El centro de la cuestión palestina sigue siendo una injusticia mucho mayor, la negación de los derechos básicos de los refugiados, que constituyen la mayoría del pueblo palestino.

Y existe una tercera forma de injusticia que se olvida con frecuencia: el régimen de racismo institucionalizado contra los ciudadanos palestinos en Israel. Incluso si mañana Israel pusiera fin a al ocupación, no acabaría este conflicto colonial. El movimiento de solidaridad, en Europa y en el mundo, debe respetar la voz genuina de la sociedad civil palestina en vez de promover a estos «colaboracionistas» palestinos o a estos pequeños burócratas que viajan por el mundo para decir lo que sea con tal de que se les pague bien. Estas personas no representan a los palestinos, no hablan en nombre de los palestinos .

S. C.: Muchas gracias.

[1] Invitado por ISM Italia. Omar Barghouti, miembro fundador de la Campaña Palestina por el Boicot Académico y Cultural a Israel (PACBI : Palestinian Campaign for the Academic and Cultural Boycott of Israel), es un investigador independiente cuyos artículos políticos y culturales se publican en diversos medios. Es militante de los derechos humanos implicado en la lucha para acabar con la opresión y el conflicto israelo-palestino por medio de la resistencia civil. Posee un Master en ingeniería eléctrica por la Universidad de Columbia y actualmente está haciendo un curso de doctorado en filosofía (ética) en la Universidad de Tel Aviv. Ha colaborado en la obra de filosofía publicada recientemente con el título de Controversies and Subjectivity (John Benjamins, 2005). También ha colaborado en la obra titulada The New Intifada: Resisting Israel’s Apartheid (Verso Books, 2001). Aboga en favor de una visión ética para un solo Estado laico y democrático en el territorio de la Palestina histórica. Es coreógrafo y enseña danza. Ha participado en varias conferencias sobre las relaciones entre arte y opresión .

[2] En julio de 2004 171 organizaciones y sindicatos palestinos hicieron un llamamiento a la comunidad internacional a apoyar el boicot, la desinversión y las sanciones (BDS) contra Israel hasta que éste acate plenamente el derecho internacional y los derechos humanos.

http://www.pacbi.org/boycott_news_more.php?id=66_0_1_10_M11 

[3] «Sigue siendo una pura conjetura saber si hubiera podido haber una solución mejor. Pero el sueño que era Palestina ha muerto finalmente». Cita del artículo de Bret Stephen «Who Killed Palestine? A failure with a thousand fathers» , The Wall Street Journal, 26 de junio de 2007. (B. Stephen es miembro de la redacción del Wall Street Journal. y también fue director del Jerusalem Post)

[4] «A Secular, Democratic State Solution – the Light at the End of the Gaza-Ramallah Tunnel» («La solución de un solo Estado laico y democrático. La luz al final del túnel Gaza-Ramala»), Omar Barghouti, Counterpunch, 20 de junio de 2007 http://www.counterpunch.org/barghouti06202007.html .

[5] Los Acuerdos de Oslo se firmaron en 1993 en Washington en presencia de Yitzhak Rabin, primer ministro israelí, de Yasser Arafat, presidente del comité ejecutivo de la OLP, y de Bill Clinton, presidente de Estados Unidos.

[6] Consejeros ayer del presidente Yasser Arafat, hoy en el poder, acusados de servir ante todo a sus propios intereses materiales y de prestigio.

[7] «Secular Arabs Detest Hypocrisy too» («Los árabes laicos también detestan la hipocresía»), Omar Barghouti, ZNet, 6 febrero de 2006 http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?ItemID=9680 

[8] La Iniciativa de Ginebra o Acuerdo de Ginebra, firmada el 1 de diciembre de 2003 en Ginebra, fue presentada por el historiador Illan Pappe como una «burbuja de jabón» , pero como una «esperanza de paz real» por Dominique Vidal (http://www.monde-diplomatique.fr/dossiers/geneve/voir ). Iniciativa «apoyada sin reservas» por la Unión Francesa Judía de Paz (UFJP, por sus siglas en francés) http://www.nordpalestine.org/dossiers_presse_accordsdegeneve_041203.htm

y saludada con emoción por el Movimiento de Paz http://www.nordpalestine.org/dossiers_presse_accordsdegeneve_041203.htm .

[9] Alexis Keller, promotor de la «Iniciativa de Ginebra» declaró durante una conferencia en 2003 que esta iniciativa «representa lo máximo que pueden ceder los israelíes…Que ambas partes tiene líneas rojas que no pueden traspasar, como el derecho al retorno de los refugiados palestinos. Que Israel no puede aceptar este retorno porque debe permanecer un Estado judío» (con una mayoría judía). Aparentemente no plantea problema alguno Keller el concepto discriminatorio de un «Estado judío».

[10] En su informe de febrero de 2007 Dugard afirma que «algunas políticas de la ocupación israelí se parecen al apartheid».

[11] Palestine: Peace not Apartheid, Jimmy Carter, Simon & Schuster, 2006.

[12] Hasta hace muy poco tiempo, una revista progresista como Le Monde diplomatique no asociaba Israel al apartheid. Como mucho, en 2004 Alain Gresh escribió «se parece al apartheid».

Según el militante P-Y Salingue, existen dos grupos de personas que, por razones diferentes, no están de acuerdo con el uso del término apartheid en el caso del Estado de Israel :

– Quienes aceptan hablar de discriminación, pero no de apartheid, aceptan decir que habría desigualdades e injusticias de las que serían víctimas los palestinos que viven en Israel, pero nada comparable a la situación de la población negra de Sudáfrica. Respecto a los palestinos de Cisjordania y Gaza, hablan de ocupación miliar e incluso de ocupación colonial, y denuncia la ocupación militar y el comportamiento del ejército de ocupación. También aquí niegan toda asimilación con el apartheid de Sudáfrica.

– Quienes (muy raros) se niegan a utilizar la noción de apartheid porque no les parece que sea un buen análisis y, por lo tanto, no es pertinente para adoptar una línea de conducta. Consideran la política sionista como una política de limpieza étnica que tiene el objetivo de vaciar la tierra de Israel de toda presencia autóctona de árabes. Los árabes no serían considerados por el colonizador como un recurso que conviene explotar, sino como una amenaza que hay que eliminar. Forma de análisis que lleva a emitir reservas respecto al término apartheid, según el postulado de que la colonización tiene por objetivo mantener a los indígenas en la misma economía y, por consiguiente, en la «misma sociedad» que la de los colonos, pero sin los derechos y de manera separada, evitando una mezcla de las poblaciones en la vida social. Los blancos de Sudáfrica no querían expulsar a los negros porque los necesitaban para la economía (principalmente su fuerza de trabajos). Si bien el apartheid puede ser derrotado, otra cosa muy diferente es anular los efectos de la limpieza étnica, no hay que engañarse con la estrategia del adversario.

En el primer caso, decir que Israel no explota a los palestinos como los negros en Sudáfrica es hacer una defensa de Israel, concediendo, como mucho, cierta discriminación.

En el segundo caso, decir lo mismo tienen una consecuencia muy diferente: es decir que hablar de apartheid es muy débil porque el primer objetivo de Israel no es oprimir a los palestinos sino proceder a su eliminación por medio de la limpieza étnica.

[13] Apoyan el «campo de la paz israelí» y a los palestinos que aceptan renunciar a más del 80 % de Palestina. En Francia las asociaciones y partidos de izquierda están agrupados en el colectivo nacional «Por una paz justa entre palestinos e israelíes». Hay que señalar que sitúan a ambas partes en un mismo plano, como si se tratara de una disputa «entre dos pueblos» por la tierra, de dos «nacionalismos igualmente legítimos». «Disputa que, según ellos, habría comenzado después de la ocupación de 1967, con lo que hacen caso omiso de los 19 años anteriores de ocupación, y que podría «resolverse por medio de la negociación y del diálogo», evitando así hablar de «resistencia». Todo ocurre como si en cada conferencia, la voz de los palestinos oprimidos no fuera creíble si no va acompañada de un orador israelí o de confesión judía. Así durante años se ha visto a Leila Shaid flanquead de Dominique Vidal y de Michel Warshawsky.

[14] «Los palestinos no se rendirán nunca», entrevista con Abdel-Sattar Qassem por Silvia Cattori. Versión en castellano www.silviacattori.net/article139html

Enlace con el original: http://www.voltairenet.net/article153516.html