Traducido para Rebelión por Christine Lewis Carroll
La celda es apenas más ancha que el delgado y sucio colchón que cubre el suelo. Detrás de un muro bajo de hormigón hay un retrete de cuclillas, cuyo hedor no tiene escapatoria al no haber ventana en la celda. Las ásperas paredes de hormigón disuaden a los niños de apoyarse ociosamente y la luz constante impide el sueño. Sólo la entrega de la comida por la rendija en la parte inferior de la puerta marca el tiempo y separa el día de la noche.
Es la celda 36 en las profundidades de la prisión Al Jalame al norte de Israel. Es uno del puñado de celdas donde se aíslan a los niños palestinos durante días o semanas. Un menor de 16 años alegó que se le había encerrado en la celda 36 durante 65 días.
La única escapatoria es la visita a la sala de interrogatorios donde se encadenan a los niños a una silla con grilletes en pies y manos mientras se les interroga, algunas veces durante horas.
A la mayoría se les acusa de tirar piedras a los soldados o a los colonos; a otros de lanzar cócteles Molotov; y a algunos de delitos más graves, tales como tener vínculos con organizaciones militantes o de utilizar armas. También se les saca información sobre las actividades y simpatías de sus compañeros de clase, familiares y vecinos.
Al principio casi todos niegan las acusaciones. La mayoría dice que se les ha amenazado; algunos informan de violencia física. El abuso verbal, tal como «eres un perro, un hijo de puta», es común. Muchos sufren de agotamiento por falta de sueño. Día tras día se les encadena a la silla para luego devolverlos a la celda de aislamiento. Al final, muchos firman declaraciones bajo coacción.
Estas alegaciones y descripciones proceden de declaraciones juradas proporcionadas por menores a una organización internacional de derechos humanos y de entrevistas realizadas por The Guardian. Otras celdas en las cárceles de Al Jalame y Petah Tikva también se utilizan para aislamiento, pero la celda 36 es la que más se cita en los testimonios.
Entre 500 y 700 niños palestinos son detenidos por soldados israelíes cada año, la mayoría por tirar piedras. Desde 2008, Defence for Children Internacional (DCI) ha recogido los testimonios jurados de 426 menores detenidos dentro del sistema de justicia militar israelí.
Sus declaraciones indican un patrón de detenciones nocturnas, manos atadas con esposas de plástico, ojos vendados, abuso verbal y físico y amenazas. Alrededor de 9% de las declaraciones juradas habla de incomunicaciones, aunque esta cifra ha subido a 22% en los últimos 6 meses.
Pocas veces se avisa a los padres dónde se encuentran sus hijos; raramente se interroga a los niños en presencia de alguno de los padres y tampoco les asiste un abogado antes o durante el interrogatorio. A la mayoría se le detiene dentro de Israel, lo que dificulta las visitas familiares.
Las organizaciones de derechos humanos dicen que estos patrones de trato, corroborados en el estudio No Minor Matter realizado por un grupo israelí B´Tselem infringen la convención internacional de los derechos del niño, ratificada por Israel, y la Cuarta Convención de Ginebra.
La mayoría de los niños afirma que es inocente de los crímenes de los que se le acusa, a pesar de las confesiones y declaraciones de culpabilidad, dice Gerard Horton de DCI. Pero, añade, la culpabilidad o la inocencia no es relevante al hablar del trato que se recibe.
«No decimos que no se cometen delitos, lo que decimos es que los niños tienen derechos. Independientemente del delito de que se les acusa, no se les debe detener por la noche mediante redadas terroríficas, no se les debe atar ni vendar los ojos -a veces durante horas-, se les debe informar de su derecho al silencio y de que uno de los progenitores esté presente durante los interrogatorios».
A Mohammad Shabrawi, de 16 años, de la ciudad de Tulkarm en Cisjordania se le detuvo en enero del año pasado a eso de las 2.30 de la mañana. «Cuatro soldados entraron en mi dormitorio y dijeron que los tenía que acompañar. No dijeron por qué; no dijeron nada ni a mí ni a mis padres», declaró a The Guardian.
Esposado y con los ojos vendados, piensa que primero lo llevaron a una colonia israelí donde le hicieron arrodillarse -todavía esposado y vendados los ojos- durante una hora en una carretera de asfalto en una noche heladora. Un segundo viaje terminó a eso de las 8 de la mañana en el centro de detención de Al Jalame, también conocido como la cárcel de Kishon, en los campos cercanos a la carretera entre Nazaret y Haifa.
Después de un chequeo médico rutinario, se llevó a Shabrawi a la celda 36 donde pasó 17 días en aislamiento, interrogatorios aparte, y en una celda similar, la 37. «Me encontraba solo, asustado todo el tiempo y necesitaba a alguien con quien hablar. Me ahogaba de estar solo. Estaba desesperado por encontrarme o hablar con alguien… Estaba tan aburrido que cuando estaba fuera [de la celda] y veía a la policía, asentía como si entendiera hebreo, que no hablo, estaba tan desesperado por hablar».
Durante el interrogatorio estuvo esposado. «Me maldijeron y amenazaron con detener a mi familia si no confesaba». Se encontró con un abogado por primera vez a los 20 días de su detención, dijo, y se le imputó después de 25 días. «Me acusaron de muchas cosas», dijo, pero ninguna era cierta.
Finalmente Shabrawi confesó ser miembro de una organización prohibida y se le condenó a 45 días. Desde su liberación, dijo, tiene «miedo al ejército y a que lo detengan». Su madre dice que está retraído.
Ezz ad-Deen Ali Qadi de Ramala que tenía 17 años cuando se le detuvo en enero del año pasado describió un trato similar durante su detención. Relata que estuvo incomunicado en Al Jalame durante 17 días en las celdas 36, 37 y 38.
«Empezaba por repetirme a mí mismo las preguntas de los interrogadores preguntándome si podía ser verdad de lo que me acusaban», dijo a The Guardian. «Sientes la presión de la celda. Entonces piensas en tu familia y sientes que vas a perder tu futuro. Estás bajo un estrés tremendo».
El trato que recibió durante los interrogatorios dependía del humor de los interrogadores. «Si está de buen humor, a veces te permite estar sentado sin esposas. O te hace sentarte en una silla pequeña con un aro adosado al respaldo. Te ata las manos al aro y las piernas a las patas de la silla. Estar así durante cuatro horas es doloroso».
«A veces se burlan de ti. Te preguntan si quieres agua y si dices que sí lo traen para luego bebérselo el interrogador».
Ali Qadi no vio a sus padres en 51 días y a su abogado sólo después de 10 días. Se le acusó de tirar piedras y planear operaciones militares y después de confesar, se le condenó a seis meses de prisión. The Guardian tiene declaraciones juradas de otros cinco menores incomunicados en Al Jalame y Petah Tikva. Todos confesaron después de los interrogatorios.
«El aislamiento rompe el espíritu de un niño,» dice Horton. Los niños dicen que después de una semana de interrogatorios confiesan con el objetivo de salir de la celda».
La agencia de seguridad israelí (ISA) -también conocida como Shin Bet- declaró a The Guardian «A ningún interrogado, lo que incluye a los menores, se le retiene solo en una celda como castigo o para obtener una confesión».
El servicio de prisiones israelí no respondió a una pregunta específica sobre la incomunicación; se limitó a precisar que «el encarcelamiento de prisioneros… está sujeto a la inspección legal».
Los menores detenidos también confirman los duros métodos de interrogación. The Guardian entrevistó al padre de un menor que estuvo encarcelado 23 meses por tirar piedras a vehículos. Ali Odian, de Azzun, dijo que a su hijo Yahir, de 14 años en el momento de su detención, se le aplicaron corrientes eléctricos con un Taser durante su interrogatorio.
«Visité a mi hijo en la cárcel. Vi las marcas de las corrientes en ambos brazos; estaban visibles a través del cristal. Le pregunté si eran de las corrientes. Sólo asintió con la cabeza porque tenía miedo de que le escucharan», dijo Odian.
DCI tiene declaraciones juradas de tres menores acusados de tirar piedras que afirman que se les aplicaron corrientes eléctricas durante los interrogatorios en 2010.
Otro menor de Azzun, Sameer Saher, tenía 13 años cuando lo detuvieron a las 2 de la mañana. «Un soldado me puso boca abajo, me llevó hacia la ventana y me amenazó con tirarme. Me golpearon en las piernas, el estómago y la cara».
Sus interrogadores le acusaron de tirar piedras y le pidieron los nombres de los amigos que lo habían acompañado. Lo liberaron sin cargos 17 horas después de su detención. Ahora tiene dificultad para dormir por miedo a que «vengan de noche y me detengan».
En contestación a las preguntas sobre el supuesto maltrato, lo que incluye las corrientes eléctricas, ISA declaró: «Las alegaciones de que a menores palestinos se les ha aplicado técnicas de interrogación que incluyen palizas, periodos prolongados con las esposas puestas, amenazas, patadas, abuso verbal, humillaciones, aislamiento y vigilias forzadas son totalmente infundadas… Los investigadores actúan de acuerdo con la ley y directrices inequívocas que prohíben tales acciones».
The Guardian también ha visto grabaciones audiovisuales, un hecho poco frecuente, de dos muchachos de 14 y 15 años del pueblo de Nabi Saleh, escenario de protestas semanales contra los colonos de los alrededores. Los dos están visiblemente exhaustos después de su detención nocturna. Sus interrogatorios, que empiezan a las 9.30 de la mañana, duran cuatro o cinco horas.
A ninguno de los menores se le informa de su derecho legal a guardar silencio y a los dos se les hacen preguntas para pillarlos, por ejemplo si alguien los ha incitado a tirar piedras. En un momento, cuando uno de los niños apoya la cabeza en la mesa, el interrogador le da un golpe diciendo «Tú, levanta la cabeza.» Durante el interrogatorio del otro muchacho, el interrogador da un puñetazo en la palma de la mano en un gesto amenazante. El muchacho rompe a llorar y dice que se tenía que haber examinado esa mañana en el colegio. «Me van a suspender y perderé el curso».
En ninguno de los dos casos estaba presente el abogado.
Se ha aplicado la ley militar israelí en Cisjordania desde que Israel ocupó el territorio hace más de 44 años. Desde entonces se han detenido a más de 700.000 palestinos -hombres, mujeres y niños- de acuerdo con estas leyes.
Según la disposición militar 1651 la edad de responsabilidad criminal es de 12 años y los niños de 14 años se enfrentan a penas de seis meses en prisión.
Sin embargo, niños de 14 y 15 años podrían enfrentarse teóricamente a sentencias de hasta 20 años por tirar objetos a un vehículo en movimiento con la intención de causar daño. En la práctica, la mayoría de las penas oscila entre dos semanas y 10 meses, de acuerdo con DCI.
En septiembre de 2009 se creó un tribunal militar especial para menores. Celebra sus sesiones dos veces a la semana en Ofer, una cárcel militar a las afueras de Jerusalén. Los menores entran en el tribunal con grilletes en los tobillos y esposados, en uniformes penitenciarios de color marrón. El proceso se celebra en hebreo con la traducción intermitente de soldados que hablan árabe.
El servicio de prisiones israelí declaró a The Guardian que el uso de elementos de inmovilización en lugares públicos se permite cuando «hay una posibilidad razonable de fuga del prisionero o de que éste cause daño a propiedades, personas o pruebas».
The Guardian presenció un caso este mes en que dos muchachos de 15 y 17 años reconocieron haber entrado ilegalmente en Israel, haber tirado piedras y cócteles Molotov, haber iniciado un incendio que causó importantes daños y haber causado daños a propiedades. La acusación pidió una sentencia que reflejara «los motivos nacionalistas» de los acusados y que fuera disuasoria.
Al muchacho mayor se le sentenció a 33 meses de cárcel; al menor a 26 meses y a los dos a 24 meses más de libertad condicional y una multa de 10.000 shekel. No pagar la multa hubiera supuesto otros 10 meses en prisión.
Diversas delegaciones parlamentarias británicas han sido testigos en el último año de las audiencias de menores en Ofer. Alf Dubs informó en la Casa de los Lores en mayo: «Vimos a unos muchachos de 14 y 15 años, uno de ellos llorando, y los dos absolutamente desconcertados… No creo que este proceso de humillación se pueda llamar justicia. Creo que el trato dado a estos jóvenes es en sí mismo un obstáculo para que Israel consiga una relación pacífica con el pueblo palestino».
Lisa Nandy, parlamentaria por la ciudad de Wigan, que estuvo presente el mes pasado en el juicio de un niño de 14 años que llevaba grilletes en Ofer, encontró la experiencia angustiosa. «En cinco minutos se le acusó de tirar piedras y sentenció a nueve meses. Me conmocionó ver a un niño pasar por este proceso. Es difícil ver cómo se puede llegar a una solución política cuando se trata a los niños de esta manera. Su futuro es muy desesperanzador y están muy enfadados con el trato que han recibido.
Horton dice que los niños se declaran culpables porque es «la forma más rápida de salir del sistema». Si dicen que su confesión se produjo bajo coacción «les proporciona una defensa legal, pero como se les niega la libertad provisional pasan más tiempo detenidos que si sólo dicen que son culpables».
La opinión de la experta Graciela Carmon, psiquiatra pediatra y miembro de Médicos por los derechos humanos dijo en mayo de 2011 que los niños son particularmente vulnerables cuando se trata de las falsas confesiones conseguidas bajo coacción.
«Aunque algunos detenidos comprenden que proporcionar una confesión a pesar de su inocencia tendrá repercusiones negativas en el futuro, confiesan de todas formas porque la angustia mental y/o física que sienten supera las implicaciones futuras, sean las que sean».
Casi todos los casos documentados por DCI terminaron con una declaración de culpabilidad y se trasladaron alrededor de tres cuartas partes de los menores condenados a cárceles dentro de Israel. Esto infringe artículo 76 de la Cuarta Convención de Ginebra que requiere que se detengan dentro del territorio a los niños y adultos de los territorios ocupados.
Las fuerzas de defensa israelíes, responsables de las detenciones en Cisjordania, y el sistema judicial militar declararon el mes pasado que «aseguran los derechos, la imparcialidad judicial y las normas legales internacionales en situaciones increíblemente peligrosas y complejas».
La ISA ha declarado que sus empleados actuaron de acuerdo con la ley y que los detenidos disfrutaron de los derechos correspondientes, lo que incluye el derecho a abogado y las visitas de la Cruz Roja. «La ISA niega categóricamente todas las alegaciones con respecto a los interrogatorios de los menores. De hecho, la verdad es todo lo contrario; las directrices de la ISA conceden a los menores protecciones especiales debido a su edad».
Mark Regev, portavoz del primer ministro israelí Binyamin Natanyahu, dijo a The Guardian «Si los detenidos creen que se les ha maltratado, especialmente en el caso de menores… es muy importante que ellos o las personas que les representan den un paso adelante y planteen el asunto. La prueba de la democracia es cómo se trata a la población encarcelada y sobre todo a los menores».
«Tirar piedras, cócteles Molotov y otras formas de violencia son inaceptables y las autoridades encargadas de la seguridad deben terminar con esto cuando ocurre.»
Los grupos de derechos humanos están preocupados por el impacto a largo plazo de la detención de menores palestinos. Algunos niños exhiben inicialmente un grado de bravata al creer que es un rito iniciático, dice Horton. «Pero cuando te sientas con ellos, debajo de esta apariencia de bravata hay niños bastante traumatizados.» Dijo que son muchos los que no quieren volver a ver jamás a un soldado o acercarse a un puesto de control. ¿Piensa que el sistema sea disuasorio? «Yo creo que sí».
Según Nader Abu Amsha, director de la YMCA [Asociación Cristiana de Jóvenes] en Beit Sahour cerca de Belén que organiza un programa de rehabilitación para menores, «las familias piensan que cuando liberan a su hijo es el final del problema cuando realmente es el principio».
Después de estar detenidos, muchos niños muestran síntomas de trauma: pesadillas, desconfianza del otro, miedo al futuro, sentimientos de desvalimiento e inutilidad, comportamiento compulsivo obsesivo, agresividad, retraimiento, falta de motivación y mojan la cama.
Las autoridades israelíes deberían considerar los efectos a largo plazo, dice Abu Amsha. «No prestan atención a cómo esto puede perpetuar el ciclo vicioso de la violencia, de cómo puede incrementar el odio. Los niños salen del proceso con mucha ira. Algunos de ellos sienten la necesidad de venganza».
«Ves a niños que están totalmente rotos. Es doloroso comprobar su sufrimiento y ver cuánto les exprime el sistema israelí».
Fuente: http://www.guardian.co.uk/
rCR