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No a la transición capitalista constitucional

Fuentes: Rebelión

La deconstrucción del socialismo Hoy el pueblo ruso expresa con mayoría contundente (66%) que la época socialista sigue siendo cualitativamente superior al estado de cosas que le ha traído el capitalismo. Esto por muy irreal que haya sido el socialismo en los fundamentos de su base estructural socioeconómica. La transformación capitalista rusa siguió el escenario […]

La deconstrucción del socialismo

Hoy el pueblo ruso expresa con mayoría contundente (66%) que la época socialista sigue siendo cualitativamente superior al estado de cosas que le ha traído el capitalismo. Esto por muy irreal que haya sido el socialismo en los fundamentos de su base estructural socioeconómica.

La transformación capitalista rusa siguió el escenario del intervencionismo neoliberal del capital norteamericano y europeo occidental. Desmontada la URSS fue cuestión de breve tiempo para que la burocracia apoderada del PCUS abriera las puertas al zafarrancho de la apertura a la restauración del sistema de propiedad privada sobre el capital, vía privatización del patrimonio productivo de la economía. La rápida metamorfosis de la nomenclatura partidista apoderada de la administración de las empresas estatales en una oligarquía rampante despojó a la sociedad, al pueblo del patrimonio material y financiero creado colectivamente en más de 70 años de trabajo. La entrada del FMI y del BM con las recetas expropiadoras de la doctrina neoliberal del shock llevaron el país a la quiebra. Una ganga a subastarse en librecambismo. El acelerado desplome de la condición social del pueblo llegó a límites de holocausto. En un decenio el impacto demográfico de la carnicería capitalista redujo la esperanza de vida al nacer en 10 años. El empoderamiento de una oligarquía local ligada al capital tránsfuga occidental, esencialmente angloamericano, impuso de golpe y porrazo una profunda división clasista de la sociedad. Una burguesía propietaria del patrimonio industrial y financiero originalmente del pueblo y un pueblo despojado y convertido en la imagen del proletariado subyugado que en su momento se alzó contra el poder del estado zarista. Ese casi 70% del pueblo que hoy muestra su desacuerdo con la contrarrevolución capitalista auspiciada por el otrora PCUS.

Es en esas circunstancias que W. Putin, quien llega al poder por el instinto de conservación del pueblo y la coyuntura histórica de un Jelcyn acabado y con esperanzas de impunidad por la responsabilidad en la catástrofe de la contrarrevolución capitalista, es increpado en la Conferencia de Prensa Anual (20.12.2018), sobre si la restauración socialista en Rusa es posible. La pregunta es el eco de lo que la derecha en su guerra ideológica tilda de «nostalgia por el comunismo». El proyecto capitalista de desarrollo, a pesar de haber sacado con Putin al país de la hecatombe económica, social y militar, está muy lejos de recomponer el nivel de seguridad social y económica que disfrutaba el pueblo en la época socialista .

El Presidente de la FR responde que la restauración del socialismo en Rusia es imposible, así de convencido o temeroso en su fuero interno. Con la lapidaria respuesta se monta en el argumento de la economía política burguesa abrazado por la izquierda de estirpe socialdemócrata en todas partes del mundo, de que la única salida es la repartición con justicia social de la riqueza que genera el modo de producción capitalista. Desligando las relaciones sociales del modo de producción de la esfera de la distribución se estampa el derecho a la expropiación por el propietario privado del valor de la producción social.

W. Putin que, al frente de la FR, viene sosteniendo un proceso de reordenamiento del orden mundial capitalista alrededor de la idea de un mundo multipolar, enfrentando así con éxito junto a China el reto de la hegemonía imperialista de los EEUU, declara su permeabilidad a la idea fukuyamista del fin de la historia. El capitalismo es la salvación de la humanidad. Su pueblo le está diciendo hoy mismo que no cree en eso. Sin embargo, el espíritu del nuevo «zar-salvador» lo lleva a la posición reaccionaria que la historia ya condena.

El capitalismo no funciona, dice el 99% de la gente en todas las latitudes capitalistas, y allí donde aparenta hacerlo, como en los modelos escandinavos, lo que en realidad ocurre es un intento de moderación, ante la presión de la clase trabajadora, de la contradicción antagónica entre capital y trabajo que tarde o temprano, si quisiere avanzar, deberá romper el techo de cristal bajo el cual se oxigenan dichos modelos y dar el salto inmortal hacia la definitiva superación del capitalismo. Mientras tanto, van enganchados al despojo de los países del llamado tercer mundo mediante el poder del capital transnacional que han alcanzado y ceban succionado del Sur la porción de riqueza que les permite mantener el modelo de «capitalismo social». El imperativo del cambio es además de naturaleza eco-sistémica. La ONU en su informe de 2018 sobre el medio ambiente indica que si el planeta quiere sobrevivir el capitalismo ha de morir.

China en el espíritu de su pensamiento confuciano lo comprende algo mejor que Rusia. La contrarrevolución capitalista china se realiza bajo el manto del desarrollismo que el Partido Comunista ha logrado echar sobre el país. La transformación capitalista tiene el objetivo de llevar a China, se expone, a convertirse en una potencia socialista, altamente desarrollada económica, tecnológica y socialmente en un plazo, a partir del 2019, de unos 30 años. El salto económico dado en el desarrollo de las fuerzas productivas en igual periodo, posterior al emprendimiento de la reforma capitalista de XiaoPing, le dan las credenciales que a los ojos del propio pueblo y el mundo necesitan.

Un acelerado proceso de acumulación de capital soportado en la despiadada explotación de la masa trabajadora del país hace el «milagro». El crecimiento económico se mantiene por decenios sobre el 8%. La asimilación del capitalismo financiero toreado por el estado y sus consecuencias sobre el carácter especulativo de la economía se asumen como premisas del modelo. La avalancha del capital colonialista occidental copa la economía del país y China se convierte en la mayor montadora/maquiladora de mercancía barata para la exportación en el planeta. La emigración del campo sumido en depresión económica y social a los centros urbanos de desarrollo industrial convierte las grandes ciudades en reservorios de mano de obra esclava, dada a la explotación propia del capitalismo industrial inglés del comienzo de todo. A esta masa precarizada por el capital estatal, el privado propio y extranjero se le considera el éxito de la gran marcha ahora capitalista, millones han sido sacados de la pobreza extrema, exclaman el Partido y los medios del mainstream capitalista. El Partido comunista manteniendo el poder político instaura un capitalismo de estado sin precedente alguno. China sin escrúpulos se convierte en una sociedad clasista reciamente afincada en las relaciones socioeconómicas del modo de producción capitalista.

Marx ya desde aquel decimonónico paso del esclavismo al capitalismo, nos dice lo que el Partido Comunista chino decide asumir en pleno siglo XXI: el capitalismo había llegado al mundo chorreando sangre por los poros . Los Chinos lo harán subiendo y bajando los telones de los congresos del Partido con la Hoz y el Martillo siempre de fondo. Entre declararse abiertamente por el capitalismo como Rusia y conservar el socialismo cual idea hegeliana, China opta por esto último y se convierte en una de las potencias económicas capitalistas emergentes en el siglo XXI. El PCCh ha elegido del pensamiento marxiano revolucionario de Lenin el paréntesis que explica el capitalismo de estado como una fase apropiada en la marcha al socialismo. Lenin sitúa su perspectiva en el contexto historio-concreto del estado burgués zarista, que no por incipiente dejaba de ser ya capitalista. Ello significaba tomar el poder del estado capitalista y aprovechar su fuerza económica e institucional. No cabían dudas a Lenin que se trataba de avanzar en la deconstrucción dialéctica del estado burgués con la marcha hacia el estado comunal.

En el momento del golpe de timón de Xiaoping no existía un estado chino burgués empoderado. Todo lo contrario. La revolución socialista podía asumirse en el espíritu leninista de «todo el poder a los soviets», el determinante democrático al que decide cerrar los ojos el Partido comunista chino. Habrá que esperar un milenio para ver la anunciada «potencia socialista», ese pequeño lapso de tiempo en la mentalidad de sus filósofos y toda una eternidad de penurias para el común de los chinos. La sociedad china vive convulsionada por un estado de cosas que puede asumirse como la esclavitud moderna. Miles de huelgas obreras y protestas sociales recorren el país de punta a cabo, todo lo que se silencia a los medios. El estado policial deviene sostén del neo capitalismo de estado chino. Mientras que la opulencia de la riqueza concentrada en minorías elitistas nos habla de una pirámide socioeconómica como pocas en el mundo capitalista.

Fidel, la Revolución y el Pueblo

La Revolución inspirada por el pensamiento revolucionario de Fidel ha preservado por un momento a Cuba de la catástrofe capitalista rusa y el milagro anti socialista chino. Más allá del mito romántico alrededor de su persona y el miedo de las derechas y los enemigos de toda laya cubanos y extranjeros a su estatura moral y política, Fidel trasciende por su práctica revolucionaria en función de la emancipación humanista del pueblo. Esta visión marca todo su liderazgo en la conducción de la revolución social y política que transforma el país y la sociedad.

No hay precedente en la historia universal de un proyecto de cambio revolucionario de la realidad socio-política como el cubano tan consecuente con la máxima marxiana acerca del imperativo de hacer de la práctica revolucionaria el criterio de la verdad. «Los filósofos hasta nuestros días siguen concentrados en la interpretación del mundo y de lo que se trata es de cambiarlo» – explicará Marx con agudeza en su Tesis 11 sobre el materialismo fósil de Feuerbach. Superar la filosofía de la interpretación del mundo y pasar a lo revolucionario, cambiarlo. Ni la revolución francesa, ni la rusa ni la china ni la incipiente y ya claramente lastrada, tras la muerte de su Líder H. Chávez, revolución bolivariana venezolana lo consiguen. Sus procesos sucumben ante la inconsecuencia de los revolucionarios y la persistencia de las fuerzas reaccionarias por ahogarlos.

Es Fidel quien, ante el derrumbe de los sistemas pro socialistas emergidos de la 2GM en Europa del Este con la Unión Soviética al frente, así como en China y Vietnam, define la resistencia de la Revolución cubana en la trayectoria que evitará y superará el derrotero del neoliberalismo capitalista a lo TINA de la nefasta Thatcher, que venía a engullir todos esos proyectos. No parecía que Cuba y los cubanos fueran a resistir la brutal crisis económica y social que provocó la caída de todo ese espectro del llamado «socialismo real», así etiquetado por la guerra ideológica de los centros capitalistas occidentales contra el mismo. El Bloqueo económico, comercial, y financiero del Imperialismo norteamericano contra Cuba sumó a ese impacto la cuasi certeza que la Revolución caía de rodillas y el pueblo desataría un alzamiento definitivo histórico contra ella.

Es la determinación revolucionaria y la autoridad política de Fidel las que trazan la salida: ni una concesión a las ideas de embarcarse, como lo hacían todos esos «países socialistas», en la retroacción capitalista para supuestamente salvar el proyecto socialista de país. Dos cosas le eran claras: una, que ello sería una tragedia verdaderamente histórica para las aspiraciones de emancipación social del pueblo cubano que se venían materializando; dos, que ello conllevaría a la pérdida irremediable de la independencia de Cuba que se había logrado con el desencadenamiento de la Revolución y las ideas socialistas.

«El capitalismo no tiene porvenir como modelo de sociedad, como nada; es un disparate de cabo a rabo, es una injusticia de cabo a rabo, es el imperio del egoísmo, es la ley de la selva, y todavía hay idiotas por ahí que creen que van a resolver el problema con el capitalismo» – expondrá como mirando hacia donde estamos hoy, en el discurso por el XXXIV aniversario del Asalto al Palacio Presidencial y a Radio Reloj, (13.03.1991).

En medio de la crisis económica y social que revienta el entendido campo socialista y la asunción del llamado Periodo Especial en Tiempos de Paz, enfatiza: » Porque no es en las ideas socialistas donde puedan estar las dificultades, es en los errores que cometemos los hombres en cualquier tarea humana, en cualquier tarea social, en cualquier tarea revolucionaria. Somos los hombres los que a veces hemos copiado sin necesidad de copiar; somos los hombres los que nos olvidamos con las glorias de las memorias; somos los hombres los que nos aburguesamos o nos dejamos aburguesar; somos los hombres los que nos confundimos o nos dejamos confundir (Discurso pronunciado en las conclusiones de la Asamblea Provincial del Partido de La Habana, 03.02.1991). Como el látigo martiano con cascabeles en su punta, apunta a la gran burocracia estado-partidista que, como advertía también Lenin, se le echaba encima a la Revolución.

La salida de la crisis, medida por una caída de ca. del 30% del entendido producto interno bruto, PIB, se logra en apenas 4 años. En 1994 se contabiliza un crecimiento económico positivo. El aprovechamiento extensivo de las reservas productivas surte efecto, sin tener que acudir a las recetas fondomonetaristas del capitalismo liberal.

Fuente: http://lafabricadealfileres.blogspot.com/2015/07/la-actualizacion-del-modelo-economico.html

Ni Tirios ni Troyanos contrarios a la Revolución, propios y foráneos, pueden perdonarle a Fidel esa resistencia y esa salida de trascendencia histórica ante la crisis terminal del «socialismo real». Para los enanos de pensamiento, los alérgicos a las causas libertarias, los egoístas y cobardes ante la determinación revolucionaria, seguirá siendo el «verdugo del pueblo cubano». A ellos, los débiles y resentidos por la frustración de ambiciones privadas innombrables, les dirá en plena crisis: » Si nosotros hubiéramos sido de barro, si nosotros hubiésemos sido elaborados con clara de huevo, si nosotros hubiésemos sido blandos, ¿qué quedaría de este país?, ¿qué quedaría de esta Revolución?» (Discurso en el VI congreso de la UJC, Palacio de las Convenciones, 04.04.1992).

Ya era el Ché el que le escribía en su Carta de Despedida cómo había aprendido a su lado que » en una revolución se triunfa o se muere si es verdadera «. Ese apotegma no habla de la glorificación al heroísmo. Nos dice que cualquier revolución que intente la superación de la sociedad clasista estará condenada a muerte por las clases que sostienen el sistema. Cuando los pobres de París salieron a las calles y tomaron la Bastilla la burguesía y los medrosos reaccionaron y hundieron la Comuna en sólo una semana sangrienta. A la Revolución Rusa de Octubre la mantuvieron en el desgarro de una guerra interna y el más feroz asedio imperialista de los países capitalistas occidentales.

Tan ipso facto como desde 1959 la oligarquía imperialista norteamericana barrida del país no cejó en su empeño de sitiar y tratar de asfixiar económica y militarmente a la Revolución cubana. «El general Dwight Eisenhower, Presidente de Estados Unidos, fue el primero en utilizar el terrorismo contra nuestra patria, y no se trató de un grupo de acciones sangrientas contra nuestro pueblo, sino decenas de hechos desde el propio año de 1959, que se incrementaron después a cientos de actos terroristas cada año, con empleo de sustancias inflamables, explosivos de alta potencia, armamentos sofisticados de precisión con rayos infrarrojos, venenos como cianuro, hongos, dengue hemorrágico, fiebre porcina, ántrax, virus y bacterias […] No invento estos hechos. Constan en los documentos desclasificados del Gobierno de Estados Unidos» – expone Fidel en 27.05.2009.

A ese asedio se unió toda la lacra cubana latifundista, capitalista y anti nacional, también barrida por la Revolución, en la revancha de reconquistar el poder. La invasión gringa-cubana por Bahía de Cochinos y la guerra interna de cientos de cubanos alzados contra el poder revolucionario, asesinando campesinos en las montañas del Escambray intentaron revertir el triunfo popular sobre el capitalismo neocolonial. Derrotados por el pueblo con Fidel al frente, mantuvieron una guerra remanente de sistemáticas agresiones militares y económicas que cobró la vida a más de 3 mil cubanos. Hasta hoy esa oligarquía imperialista yanqui mantiene el bloqueo económico, comercial y financiero que ya en 1961 impusiera a Cuba.

Los pusilánimes, criollos y foráneos, hablan del «dictador Fidel» y del «pueblo esclavizado». La política mezquina yanqui de Pies Mojados y Secos alienta durante decenios la salida del país de los cubanos inconformes, una criminal provocación de éxodo ilegal y riesgoso para la vida de los cubanos que deciden emigrar, mientras el Departamento de Estado obstaculiza la emigración legal que ha pactado en varias ocasiones con el Gobierno de Cuba, todo en aras de mantener en la mayor desestabilización posible el país y el estado cubano. La provocación de éxodos masivos descontrolados (Mariel, etc) se asume como peligro para la seguridad de los EEUU y la espada de Dámocles de la intervención tensa el hilo de la cual pende desde 1959.

Mientras tanto, la mayor emigración que la historia conoce en tiempos modernos es la mexicana hacia los EEUU, reprimida con saña por el vecino colonialista. El mismo que ahora, 2018, mira para otro lado ante las caravanas de la fuga de Centroamérica neocolonial capitalista de miles de latinoamericanos que, cual bumerang político, le da en la cara a los imperialistas y sus acólitos cubanos y extranjeros. Toda América Latina sumida en la violencia capitalista, en la exclusión capitalista de las mayorías, en la miseria de millones, en la contaminación cultural y el atraso social, pero no, es Cuba, con los mejores logros sociales en el Hemisferio, muy por delante de los propios EEUU, es a la Revolución cubana a la que hay que denostar y a Fidel, el Líder, al que seguir atacando.

Crear el caos, azuzar el odio, culpar ante el mundo a Fidel y a la Revolución de «matanzas de cubanos» y nada menos que de animador del narcotráfico en la región, dicen de los argumentos desesperados en busca de una intervención militar yanqui directa. La invasión a Panamá del Ejército gringo armada por el Pentágono lo explica fehacientemente. La CIA trata de asesinarlo en más de 600 intentos contratando a la Cosa Nostra norteamericana. La eliminación de Fidel, calculan, hará caer la Revolución anti imperialista y precursora del primer proyecto socialista en las Américas.

La resistencia revolucionaria de Fidel al frente de Cuba salva las posibilidades del proyecto socialista. «Argumentos tenemos millones para defendernos; el capitalismo es indefendible, el imperialismo es indefendible; el socialismo, cualesquiera que sean los errores que puedan cometer los hombres -y no habrá ninguna obra humana en que los hombres no cometan errores-, es lo más noble, lo más justo y lo más digno que se pueda llevar a cabo» (Discurso en el VI congreso de la UJC, Palacio de las Convenciones, 04.04.1992).

«No renunciaremos nunca a los principios que adquirimos en la lucha por traer toda la justicia a nuestra patria poniéndole fin a la explotación del hombre por el hombre, inspirados en la historia de la humanidad y en los más preclaros teóricos y promotores de un sistema socialista de producción y distribución de las riquezas, el único capaz de crear una sociedad verdaderamente justa y humana: Marx, Engels y más tarde Lenin. Jamás hemos dejado de recordar sus nombres, como han hecho no pocos tránsfugas y cobardes» – expone enfáticamente Fidel en el discurso pronunciado en la Tribuna Abierta de la Revolución, efectuada en el municipio Playa, 31.03.2001.

Sin embargo, ni el Líder ni el Partido Comunista emprenden entonces, en el segundo quinquenio de los 90, justo el momento crítico después de rebasar la coyuntura de la crisis, el proceso de reforma que apuntase a la superación del modo de producción neocapitalista quebrado. El modelo se mantiene cuasi intacto ignorando las causas estructurales de fondo que han favorecido el estrepitoso derrumbe de la economía ante el colapso del ex «campo socialista». La salida de la crisis socioeconómica se logra en gran medida con la movilización de la economía informal que viene a recordar una economía de guerra en tiempos de paz. En ello contribuye la entrada de divisas por las remesas de los cubanos emigrados. Nada de esto impide que el sistema económico se caotice en una suerte de eclecticismo estructural de las formas de producir para la subsistencia. Las empresas estatales, eje vertebrador de todo el sistema empresarial, se resquebrajan y el ordeno y mando central pierde eficacia compulsoria.

La revolución socialista que podía haber sido desencadenada en la transformación del modo de producción neocapitalista no tiene quien le escriba. El PCC permanece atrincherado en la atalaya de plaza sitiada. Al pueblo se le mantiene de espaldas al entendimiento del momento histórico para la suerte del socialismo.

No existe mejor práctica transformadora que una buena teoría revolucionaria

El factor determinante en los decesos de las revoluciones anti capitalistas ha sido y sigue siendo, como lo viene a demostrar la Revolución cubana, el credo de los revolucionarios en que la práctica puede prevalecer por encima del pensamiento critico sin hacer añicos los procesos de emancipación de los pueblos bajo la opresión del capitalismo.

Las relaciones sociales del modo de producción e intercambio en Cuba pasaron de refrendar el capitalismo puro y duro de la anti república pre-revolucionaria a convertirse en ariete de un neocapitalismo de estado que sería institucionalizado con la Constitución de 1976. La propiedad privada del capital pasaría a ser propiedad estatal. El trabajo asalariado continuaría siendo la piedra angular del sistema de relaciones socioeconómicas de la nueva forma de organizar el capitalismo, ahora como un socialismo de estado. La revolución social usurparía la idea de la revolución socialista. El socialismo vulgar, lo que realmente se instaura bajo el poder omnímodo del estado , se tornaría bandera ideológica. La Revolución le daría todo al pueblo. El valor del trabajo alienado por las relaciones asalariadas sería concentrado bajo la práctica de la acumulación estatal de capital y empeñado en la distribución voluntarista del pan y los peces , todo lo que se tornaría, hasta hoy, símbolo del «socialismo».

El modo de producción seguirá siendo en esencia, el de la explotación del trabajo alienado. Hasta nuestros días, cuando después de un decenio de la crisis de 1990 el modelo implosiona, y es el propio Líder de la Revolución quien declara que «ya no le sirve ni a los cubanos» (para la revista The Atlantic, 2010). Fidel justifica el fracaso del modelo aludiendo que el mayor error cometido por la dirección del PCC, supremo y absoluto conductor del estado, la economía y la sociedad, «fue creernos que sabíamos cómo se construía el socialismo«. Dicho esto, no es posible el debate democrático sobre el socialismo, puesto que se impone el pensamiento único del Partido liderado por el propio Fidel.

Si la práctica ha venido siendo el criterio revolucionario de la verdad y en ello se ha soportado la importante revolución social y política habida, la coerción de la democracia ha acabado por sacrificar la dialéctica materialista en que la práctica se justifica como la mejor expresión de la teoría.

Ello le permite al Líder señalar la pauta a seguir ahora cuando explicita, en el discurso de la Universidad de la Habana (2005), que ya no queda más que olvidarse de Marx. Las convicciones han cambiado. Es lo que nos dice hoy W. Putin en defensa del capitalismo ruso y lo que nos expone en cada paso el liderazgo chino en defensa de su socio-liberalismo confuciano.

La única salida estaría –declara Fidel en un discurso que deviene histórico por significar un parteaguas en la visión del revolucionario– en distribuir con justicia las riquezas que la tecnología es cada vez más capaz de producir en abundancia. Se refiere, no puede haber dudas, a la abundancia capitalista, no a la visión marxiana sobre el comunismo. Nada avala científicamente el parecer del Líder de la Revolución. El salto exponencial tecnológico capitalista de los últimos 100 años no ha detenido la expropiación y concentración progresiva del capital. No puede hacerlo bajo el capitalismo.

Esa desafortunada idea sobre el panaceum de la distribución, Marx la ha conceptuado como socialismo vulgar en su profunda crítica al programa del partido obrero alemán, ya hace más de un siglo:

«El socialismo vulgar -y por intermedio suyo una parte de la socialdemocracia- ha aprendido de los economistas burgueses a considerar y a tratar la distribución como algo independiente del modo de producción, y por tanto, a exponer el socialismo como una doctrina que gira principalmente en torno a la distribución. Una vez que está dilucidada la verdadera relación de las cosas, ¿por qué volver atrás?».

Marx le está respondiendo a Putin, XiJinping y a los líderes vietnamitas y laosianos. Las implicaciones de ningunear el pensamiento revolucionario marxiano para la revolución socialista cubana aún por haber, son de profundo alcance. El debate mediatizado sobre la reforma constitucional de gabinete a que convoca el órgano de poder supraestatal y suprasocietal que continuará siendo el PCC, no podrá discutir democráticamente como Marx manda acerca de la concepción del modo de producción socialista. La filosofía política sobre la naturaleza de dicho modo, en tanto expresión genuina de la idea y el concepto revolucionario de democracia, no es cuestión que interese al pueblo.

Los Lineamientos de Política Económica y Social han allanado el camino de los hechos consumados y la reforma total de la Constitución pavimenta los fundamentos de la transición capitalista. El debate al que llama el PCC y al que ha respondido el pueblo sobre la reforma constitucional ha sido conducido hacia la forma y no hacia la esencia que ha de pautar y desencadenar la revolución socialista: la radical transformación del modo de producción neocapitalista alimentado desde 1959.

Hay que entender que la revolución socialista plantea el cambio de paradigma de la acumulación de capital: de acumulación privada a acumulación social . Sin este cambio de paradigma no habrá manera de naturalizar la democracia como valor referente de la sociedad socialista.

No existe otro camino en el cambio de paradigma de la acumulación que el de la transformación de las relaciones sociales del actual modo de producción neocapitalista cubano hacia el de relaciones de productores libremente asociados en entidades económicas democráticas, solidarias, autónomas y autosustentables, tales como las que se conforman en las empresas sociales cooperativas.

El trabajo cooperativo llevado a cabo por ciudadanos libremente asociados, sin mediación de la relación asalariada, crea la responsabilidad social sobre los valores generados por el colectivo de trabajadores y su gestión democrática. Se trata del sentido de inclusión y pertenencia social que impide la explotación del trabajador y con ello la alienación del trabajo. En estas condiciones, toda vez que asumimos el socialismo no como fin, sino como el camino hacia el comunismo, la sociedad productora cooperativa es la llamada a crear la cultura de la no-propiedad en que derivarán las relaciones sociales del modo de producción en su visión comunista.

El Estado y el Gobierno cubanos se han cuidado de no emprender una transformación integral del modo de producción en función de los presupuestos socialistas que pueden hacer de la economía social un sistema racional y altamente eficiente.

La transformación del sistema de propiedad que se está operando en Cuba, en cambio, ha planteado de hecho la privatización del capital -directamente en manos de propietarios privados e indirectamente en gestión estatal, donde en ambos casos la relación asalariada seguirá siendo el factor de explotación del trabajador y alienación del trabajo-, por encima de las formas de apropiación social y gestión democrática del capital. Este estado de cosas viene ahora a ser sancionado con la reforma constitucional en curso. La alimentación de la sociedad clasista es un hecho. Con la luz verde indiscriminada a la propiedad privada capitalista se sienta el fundamento materialista objetivo para el desarrollo de una clase propietaria burguesa. Eso han estado esperando con ansiedad catártica los enemigos del socialismo. La bola de nieve aumentará su tamaño cuesta abajo en la rodada.

De la «ofensiva revolucionaria» a la contrarrevolucionaria

Los voceros contrarios a la experiencia supuestamente negativa de la llamada «ofensiva revolucionaria» en los años 60, se sientan sobre la antidialéctica de tal argumento y convencen a diestra y siniestra que ahora se supera aquel error. A la Revolución ha de quitársele la «R», declara en prosa el poeta y canta autor emblema de la Revolución.

Desmontar todo la base material en que se sostenía y reproducía la oligarquía, la alta burguesía y sus apéndices, la pequeña y mediana burguesía, constituyó una de las reacciones del instinto de conservación revolucionario del Gobierno que asumía el poder en 1959, sometido ya al acoso intervencionista del poder estadounidense. Se tomaba el poder sobre el estado burgués capitalista anti cubano, montado y alimentado por las clases propietarias ya desde la truncada independencia del colonialismo español a principios del siglo XX. La neocolonia en que sería convertido el país por el poder económico y militar de las oligarquías norteamericanas venía a afianzar el capitalismo periférico cubano que se gestaba desde el siglo XIX.

En ese contexto, las constituciones que se dio la seudorepública nacida en 1902 -las de las «repúblicas en armas» responderían a las exigencias de la lucha por la independencia nacional- afirmarían el carácter burgués del estado. La Constitución de 1940, celebrada hasta hoy por círculos de intelectuales cubanos auto llamados republicanistas, no constituyó una excepción. La esencia del estado burgués se mantenía incólume. El régimen de propiedad privada sobre el capital, su acumulación y gestión excluyente por las clases propietarias definía la naturaleza de las relaciones socioeconómicas. Relaciones que ponían en camisa de fuerza la acepción y práctica de la democracia como instrumento de participación popular y emancipación social. La república pre-revolucionaria nunca fue ni con todos ni para el bien de todos. No podía serlo. El estado no pasaba de modelar una meta-república, cuya esencia política era definida por la expropiación del valor del trabajo apropiado por la clase burguesa, por la exclusión social de los trabajadores y la mayoría ciudadana. La pequeña y mediana burguesía propietaria constituía el soporte socioeconómico del régimen capitalista. El estudio político «La Historia Me Absolverá» de Fidel sigue siendo uno de los mejores exponentes sociológicos y socioeconómicos de ese estado de cosas.

La nacionalización por el poder revolucionario de toda la propiedad del gran capital extranjero y criollo, dominantes de la economía y la sociedad cubana, marcaba el carácter transformador del estado burgués. La «ofensiva revolucionaria» creaba una tabula rasa en el sistema de propiedad sobre el capital. Ya entonces, sin embargo, la dirección revolucionaria no se decide por la transformación democrática del sistema de propiedad. Sucede así a pesar de los interesantes experimentos que formas de propiedad cooperativa ya adquirían en el país, en el vital sector de la agro industria azucarera. La opción del Partido es por la universalización de la propiedad estatal y la administración centralizada de la misma. Es una opción de poder totalitario.

La identificación de la democracia como la antinomia política del capitalismo no toma fuerza. La socialización y autonomía de la propiedad sobre el capital en la conformación de un nuevo modo de producción no se identifican como el fundamento de la democracia en tanto emancipación socioeconómica del pueblo. La revolución socialista se trunca.

Si la crisis del modelo socioeconómico se ha hecho crónica, ahora, a diferencia de la salida táctica de la crisis de los 90 capeada por el liderazgo de Fidel, la dirección de la Revolución, el Partido y su Gobierno se deciden por una reforma estratégica de corte socio-liberal. Es lo que se define con los Lineamientos de Política Económica y Social, la conceptuación del socialismo y la reforma total de la constitución vigente. La restauración de la pequeña y mediana propiedad privada sobre el capital, tal como ha de entenderse -más allá del sofisma anti marxiano de la propiedad sobre los «medios de producción»- viene a negar el materialismo dialéctico en la comprensión de la necesidad de superar el sistema de relaciones sociales del modo de producción capitalista. Constituye una ofensiva contrarrevolucionaria.

Las definiciones de la concepción del socialismo que ha establecido el Partido cubano están lejos de definir la cosa/sustancia en la perspectiva materialista de las relaciones sociales de producción. Las premisas marxianas sobre la reproducción simple y la reproducción ampliada del capital que han de pautar el modo de producción socialista se desechan. De esa manera se desestima la idea-fuerza de la revolución socialista sobre el cambio de paradigma de la acumulación de capital: pasar a la acumulación social.

En su lugar se asumen categorías propias de la economía burguesa para legitimar las formas de apropiación privada del capital. El debate a que se somete el proyecto de constitución se contamina con un mar de confusiones y tergiversaciones teóricas. Siendo el problema de la propiedad la cuestión álgida que ha de responder a la naturaleza socialista del modelo socioeconómico y político, escuchamos la seudo argumentación que sobre el mismo se hace desde la Asamblea Nacional en la discusión del texto que ya será sometido a referendo. El debate asume las ideas del Partido como irrebatibles. La idea de propiedad se separa de la apropiación del capital diluyendo el fundamento de las relaciones sociales de producción. El trabajo asalariado por el capital privado y estatal no se identifica como la corrupción capitalista del trabajo que permite el reino de la explotación del hombre por el hombre, y con ello el sacrificio de la raíz materialista de la democracia. La consideración en el preámbulo de la nueva constitución que Cuba no volverá jamás al capitalismo, «como régimen sustentado en la explotación del hombre por el hombre«, pone de patas arriba la idea marxiana que había sido asumida en el preámbulo de la constitución vigente.

El pilar constitutivo del estado y la sociedad socialista está en la extinción de las relaciones sociales de producción que recrean la subordinación del trabajador al capital mediante el trabajo asalariado. El sistema socioeconómico sustentado en la empresa estatal y la empresa privada a que el mismo se abre niega la extinción de la explotación. Fidel asume el legado marxiano y leninista sobre la abolición de la explotación del hombre por el hombre como el fin primero del socialismo, no como la negación de la vuelta al capitalismo. El modo de producción cubano no ha superado esa relación de explotación implícita en el trabajo asalariado. Mantener intacta la dependencia del trabajo al capital es mantener la condición de sumisión del trabajador ante el detentador del capital. El trabajador tendrá que seguir pidiendo permiso para vivir , tal como destaca Marx. ¿A qué se estará refiriendo la generalidad del concepto de libertad que asumen el Partido y la Asamblea Nacional?. La asfixia del pensamiento crítico en el debate democrático revolucionario no permite ir al fondo de la cosa.

Se dan por legítimas prácticas económicas alienantes del trabajo que se presentan como ejemplos pragmáticos positivos de la política de hechos consumados que ha venido deformando las relaciones sociales de producción y el carácter democrático de la propiedad sobre el capital. La expansión del capital por la pequeña y mediana clase propietaria pequeño burguesa a la que se da cabida en el nuevo acomodo constitucional será cuestión de la lógica implacable de acumulación capitalista que de facto estará en movimiento. Ya se da con la anuencia inconstitucional del Partido, el Estado y el Gobierno. La definición voluntarista de la empresa estatal como empresa socialista, ahora objeto del empoderamiento de la tecnocracia administrativa que hace prevalecer el nuevo Código del Trabajo, crea el estrato clasista de una burocracia administrativa con propiedad de facto sobre el capital, ahora crecientemente ligada al capital transnacional (inversiones mixtas y contratos de administración corporativa extranjera, mediante). En tales circunstancias, la penetración estructural del capital extranjero y de ciudadanos cubanos con poder económico suficiente e imposible de ser acumulado por el pueblo residente, sin control social, -las empresas no serán codirigidas por consejos de trabajadores y obreros- no servirá más que para llevar al punto de no retorno las «condiciones profundas» que hagan imposible la restauración del camino socialista, tal como expone hoy W. Putin sobre el capitalismo ruso.

Poner fin a la explotación del hombre por el hombre – Fidel

«… inspirados en la historia de la humanidad y en los más preclaros teóricos y promotores de un sistema socialista de producción y distribución de las riquezas, el único capaz de crear una sociedad verdaderamente justa y humana: Marx, Engels y más tarde Lenin».

El proyecto de reforma constitucional que se someterá a referendo opta por la decisión de la comisión central que lo reescribe de eliminar el postulado que distinguía la propiedad socializada, aquella que se da fundamentalmente bajo formas de trabajo cooperativo, como el pilar del modo de producción socialista, justamente la idea madura sobre lo que Lenin llega a conceptuar como socialismo. Un modo de producción, cuyas relaciones sociales no son dadas a la explotación del que genera el capital por el sujeto que se apropia del mismo. La negación de esta relación de explotación puede darse solamente con apego al sistema de Economía Social.

Se trata de la idea-fuerza y el marco del modo de producción que ha de definir el fundamento democrático del estado socialista, superando la naturaleza neocapitalista que hoy lo determina. Hemos presentado a debate premisas determinantes para ello:

  • La definición constitucional del precepto de Economía Social y la instrumentación de una adecuada Ley habrían de hacer prevalecer el cooperativismo en tanto propiedad socializada del capital -empresas cooperativas y comunitarias- en el ámbito de la reproducción ampliada de capital. Es Marx quien nos muestra que: «Para emancipar a las masas trabajadoras, la cooperación debe alcanzar un desarrollo nacional y, por consecuencia ser fomentada por medios nacionales«.

  • La producción (bienes y/o servicios) en manos de propietarios privados se habría de circunscribir al ámbito de la reproducción simple de capital, aquella que por no basarse en la explotación extensiva y/o intensiva del trabajo asalariado no se expande en virtud de la expropiación del valor agregado del trabajo de los trabajadores.

  • La propiedad estatal, asumida como propiedad social y considerada propiedad de interés socioeconómico estratégico para el desarrollo -en el ámbito de reproducción ampliada de capital- habría de estar cogestionada y bajo control democrático (con la participación de consejos de trabajadores y representantes del poder popular). Este sector acoge la fuerza inversora del Estado en las empresas y proyectos económicos que vertebren el desarrollo nacional.

  • Todo el universo empresarial asume la revolución del cálculo económico en términos del concepto socialista de economía social, que deja de considerar la remuneración del trabajo parte de los costos de producción del ente de producción (de bienes materiales e inmateriales y servicios), pasando a ser la remuneración parte orgánica del valor agregado que genera el trabajo.

  • Todos los sectores de la economía social estarían apoyados por adecuadas políticas crediticias de la banca nacional y de la banca cooperativa sectorial que debiera ser fomentada. En ello: el estado, a través de políticas crediticias preferenciales potencia el desarrollo y expansión de la economía social cooperativa.

  • Toda la inversión directa de capital productivo extranjero (financiamiento directo y emprendimientos mixtos) tendría luz verde sin ningún condicionamiento por parte del Estado más que la sujeción de la misma al carácter democrático y estatutario de las empresas definidas como entes de la Economía Social, lo cual habría de establecerse adecuadamente en una nueva Ley de Inversiones.

  • En el marco de la Economía Social todas las empresas productivas (de bienes y/o servicios) -privadas, cooperativas, estatales y mixtas cogestionadas)- tendrían la posibilidad legal de asumir los retos del comercio exterior (emprendimiento especialmente posible y racional para las cooperativas de segundo y tercer grado).

  • El mercado interno quedaría como espacio socioeconómico libre al intercambio en un entorno de creciente producción y productividad del trabajo y adecuadas políticas monetaria y fiscal, una vez eliminada con la urgencia necesaria (hay que hacerlo ya, volveremos sobre ello en otro análisis) la aberración para el sistema económico de la doble moneda y el múltiple curso cambiario.

El ajuste de los efectos desproporcionados de las relaciones de mercado en la acumulación social de capital sería dominio del Estado y el Gobierno, la que realizada a través de regulaciones paramétricas macroeconómicas y por el sistema fiscal con la adecuada progresión de la tributación (el abanico técnico-económico de soluciones aquí es interesante, pero amerita un debate propio), haría honor a la democratización del capital. De esta manera la concentración del mismo se neutralizaría y la diferenciación de la renta (de capital y de trabajo) quedaría acotada en términos de egalitarismo socioeconómico (buscando un GINI en niveles de +/- 23%), premisas estas raigales del desarrollo económico sostenible y la prosperidad de todos y cada uno.

La revolución socialista se da con apego al materialismo dialéctico. Si la llamada «reforma total» de la constitución no pone, como no lo ha puesto, en el centro del debate revolucionario la igualdad en las relaciones sociales de producción, no admite más que ser calificada de reformismo contrarrevolucionario.

Las relaciones sociales de producción que asumen el trabajo asalariado constituyen el vehículo por excelencia para la expropiación del valor del trabajo por los detentadores del capital, sean estos sujetos privados o no. Son estas relaciones socioeconómicas de desigualdad las que hacen posible y fomentan la explotación del hombre por el hombre, sobre la cual se erige todo el constructo social del estado capitalista y la democracia burguesa. El socialismo plantea el reto de la forja de una cultura humanista del modo de producción material y reproducción social de la vida.

Los cubanos han de saber en debate revolucionario con qué está jugando Cuba. Atar al pueblo revolucionario al reformismo que plantea el proyecto constitucional, desentendiéndose de la participación protagónica en la presentación y el debate de las alternativas que pueden ir a las raíces del socialismo, constituye la primera y más profunda expresión anti democrática de la convocatoria al nuevo acomodo constitucional.

Lo que está en juego es la derrota de la ofensiva liberal burguesa montada en pos de la transición capitalista, empujando el debate hacia la razón de ser del socialismo en Cuba.

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