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¡No a más bombas sobre Oriente Medio!

Fuentes: Antiimperialista.org

Traducido del inglés por Sinfo Fernández.

Una vez más, Estados Unidos ha lanzado una de sus infames campañas de bombardeos aéreos, esta vez contra Iraq y Siria. La justificación: parar el genocidio perpetrado por el califato. Para poder cumplir este objetivo, Washington está asegurándose el apoyo más amplio posible de Israel, la UE, Egipto, Arabia Saudí, Iraq (con el apoyo tácito de Irán, Rusia e incluso de Asad), incluyendo a todas las facciones kurdas, también al PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) y ampliándolo a una parte importante de la izquierda europea. Un frente monstruoso, en el que se incluyen fuerza políticas que van desde la extrema derecha a la extrema izquierda, está en gestación contra el espectro del yihadismo.

1) Iraq: Poner al zorro a guardar las gallinas

Como punto de partida, es preciso recordar los resultados de la guerra de EEUU contra Iraq: Durante dos décadas Washington mató a Iraq de hambre con un embargo genocida que liquidó los agotados recursos de un antiguo y orgulloso nacionalismo árabe. En cierto sentido, podemos leerlo como la continuación de la estrategia estadounidense de «doble contención» enfrentando a Iraq e Irán uno contra otro, para mantener el equilibrio en el Golfo de 1980 a 1988 debilitando a ambos. Tras el fin de la guerra, EEUU continuó manteniendo bajo control a ambos Estados.

En 2003, impulsado por la arrogancia de los neocon, EEUU fue a por el «cambio de régimen» mediante una invasión militar directa. El resultado hasta ahora: su archienemigo Irán se ha fortalecido enormemente y ejerce ya una influencia decisiva sobre Bagdad. Este fue el fin definitivo de la estrategia de la doble contención con la que a EEUU le había ido muy bien.

Poco a poco, el régimen de Bagdad adquirió un carácter abiertamente sectario repartiendo los beneficios del petróleo entre las diferentes facciones del islam político chií. Por tanto, mientras los chiíes aceptaban en gran medida al régimen, la población sunní se siente, y realmente lo está, marginada y excluida.

El régimen anterior, el partido Baaz derrocado por EEUU, tenía por sí mismo todo un historial de transformación gradual de facto hacia un sectarismo sunní en conexión dialéctica con el surgimiento del islam político chií (la guerra contra Irán con toda su propaganda tuvo algo que ver con eso). La resistencia, principalmente sunní, contra la ocupación estadounidense no pudo hacer frente a toda esa herencia sin radicalizar aún más sus posiciones sectarias hasta finalmente hundirse en ellas. En 2006-2007, Mesopotamia se sumió en una guerra civil sectaria que acabó con la resistencia contra la ocupación estadounidense, creando el esquema de los actuales conflictos por toda la región. El efecto final es el Estado Islámico (EI) [i].

EEUU mostró el pragmatismo suficiente como para cambiar de rumbo y aprovechar las oportunidades que le ofrecían la derrota del movimiento de resistencia. Reintegraron y absorbieron a una parte del alienado ámbito sunní a través de las milicias Sahwa. Pero Maliki interrumpió esa línea y fue prescindiendo cada vez más de la representación sunní. El creciente movimiento de protesta fue militarmente suprimido. Y así fue como esas fuerzas fueron directamente enviadas a los brazos del Estado Islámico.

Puede decirse que Mosul es el bastión del antiguo ejército y del aparato del Estado en general. Allí viven cientos de miles de antiguos oficiales, funcionarios, profesores, etc. Además del baazismo, había también expresiones del islam político sunní, como los Hermanos Musulmanes. Dada la total exclusión de las elites políticas sunníes por parte del régimen de Bagdad, dichas elites aprovecharon el momento de la insurgencia yihadí para emprender una rebelión popular siguiendo líneas sectarias sunníes. El liderazgo está compuesto por una coalición de baazistas, líderes tribales y diversas facciones islámicas sunníes que se originaron en el movimiento de la resistencia que ha aceptado como mal menor el liderazgo yihadista-takfiri de Daesh (EI), aunque este no les ofrece una articulación política independiente. También las masas populares sunníes parecen preferir el califato sectario sunní al estado sectario chií de Bagdad. Esta es la única explicación plausible de por qué unas cuantas decenas de miles de yihadíes pudieron en muy poco tiempo conquistar la mitad del norte de Iraq y también mantenerlo.

Iraq, visto por los ojos de Washington (y no sólo Iraq), se les ha ido de las manos tanto por el lado sunní como por el lado chií de la línea divisoria. El sectarismo, que en un determinado período fue impulsado y fomentado por EEUU, contribuye ahora a desestabilizar el orden estadounidense. El único socio fiable de EEUU que aún continúa siéndolo es el liderazgo kurdo iraquí.

2) Los kurdos: ¿Autodeterminación a través del imperialismo?

El régimen del Partido Democrático del Kurdistán (PDK) en Erbil ha acabado convirtiéndose en el principal aliado no sólo de Washington sino también de Turquía. La riqueza petrolífera proporciona cierta estabilidad. Así, cuando EEUU e Israel planeaban un ataque contra Irán, Erbil hubiera jugado un papel importante como plataforma de lanzamiento y base adyacente. Para Turquía, el norte de Iraq se ha convertido en el segundo socio comercial más importante por detrás de Alemania. Sirvió de contrapeso político ante el PKK respecto a la cuestión kurda a la que Erdogan juró combatir.

A cambio del apoyo occidental y turco, Erbil ha aceptado hasta ahora permanecer formalmente dentro del marco de Iraq y se ha abstenido de declarar la independencia. Porque Occidente teme las consecuencias de tocar las fronteras coloniales, que podría contribuir aún más a la descomposición del orden imperialista. Pero la situación bien podría impulsar al PDK a rescindir su reservada posición.

En primer lugar, la implosión del régimen de Maliki en el norte ayudó sustancialmente a que el PDK se expandiera. Mientras el EI se dirigía hacia el sur, los pershmerga tomaron por vez primera la capital del petróleo, Kirkuk, por la que los kurdos y los árabes han estado compitiendo secularmente.

Pero cuando se llegó a una confrontación directa con el EI, las tropas del PDK han demostrado ser impotentemente inferiores. Perdieron rápidamente la presa de Mosul ante los yihadíes y necesitaron del poder aéreo estadounidense para volverla a tomar. Evacuaron sin combatir el área yasidí de Sinjar y dejaron que la poco apreciada minoría confesional fuera masacrada por Daesh.

El PKK ha estado sufriendo el embargo que el PDK impuso sobre sus territorios en Siria. Sus milicias abrieron un corredor para que pudieran ser finalmente evacuados los cercados yasidíes. También ofrecieron apoyo militar a los peshmerga que estos no pudieron rechazar ante su delicada situación.

Por ahora, el PKK sirio afiliado al Partido de la Unión Democrática (PYD) demostró ser la única fuerza sobre el terreno capaz de defender su tierra contra el EI a pesar de la inferioridad de sus armas. Son los únicos que pueden igualarse a los yihadíes en términos de convicción y moral.

Si EEUU quiere realmente enfrentarse al EI, necesitará al PKK al menos de forma indirecta, lo que cuestiona toda la política de aislamiento impulsada por Erbil, Washington y también Berlín. Pero, por otra parte, Ankara se opondrá a cualquier movimiento en tal sentido porque tiene potencial como para poner en peligro toda su política kurda.

Turquía es realmente el actor regional que más se opone a la coalición anti-Estado Islámico dirigida por EEUU. Para ellos, el EI es todavía el mal menor comparado con su principal enemigo, Asad. Mientras tanto, Arabia Saudí y Qatar van tomando distancias del EI, al que no pueden ya controlar. Pero para el establishment del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) en Turquía, las apuestas son demasiado altas en el juego de poder en el que Erdogan se ha embarcado en la cuestión siria. Si fuera inevitable una reconfiguración de las fronteras de Sykes-Picot, entonces podría concebirse alguna clase de «neo-otomanismo light». La diferencia con la versión presentada por Erdogan antes de la Primavera Árabe es que es menos democrática, más sectaria y sólo posible si se traga los territorios cercanos al sur de Turquía y, por otra parte, había confiado en convertirse en el modelo para toda la región a través de fronteras sectarias y nacionales, un sueño-burbuja que hace mucho tiempo que reventó.

3) Syria: Asad, la partera del califato

Asad ha conseguido plenamente cortar la cabeza de la Tahrir siria, el movimiento social y democrático de las masas populares. Rechazó cualquier reforma democrática y menos aún un modelo para compartir el poder con corrientes islámicas e islamistas que durante décadas habían constituido las principales fuerzas de oposición. Ha pagado un alto precio a causa de su estrategia de describir y combatir a la oposición como enemigo islamista: la extrema sectarización del país a lo largo de líneas sectarias. Su intransigencia preparó el hervidero político en el que el yihadismo podría prosperar y dejar de lado al resto de las fuerzas de oposición. Dicho de otra forma: al exterminar a la oposición social y democrática consiguió finalmente a su enemigo favorito. En cierto modo, su régimen constituye una cara, y el califato la otra, de la misma medalla sectaria, militarista y autoritaria. Irónicamente, esta transformación de Tahrir en una guerra civil sectaria ha sido coproducida junto con las monarquías del Golfo.

La historia del baazismo termina en un fracaso catastrófico que quema toda la tierra a su alrededor. Surgido con el objetivo de unificar al pueblo árabe contra el orden de Sykes-Picot, los capítulos iraquí y sirio del partido Baaz se han convertido en los peores enemigos mutuos y, por tanto, en los perros guardianes de las fronteras coloniales que habían jurado hacer desaparecer.

En su etapa final de degeneración, ambos se han convertido en fuerzas completamente sectarias pero de nuevo, en la guerra civil sectaria, cada uno al otro lado de la línea divisoria. Para mantener el poder, el Baaz sirio va de cabeza a convertirse de facto en la sección de un pequeño estado, en seguimiento de las concepciones postuladas por la administración colonial francesa contra las que sus predecesores se levantaron en armas con éxito. Por el otro lado, el Baaz iraquí tolera y apoya el proto-Estado yihadí sunní en el norte de Iraq contra el Estado chíi en Bagdad.

Ambos rechazan por todos los medios comprometerse con el Islam político de la secta enemiga, a pesar del hecho de las respectivas masas que les siguen. Podría haber muchas variantes y posibilidades de integración o tolerancia que van desde el autoritarismo y las formas autoritarias y elitistas a las concepciones democráticas, populares y antiimperialistas. Para ellos, esto sería sencillamente una traición y ante eso prefieren la guerra sectaria. Ambos venden su postura como «antiimperialista». Todo esto recuerda la guerra Irán-Iraq a un nivel más generalizado y con menor control estatal.

Mientras el régimen en Damasco no tienda una mano hacia las secciones del islam político y prosiga en cambio con su línea dura, el ámbito islámico sunní se compactará aún más bajo el liderazgo de alguna fuerza extremista yihadí, teniendo en cuenta la situación del equilibrio regional y el apoyo exterior que conlleva. Sólo ofreciendo espacio político a las tendencias moderadas puede romperse la unidad islámica e islamista bajo liderazgo yihadí. Lo mismo podría sostenerse respecto a Iraq. Pero el régimen de Bagdad es mucho más dependiente de Teherán y Washington, y está más dispuesto a seguir sus órdenes. Para ellos, se trata sobre todo de un trato y de sus condiciones entre esos dos actores decisivos.

4) Israel: El extremismo sionista perjudica al orden estadounidense

El bloqueo genocida contra Gaza dura casi una década. Israel rechaza cualquier negociación que requiera disposición a favor de un compromiso. En realidad, los neocon continúan gobernando como si su proyecto global no hubiera sido un fracaso. Como potencia mundial debilitada, EEUU ordenó una retirada frente a los movimientos de resistencia y el creciente peso relativo de otros Estados. ¿Por qué Israel puede ignorar esto?

El episodio más reciente de su impostura fue su rechazo del gobierno de unidad palestina. En vez de concebir la participación de Hamas en la colaboracionista Autoridad Palestina como una posibilidad de integrarles, debilitando así a la resistencia, continúan no sólo satanizando a Hamas sino también desacreditando a Abbas. Dada su abrumadora superioridad militar, creen que se lo pueden permitir todo. Por desgracia, a corto plazo, tienen razón.

Sin embargo, a largo plazo esta línea tiene un efecto desestabilizador en el dominio estadounidense sobre la región. Es cierto que la Primavera Árabe ha fracasado como revuelta democrática popular dirigida también contra Israel. Es cierto que Hamas, como liderazgo político de la resistencia palestina, está más aislado que nunca tras la renovación de las dictaduras en Egipto y Siria. Pero la ira de la gente va acumulándose. Una expresión de esa ira es la revuelta yihadí.

Israel apoyó la posición de las elites árabes al no permitir ninguna representación de las fuerzas islámicas populares dentro del sistema político. Así fue como contribuyeron a la insurgencia yihadí y a la guerra civil sectaria actualmente en curso. A un nivel inmediato, para el sionismo es ventajoso ver cómo sus posibles enemigos luchan y se matan unos a otros. Pero en un sentido más amplio, Israel depende de la estabilidad del orden estadounidense, orden que las guerras y sus autoritarios principios ponen en peligro. La posición extremista de Israel debilita la legitimidad de los regímenes árabes y el marco global de EEUU entre los pueblos árabes e islámicos cuando se les pide que defiendan abierta o tácitamente un sistema diseñado para servir a los intereses de Israel.

5) El Estado Islámico al frente de una revuelta popular reaccionaria

Es demasiado simple etiquetar de terrorista al Estado Islámico. Se hace siguiendo una conocida pauta de la ideología estadounidense ya aplicada durante la Guerra Fría y ahora en la «guerra contra el terror». Expresaba la posición de los gobernantes globales. ¿Es realmente posible conquistar mediante el puro terror y algunos miles de millones de dólares USA la mitad de Siria e Iraq? ¿Son suficientes diez mil combatientes para hacer temblar el sistema Sykes-Picot y construir un califato mientras el ejército estadounidense no pudo ocupar Iraq a pesar de la superioridad de su poder militar? No, resulta obvio que hay un movimiento de apoyo popular o cierta aceptación al menos.

Iraq está marcado por un movimiento de resistencia contra la ocupación que fracasó a causa de las divisiones sectarias y no consiguió abordar las cuestiones relativas a la democracia que bullían en el pasado. Siria se caracterizaba por un aplastado movimiento democrático. Ambas sociedades se hundieron en un conflicto civil sectario que eclipsó cualquier posibilidad de expresión democrática. Especialmente en el tema comunitario sunní, que constituía el mismo conflicto, se les negó representación. Esto ha permitido que los yihadíes e incluso las corrientes más radicales takfiri llenen el vacío y se hagan con el liderazgo de las comunidades sunníes. No puede negarse que dirigen una revuelta popular contra el orden imperialista aunque sus objetivos sean reaccionarios y sus tácticas incluyan también un fuerte elemento autoritario y coercitivo.

Al final, el yihadismo no tiene medios para derrotar al imperialismo y a sus elites locales porque no puede unir a las masas populares. Al contrario, está dividiéndolas, lanzándolas a unas contra otras. Se benefician del vacío político creado por Bagdad y Damasco, pero, finalmente, el califato se derrumbará provocando una catástrofe.

El EI, enfrentado al ataque aéreo de EEUU, no podrá mantener probablemente mucho tiempo el proto-Estado. Los yihadíes serán unas fuerzas que volverán a su guerra específica de guerrillas perdiendo gran parte del prestigio que les ayudó a aventajar a al-Qaida. (Su escisión se produjo también a causa del proyecto de establecer de inmediato un estado). Por otra parte, los ataques aéreos de EEUU fortalecerán sus credenciales antiimperialistas que hasta ahora eran muy débiles al estar concentrados en eliminar a sus rivales yihadíes.

6) ¿Queda algún espacio para un antiimperialismo democrático, social y supraconfesional?

Existen imperativos revolucionarios sociales antiimperialistas que no deben violarse:

a) No tomar partido en una guerra civil sectaria aunque haya intereses legítimos de partes de las masas populares que están expresándose.

b) No debe apoyarse, como «mal menor», el viejo orden que sirve a las elites capitalistas. El islamismo es en gran medida una reacción ante su desaparición. (Esto es así no sólo para el prooccidental Sisi en Egipto, sino también para el Asad aliado de Irán y Rusia).

c) No pedir nunca ayuda política o militar al imperialismo porque nunca es gratis. No obstante, ninguna de las partes ni sus predecesores se han abstenido de hacerlo.

 

Las fuerzas democráticas revolucionarias han sufrido una grave derrota. Su espacio de maniobra se ha reducido mucho dentro de la lucha por el poder de las viejas elites. La espiral de guerra civil generalizada no para de girar aunque el resto de las fuerzas se comprometan a pararla. Sin embargo, las partes en el conflicto son incapaces de procurar soluciones en interés de las masas populares. La guerra civil sectaria y la reparación podrían durar tiempo pero no siempre.

Un paso importante es impulsar una desescalada de los conflictos sectarios. Esto requiere que, en primer lugar, las partes se reconozcan mutuamente, lo que paradójicamente implica también, hasta cierto nivel, reconocer la realidad de las cuestiones políticas sectarias.

Desde un punto de vista revolucionario, esto implica ayudar a que se desarrollen las diferencias existentes dentro del islam político, aislar las tendencias reaccionarias y ofrecer la cooperación más abierta y popular posible contra las viejas elites, con el objetivo de desarrollar realmente toda la cooperación que sea posible o implicar a partes de su electorado en la lucha social y democrática.

En cuanto a las fuerzas antiimperialistas en Occidente, sigue siendo necesario centrarse en la lucha contra la intervención imperialista, en la defensa del derecho a la autodeterminación y en prestar un especial apoyo a las fuerzas revolucionarias sociales.

Nota

[i] La venganza de la resistencia iraquí, el régimen sectario de Maliki propiciando una respuesta sectaria (http://antiimperialista.org/Malikis_failure

Wilhelm Langthaler es el organizador de la Marcha Global a Jerusalén en Austria y portavoz de Coordinación Antiimperialista de Izquierdas para Austria e Italia.

Fuente: http://www.antiimperialista.org/no_to_us_bombs_on_syria_iraq