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Siria

No hay vuelta atrás

Fuentes: Al-Quds al-Arabi

La revolución siria ha entrado en su segundo año en medio de la sangre, las lágrimas y los retos. Ha pasado un año entero y las calles de las ciudades y los pueblos de Siria están construyendo lo que todos consideraban imposible. Una pequeña manifestación en Damasco se convirtió en un levantamiento en Daraa, antes […]

La revolución siria ha entrado en su segundo año en medio de la sangre, las lágrimas y los retos. Ha pasado un año entero y las calles de las ciudades y los pueblos de Siria están construyendo lo que todos consideraban imposible. Una pequeña manifestación en Damasco se convirtió en un levantamiento en Daraa, antes de que la revolución se extendiera a todas las ciudades sirias y sus alrededores y antes de que cayera este ingente número de víctimas, convirtiéndose Homs en la ciudad de la libertad.

No quiero entrar en la discusión culturalista que desde el principio me ha parecido aburrida y estéril en cuanto a consciencia y voluntad se refiere. La cuestión en Siria y en el resto de países árabes comienza con un estallido. Ahora bien, las conclusiones rápidas sobre quién ha ganado y quién ganará ignoran que estamos ante un difícil y largo proceso político y social cuyos rasgos no serán visibles inmediatamente. Simplemente, los intelectuales deben elegir entre dos posturas: la neutralidad, que implica una inclinación hacia los regímenes por varias razones que comienzan por el antiimperialismo y terminan por el miedo a las corrientes islamistas, o la implicación crítica, que ve en el proceso revolucionario un proceso que se abre a las posibilidades, posibilidades que las potencias democráticas, de izquierdas y liberales deben participar en conformar.

Pero este no es el tema hoy, a pesar de la tristeza que sentí cuando un gran poeta al que quiero escribió aconsejándome que no describiera «a la gente en el pantano de Homs» como si irrumpieran en el cielo. No voy a hacer ningún comentario a las palabras de Saadi Yusuf, no porque guarde celosamente mi memoria a la que su poesía ha ayudado a conformarse, sino también porque este tipo de dialécticas a las que el poeta Adonis ha llevado a su punto álgido no sirven para nada, y solo ocultan la verdad que dice que la sangre llena las calles.

Los enormes sacrificios que han ofrecido y ofrecen los sirios y las sirias desde hace un año anuncian con total claridad que no hay vuelta atrás, porque atrás se ha convertido en un pantano de sangre, y la destrucción que «han logrado» las fuerzas militares del régimen se ha convertido en un testigo de que Siria hoy no volverá a ser lo que era. El reino del silencio ha caído, la sucesión hereditaria al estilo norcoreano se tambalea y el país está amenazado en todos los niveles.
La cosecha del primer año de la revolución parece clara. El régimen ha logrado grandes victorias militares que se parecen más bien a las derrotas, y el pueblo paga un alto precio para anunciar que esta revolución no puede ser aplastada a hierro y fuego y que el tiempo de Hama al estilo de Al-Asad padre no se repetirá a manos de los dos hijos Asad[1]. Desde la perspectiva del régimen, la familia Asad ha logrado dos victorias: la primera son los logros militares en Baba Amro, Zabadani, Daraa e Idleb, logros que provocan la ironía y la tristeza al mismo tiempo. La irrupción de las élites del ejército sirio en Baba Amro precisó la destrucción de todo el barrio por medio de un bombardeo que duró tres semanas en un enfrentamiento contra un pequeño destacamento de soldados desertores. Por su parte, Zabadani necesitó también que se realizaran negociaciones y acuerdos previos, etc.

El segundo logro es la internacionalización de la crisis siria. Las fuerzas del régimen como ya hizo el padre han internacionalizado el conflicto haciendo uso del papel regional del régimen, pues el régimen asadiano hacía los deberes al extranjero. El aparato militar mafioso gobernante se ha beneficiado de este papel regional para imponer su dominio sobre el país. Al-Asad hijo intentó vender la misma mercancía, pero ante la presión popular, decidió retornar al eje del papel regional, pues en vez de ser Siria un jugador, se ha convertido en el campo. En vez de que la estabilidad interior bajo la dictadura venga como resultado de la falta de estabilidad de sus vecinos como Líbano o Iraq, Siria se ha convertido en el campo de batalla en sí, que compra la protección de su régimen con total dependencia y total disposición a vender a los estadounidenses la antigua mercancía. No sorprende que el régimen haya logrado generar la simpatía israelí que suele ir de la mano, generalmente, de una postura estadounidense dubitativa.

El régimen esperaba alcanzar un tercer logro que es hundir al país en el fantasma de la guerra sectaria, y tal vez el ejemplo más elocuente de ello sea la salvaje masacre de Karam al-Zaytoun, que tiene como objetivo provocar la venganza. Pero la consciencia de los jóvenes de la revolución sigue siendo capaz de aumentar este proyecto sin destruirlo. La mayoría piensa que el régimen recurrirá de forma sistemática a esta arma durante el tiempo que le quede de su larga agonía.

Los que consideraron que el mantenimiento del régimen durante un año es una victoria de la familia Asad no conocen Siria y la naturaleza del aparato de destrucción que el régimen ha creado por medio de sus clientes y por medio del chantaje, habiéndose refugiado en la estructura clánico-tribal y sectaria. Comparar la capacidad de Al-Asad padre en su rápido aplastamiento del levantamiento en Hama y el resto de ciudades de Siria en 1982 con la lentitud y dubitación de los dos hijos Asad indica que la repetición del pasado es ya imposible y que la tozudez de los dos jóvenes Asad no salvará al régimen, sino que ayudará al empeoramiento de su situación.

Pero la paradoja de la revolución siria es que el pueblo es más importante y dinámico que quienes se supone que han de ser sus líderes. Es una revolución sin liderazgo o con un liderazgo parcial, pues el Consejo Nacional Sirio sigue tropezando en sus pasos y en lo que respecta al resto de la oposición a la que representa el Comité de Coordinación Nacional, algunos de sus líderes han caído en su lucha contra los molinos de viento de la intervención militar extranjera, del mismo modo que han caído algunos liderazgos del Consejo Nacional Sirio al promocionar la ilusión de dicha potencial intervención.

Tras un año de amenazas políticas internacionales, la realidad política dice que el régimen es quien ha atraído a la intervención extranjera al lanzarse al regazo ruso y apoyarse en Irán, mientras la oposición, a pesar de todo lo que se ha dicho, no encuentra una sola fuente para ser apoyada con armas. Además, las dudas estadounidenses son un resultado inevitable de la relación estratégica entre EEUU e Israel, debiéndose también a la falta de una política estadounidense en la zona tras las fracasadas guerras de Afganistán e Iraq. La cosecha de este primer año de revolución siria es que el pueblo sirio está solo, sí solo, y todo lo demás que se diga son meras ilusiones. Los que consideran que la cobertura de los canales por satélite del Golfo basta para apuntar a un verdadero apoyo son tontos. Ni Occidente, ni los árabes del petróleo quieren o pueden apoyar la revolución verdaderamente. Ambos temen: Occidente tiene miedo por Israel y los árabes petroleros tienen miedo de que la revolución llegue a sus países. Por eso, no les importa infiltrar a las corrientes salafistas y apoyarlas a ver si tal vez arrebatan a las revoluciones sus horizontes democráticos.

Los sirios están solos, han vencido al miedo sin la ayuda de nadie y se han convertido en un modelo de valentía, nobleza y heroísmo. Un año de retos y perseverancia legendaria ha fundamentado las posibilidades de la libertad que llegará, de forma que sorprenda a todos como ya hizo la revolución.

[1] Bashar al-Asad y su hermano pequeño Maher.

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Fuente original: http://traduccionsiria.blogspot.com.es/2012/03/siria-no-hay-vuelta-atras.html