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No pagaremos las deudas de la tiranía

Fuentes: Jadaliya

Traducción para Rebelión de Loles Oliván

En la transición de una oligarquía o una tiranía a una democracia… las personas se niegan a cumplir con sus contratos o cualesquiera otras obligaciones en razón de que es el tirano, y no el Estado, quien las contrajo.

 

Aristóteles.

Egipto debe unos 35 mil millones de dólares (o 210 billones de libras egipcias) en deuda externa, lo que impone sobre nosotros una carga anual de alrededor de 18 mil millones de libras egipcias. Estas deudas se acumularon bajo el régimen anterior de acuerdo con sus prioridades políticas y económicas. Estamos pagando esas deudas de nuestro propio bolsillo en vez de gastar en servicios sociales, sanidad o educación. Por ello, algunas organizaciones y activistas de la sociedad civil del interior y del exterior de Egipto han acordado que el 31 de octubre sea el día mundial para la cancelación de la deuda de Egipto. Se trata del inicio de una campaña popular que pretende eliminar dicha carga de los hombros del pueblo egipcio, que ni fue responsable en ningún modo de la decisión de asumir tales deudas, ni se le consultó nunca en la forma en que esos fondos se gastaron.

Condonar la deuda odiosa

La «deuda odiosa» es un concepto jurídico acuñado por el teórico Alexander Sack, ministro de Finanzas de Rusia en 1927, durante el periodo que siguió a la revolución rusa. El concepto pretende extender a contratos iniciados por el gobierno un principio jurídico que rige en los préstamos privados. Establece que para que cualquier deuda siga siendo legalmente vinculante debe servir a fines legítimos. En este contexto, las deudas odiosas se entienden como compromisos contraídos por un dictador o un gobierno ilegítimo en nombre de la nación a fin de enriquecer al gobernante (es decir, para engrosar sus cuentas bancarias personales y las de sus hijos) o para financiar la represión de su pueblo (a través, por ejemplo, de la adquisición de gas lacrimógeno o armas de fuego para francotiradores como los que se utilizaron para asesinar a los mártires de la revolución). Las deudas odiosas se asocian a menudo con el saqueo financiero en muchos ámbitos, tales como: la financiación de proyectos de inversión fallidos (como Toshka, el proyecto de fosfatos de Abu Tartour, el proyecto de hierro de Asuán, etc.); el respaldo a proyectos de desarrollo plagados de corrupción (tales como la privatización de tierras públicas y la promoción de contratos estatales con empresas privadas), así como el control de un déspota sobre los recursos de las arcas del Estado y su movimiento al servicio de sus asociados, entre empresarios y sus empresas, todo ello a costa nuestra.

Un préstamo odioso es el que se extiende a un régimen que no representa a su pueblo, y que -con pleno conocimiento del prestamista- sirve para fines que no benefician al bien público. Así, algunos consideran como odiosos los préstamos que contribuyen al empobrecimiento de la sociedad. Ello se debe a que obligan a que la nación canalice todos sus recursos a pagar las deudas existentes, lo que limita la capacidad de la sociedad para desarrollarse.

Apoyándose en esta lógica, se propuso la idea de que tales préstamos se condonaran cuando cayera la dictadura o el régimen autocrático adeudado, como en el caso de Iraq tras la caída de Sadam Husein, y de Sudáfrica tras el fin del régimen del apartheid.

Desde un punto de vista legal, este concepto plantea un reto a un viejo principio del derecho internacional, concretamente a aquel que requiere que los Estados asuman la responsabilidad de los préstamos que fueron adquiridos por regímenes anteriores. Sin embargo, este principio ha sido invocado en numerosos casos históricos. Algunos se remontan al siglo XIX, sobre todo la sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos que confirmó la legalidad del impago de las deudas de Costa Rica a Gran Bretaña y Canadá por razones de que tales deudas fueron contraídas bajo el régimen dictatorial. Ecuador, sin embargo, proporciona un ejemplo más reciente de un modelo que ha prosperado.

Durante la década de 1970, Ecuador, como muchos otros países del Tercer Mundo, cayó presa de la trampa del endeudamiento externo a tasas de interés bajas que aumentaron rápidamente a partir de entonces. Así, debido al aumento de las tasas de interés de los bancos estadounidenses (del 6% en 1979 al 21% en 1981), la deuda externa de Ecuador se incrementó a más de doce veces su valor inicial: de 1.174 millones de dólares en 1970 a 14.250 millones de dólares en 2006. Además, sólo el 14% de la deuda externa adquirida entre 1989 y 2006 se dedicó a nuevos proyectos, mientras que el resto se destinó al pago de viejas deudas.

A raíz de la huelga general que derrocó al presidente Lucio Gutiérrez a mediados de la década anterior, se formó una comisión con el propósito de auditar la deuda del país. La comisión proporcionó al gobierno de Ecuador los fundamentos legales y políticos para su decisión de abstenerse de pagar sus deudas odiosas en noviembre de 2008. En junio de 2009, Ecuador llegó a un acuerdo que redujo su deuda externa en más de dos tercios. En concreto, en un acuerdo firmado con el 90% de sus acreedores internacionales, Ecuador debía pagar sólo 35 centavos por cada dólar que debía, permitiendo así al país librarse de esa carga. De hecho, el valor de los títulos de deuda se redujo drásticamente después de los hechos antes mencionados, lo que convirtió los pagos de la deuda en más baratos que antes.

Ecuador gestionó su batalla de una manera prudente e informada dando esperanza a todos los países del Tercer Mundo con voluntad política para librarse de la carga de la deuda odiosa. En la actualidad, la sociedad civil y los movimientos populares en Irlanda y en Grecia están organizando comisiones populares de auditoría de la deuda y están presionando para que se formen comisiones oficiales. Túnez ha puesto en marcha una comisión para auditar las deudas odiosas de Zine Abdine Ben Ali al objeto de conseguir que se condonen. Ello nos da aquí, en Egipto, más margen de maniobra para ejercer presión, coordinar esfuerzos y movilizar a la gente a fin de que se condonen las deudas del régimen de Mubarak.

Adam Hanieh, profesor de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, señala que aunque Egipto pagó 24,6 mil millones de dólares entre 2000 y 2009, el nivel de deuda se incrementó aproximadamente en un 15% durante el mismo período. En un artículo sobre las transformaciones en curso en la economía egipcia tras la revolución, Hanieh añade: «Estas cifras ponen de manifiesto la sorprendente realidad de que la relación financiera de Egipto con los préstamos occidentales de la economía global opera extrayendo la riqueza de los pobres de Egipto y redistribuyéndola a los bancos más ricos de Estados Unidos y de Europa».

La deuda odiosa no es sólo un enemigo del pasado que atenta contra nuestras vidas y nuestro sustento sino también una carga para nuestro futuro. Deshacerse de ella es un imperativo económico, moral y legal. Sin embargo, es poco probable que la batalla se acabe en las instituciones financieras internacionales y en los bancos; podría exigir también una confrontación interna.

Todas las miradas en la deuda

«Abre los ojos, es tu bolsillo el que paga la deuda» es el lema de la Campaña Popular la Cancelación de las Deudas de Egipto que se lanzará el 31 de octubre para librar a nuestra revolución de una carga acumulada por un régimen que no representaba a los egipcios -una carga que sigue pesando sobre nuestros salarios, sobre nuestro nivel de vida, y sobre nuestras oportunidades de futuro. La campaña se pondrá en marcha en paralelo con iniciativas en Londres y Berlín en las que figurará la participación de movimientos de la sociedad civil y organizaciones de Gran Bretaña y Alemania. El lema citado anteriormente indica que establecer una comisión independiente para la auditoría de la deuda, junto con una campaña popular para que se cancele, no es el fin del camino. Más bien, constituyen el comienzo de un cambio radical en la manera de gestionar la política económica del país.

El problema en cuestión no es sólo que estemos pagando intereses de acreedores internacionales que superan el gasto en bienestar social para los 85 millones de egipcios en áreas como la salud. Más bien, el problema es la orientación de las políticas económicas del país, la falta de transparencia en la formulación de políticas económicas y la limitada oportunidad que tienen los ciudadanos de formular dichas políticas de acuerdo con sus intereses.

Condonar la deuda de Egipto a la Unión Europea fue la primera propuesta que avanzó Samir Radwan, quien sirvió como ministro de Economía tras la revolución. Esta reivindicación, sin embargo, cedió un par de semanas más tarde y fue reemplazada por todo lo contrario: más préstamos de las instituciones internacionales. Más adelante, se tomó la decisión de congelar el endeudamiento exterior pero a un precio muy alto para los pobres y para la economía; principalmente mediante un presupuesto de austeridad que privilegiaba los intereses de los ricos, tanto en términos de impuestos como en términos de las prioridades concedidas a los subsidios del gobierno. Este incidente nos dice que una cosa es cierta: si nosotros somos los responsables de pagar los préstamos de nuestro propio bolsillo, en el futuro, la decisión de pedir prestado a los prestamistas nacionales o internacionales debe estar sujeta a iniciativas de supervisión más amplias en las que tenga un papel más importante la sociedad civil, incluidas las organizaciones de derechos civiles, ONG, grupos de protección al consumidor, sindicatos, y el público en general. Este ejemplo pone asimismo de manifiesto que la condonación de las deudas odiosas de la dictadura no tendrá lugar sin una confrontación con el orden económico que hemos heredado, una confrontación que no tendrá éxito sin la participación de la mayoría de los interesados.

Por lo tanto, la auditoría de la deuda puede ser una verdadera puerta de entrada para una economía más democrática que refleje las necesidades de la gente antes que las necesidades de lucro de unos pocos. Puede incluso desempeñar un papel para hacer frente a la influencia de la élite rica que se esconde en las trincheras que protegen esa economía junto a leales tecnócratas que sirven a sus intereses. Puede asimismo contrarrestar al liderazgo político, que utiliza la excusa de la deuda del régimen de Mubarak para ocultar y justificar la supresión de nuestro derecho a un salario justo, a un empleo adecuado, a los servicios sanitarios y de educación apropiados, y sigue usando el mismo lema fracasado: «¿De dónde queréis que os provea?»

[Este artículo se ha publicado originalmente en árabe en El-Shorouk . La traducción en inglés es de Hesham Sallam].

Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/2979/we-will-not-pay-the-debts-of-tyranny