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Crómicas desde Palestina

Normalidad y resistencia

Fuentes: Rebelión

El viernes llegué a Palestina. En el aeropuerto de Tel Aviv percibí menos presión y control que otros años, sentí como un ambiente más tranquilo y relajado. Comprendí la expresión de Michel Warchwsky cuando en la conferencia de Benicassim dijo que la sociedad isrelí, a día de hoy, concebía el «problema palestino» como un «sarpullido», […]

El viernes llegué a Palestina.

En el aeropuerto de Tel Aviv percibí menos presión y control que otros años, sentí como un ambiente más tranquilo y relajado. Comprendí la expresión de Michel Warchwsky cuando en la conferencia de Benicassim dijo que la sociedad isrelí, a día de hoy, concebía el «problema palestino» como un «sarpullido», es decir, un mal menor que de cuando en cuando molesta, pero que se soluciona con un ligero rascado.

Al llegar a Jerusalén el ambiente de calma continuaba y no porque fuera el día de descanso para los musulmanes, pues precisamente es el viernes el día que solían utilizar los soldados para humillar doblemente a los palestinos poniendo controles en las entradas a la ciudad vieja e impidiéndoles o dificultándoles el acceso a la explanada de las mezquitas para realizar sus oraciones. Lo único que me llamo la atención fue la casi nula presencia de soldados en los alrededores de la ciudad vieja y los carteles luminosos del 40 aniversario de la «conquista» de Jerusalén.

Es ciertamente curioso comprobar cómo la historia puede variar según la perspectiva desde la que se contemple. El mismo hecho, el estallido de la guerra de los seis días acaecido el 5 de junio de 1967, representa para unos, los palestinos, la perdida por la fuerza de la parte de la ciudad que les había sido asignada por la ONU (la parte oriental); para otros, los judios, la «conquista» de la capital del Gran Eretz-Israel; para la legalidad internacional el comienzo de una ocupación ilegal que dura ya 40 años; y para mí, un capitulo más de la sistemática y planificada limpieza étnica que el sionismo lleva casi un siglo aplicando sobre la población palestina. Limpieza étnica explicitada y explicada por David Ben Gurión en 1937 con unas palabras que por su simpleza y claridad resultan aterradoras: «Debemos expulsar a los árabes y ocupar su lugar» (Ben Gurion and the Palestinian Arabs, Oxford University Press, 1984).

Una vez en la ciudad vieja y con la sensación de volver a un lugar familiar y cómplice del que parece que me he separada hace tan solo unos días y no unos meses como es el caso, prosiguen las escenas aparentemente anodinas, pero cargadas de significado. Unos soldados que suben la cuesta que lleva a la puerta de Damasco y al paso de uno de los carros que adolescentes enérgicos empujan, venciendo la fuerza de la gravedad, se apartan, en lugar de entorpecerles su trabajo que es lo que estoy acostumbrada a ver. Es decir, algo que a ojos de un recién llegado parece normal, a mi, con un bagaje vital de varios años por estas tierras, me resulta realmente sorprendente.

El otro día relataba mi amiga Tati que vió a dos soldados siguiendo con interés una partida de cartas que jugaban cuatro ancianos del barrio cristiano y se les veía a todos de lo más cómodos y tranquilos dibujando un cuadro entre irreal y surreal.

Hay como cierta «normalidad» en el ambiente de la ciudad vieja, que si bien me asusta, parece bienvenida entre la población palestina que allí trabaja y vive. Creo que la normalización de una vida bajo ocupación es absolutamente perjudicial para la causa palestina, pero a la vez entiendo la necesidad básica humana de vivir en un ambiente estable, aunque no sea el idóneo.

Quiero pensar que esta situación será temporal y que, desgraciadamente, por la avaricia sionista, la brutalidad militar volverá a golpear y los palestinos volverán a enfrentarse al ocupante poniendo a cada uno en su lugar y luchando por sus legítimos derechos.

Otra noticia que me ha resultado terrible es la confirmación por parte del consulado español de la imposibilidad de entrar en Gaza. Su argumento es el de «la inestabilidad en la zona» y eso paradójicamente en el periodo de mayor calma interna,si exceptuamos las incursiones militares israelíes que son, por otra parte, una práctica recurrente sobre la Franja y contra las que nunca han tomado las medidas políticas y legales pertinentes, necesarias y de obligado cumplimiento.

Gaza está totalmente sellada, sólo entran por el paso de Erez, con cuentagotas, personal de algunas ONGs que ya tenían la coordinación con el gobierno israelí, hecha con anterioridad.

El paso de Rafah, la única comunicación para los gazauis, está cerrada y en él se acumulan cientos de personas en unas condiciones terribles, temperaturas de mas de 40 grados, carencia de alimentos, agua, ausencia de cualquier medida de higiene y de apoyo humano y politico.

Mientras esta espantosa situación es sufrida por la población de Gaza, los miembros de la misión internacional de la Unión Europea que debería asegurar la apertura del paso de Rafah, continúan en su cómodo alojamiento en Israel, concretamente en Ashkelon, al noreste de la Franja, cobrando elevados sueldos por no hacer su trabajo, sin vergüenza ni sonrojo.

En Gaza el presidente Abbas ha prohibido a los funcionarios afines a Fatah que vayan a ocupar sus puestos de trabajo bajo la amenaza de no pagarles sus salarios, con el claro objetivo de aumentar la inestabilidad y la inoperancia de las instituciones públicas. Pero a su pesar, en Gaza reina la calma entre la población, incluso desde el principio de los enfrentamientos, hubo gente relacionada con Fatah que se negó a participar en la sucia trama urdida por los servicios de inteligencia israelíes y norteamericanos e implementada por los hombre de Mohamed Dahlan.

En Cisjordania, donde pensaba que encontraría un posicionamiento mas claro y favorable al presidente Abbas, he descubierto que las críticas a su comportamiento y actitud así como hacia las del mencionado ex jefe de los cuerpos de seguridad preventiva arrecian por doquier.

Obviamente estos apuntes no pretenden ser un análisis exhaustivo de la situación actual, son mas bien las impresiones y sensaciones de mis primeras 48 horas en Palestina tras 9 meses de ausencia. Espero con el tiempo poder tener mas datos fehacientes y objetivos para poder valorar esta cambiante realidad con mayor información y rigor.

Lo cierto es que desde aquí la perspectiva es otra y si bien desde occidente la situación en general se ve con creciente pesimismo, desde aquí e imbuida por ese espíritu palestino tan difícil de definir, pero que se acercaría a palabras relativas a lucha, esperanza, superación, dignidad, lo veo de otra forma (a pesar de esa sensación de normalidad percibida en la ciudad vieja de Jerusalén). Creo que una variable no se tiene en cuenta en los análisis políticos tramados desde las altas esferas, la resistencia y rebeldía de las gentes de a pie, de la mayoría de los y de las palestinas.