Traducido para rebelión por J.M.
La cuenta atrás para la próxima guerra ha comenzado. No por causa del fortalecimiento de Hizbulá, tampoco por su llegada al sur del Litani, sino como resultado del informe de la Comisión Winograd. Paradójicamente y de acuerdo con el desarrollo de la historia y el carácter de la sociedad israelí, es justamente la gravedad de ese informe lo que traerá la próxima guerra.
No es la primera vez que la sociedad israelí arregla los desastres de la guerra anterior por medio de una nueva guerra. Se recuerda el discurso de Menajem Begin, diciendo que la primera guerra contra Líbano se libró para sanar el trauma provocado por la guerra del Día del perdón -Yum Kipur-. Así será la próxima vez: la tercera guerra contra el Líbano será declarada para enmendar la segunda.
Aún antes de haberse secado la tinta con la que se escribió el informe Winograd, ya comenzaron los preparativos espirituales para el próximo enfrentamiento bélico. Han comenzado con los primeros discursos para responder a las acusaciones que se van multiplicando acerca de que la falta de experiencia del Olmert y Peretz, según conclusiones del informe, fue la causa decisiva de la guerra. Según demuestra la historia, la sociedad israelí se caracteriza por su inclinación a solucionar los problemas políticos por medios militares, es decir claramente, a través de la guerra. Y la opinión pública israelí se prepara para el mandato que tarde o temprano devolverá la manija del poder a los viejos generales.
De igual forma, antes de dar comienzo a la guerra de junio de l967, el comando general amenazó y el gobierno claudicó comenzando la guerra. También en vísperas de la primera guerra contra el Líbano, durante una reunión del gobierno, éste fue convencido por los militares para comenzar la guerra. Esta vez, el jefe del ejército no se vio obligado a insistir ante el gobierno, por sí solo salió a la batalla. Estas situaciones atestiguan la inoperancia de la instancia civil, incapaz de modificar las decisiones militares.
La dirigencia civil está imposibilitada para pensar democráticamente, y acepta sin ningún tipo de objeciones ni críticas la instancia de la guerra. El argumento de la comisión Winograd según la cual el gobierno no pesó ni se opuso al comienzo de la guerra, demuestra que la opción civil no existe en el pensamiento de la sociedad israelí.
De una u otra manera se corregirán los errores que señala el informe de la comisión Winograd, pero la pregunta fundamental es cuál es la motivación dentro de la sociedad israelí para dar este paso. Ya ahora vemos los primeros indicios: fortalecimiento del ejército y debilitamiento de las opiniones ciudadanas. La importancia de más fortalecimiento del ejército es la salida nuevamente a otra guerra y este fortalecimiento va en detrimento de otro tipo de soluciones que no sean militares. Es la visión del mundo de los militares, son los lentes a través de los cuales ellos ven la realidad y la ciudadanía adopta ciegamente esta visión. Igual que cuando se declaró la segunda guerra en Líbano, tanto el público israelí como sus dirigentes se plegaron con entusiasmo a esta opción.
Jamás fue el problema de Israel la falta de preparación del ejército, o la carencia de dirigencia o de pensamiento crítico. Aún con liderazgo, con adecuada preparación del ejército y con una ideología claramente militar, de todas maneras será el ejército el que impondrá sus prioridades, los dirigentes las aceptarán y el público israelí las seguirá.
La conclusión que aquí se impone -fortalecimiento de la cultura ciudadana y el consecuente debilitamiento de la cultura militar dominante- nuevamente estará fuera del alcance de la sociedad israelí. Sobre todo porque la próxima guerra está a las puertas.
El autor es profesor en el Centro Académico Rupin