Recomiendo:
0

Carta al presidente de la Xunta de Galicia

Nosotros decimos NO

Fuentes: Rebelión

Señor Núñez Feijoo; a gran parte de la sociedad civil gallega nos cuesta seriamente entender en qué consiste su galleguismo. Con el paso del tiempo, y en materias muy diversas, comenzando por la lengua, la cultura, la economía, la hipotética austeridad que usted prometió ante los medios, la educación, la cada vez más necesaria reforma […]

Señor Núñez Feijoo; a gran parte de la sociedad civil gallega nos cuesta seriamente entender en qué consiste su galleguismo. Con el paso del tiempo, y en materias muy diversas, comenzando por la lengua, la cultura, la economía, la hipotética austeridad que usted prometió ante los medios, la educación, la cada vez más necesaria reforma estatutaria, el respeto al medio ambiente, la extensión de los servicios sociales -que usted está privatizando a través de un sistema mixto (privado-público) de gestión, impulsado sólo a través de criterios de rentabilidad o eficiencia, la supuesta recuperación del medio rural, la sanidad, el urbanismo.. etc, creo que deberíamos pasar revista a todas las mentiras y medias-verdades que su equipo de marketing está vendiendo a la ciudadanía gallega. Vayamos por partes

Prometió usted, señor Feijoo, trabajar por la «unión» de todos los gallegos en torno la «una idea conjunta y compartida del país». Prometió, también, trabajar conjuntamente a favor de la «cohesión social».

A día de hoy, me temo que podemos concluir que no hubo ningún gobierno, en la historia democrática de este país, que causase tanto conflicto con su política lingüística. En lo que se refiere a las bases de su nuevo decreto del plurilinguismo, tiene usted bastantes oposiciones. Tuvo -y tiene- la oposición de buena parte de la sociedad civil gallega. Tuvo -y tiene- además, la oposición de la Real Academia Gallega. Tuvo -y tiene- la oposición de sociolinguistas europeos que reclaman el cumplimiento de la Carta Europea de las lenguas regionales y minoritarias, redactada en el año 2001. Tuvo -y tiene- la oposición de todos aquellos que formaron parte del consenso alcanzado en el año 1983 para aprobar la Ley de Normalización lingüística. Su partido, por cierto, con Don Manuel Fraga a la cabeza, formó parte de ese consenso.

Además, diversas sentencias del Tribunal constitucional, Supremo y Superiores, emitidas en respuesta a diferentes recursos contrarios a la normalización de las lenguas oficiales, también tuvieron, tienen -y tendrán- una clara oposición a su política lingüística.

Su política lingüística contradice completamente el artículo 3.2 de la constitución que define a la lengua gallega como un patrimonio cultural que tiene que ser objeto de especial respeto y protección. Contradice también el artículo número 5 del Estatuto de Autonomía, que define el gallego como lengua propia de Galicia. Y contradice, también , la Ley 3/1983 de normalización lingüística… que, LEA BIEN, Sr Feijoo, habla de la «obligación de favorecer un cambio de tendencia en la consideración social del gallego y en su incorporación a nuevas esferas de la vida social».

Justo todo lo contrario a su política lingüística, Sr. Feijoo, que ya sabemos que no la redactó usted, sino el club financiero de Vigo, antes de salir ante las cámaras en el acto de investidura.

No tiene usted futuro como marioneta: éstas hablan con más estilo y convicción, a pesar de los hilos que las mueven.

El fundamento de estas normas es la convivencia, no la imposición, Señor Feijoo. Es, también, la necesidad de corregir positivamente una situación histórica de desigualdad con respecto al castellano. ¿Acaso pretende insinuar usted que corregir una situación histórica de desigualdad implica imponer el monolingüismo en Gallego?. Ustedes, sus medios de comunicación, periodistas y centros de ideas afines a su cosmovisión neoliberal, sólo quieren sembrar miedo cuando se pretende corregir esa situación de desigualdad, intentando convencer a la ciudadanía de un supuesto proyecto oculto (sic) de imposición. Esa fue, esa es, y esa seguirá siendo su estrategia. La misma estrategia de los gobiernos de extrema-derecha que se autodenominan de centro, pero que ponen en práctica políticas claramente regresivas y pre-constitucionales.

Si de verdad quería usted trabajar por la «unión», por la «cohesión social» y por una «visión conjunta de país». Tomó usted, señor presidente, el camino opuesto para poder cumplir ese objetivo. Sólo hace falta ver la oferta que hay hoy, en gallego y en castellano, en la TV, en la radio, en los cines, en los periódicos, en las misas, en las aulas universitarias, en la publicidad, en el comercio y en la banca… para caer necesariamente en la cuenta de que en nuestro país conviven, sí, dos lenguas, pero de modo asimétrico.

Señor Feijoo, tengo una pregunta para usted: ¿Recoge su muy «liberal» sensibilidad el principio de la «igualdad» en las relaciones económicas, linguísticas y culturales? Porque si no recoge ese principio, me temo que la mayor parte de su praxis política está necesariamente condenada a ser anti-constitucional en todos los planos. Es deshonesto interpretar que la lucha, día a día, para que el gallego no pierda su terreno ante el castellano, implique un supuesto proyecto de «imposición». Es deshonesto, y además, ridículo, desde un punto de vista antropológico, legal, sociolinguístico…. y sí, también moral.

La «igualdad» que plantean las pésimas bases de su decreto del plurilinguismo no es más, Señor Feijoo, que la «igualdad» de los desiguales entre gallego, castellano e Inglés. Tratar igual a dos -o tres- lenguas desiguales es un acto de desigualdad. El tribunal constitucional ya lleva alertando hace un tiempo contra el tratamiento formalmente neutro de la legislación, que acaba generando impactos adversos y, además, mantiene las relaciones de desigualdad vigentes.

Pero claro, Señor Feijoo, me olvidaba, de que su muy «liberal» sensibilidad no se interesa por cosas tan nimias como la «igualdad», ¿no es así?

Hay más: ¿se acuerda usted del plan general de normalización de la lengua gallega del 2004? Ese plan establecía, como mínimo, que el 50 por ciento de las materias deberían impartirse en gallego, tanto en educación primaria, secundaria, bachillerato y ciclos formativos. Esto era garantía de que la lengua gallega comenzase a tener más presencia social.

Bien, Señor presidente, sorpréndase de nuevo, su decreto plurilingue no contempla estos mínimos, y las bases en las que se dice inspirar, son precisamente las bases del Plan general de normalización. ¿Me puede explicar, entonces, porqué este mágico decreto se salta ese baremo mínimo y apela a una supuesta «libertad de elección» por parte de los padres de los niños?

Señor Feijoo, usted dijo, en el punto número 4 de su compromiso ético, que trabajaría para la «recuperación, tanto en lo público como en lo privado, del sentido auténtico del derecho y las leyes». Respóndame a esta pregunta:

-¿Reconoce la constitución el derecho a que los padres escojan la lengua de la enseñanza de sus hijos?

Se la responderé yo: NO. El tribunal constitucional niega que los padres tengan derecho a escoger la lengua de la enseñanza. Y Lo niega porque la responsabilidad lingüística es de los poderes públicos, que están obligados a restaurar la igualdad. Además, la constitución no sólo no reconoce ese derecho a los padres, sino que también admite que el centro de gravedad de la enseñanza debe estar en la lengua cooficial local, para corregir desequilibrios históricos.

¿Dónde está, entonces, su supuesta recuperación del sentido auténtico del derecho y las leyes?

Hace unos días, señor presidente, hizo usted un viaje a Pamplona, donde impartió una conferencia titulada «España y los nacionalismos». Mire por donde, coincido con usted en unas palabras que pronuncio en la conferencia: «los nacionalismos no son útiles para salir de la crisis económica». Añadió, además, que tampoco es «una ideología a imitar en el siglo 21, porque es más propia del siglo 19».

Todo bien, señor Feijoo, pero su liberalismo no deja de ser menos anacrónico y decimonónico que el nacionalismo que usted critica; ya hace mucho tiempo que los científicos sociales serios han demostrado que el mito de la «mano invisible» del mercado es tan sólo eso, un mito. Un mercado completamente desregulado, aunque experimente un alto crecimento del PIB, tiene como consecuencia algo que el socialismo no está dispuesto a permitir:

1- La privatización progresiva de bienes universales, básicos y necesarios como la sanidad, la educación y la vivienda

2- El crecimento inversamente proporcional de la desigualdad y la exclusión social; de genero, clase y etno-racial.

3- E impacto ecológico fruto de la falta de control y planificación de procesos industriales y modelos de transporte altamente contaminantes

4- Y además, una renta per cápita que no aumenta en proporción al aumento exponencial del PIB, fruto de la falta de reparto de la riqueza.

Su «liberalismo», señor Feijoo, pide intervención estatal en etapas de crisis económica, para socializar las pérdidas de un mercado completamente desregulado, y pide no-intervencionismo en etapas de abundancia, para evitar la progresividad fiscal que se podría aplicar desde el Estado a las grandes fortunas… y así llevar a cabo políticas públicas y de empleo con la solvencia presupuestaria necesaria.

Si tanto respeto tiene usted por el sentido auténtico del derecho y las leyes, Señor Feijoo, haga un favor a este país: Legisle más para incrementar el techo competencial y de autogobierno, porque dentro de poco tendrá que hacer frente a una reforma estatutaria que este país necesita, por cierto, con muchísima urgencia. Legisle más para aumentar la movilidad social y el bienestar material de las clases medias-bajas. Legisle teniendo en cuenta el principio de la «igualdad»; porque esto, precisamente, Señor Feijoo, es el galleguismo en el que el PsdeG cree: un galleguismo que no reniega, jamás, ni de su lengua, ni de sus instituciones de autogobierno, ni de su pueblo. Un galleguismo que considera a Galicia como un fin en sí mismo, y no como un medio, como usted demuestra cada vez que escapa de Galicia para promocionarse a sí mismo, por cierto, con el dinero de los ciudadanos.

Señor Feijoo, mencionó usted, en muchas ocasiones, a Ramon Piñeiro y a Castelao en sus discursos. No tenga la menor duda de que, si Ramon Piñeiro y Castelao viviesen, a día de hoy, protestarían enérgicamente contra a su política institucional, contra su política económica y contra su política lingüística. Lo que usted llama «galleguismo resistencialista», señor Presidente, no es más que la reacción lógica a una política lingüística acomplejada y alienante que ha roto todos los consensos históricos de este país, retrocediendo a tiempos pre-constitucionales, y la reacción lógica, también, a una política que se evade de la propia realidad social, económica e institucional del país.

Este parlamento, y los ciudadanos también, señor Feijoo, saben perfectamente que su galleguismo no es más que mero oportunismo mediático para llevar a cabo una política neoliberal que está deconstruyendo, símbolica y sociológicamente, el país entero.

El galleguismo, señor Feijoo, es un punto de encuentro, local y universal. Un punto de encuentro que admite la transversalidad y la pluralidad ideológica; cuando esos puntos de encuentro, como la conservación de la propia lengua y la propia cultura, y el anhelo colectivo de más autogobierno, van por el camino contrario, la actitud resistencialista de ese galleguismo que usted tanto teme… no es más que la recuperación de la dignidad democrática. O lo que es lo mismo: la recuperación del espíritu de resistencia ante el moderno totalitarismo del mercado.

Eso es todo, que tenga usted un buen día.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.