La tensión entre Turquía e Israel no deja de crecer. Cierto es que parece un poco extemporánea y artificial, pero es indudable que Erdogán ha decidido romper la baraja geopolítica y erigirse en un referente regional al margen del tradicional papel otorgado por los Estados Unidos a los herederos del imperio otomano. Y es que, […]
La tensión entre Turquía e Israel no deja de crecer. Cierto es que parece un poco extemporánea y artificial, pero es indudable que Erdogán ha decidido romper la baraja geopolítica y erigirse en un referente regional al margen del tradicional papel otorgado por los Estados Unidos a los herederos del imperio otomano. Y es que, a pesar del cuestionado dictamen contemporizador de la comisión de la ONU que «investigó» el ataque a la Flotilla de la Libertad y la enésima negativa de Israel a pedir perdón por sus atrocidades, realmente los hechos acontecieron hace ya bastante más de un año, por lo que la escalada se hace bastante difícil de digerir si no subyace algo más como trasfondo.
El primer ministro turco ha asegurado que va a sacar su flota para navegar en las aguas mediterráneas y proteger a cualquier embarcación que se dirija a Gaza a transportar ayuda humanitaria. A buena hora… mangas verdes, dice el refrán. El papel jugado por Turquía con la II Flotilla de la Libertad ha sido casi tan lamentable como el griego en aras de unas supuestas negociaciones de reconciliación que ya sabemos adónde han llevado. Sin embargo, Erdogan también ha afirmado que «no va a dejar que Israel explote unilateralmente el petróleo y el gas del este del mediterráneo«. Eso ya son palabras mayores pues supondría enfrentarse militarmente a Israel por unos recursos estratégicos absolutamente necesarios para su subsistencia.
Pero además, el chocar con Israel y EEUU para romper el bloqueo naval a Gaza y arriesgarse a una guerra por los derechos del pueblo palestino dejaría en ridículo a muchos mandatarios árabes que, de manera más o menos clara, mantienen buenas relaciones con el sionismo. Arabia Saudí sería uno de los más afectados. En estos momentos andan mendigando a Obama una solución de compromiso relativa al reconocimiento del estado palestino que le evite aparecer ante su gente como aliado necesario del mayor enemigo de los pueblos árabes. Han llegado incluso a amenazar a EEUU con un grave enfriamiento diplomático si Obama llegara a hacer efectivo el veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, algo que, por otra parte, parece inevitable. El Nobel de la Paz guerrero acumulará una nueva derrota de graves y mantenidas consecuencias por culpa de su incapacidad para devolver a Israel a la senda de la legalidad internacional.
Israel y Turquia eran socios de privilegio en muchos ámbitos. Obviamente en el terreno militar, pero no podemos obviar los contratos de venta de decenas de millones de metros cúbicos de agua potable turca al año o los proyectos de cooperación al desarrollo puestos en marcha entre ambos estados. Por de pronto, todo está en el aire, ya que los mensajes enviados desde Ankara han sido bastante contradictorios. Lo que es indudable, de momento, es el fin de la cooperación militar.
Si, como se ha anunciado, durante las próximas semanas, Turquía envía tres fragatas al Mediterráneo Oriental para proteger a barcos civiles que transporten ayuda humanitaria a Gaza, es previsible que suceda cualquier cosa. Israel opera ilegalmente fuera de las 12 millas reconocidas por la legislación internacional y, literalmente, ejecuta actos de piratería con los barcos que se dirigen a Gaza a proporcionar ayuda humanitaria. Es probable que, como demostración de fuerza, Turquía flote barcos en primera instancia para demostrar hasta dónde es capaz de llegar y para poner a prueba la determinación del estado sionista a hacer uso de la violencia para seguir aplicando su ilegal bloqueo contra Gaza. Erdogán también ha manifestado su intención de visitar la Franja en cuanto sea posible y ha reprogramado los sistemas de radar de sus F16 para considerar hostiles a los aviones israelíes a los que, hasta ahora, no podría disparar por ser considerados como «amigos» por los programas de identificación originales montados por el ejército gringo en sus F16. Cualquier mínima chispa podría incendiar toda la región.
El primer ministro turco ha condicionado en su intervención en la sede de la Liga Árabe la normalidad en las relaciones con Israel al cumplimiento de tres condiciones: las disculpas por el asalto al Mavi Marmara, el pago de indemnizaciones a las familias de los muertos y heridos en la ación bélica contra la Flotilla de la Libertad y el fin del bloqueo a la Franja de Gaza. Pretende erigirse así en un líder del mundo musulmán, demostrando independencia y determinación para recuperar la dignidad perdida por la muerte de sus compatriotas a manos de Israel en oposición a la caterva de sátrapas que gobiernan los países de Oriente Medio, la mayoría títeres de EEUU y el sionismo.
Justo cuando se las prometían tan felices por la caída de Gadafi y la instauración de otro gobierno al servicio de EEUU, cuando el plan contra Siria está cerca de cumplirse en forma de una nueva guerra civil instigada desde el exterior, un gobierno que parecía seguro se sale del redil y, en cierto modo, parece atraer a Egipto, con quien están planteando maniobras militares conjuntas este mismo año. Es probable que todo sea un conjunto de bravuconadas y no pase de ahí, sin embargo, constituye la prueba más evidente de que, hasta que Israel no se comporte como un estado que respete la legalidad internacional, habrá serios conflictos permanentes en una de las zonas más convulsas de todo el planeta.