Las imágenes fueron electrizantes: cientos de miles de tunecinos y egipcios salieron a las calles para derrocar a los dictadores, después de décadas de represión. Con protestas similares en otros países en el mundo árabe, los comentaristas salieron al aire a pontificar sobre las razones de los levantamientos. La tasa de desempleo juvenil, así como […]
Las imágenes fueron electrizantes: cientos de miles de tunecinos y egipcios salieron a las calles para derrocar a los dictadores, después de décadas de represión. Con protestas similares en otros países en el mundo árabe, los comentaristas salieron al aire a pontificar sobre las razones de los levantamientos. La tasa de desempleo juvenil, así como el estado general de las respectivas economías y – por supuesto – la corrupción. Los «pontificantes» convenientemente ignoraron al elefante en la sala: que la «estabilidad» del Medio Oriente (principalmente para el beneficio de Israel) se produjo a expensas de la libertad del pueblo árabe.
Uno por uno, los gobiernos en el mundo árabe se dieron cuenta y comenzó el proceso de tratar de aplastar el disenso o silenciar su cobertura. Incluso el actual liderazgo palestino parecía responder. Se inició con la renuncia del gobierno. Naturalmente, pronto apareció una cuenta de Facebook con el fin de atraer a seguidores y dar la impresión de que un gobierno no elegido escuchaba las preocupaciones nacionales. Surgieron «protestas» sin sentido destinadas a «formar» en lugar de «tumbar» a un gobierno, Fatah y Hamas anunciaron con orgullo que se reconciliaban porque «hemos escuchado sus preocupaciones», según uno de los miembros de Fatah.
Eso fue hace más de dos meses y, a pesar de los discursos sobre la «reconciliación» las facciones siguen divididas, incapaces de ponerse de acuerdo en cosas tan absurdas como que «gobiernan» bantustanes palestinos convenientemente conocidos como «Zona A». Pero si las protestas fueron dirigidas a poner fin a la división interna, ¿por qué dos meses después de esta declaración orgullosa y cinco meses después de la renuncia del gobierno no hay más protestas exigiendo la reconciliación y la rendición de cuentas? ¿Por qué los líderes palestinos se sienten tan a gusto en no responder? (Incluso la página de Facebook sólo se actualiza con imágenes.) Tal vez sea porque la presión que se ejerció inicialmente sobre estos dictadores se ha desvanecido junto con la cobertura de los medios de comunicación internacionales y la cobertura selectiva de las estaciones de satélite en árabe. Tal vez sea porque se habla de «estatalidad» y «reconocimiento» y «miembros de la ONU» en vez de «reconciliación».
Pero tal vez la respuesta sea aún más profunda: porque no queremos ver a otro gobierno que no es más que otro que va a mantener el «control» sobre nuestra vida, convirtiendo a nuestro país en lo que muchos activistas de derechos humanos llaman un «estado policial» (con la ironía de que no es un estado del todo) con el fin de recaudar más dinero de los donantes. No queremos volver a un proceso de fracaso de las negociaciones o que se conviertan en el mismo tipo de contratación externa (y ahora derrocado) de un régimen que provee a Israel de «seguridad» a costa de nuestra libertad.
No, los palestinos quieren más. Queremos la libertad de un sistema que, durante seis décadas, ha servido para que nos opriman, nos conviertan en refugiados en nuestra propia patria y un grupo de privilegiados viva a costa nuestra. No es un nuevo gobierno que nos «gobierne» lo que estamos buscando, sino una nueva estrategia de liberación. Esto explica la falta de «primavera» en Palestina.
Israel puede sentir un poco cómodo. Se cree que en gran medida ha esquivado la primavera árabe. Y su inmunidad ha elevado su audacia. Sin un gobierno occidental dispuesto a condenar a Israel – es, después de todo, un año electoral en Estados Unidos – Israel revela cada vez más de su racismo. Surgen nuevas leyes de criminalización del boicot, siguen existiendo las viejas leyes racistas, se construyen más asentamientos y se aumenta la exigencia de que Israel sea reconocido como «Estado judío». La lista es interminable, pero mientras que algunos países se intimidan ante la idea de condenar a Israel y otras entidades, Grecia y las compañías aéreas están preparadas para ser utilizadas para llevar a cabo acciones a favor de Israel, la opinión pública ya no está del lado de Israel. Y con esto, Israel pronto verá que la primavera árabe no ha terminado, no ha hecho más que empezar. Ya los gobiernos árabes no van a poder reprimir las demandas democráticas nacionales en aras de mantener el «control» (aunque se seguirá intentando) y pronto, otros no permanecerán en silencio frente al apartheid de Israel. Puede que no sea en la primavera, o incluso en el otoño, pero esa estación se acerca rápidamente.
Diana Buttu es una abogada de derechos humanos palestina y asesora legal del anterior equipo negociador palestino.