Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
«No hay obstáculo alguno para poder cooperar con cualquier autoridad del nuevo gobierno de unidad libanés, a excepción de Hizbollah».
Nicole Shampaine, Departamento de Estado de EEUU, Buró de Asuntos de Oriente Próximo, Egipto y Levante-, 2009.
Beirut: La mañana del primer domingo de diciembre en el Líbano amanecía fría, nublada y lluviosa cuando el nuevo primer ministro de este políticamente exhausto país, Saad Al Hariri, se puso un chándal gris conjuntado con unas deportivas Nike y se unió a cientos de corredores partidarios de Hizbollah, a dos etéreas princesas jordanas y a otras 33.000 personas procedentes de 73 países, así como a miembros de todas las 18 confesiones libanesas, para emprender el maratón anual de Beirut de 42 kilómetros recorrido bajo el lema «Lo primero, la amistad, lo segundo, la competición». A pesar de la climatología, la atmósfera era acogedora porque por todo el Líbano se estaban colgando adornos navideños en las barriadas cristianas, chiíes, sunníes y drusas. Saad decía a los observadores de la carrera que se encontraban en las aceras: «Sé que no voy a ganar pero de todas formas quiero participar. Tenemos que unir al Líbano y el deporte es un acontecimiento muy importante que puede reunirnos a todos», aunque en vez los 42 kilómetros de carrera se decantó por un recorrido de diez. Pero, ¿cuántos políticos en cualquier lugar, acostumbrados a la buena vida, pueden siquiera correr dos kilómetros estos días?
Para muchos libaneses, la franqueza y ética deportiva del nuevo primer ministro simboliza una nueva y prometedora atmósfera en el Grand Serail libanés, también conocido como Palacio del Gobierno, la sede del primer ministro situada a unas cuantas manzanas del Parlamento. Un cambio positivo y bienvenido desde las tensiones de los días de la «ciudad de las tiendas» en 2006-2007, en la plaza de Riad Solh, cuando la oposición y el gobierno de Fouad Siniora, apoyado por la administración Bush, se enfrentaban desde hacía más de un año, separados por el ejército libanés, a la mirada de odio de sus adversarios desde decenas de tiendas de campaña y los de Bush fisgoneaban por detrás de las corridas cortinas de las oficinas.
Al menos en los comunicados de prensa y durante las entrevistas en TV, las facciones políticas del Líbano parecen estar dispuestas y deseando trabajar juntas como ocurrió durante décadas, según informan avezados analistas. Los diputados y los miembros del gabinete del nuevo gobierno de unidad libanés se disponen a ponerse a trabajar por el pueblo del Líbano y sus amigos les desean lo mejor. El patriarca cardenal maronita Nasrallah Sfeir, un personaje intensamente político y anti resistencia, declinó la invitación para participar en el maratón y utilizó su púlpito en la misa de esta mañana temprano para «Dar gracias al Altísimo porque la atmósfera en el Líbano se inclina hacia el entendimiento entre las partes enfrentadas. Confiamos en que este espíritu de entendimiento continúe y que los dirigentes políticos presten atención a la situación de los más desfavorecidos».
Mientras tanto, Ali Fayyad, un carismático miembro del parlamento perteneciente a Hizbollah, expresó el «entusiasmo y la intención de trabajar con todas las partes para mejorar las vidas de todos los libaneses». Pero lo que resulta más alentador para muchos libaneses, aunque disguste a algunos en Washington y Tel Aviv, es que Saad Hariri, del bloque Al-Mustaqbal (Futuro) del 14 de Marzo, que apoyaban EEUU y los saudíes, mantuviera un encuentro el 4 de diciembre en el Beirut Centre House de Hariri y que enfáticamente comprometiera al partido para «hacer de las prioridades de los ciudadanos las del gabinete de unidad nacional». El bloque se alineó también con «los aspectos sociales, económicos y políticos de la declaración política ministerial». Esto pone a la coalición del 14 de Marzo muy próxima a gran parte del contenido del nuevo manifesto político de Hizbollah. «Parece que ahora va a haber votos en el parlamento para llevar a cabo por aquí algunos cambios reales», me dijo el mecánico de mi moto.
Europa está manifestando su apoyo al gobierno de unidad del Líbano, al igual que Irán, Arabia Saudí, Siria y toda la región. Además del Secretario General de Naciones Unidas Ban Kin Moon, prácticamente toda la comunidad internacional, con dos excepciones -los gobiernos de Israel y de EEUU-, apoyan lo mismo.
Por su parte y como era de esperar, Israel viene haciendo gala de su catálogo habitual de amenazas extremas desde que se emitió la declaración política del nuevo gabinete reconociendo la necesidad de las armas de Hizbollah como fuerza disuasoria frente a los ataques israelíes contra el Líbano. A través de los medios de comunicación de su lobby, Israel ha venido amenazando con que «la adopción del esquema de la resistencia por parte del gobierno libanés y la importante influencia de Hizbollah en el escenario político libanés significa que el Líbano se ha declarado responsable de cualquier ataque de Hizbollah, por lo que será más fácil para el ejército israelí ganar una batalla contra un estado que ganarla contra una organización terrorista».
El 2 de diciembre, el ex dirigente adjunto de Israel del frente interno durante la guerra de julio de 2006, Ayal Ben Raufen, advirtió durante una entrevista en la Radio del Ejército israelí que «el gobierno libanés ha legitimado el peligroso aumento del poder político de Hizbollah y, en caso de guerra, Israel tiene ahora una dirección clara: el Líbano».
Quizá a Ben Raufen no le habían asesorado bien desde la tan cacareada Unidad de Derecho Internacional adjunta a las brigadas del ejército israelí, cuya misión es asegurarse que todos los ataques del ejército israelí sigan siendo perfectamente legales –tan legales como en Yenin, Líbano y Gaza-, y que la andanada de amenazas que él y otros oficiales israelíes han estado haciendo contra el Líbano están prohibidas por el Artículo 2 (párrafo 4) de la Carta de las Naciones Unidas que establece: «Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas».
Hasta la fecha, la reacción de Washington proviene principalmente de dos fuentes. La primera y más predecible fue una carta redactada por el AIPAC (Comité de Asuntos Políticos EEUU-Israel) enviada por 31 agentes de Israel de la casa de al lado del Congreso estadounidense. Sus miembros enviaron una carta particularmente obtusa y casi incomprensible a la Secretaria de Estado Hillary Clinton exigiendo a la administración Obama que trabajara para desarmar a Hizbollah amenazando los presupuestos de la UNIFIL y del Líbano.
Se puede leer en una parte de esa carta: «A la luz de las claras violaciones de las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU), preguntamos qué acciones está adoptando la administración para asegurar que se aborden en la ONU». Al parecer, se refieren a la Res. 1701 del CSNU que, según la aritmética contenida en los siete informes de Naciones Unidas sobre su cumplimiento, Israel ha violado más de 1.600 veces, con violaciones casi diarias, la soberanía del Líbano, con incursiones de tropas a través de la frontera y penetrando en su espacio aéreo y sus aguas territoriales. Si esos miembros tenían en mente la Res. 425 del CSNU, aprobada unánimemente en 1978, que exigía que «Israel se retirase inmediatamente de todo el territorio libanés», es verdad que no se ha cumplido aún esa resolución porque las tropas israelíes todavía ocupan territorio libanés, y es dudoso que el lenguaje del AIPAC de «preguntamos qué acciones está adoptando la administración para asegurar que en Naciones Unidas se tratan esas violaciones» se quiera aplicar a las fuerzas israelíes que ocupan el territorio libanés de Ghajar, Kfar Khouba y las Granjas de la Shebaa.
La carta, introducida por los recaderos de carrera israelíes Mark Kirk y Steve Israel también informa a la Casa Blanca de que: «Debemos tratar de apoyar esfuerzos multilaterales más fuertes para desarmar a Hizbollah y limpiar el sur del Líbano de armas iraníes», a pesar del hecho de que los juristas internacionales de la Biblioteca del Servicio de Investigación del Congreso (CRS, por sus siglas en inglés) reconocen que la aceptación por el nuevo gobierno libanés de las armas de la resistencia plantea un debate alrededor de ciertas disposiciones de las Res. 1701 y 1559 del CSNU. Algunos juristas y expertos del CRS han argumentado recientemente que los acuerdos sobre las armas del gobierno de unidad nacional del Líbano constituyen un ejercicio legítimo del derecho del Líbano a la autodefensa y necesidades de disuasión, especialmente teniendo en cuenta las seis décadas de ataques israelíes. Además, como han señalado, el Líbano tiene todos los derechos a recibir ayuda de Irán y de cualquier otro país. Sin duda que esta cuestión va a plantearse cuando el presidente del Líbano, Michel Suleiman, visite al Presidente Obama.
Se produjo otra reacción de Washington inmediatamente después de que Hassan Nasrallah de Hizbollah prometiera cooperar con el nuevo gobierno de unidad nacional como parte del nuevo manifesto político del partido. Nicole Shampaine, nombrada el pasado año por la administración Bush directora del Buró de Asuntos de Oriente Próximo, Egipto y Levante del Departamento de Estado, hizo el siguiente análisis. No se sentía feliz y anunció que EEUU iba a cooperar con el gobierno libanés pero no con los ministros que fueran de Hizbollah. «No hay obstáculos para cooperar con cualquier autoridad del gobierno libanés con la excepción de Hizbollah», dijo Shampaine en una entrevista con el diario beirutí As-Safir.
Shampaine subrayó dos problemas: «Uno, que la declaración de Hizbullah da una prioridad más alta a la cuestión de un estado islámico en el Líbano. Dos, que el nuevo manifesto político de Hizbullah, era un intento de demostrar fortaleza frente a EEUU e Israel». El análisis de Shampaine deja algo en el Líbano colgando sobre sus cabezas. ¿Había leído acaso el documento? ¿O se estaba confundiendo con la «Carta abierta» de 1985 que mencionaba un ideal de república islámica? Ni el manifesto ni Nasrallah habían hecho mención alguna al ideal de una república islámica. ¿De qué hablaba entonces?
El documento de 32 páginas de Hizbollah se centra en el gobierno de unidad y en los programas sociales de Hizbollah para desarrollar una economía equilibrada en todas las regiones del país que se base en la mejora de la producción, en proporcionar servicios adecuados a los ciudadanos, incluyendo la educación, la atención sanitaria, la vivienda y la reducción de la pobreza. Nada acerca de una república islámica. Se supone que la idea de una república islámica es una de las últimas cosas de las que Hizbollah quiere hablar estos días.
El único comentario positivo que ofreció Shampaine en cuanto a la política estadounidense, fue el apoyo de Washington al gobierno de unidad del Primer Ministro Saad Al-Hariri, cuyo pilar principal es Hizbollah y sus aliados políticos en el parlamento y en el gabinete. Washington confía en Al-Hariri y seguirá su iniciativa. Algunos analistas de Beirut se preguntan qué sucederá cuando Al-Hariri reciba a autoridades de EEUU con Hizbollah o con los ministros del gabinete pro-Hizbollah, o en las reuniones en las que estén presentes delegados parlamentarios de Hizbollah.
«¡Tenemos las manos atadas. Nicole [Shampaine] nos ha puesto en una situación apurada!», declaró un integrante del equipo político de la Embajada de EEUU en Beirut el 4 de diciembre. «Tenemos los nombres de 128 parlamentarios y 30 ministros del gabinete, ¿es que vamos a tener que asesorar al embajador con quién puede o no puede reunirse o hablar? ¿Quién es o no de Hizbollah? ¿Quién es simpatizante o no de Hizbollah? Mi trabajo me recuerda el dilema del juez Potter Stewart en 1964 en el caso Jocabellis, cuando el Tribunal Supremo trató de definir lo que era y lo que no era pornografía dura y el frustrado juez acabó encogiéndose de hombros y explicando: ‘Es difícil definirlo pero cuando lo veo sé lo que es’. Así pues, tendré que ver todos esos nombres, sus biografías y las fotos para saber quién es seguidor de Hizbollah cuando vea uno».
En el espíritu de estas fiestas, algunos estadounidenses que viven en Beirut ofrecen los siguientes consejos para ayudar a su embajada en ese proyecto de «Les conoceremos cuando les veamos». Es decir, para apoyar a la actual política estadounidense de husmear de contrabando a los miembros del nuevo gabinete del Líbano.
En primer lugar, lo fácil: si el gobierno estadounidense descubriera que su embajada en Beirut o cualquier funcionario visitante de EEUU tiene alguna razón para discutir algún aspecto de asuntos exteriores con el Líbano, ¡que se olvide! El nuevo ministro de asuntos exteriores del gobierno de unidad del Líbano no es otro que el apreciado ex profesor de la Universidad Libanesa Ali Shami. Es un chií pro-Hizbollah y miembro del Movimiento Amal. De ningún modo los funcionarios estadounidenses van a poder hablar o reunirse con Shami. Quizá los suizos lo hagan por nosotros.
En cuanto a determinadas cuestiones que tienen que ver con los puestos de estado del gabinete del gobierno de unidad, que se encarga de los asuntos de la reforma administrativa en la que la Casa Blanca ha manifestado tener interés, ni siquiera piensen en discutirlos. El nuevo ministro del gabinete es el muy respetado Mohamed Fneish. Tiene el terrible record de haber sido elegido para el parlamento de entre las filas de Hizbollah en 1992, 1996, 2000 y 2005. También desempeñó el puesto de ministro de trabajo y ministro de energía en anteriores gobiernos. Es uno de esos tipos duros y leales.
¿Y los asuntos relativos a la agricultura y a los proyectos de USAID [Agencia EEUU para el Desarrollo Internacional] que deberían discutirse con el ministro de agricultura? ¡Ni de broma! Ese puesto ministerial está ocupado por Hussein Hajj Hassan, de Hizbollah, que fue elegido para el parlamento en 1996, 2000 y 2005 en la lista de candidatos de HIzbollah. Aunque se considera a Hassan un experto en agricultura, que ha dirigido el Comité de Agricultura en el Parlamento entre 2000 y 2005, con las nuevas directrices de EEUU anunciadas por Shampaine, que se olviden de reunirse o comunicarse con él.
¿Y los esfuerzos conjuntos Líbano-EEUU sobre la gripe H1N1, el SIDA y otros asuntos sanitarios? Por encima de su cadáver, porque el nuevo ministro de sanidad no es otro que Mohamed Jawad Khalifeh, director de la Asociación Libanesa de Donantes de órganos y ex director de cirugía general en el Centro Médico de la Universidad Americana de Beirut. ¿Su problema? Khalifeh, un musulmán chií, es miembro del Movimiento Amal alineado con Hizbollah en la Resistencia Nacional Libanesa.
¿Y los temas del Ministerio para la Juventud y Deportes que hay que discutir? ¡Nada! El nuevo ministro del gobierno de unidad es el cirujano Ali Abdullah. En primer lugar, trabaja en el Hospital Rayyak, en la zona de Hizbollah de la Bekaa y es chií. Desempeñó la cartera de Juventud y Deportes desde 2003 y, aunque es independiente, la Embajada de EEUU no debe correr riesgos con él. Obviamente, tiene demasiados pacientes, vecinos y amigos equivocados, y quizá hasta parientes.
Los casos ligeramente más difíciles que requieren el veto firme de la CIA y otras agencias de seguridad son los nuevos ministros del gobierno de unidad Ghazi Aridi (Obras Públicas), Akram Chelayab (Personas Desplazadas) y Wael Abu Fasour (Estado). El problema con estos tres es que son drusos y todos ellos miembros del Partido Socialista Progresista de Walid Jumblatt, y todo el mundo sabe en el Departamento de Estado cómo esos ingratos han abandonado el barco y ahora se sienten muy a gusto con la resistencia dirigida por Hizbollah. Seguramente que la embajada de EEUU ha leído lo que Jumblatt ha estado diciendo acerca de que Israel es el único enemigo del Líbano, mientras que la embajada sabe bien que Israel es el único amigo de EEUU estos días. Esos tres son seguros sospechosos y, bajo la Doctrina Shampaine, es mejor ignorarles.
Hay un ministro, Elias El-Murr, que ocupa el puesto de Ministro de Defensa, que podría pasar el estándar de «cualquiera menos Hizbollah». Murr, hijo de Michel, largo tiempo parlamentario, es un independiente greco-ortodoxo y ha encabeza con anterioridad el ministerio del interior. No forma parte del bloque cristiano «sospechoso» que encabeza Michel Aoun, que está aliado con Hizbollah. El único problema de mantener discusiones con el ministro de defensa es que no hay mucho de qué hablar. Todo el mundo es consciente de que sin «luz verde» de Israel, muy poca ayuda va a llegar en cuanto al equipamiento militar -botas y cordones incluidos- por parte del agregado militar estadounidense. Entonces, en el caso del ministro de defensa, no es quién sino qué el problema para las relaciones entre EEUU y el Líbano.
De los restantes miembros del gabinete, casi todos han mostrado signos de estar abiertos al diálogo con Hizbollah sobre la base del respeto mutuo y están deseando solucionar los graves problemas sociales, políticos y económicos del Líbano. La mayoría ha expresado también su apoyo a que se garanticen los derechos civiles de los refugiados palestinos, que todavía esperan volver a su patria.
Como los días de Navidad están a la vuelta de la esquina, no está claro quién exactamente de la administración Obama va a poder entablar conversaciones aquí en el Líbano. Según un miembro de su embajada: «Para eso es para lo que los contribuyentes estadounidenses pagan a su Embajada en Beirut y al Departamento de Estado, para que les represente».