Artículos de John Brown, Bernardo Pérez Andreo, Miguel Álvarez, Xoán Hermida y Toni Pizà
Podemos. Efectos, sin ilusiones
John Brown
De momento, una de las virtudes de Podemos es que está perturbando tanto a quienes solo creen en la representación como a quienes la niegan y la consideran mera ilusión. Da la impresión de que el tinglado de la antigua farsa se tambalea, pero esa sacudida muestra que existen sus maderas, sus cortinas, sus muñecos y decorados. Este pequeño seismo es buena señal, pues se está incidiendo en un punto que la concepción idealista de la política se niega a reconocer: que la ilusión tiene siempre una base material, que la representación, aun siendo un efecto imaginario, no deja de ser un efecto de causas materiales, una realidad con condiciones de existencia precisas y determinables.
Spinoza, Freud y Marx nos han enseñado que la ideología y sus representaciones no son meras fantasías que se puedan simplemente desechar, sino efectos de causas materiales, efectos que, al igual que toda realidad, producen a su vez nuevos efectos. Yo no veo el sol como una moneda de oro porque me equivoque al juzgar sobre su dimensión, sino porque la relación entre el sol y mi cuerpo -más concretamente mis ojos- es la que es y no otra. Solo una demostración física me permitiría saber cuál es el diámetro real del sol y qué distancia me separa efectivamente de él. Incurro en una ilusión óptica, pero esa ilusión inmediata es físicamente necesaria, pues la relación que causa la ilusión, la que existe entre el sol y mi cuerpo es perfectamente real.
Lo mismo puede decirse del Estado y de la representación, pues el modo en que los aparatos de Estado -que no son sino dispositivos compuestos de cuerpos- normalizan nuestra individualidad, doman nuestros cuerpos y nos inculcan los significantes que reproducen el orden existente es perfectamente análogo al efecto físico -de marcado- que produce el astro solar sobre mi cuerpo. Así, en una sociedad de mercado, creeré firmemente que las mercancías «valen», que yo soy «libre» de contratar, que, como ciudadano libre soy representado por el Estado y sus poderes y debo someterme a las distintas instituciones «legítimas» para que actúen en mi nombre y me protejan de otros individuos potencialmente peligrosos -todos los demás, en la práctica- a los que solo me vincula la competencia en el mercado. Todo esto lo creo y actúo en función de ello, en la medida en que un determinado orden social dominante -hoy, aquí, el capitalismo- se reproduce reproduciéndome a mí mismo como sujeto, inscribiendo y reescribiendo en mi cuerpo los significantes que, en su combinación como ideología dominante, determinan mi obediencia. El poder no es otra cosa que esa relación social que determina al súbdito a la obediencia. Es ciertamente una relación, que puede revertirse, neutralizarse o desaparecer y que solo se efectúa tendencialmente pues siempre encuentra alguna resistencia. Mientras sigue efectuándose tendencialmente -contra las resistencias que limitan su eficacia- la relación social dominante, el poder se reproduce, pero esto como toda realidad depende de condiciones concretas y complejas de existencia.
Lo interesante del experimento que la iniciativa Podemos ha puesto en marcha es que las dos almas del socialismo, la anarquista y la socialdemócrata/comunista revelan en sus reacciones de incomprensión su profunda comunión, su fe compartida en la existencia del Estado como realidad sustancial que hay que destruir u ocupar/tomar, sin pensar que ese poder que creemos tener ante nosotros es una relación en la que participamos y que nos atraviesa o, mejor aún, nos constituye como sujetos. Ciertamente es, como hemos visto, una relación que produce efectos imaginarios/ideológicos, pero como relación es perfectamente real y se basa en el funcionamiento sobre nuestros cuerpos de aparatos rigurosamente materiales. Hay quien afirma desde una idea anarquista que el poder nos es ajeno y enemigo y que, como ajeno y enemigo, tenemos que destruirlo. El problema es que ese poder es inasible y, por mucho que se destruya a sus agentes y sus símbolos, seguirá ahí, como siguieron en su sitio los zares y los nobles en Rusia a pesar de los atentados de Zemlya i Volya. Ninguna relación de la que formamos parte se destruye desde fuera. Por otra parte, quienes, como los socialdemócratas y los leninistas más ingenuos creen posible «tomar el poder» no piensan ciertamente en destruirlo, pero al igual que los anarquistas, lo piensan como sustancia y no como relación, como realidad trascendente y no inmanente a nuestros cuerpos, a nuestras vidas. El poder ni se toma ni se destruye. Solo la subversión interna del poder mediante la resistencia y la constitución de nuevas relaciones materiales permite un cambio real. Este cambio real se basa en el juego de dos tiempos que no están previamente articulados entre sí, pues no corresponden al mismo orden de realidad. Hay un tiempo lento de los cuerpos y de sus relaciones y un tiempo de la ilusión, un tiempo propio de la relación de poder y de sus efectos imaginarios: es el tiempo -que puede ser vertiginoso- de la caida de los imperios y de las revoluciones. Hay un tiempo lento del despliegue de la potencia social y otro tiempo discontinuo y marcado por cortes ( coupures diría Althusser…) que está asociado a las crisis de hegemonía, a los puntos de equilibrio precario o a los estados que la física denomina «metaestables» en que un equilibrio puede cambiar inesperadamente por una causa insignificante. Es el tiempo rápido y casi fulminante de la coyuntura.
No es este el único tiempo, pero es también un tiempo real y efectivo. Hay que saber jugar en ese terreno, aunque hay que hacerlo evitando entificar la representación. No es fácil evitar esta entificación, no es fácil darse cuenta de que el poder, el Estado, el mercado, el capitalismo, etc, no son entidades trascendentes ni extraterrestres, sino las relaciones en cuyo marco vivimos. Son, si no nuestras creaciones, nuestros productos. La ilusión de que hay algo más que esa relación es inevitable, es necesaria, tan necesaria como ver el sol como una moneda. Se puede actuar en este terreno, interviniendo en los mecanismos que reproducen la ilusión con aparatos propios. Actuando en este terreno es posible obtener resultados, pero nada está garantizado: tal vez una candidatura mediatizada y encabezada por un figurón tenga en un estado de saturación como el actual efectos de desbordamiento democrático imprevisibles, tal vez.
Esta aceleración de los tiempos mediante el recurso a la representación -en todos los sentidos de la palabra- e incluso al espectáculo, será, sin duda, un procedimiento impuro, insuficientemente kasher o hallal para ciertas concepciones del 15M cercanas al dogma de la Inmaculada y Pacífica Insurrección, pero ni la historia ni la política funcionan mediante ningún tipo de pureza. Para deshacer el mal sueño de que una banda de cleptócratas desalmados nos están gobernando, hay que actuar sobre la materia misma de la que están hechos los sueños, los significantes que los constituyen como escena o relato. Podemos actúa ya de múltiples maneras en este cambio de escenas o de relatos creando guiones que inciden en la potencia colectiva, que rescatan la democracia frente a un régimen de partidos (partitocracia) heredado de la Transición en el que se inscribieron sin remilgos las grandes formaciones de la izquierda, que deshacen la «evidencia» de que toda deuda debe pagarse. Hoy la victoria electoral inesperada de un nuevo actor de la izquierda puede tener efectos equivalentes a los del tiempo rápido de la política que, a principios del XX, podía representar la huelga general para los anarquistas o para Rosa Luxemburgo (cf. América Latina). Podemos, significa, «podemos ser lo imprevisible», lo que Lucrecio llamaba el clinamen, esa ínfima desviación enteramente incalculable de algunos átomos respecto de su curso regular que da lugar al encuentro de los átomos entre sí, a su choque y a su combinación en cuerpos, que a suvez da lugar… al surgimiento de nuevos mundos.
La intervención en el tiempo rápido de la representación es, pues, indispensable, aunque sea para disipar, mediante un gobierno menos hostil y más capaz de reconocer la correlación de fuerzas en que se basa su poder, la ilusión de impotencia general y el fatalismo que reproduce el orden existente. Echar al mal gobierno del teatrillo de la representación no es el comienzo ni el final de nada, sino un paso más hacia la conquista de la democracia. De todas formas, detrás de estas ilusiones y de las bambalinas del poder representativo, sigue su curso el tiempo lento de la resistencia al orden capitalista y del desarrollo de la potencia social de los comunes, que algunos llamamos -por motivos no solo sentimentales y al margen de todo régimen político que se haya apropiado este término- «comunismo».
Blog del autor: http://iohannesmaurus.blogspot.be/
«Podemos»: el fantasma de la impotencia
Bernardo Pérez Andreo
Allá por octubre de 2012, hace casi un siglo, escribía en este espacio que el nuevo fantasma que recorría Europa era, no el del comunismo, sino el de la impotencia. Y decía entonces, hace casi un milenio, que la inoperancia más burda y la desidia mortal se habían apropiado de nuestras conciencias, tornando imposible cualquier atisbo de respuesta ante el ataque más bárbaro cometido nunca contra los pueblos del occidente civilizado. Sin embargo, razonaba en el eón pasado, había algún indicio de que el paciente mantenía las constantes vitales y que, con alguna terapia de shock quizás podríamos recuperarlo. Creo que no iba mal encaminado. Hoy es probable que aquellos razonamientos antediluvianos puedan empezar a tomar realidad en la única realidad real, no en la de aquellos que se dedican a predicar la jauja de todas las soluciones a los cuatro vientos. Como la crisis no ha terminado, ni nunca terminará, pues se trata de un vector estructural de la forma de vida sobre la Tierra, todavía queda tiempo, quizás lo único que nos queda antes del fin, para empezar a ver que sí, que efectivamente podemos, siempre que queramos, como tan finamente añade Alba Rico a la iniciativa liderada por Pablo Iglesias Turrión.
No es por aquello de «ya lo decía yo», pero es que ya lo decía yo; estamos necesitados de una nueva conciencia que nos permita creer, sí creer, que podemos cambiar las cosas, que lo que vivimos es fruto de una estructura en la que participamos y que solo con nuestro consentimiento, tácito o no, se puede llevar a cabo. Que los poderosos lo sean no es fruto de una fatalidad histórica, tampoco de una circunstancia meteorológica; los poderosos han sido constituidos como tales gracias al consentimiento de los gobernados, de los expoliados, de los sometidos, de los exclaustrados de sus conciencias. Los poderosos lo son porque muchos han dejado que les arrebaten su poder. Los poderosos son empoderados. Solo hay poderosos porque se lo consentimos, por una pura y simple dejación de funciones de la dignidad humana. En puridad matemática, nosotros somos más y somos mejores, pero ellos han conseguido que creamos que ellos son los mejores, los buenos, los que todo lo merecen. Nosotros les hemos puesto ahí y nosotros los quitaremos de ahí, es nuestra obligación.
Así lo pensé entonces y por eso edité junto con Pedro Amorós De la indignación a la rebeldía. Reconstruyendo las propuestas de salida, Irreverentes, Madrid 2013. Es una obra que cuenta con 18 artículos de otros tantos pensadores de estos momentos, gentes que han visto el problema y que identifican algunas maneras de hacer despertar, de ayudar a parir la verdad que fluye en nosotros, pero que no encuentra el cauce adecuado para llegar hasta las estructuras neuronales donde se fraguan las ideas que mueven el mundo. Desde Galeano a Taibo, pasando por Alba Rico, Anguita, Fernández-Savater, Critchley, Beauvois, Zizek o Majfud, hacen su propuesta de comprensión de lo que vivimos y de sus posibles salidas. Estos y otros más que no he citado, participamos en un volumen colectivo que quería generar los espacios de pensamiento que nos permitan sentir que, efectivamente, podemos, si queremos. Y entonces llegó la propuesta.
Liderados por el profesor de Ciencia Política de la Complutense, Pablo Iglesias, llega una plataforma de personas, de ciudadanos, de gentes dueñas de sus conciencias que pretenden abrir una ventana para una oportunidad. Podemos no es una partido político, se postula como una herramienta, un nuevo discurso del método para perplejos, una guía de almas descarriadas que nos permita volver a creer en nuestras posibilidades, sentir que el mundo es razonable, que la realidad puede ser amable, que nuestras vidas valen y mucho. Podemos pretende que la partitocracia deje paso a la democracia real en la que los ciudadanos decidimos quiénes y cómo nos representan, sin pasar por el cedazo de las cúpulas corruptas de los aparatos orgánicos. Se trata, en suma, de recuperar la democracia, esa que los poderosos han secuestrado con nuestra anuencia y nuestro constante acato de las leyes aplicadas arbitrariamente. La democracia no es votar, pero en esta democracia hay que ganar las elecciones para cambiar las estructuras y eso es lo que pretende Podemos, ganar las elecciones con métodos democráticos para modificar democráticamente la estructura política. La simple lectura de su manifiesto debería hacer que todo el mundo que se llama demócrata lo suscriba. No es nada más que el simple sentido común democrático: poner los derechos por delante de los beneficios, primar el bien común frente al lucro privado. Eso y nada más que eso sería suficiente para que cualquier partido lo apoye, pero no lo harán porque es la muerte de los partidos tal y como los conocemos y el nacimiento de una verdadera ciudadanía adulta, madura y responsable de su propia existencia.
Sin embargo, nada les he oído ni leído sobre lo que es realmente urgente y necesario: acabar con el capitalismo, verdadero cáncer de la humanidad. Quizás porque no quieren «asustar» a nadie, o perder demasiado tiempo en discusiones vacuas sobre el comunismo y sus crímenes, pero eso deberían decirlo claro, porque si nos organizamos no es para que los poderosos sigan siéndolo, o para que los botines de turno mantengan sus fortunas en paraísos monetarios. No, si nos organizamos es para acabar con todo eso y construir una realidad social donde todos los seres humanos podamos vivir con la dignidad propia de lo humano, sin tener que mendigar pan, casa o trabajo.
Sé que se definen como una «herramienta» y que por definición una herramienta es algo ambiguo; un arma puede servir para matar o para proteger. Pero, también es cierto que lo importante de la herramienta es el brazo que la empuña, la cabeza que la guía y el corazón que la impulsa y necesitamos que ese corazón sea valiente y esa cabeza despierta para contemplar el verdadero mal que nos aqueja. Sí, claro que podemos, pero como bien dice Alba Rico, ¿queremos? No hay que engañarse, es muy difícil, pero no hacer nada es, directamente, el suicidio, moral y físico.
Blog del autor: http://bernardoperezandreo.blogspot.com.es/
Mover ficha desde abajo. Apoyos críticos al Podemos de Pablo Iglesias
Miguel Álvarez
No nos queda otra. ¿Cómo no vamos a dar nuestro apoyo a esta candidatura? Lo ha dicho Santiago Alba Rico muy bien: puede que no nos sintamos cómodos dando nuestro apoyo al proyecto Podemos , pero hay que hacerlo. La degeneración de nuestras condiciones de vida está desbocada, y la izquierda es incapaz de organizarse más democráticamente y sin prisas. No tenemos Alternativas, y mucho menos construidas Desde Abajo. ¿O sí?
Refundarse entre escombros: ceremonia habitual de las izquierdas
Esta reflexión pretende contribuir al debate sobre la presentación de Podemos, una herramienta política que por motivos que ahora veremos, muchos vamos a sentir como nuestra, si bien puede que no terminemos de identificarnos con ella. Entre otras razones, porque hasta el momento hemos podido aportar poco más que dinero y un DNI. Se trata de compartir unas dudas razonables. Pero antes, es ineludible una breve lectura del contexto en que se pone en marcha este tren.
Hace siete meses Izquierda Anticapitalista lanzó el proyecto de construcción de Alternativas Desde Abajo (AdA). Leyendo bien el zeitgeist político, IA supo imprimirle desde el principio un funcionamiento realmente abierto y asambleario. Esto lo diferenciaba de anteriores intentonas. Sin embargo, la ceremonia me recordó una ceremonia similar. Hace seis años se fundaba en el mismo instituto en que nació AdA, y con idéntico aforo, el Frente de Izquierdas de Madrid . El encuentro aglutinó una docena de escisiones de la esclerotizada casa común, más un buen ramillete de desperdigados que acudíamos por interés personal. Recibió, por cierto, el apoyo de Santiago Alba Rico, quien calificó la propuesta de «enormemente necesaria».
Fue un momento esperanzador, surgido desde abajo. Las bases presionaron sobre las cúpulas, y se rozó una organización interescolástica que permitiera salir de la «sopa de siglas». Empezábamos además a recoger los frutos de un verdadero debate interno . Surgió desde abajo , sí. Pero cuando los partidillos tuertos vieron amenazado su reinato entre los ciegos, lo liquidaron desde arriba . Prefirieron retirarse a continuar la custodia del catecismo, antes que compartir el control del chiringuito con tanto heterodoxo. Ojalá hayamos aprendido y no tropecemos en las mismas piedras. Decepciones como esta mandaron a valiosísimos militantes a casa. Otros, sin ganas de mancillar la pureza de ninguna organización, nos refugiamos en esas otras congregaciones menos puras que generosamente llamamos los movimientos sociales.
De las plazas al congreso: saltar el abismo
Tres años después, fue el 15M. Una explosión de alegre rebeldía, de rabia digna, de heterogeneidad y de una dulce ingenuidad omnipotente. Altermundialismo manchado de barrio. Los átomos sin molécula, lo menos puro de cada familia, volvimos a encontrarnos, pero esta vez rodeados de caras nuevas ¡y sonrientes! La intelectual, el facha, la hippie, estalinistas impenitentes y troskos recalcitrantes, neoliberales con cresta, reformistas enardecidos, anarkoterkas, famosetes y aspirantes, y sobre todo gente sencilla, todas juntas en las plazas, respetándose y pidiendo turno para desahogarse o discutir ideas. Por fin tuvimos un debate rico y variado, quizá demasiado, mientras nuestra foto daba la vuelta al mundo. La confusión inicial sedimentaba en un común denominador: democracia radical contra la dictadura financiera. Durante meses nos tuvimos que pellizcar cada sábado. Costaba creerlo.
Sin embargo, el Régimen aprendió a cerrar sus orejas con más fuerza que nunca, y siguió afilando el hacha de recortar derechos al ritmo de la banca. La rabia de las plazas se preñó de tribunales ciudadanos, redes de apoyo, medios propios, centros sociales y mareas de colores. Micromundos en los que pueda vivir la resistencia. Fuimos poco a poco desalojados de las portadas e incluso de las plazas, pero hemos seguido llenando las calles de huelgas, escraches, batas blancas, bufandas verdes, heridos, detenidas y multas. Lo hacemos lo mejor que sabemos, pero no conseguimos evitar que la casta corrupta al mando de este caos pise a fondo el acelerador de la máquina de saquear, rumbo firme al subdesarrollo.
Ante esa impotencia, y ante tan firme rumbo, hacía falta parir alternativas políticas. Está muy bien construir micromundos nuevos en los que vivir conspirando, pero para pasar al nivel macro urge asaltar la cabina de mando. Esto resulta cada vez más evidente para neoactivistas de todo el mundo. Vivimos un segundo despertar, y las poses de pureza radical no ayudan en esta tarea.
Probar algo nuevo: promiscuidad y democracia
Con este espíritu surgió Alternativas desde Abajo, una apuesta por vincular la heterogeneidad asamblearia con La Política en mayúsculas. Una intervención política sedienta de eficacia para frenar la escalada de paro, emigración, miseria y recorte de derechos. Un activismo más interesado por impedir el sufrimiento ajeno que por mantener inmaculada su imagen. Salir de la insignificancia, como diría Carlos Gutiérrez -cuyo análisis recomiendo-, pero no como conejo de una chistera: sino con la dignidad y arraigo social que solo la democracia de base puede aportar. Especialmente allí donde hay mucho que consensuar porque se parte de la diversidad ideológica. Desesperados tras eternas discusiones identitarias y metodológicas en los rescoldos del 15M, muchos asomamos la nariz por AdA. Y nos gustó lo que vimos. Vimos esa promiscuidad ideológica, cultural y generacional que caracterizó al 15M, y vimos una idea que tenía dos patas.
La primera pata, en positivo: recoger las enseñanzas de la marea quincemayista. Aplicar el potencial democratizador de las nuevas tecnologías. Reivindicar la inteligencia colectiva, las metodologías participativas y una horizontalidad organizada. Nuevos lenguajes y estéticas para salir del armario antisistema con alegre desobediencia, llevando el activismo a todas las esferas de vida sin perder el horizonte político. Etcétera. Un etcétera muy largo, difícil de resumir, equivalente a tres años de práctica cotidiana. Pero un etcétera imprescindible para acometer la tarea de renovar las izquierdas, cuyo conocimiento acumulado quedó opacado bajo una gruesa capa de polvo cuidadosamente conservada. Queremos superar en un mismo movimiento el adanismo del 15M y el inmovilismo de las izquierdas «serias», recuperando los aciertos de ambos.
La segunda pata, en negativo: evitar repetir los errores que terminaron por vaciar las plazas de vecinas para dejar en intimidad a las «militantes». Aprender de la experiencia para alzarnos sobre ella. Tiremos el agua sucia, pero conservemos al bebé: evitando estancarnos en debates identitarios, generando mecanismos efectivos de coordinación y planificación a medio plazo. Démonos responsabilidades y portavocías revocables, en vez de abandonarnos a los antidemocráticos liderazgos naturales. Transmitamos a los neopolitizados lo mejor, lo más útil, que las luchas obreras del siglo XX puedan enseñarnos. Y a quienes desperdician su memoria histórica enrocándose en lenguajes desfasados, conectémosles con el pulso de los tiempos. Reconstruyamos el hilo intergeneracional de las luchas.
Es una propuesta con carácter de urgencia. Queremos ser punto de encuentro impuro, mixto, pero con máxima coherencia entre objetivos, discurso y práctica cotidiana. Estamos convencidas de que esta es ya una exigencia insoslayable, que marcará cualquier futuro éxito en el avance de las sociedades europeas. Esto es algo que todo el espectro político ha entendido. No hay más que ver el giro retórico hacia la participación al que todos se han apuntado. PSOE, IU, Equo, PartidoX, todo el mundo habla de primarias y busca la forma de vincularse a la marca 15M. Pero el desencantado votante del siglo XXI ha aprendido a leer las prácticas, no lee los comunicados, y sabe que entre retórica y acción puede mediar una distancia fundamental. Nuestra propuesta es extinguir esa distancia y confiar en la inteligencia colectiva.
En varios encuentros regionales, estatales y locales, venimos construyendo lenta y democráticamente nuestro Caballo de Troya : en el horizonte lejano, mucho más allá de las europeas, el asalto a las instituciones. Vamos despacio, vamos lejos. Queremos recuperar definitivamente el control de nuestras vidas, torcer la Historia, arrancar la soberanía de las garras del mercado y entregarla a las plazas, hogares y centros de trabajo. No es poca cosa. Asumimos la paradójica pero urgente necesidad de luchar contra y desde la política institucional, no para gestionar mejor la estafa, sino para abolirla. La hoja de ruta es potencialmente muy compatible con los ritmos de podemos, está por ver si también con sus métodos. Una línea que puede resultar nueva en Madrid, pero otras izquierdas vienen levantando proyectos similares con bastante éxito en varios territorios alejados de la capital del reino.
La irrupción de Podemos. ¿Qué hacemos con AdA?
En estas estábamos, preparando la asamblea regional de Madrid a fin de mes, el encuentro estatal de febrero junto a las compañeras de 3DAragón, un taller sobre articulación de luchas diversas para el próximo Foro Social Mundial, propuestas para acoger las Marchas de la Dignidad en Marzo, etc. cuando de repente un día desayunamos viendo en la tele al responsable de organización de Izquierda Anticapitalista, militante entregado donde los haya, como responsable de organización de un nuevo proyecto político «abierto y participativo, desde abajo». Los ojos como platos.
Podemos , se llama la cosa. La estética es chula. El discurso, para quien sepa leer, satisface. Y tiene la firma de algunas de nuestras mejores intelectuales (Alba Rico, Fernández-Liria, Pastor, Medialdea, Errejón, Bescansa, Monedero…), de viejos amigos y conocidos. También hay caras que hemos visto en asambleas, que sabemos tienen callo de patear barrios y mareas, gente muy válida y honesta. No son políticas al uso: les hemos visto parando deshaucios, hemos recaudado para sus multas y les hemos esperado a la salida del calabozo. Vienen todos bajo el enganche mediático de la mágica retórica de Pablo, otro viejo conocido de la adolescencia. Una fórmula potente, sin duda, muy digna de apoyo, huérfanos y desesperados como estamos . Pero apoyar no significa, en esta tesitura, dejar de hacer crítica en público. Espero sea constructiva, no lo tengo claro. Más bien son dudas, que pretenden alimentar un debate urgente.
En primer lugar -y con ganas de expresarla en la asamblea estatal de febrero- nos queda la sorpresa de que una misma organización lance, en el curso de 6 meses, dos proyectos que se dicen horizontales, participativos, «desde abajo» y con miras electorales. Sorpresa multiplicada por el hecho de que las formas sean tan distintas, por no decir opuestas, y de que el primer proyecto se entere del segundo por TV. Claro está que IA no tiene ninguna obligación de informar de sus planes a quienes no integramos sus filas. Faltaría más. Está en su derecho de priorizar la exclusiva para los medios, tratando quizá de aprovechar el efecto sorpresa. Seguro hay buenos motivos para evitar las filtraciones en la llamada «operación coleta«, como por ejemplo que pudieran arruinar delicadas negociaciones. Sin embargo, como compañeros de barco desinformados, no podemos evitar acumular interrogantes.
¿Tiene IA infraestructura y fuerza suficiente para ponerse al servicio de ambos proyectos simultáneamente? ¿Tiene esa intención? ¿O la estrategia consiste en levantar golems y esperar que anden solos? ¿Acaso da IA por fallida y finiquitada la aventura AdA? En ese caso hubiera estado bien saberlo. En el mejor de los supuestos, IA estaría poniendo los huevos de las europeas en una cesta y los de las municipales en otra. No parece mala idea, pero son cestas demasiado diferentes, quizá incompatibles, y habría que ver si faltan manos para cargarlas.
Debemos suponer un error de cálculo, antes que hacer caso a las malas lenguas. Dicen que dicen, que AdA era una forma de hacer músculo desde IA, para negociar en condiciones de igualdad ante IU, Equo, PartidoX o Pablo. Esas lenguas viperinas se acallan con transparencia, y con una buena estrategia de comunicación, externa e interna. Era de prever que el levantamiento simultáneo de procesos paralelos estructurados en nodos territoriales -en los que ninguna otra organización se ha implicado como base militante- plantearía e s tos y otros interrogantes complejos.
¿Qué hacemos ahora con AdA? Podemos tendrá inicialmente cierto impacto mediático, y por tanto más capacidad de influencia y mejor perspectiva de éxito inmediato. Los activistas nos preguntamos ahora si llegarán las fuerzas para enrolarnos en una doble militancia en los futuros grupos de base de Podemos. Quizá sea mejor seguir haciendo camino desapercibidamente en AdA y dejar que otras personas suban a ese tren, pero ¿seguro que somos tantos como para dividirnos? ¿Se nos considerará desde Podemos interlocutores en algún sentido? Debería ser así, sin embargo no ha habido ninguna reunión, y no recuerdo menciones a nuestro proyecto, como ha sucedido con los demás espacios de izquierdas. ¿Tan insignificantes somos? ¿O hubo reuniones a puerta cerrada? ¿Dónde se cortarán los bacalaos de las futuras unidades de la izquierda? ¿Dónde hay que apuntarse para poder aportar algo?
Una vez más, caemos en la trampa del electoralismo queriendo pasar de cero a cien en un segundo. Pareciera que el objetivo era mover ficha urgentemente, da igual cuál y cómo. Invocando a la participación y a la unidad, se ha vuelto a dejar a mucha gente fuera. El espectro político de las izquierdas desheredadas es amplio y diverso, y la escenificación de nuestra división parece de nuevo inevitable.
Encontramos en Podemos una estética cuidada, un lema de demostrada eficacia ( yes we can) , unas cabezas visibles muy lúcidas, líneas programáticas bien apuntadas, una política de relaciones audaz, y una hoja de ruta definida. Suponemos que todo ello se ha debatido en grupos de afinidad. Está bien, nada que objetar. Pero entonces ¿A qué proceso de construcción «desde abajo, abierto y participativo» se nos convoca exactamente? ¿Qué es lo que vamos a elaborar desde abajo ? ¿El cartel que nos toca pegar para la campaña? Ahora tocaría a los de abajo construir el arraigo que el paracaidismo no aporta, y seguir poniendo la cara en cada barrio ante las asambleas. Pero es que ahora nos cuesta mucho más defender ambos proyectos.
Es evidente que hay algo de desahogo emocional en mi análisis. Disculpen ciertas ironías. Espero se entienda la decepción que para algunos ha significado esta aparición por sorpresa. Ha sido un duro golpe para AdA, el único proyecto político abierto asambleario y no elitista con los pies asentados en las asambleas y la mirada en los centros de poder. En las listas de correo internas se ha producido un agrio debate seguido de una cascada de abandonos tras la famosa rueda de prensa. No digo que haya perfidia o conspiración en la estrategia. Supongo que se trata de una nueva forma de adanismo y de un pragmatismo desesperado.
El problema no son los contenidos, que podríamos compartir. Son las formas. Cuando la dirección de IU o el rojerío enemigo actuaba así, se ponía con razón el grito en el cielo. La crítica que destacados miembros de Podemos han hecho a la operación Democracia y Punto del PartidoX, señala precisamente lo difícil que resulta acceder a la toma de decisiones: el «núcleo» duro selecciona desde arriba a los militantes más preparados. Pero cuando uno se siente imbuido de legitimidad revolucionaria, entonces puede perder las formas y reproducir los vicios ajenos en pro de un objetivo legítimo: sobrevivir, no renunciar a hacer historia.
Una lección de nuestro tiempo: las formas también son política
Sin embargo, si algo nos ha enseñado la apabullante aceptación popular recibida por el 15M, si algo deberíamos haber re-aprendido ahora más que nunca, es que las formas son más importantes que las declaraciones, porque la forma es contenido . «Contenido sedimentado», diría Adorno. Son el resultado de nuestra esencia – el medio es el mensaje, para decirlo con McLuhan-. Las formas de hacer política son Políticas en sí mismas, y esto es algo que hoy todo el mundo siente, trasciende la barrera del mundo académico.
¿Qué hay entonces de esa construcción desde abajo que conjuramos? ¿Es una mera retórica estratégica? Resulta que algunos nos la hemos creído, y nos parece arriesgadísimo abandonarla para tomar el primer atajo aparente. Las trabajadoras, la ciudadanía, el electorado, como se quiera llamar a esta multitud, está ya harta de tutela odiosa. Relegados al rol de adivinar la marca que represente al mal menor, nos sabemos rehenes del chantaje del voto útil con que las estrellas de la política elaboran su estrategia. Esto lo saben bien los autores de Podemos , por eso saltan al ruedo. Pablo es muy consciente de su condición de herramienta de lucha, y sin embargo la formación comienza su andadura apresuradamente, repitiendo como un tic los vicios de la vieja política, del periodo pretuiteriense.
Por más que proclamemos nuestro apoyo, flaco favor haríamos al proyecto silenciando estas críticas y estas dudas. La diferencia entre invocar ritualmente al 15M y haber aprehendido la experiencia, radica en asimilar que las asambleas no quieren llegar a plato puesto, por muy buenos que sean los cocineros. Queremos decidir colectivamente el menú. En la sociedad del voto digital, de las filtraciones en wikileaks, los correos de Blesa y el mumble , las redes digitales no habrán operado el cambio de base económico que algunos preconizaban, pero sí han ejercido un brutal impacto cultural al abolir la unidireccionalidad de los flujos de información. No hace falta caer en el tecnoptimismo para dar cuenta de las transformaciones en curso. En la Europa del siglo XXI, no habrá transformación profunda deseable sin la inclusión de quienes demandan (y ejercen) un papel cada vez más protagónico en el espacio comunicativo. No fue casual la resonancia que alcanzaron lemas como democracia real ya o no nos representan. Toda estrategia de despacho está condenada al despecho: es hora de abandonar la fontanería palaciega y sentarse en la calle. Para direcciones inaccesibles, ya está Izquierda Unida. Las bases naturales de un proyecto como Podemos no aceptarán más tutela ejercida desde autoproclamadas vanguardias. Lo sabemos. Demuéstrese por favor que lo sabemos.
Contará el nuevo proyecto con muchos apoyos críticos, sin duda. Pero no hay cheques en blanco en este claroscuro plagado de monstruos. No podemos permitírnoslo, llevamos demasiadas decepciones acumuladas. Estamos hartas de la extrema fragmentación a causa de luchas de egos descontrolados. Hemos sufrido autoritarismos, sectarismos y desconfianza mutua durante décadas. Los odiamos tanto como a la impotencia y sufrimiento que provocan. Apoyaremos Podemos, porque el contexto obliga a agarrarse a clavos ardiendo, y porque a momentos desesperados corresponden medidas desesperadas. Daremos la cara a riesgo de que la experiencia no pase de unos fuegos de artificio cortoplacistas para las europeas de 2014. Recelosos subimos a este tren, pero nos sentamos cerca de la salida de emergencia, porque el cambio es tan urgente que todo tiempo perdido en una construcción en falso generará daños incalculables. No podemos malgastar un trimestre. Mucha gente está pasando frío, y esta caldera parece alimentada con magnesio, no con leña. El magnesio provoca una combustión vistosa, que tras una luminosísima deflagración, se extingue rápidamente. En cambio, la leña ofrece una combustión lenta, segura y cálida, difícil de apagar.
Si la aparición de Podemos sirve para doblegar al aparato de IU a que acepte primarias abiertas -revalorizando a Gordillos y Albertos Garzones-, ya sería muy útil. Si realmente sirve para acercar candidaturas y despejar la incógnita del Partido X hacia un programa de izquierdas, bienvenida sea. Ojalá ofrezca además un ejemplo potente en cuanto a transparencia y democracia interna. AdA, mientras tanto, haría bien en continuar con su silencioso trabajo de hormiguita, elaborando su programa con dinámicas participativas, centrándose en lo local, en tejer red, con la vista puesta quizá en las municipales de 2015, quizá más allá. Hormiguitas tozudas convencidas de que la democracia radical, más que una pose retórica, es la solución al crucigrama de la postpolítica y la antipolítica. Su transparencia ralentiza pero no debilita, más bien fortalece: sin masa organizada no aspiramos más que a un fŕagil caudillismo. Hormiguitas que, desde abajo y a la izquierda, siguen recogiendo leña para que el frío no nos paralice cuando se apague el magnesio.
Miguel Álvarez, profesor de periodismo y activista en el movimiento 15M / @miguelenlared
Sumas que restan
Xoán Hermida
En las últimas cinco elecciones habidas no repetí ni una sola vez la misma papeleta. Puede parecer una consecuencia, de un desequilibrio personal, pero en el fondo trata de un diagnostico, de una dolencia colectiva.
El diagnostico se llama crisis de la izquierda política y su cura pasa por la renovación y la convergencia de la que emerjan nuevos instrumentos políticos.
Ahora bien, la dolencia tiene otras complicaciones asociadas cuya presencia pueden impedir la recuperación: infantilismo, sectarismo, personalismo, fanatismo…
El capital político en democracia lo dan los votos. Los votos dicen que IU y sus federaciones son el contenedor más importante de recepción de votos en la izquierda y por lo tanto el necesario vertebrador de una alternativa global; que existe una realidad plurinacional que hace que estén presentes fuerzas como ERC, Sortu o BNG necesarias; que las propuestas renovadoras como las de ICV, Chunta, Compromis o MES ocupan un espacio central en sus comunidades. Y que cuando existen formulas unitarias con la combinación de los anteriores elementos -unidad, transversalidad, renovación- el resultado supera las expectativas (AGE).
Las transformaciones son procesos de maduración lentos y cuando se producen saltos cualitativos, en la terminología hegeliana; o saltos de emergencia, en la terminología cuántica; o episodios disrruptivos, en la terminología de la socioloxía movimentista, estos están condicionados por procesos de mucha más larga duración y profundidad que determinan el desenlace de los procesos de cambio.
Comparto todos los análisis negativos y más que se puedan hacer sobre IU y de hecho tiene su parte alícuota de responsabilidad en la desafección de la ciudadanía y estoy convencido que PODEMOS responde al incluso cansancio que algunas personas en Galicia están teniendo con respecto a aparatos más próximos.
Cuando se produjo a finales de los 90 la crisis de IU con sectores de la organización y con ICV e EU-EG, la organización llevaba varios años perdiendo apoyos sociales y electorales. Acertadamente o no, se necesitaba reaccionar.
Cuando se produjo la crisis del BNG la finales de la década anterior que desembocó en la marcha de EI y +G y posteriormente toda la reordenación de la izquierda gallega, la organización llevaba varios años perdiendo apoyos sociales y electorales. Era imprescindible reaccionar.
Los procesos pretendían cambiar el rumbo de organizaciones que había perdido el pie y ya no era un peligro para la derecha.
El proceso impulsado por la plataforma PODEMOS se da en un momento de crecimiento social y electoral de IU, cuando IU sumada a ICV, Chunta, Batzarre, Espazo Ecosocialista y otros que se incorporarán a una alianza más amplia y plurinacional podría poner en peligro al bipartidismo que sustenta el régimen. Los sondeos, incluso los peores, le dan resultados en unas generales del 13%, esto quiere decir que en una europeas podría estar cerca de crear una sensación de pre-sorpasso a nada que había sido capaz de integrar la otras fuerzas. Una pequeña (gran) diferencia a tener en cuenta.
PODEMOS puede ser, además de un síntoma, una propuesta de renovación, pero para eso haría bien en huir de la lógica de ajustes de cuentas historicos y de divisiones ideoloxicas esteriles.
En la transición se equivocaron, bien por defecto o bien por esceso, tanto el PCE como las multiples izquierdas rupturistas. Por otra parte la dicotomía stalinismo-troskismo es a estas alturas una diatriba para historiadores, más cuando el PCE viene de una tradición eurocomunista. Hoy incluso en el aniversario de Gramsci cabe recordar además de su generosidad, algo que cada día esta más ausente en los dirigentes de la izquierda, que fue crítico con los ‘marxismos’ existentes, intentó liberar al socialismo del mecanicismo y el formalismo donde lo había metido el Programa de Ghota y la socialdemocracia alemana y a su vez puso en evidencia los problemas ontológicos que formulaba el leninismo. El stalinismo es la deriva bonapartista de la revolución soviética, pero cabría decir que el pensamiento de Stalin y de Troski en muchas cosas son coincidentes pues elevan a categoría planteamientos de Lenin que él abordó para un contexto histórico y geográfico.
Necesitamos liberarnos del concepto leninista de partido vanguardia si queremos construir las hegemonías sociales que imaginaba Gramsci. Y este es el reiterado error de la izquierda. Seguir con modelos leninistas en lugar de modelos cooperativos. Cualquier proyecto que no disuelva los anteriores, o cuando menos no los resitue, había vuelto a tener un partido (grupo) guía en el interior que generará una nueva y cada vez más grande frustración.
La izquierda necesita una renovación amplia y nuevos instrumentos para el siglo XXI, sin ningún tipo de dudas, y por eso necesitamos seguir ensayando y experimentando; pero también necesita de estrategias cooperativas de largo alcance lejos de aventurerismos electoralistas, de construcciones colectivas alejadas de caudillismos e inteligencia colectiva para generar alternativas huyendo de los populismos y recetas simplistas.
De lo contrario, seguiremos buscando nuevas marcas y jugando al juego de las sillas, mientras las élites del régimen (PSOE-PP-CiU) siguen dirigiendo nuestras vidas y produciendo dolor en las personas.
Como decía Hegel «nada grande se hizo en el mundo sin una gran pasión» pero después de las europeas la vida política continua, los problemas también y la izquierda deberá seguir estando.
Xoán Hermida es Coordinador Nacional de Espazo Ecosocialista Galego (membro de AGE). Licenciado en Historia Contemporanea USC. Postgrado en Filosofía. Activista altermundista.
¿De qué nos servirá Podemos?
Toni Pizà
Podemos solo servirá si nos ayuda a auto-organizar a las personas de abajo, combinar un buen discurso programático con movilización y tener muy claro que lo electoral no basta por sí mismo, que necesitamos fuerza viva y no solo votos. La crítica más dura que quizá se le puede hacer al proyecto es que hay una cierta izquierda, que está en el corazón de Podemos, que tiene razón cuando habla de acumular poder. Pero acumular poder no es ganar votos y tener una opción electoral para las personas de abajo, esto no basta para nada. Sin embargo, para polemizar con los compañeros y compañeras creo que las personas revolucionarias de fuera de Catalunya nos hemos de implicar en los comités de apoyo, con la perspectiva adecuada. Siempre teniendo en cuenta que en el resto de territorios de los Països Catalans, como Mallorca, parece muy interesante ser capaces de construir un municipalismo de combate en la línea de las CUP, pero los proyectos no son excluyentes, más allá del músculo militante que tengan las personas activistas en cada territorio.
Acoger a Podemos las demandas de los movimientos es interesante, pero se deben dar algunas batallas políticas para evitar que Podemos se convierta en una herramienta posibilista en la deriva del reformismo radical de Syriza. Obviamente, no nos podemos posicionar como la vieja guardia con el discurso del «no participaremos si la candidatura no tiene el programa de transición perfecto y representa al proletariado industrial» (sic). Necesitamos entender que el proyecto, aunque surge de una manera de hacer (manifiesto de unos pocos intelectuales, presentación pública cocinada por candidatos mediáticos, carrera electoral desesperada por unas europeas…) que no responde a la cultura política que más nos representa, tiene la potencialidad de reunir a amplias capas de activistas y gente de clase trabajadora en torno a una alternativa política real. Si Podemos termina en un farol electoral, en una propuesta más al estercolero de la historia, o si se convierte en una herramienta de combate para la clase trabajadora dependerá de la orientación política que tome. Si es una maquinaria electoral y mediática, puede tener unos buenos resultados electorales y desaparecer en el próximo ciclo de luchas.
A nivel programático, también pasa por romper con la UE y el euro, no pagar la deuda, nacionalizar bajo control obrero los sectores principales de la economía y sobre todo la batalla constante de no poner nuestras esperanzas en un gobierno de izquierda a lo Syriza que tiene las manos atadas por los grandes capitales y las estructuras de poder del estado.
Hechas estas críticas, que Podemos pueda llegar a ser una herramienta política útil para las subalternas dependerá más de que seamos capaces de enraizar sus políticas y su composición orgánica en las luchas populares. Solo hablaremos de algo que valga la pena si es una herramienta electoral para dar la voz a las de abajo y representar una alternativa diferente a la de la Europa del capital y la austeridad en las elecciones, pero además es capaz de articularse desde y para las luchas de la clase trabajadora, empujando y aprendiendo de las huelgas, las movilizaciones, de Gamonal y de las mareas; dejando de lado los viejos tics de la vieja política, aprendiendo de la calle y los puestos de trabajo y del hilo rojo de la historia.
Toni Pizà (@servomac) es militante de En lluita / En lucha
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