Cuando el historiador israelí Ilán Pappé dice que «nunca habrá dos estados», uno israelí y otro palestino, no lo hace con pesimismo, sino desde la triste convicción de que el «proyecto colonial sionista» no tiene marcha atrás. Azote de la historiografía oficial del Estado judío, Pappé (Haifa, 1954) no escatima en términos controvertidos («racismo», «limpieza […]
Cuando el historiador israelí Ilán Pappé dice que «nunca habrá dos estados», uno israelí y otro palestino, no lo hace con pesimismo, sino desde la triste convicción de que el «proyecto colonial sionista» no tiene marcha atrás.
Azote de la historiografía oficial del Estado judío, Pappé (Haifa, 1954) no escatima en términos controvertidos («racismo», «limpieza étnica») ni se esconde en la corrección política («Soy un historiador anti-sionista y un activista en favor de la paz») para analizar el pasado y presente de su país en una entrevista con Efe.
Hace dos años, harto de presiones y amenazas, Pappé hizo las maletas y cambió la universidad de su Haifa natal por la dirección del Departamento de Historia de Exeter (Inglaterra).
La pasada semana regresó a la zona para pronunciar una conferencia patrocinada por la cooperación española en la localidad árabe de Anata, en Cisjordania, en la que desgranó esa «otra Historia» que, dice, «la sociedad israelí aún no está preparada para escuchar».
«La gente rompe el espejo cuando no le gusta lo que ve en él. Yo soy el espejo que no gusta a los israelíes, lo que no significa que lo que ven no esté ahí», ilustra.
Pappé es uno de los fervientes partidarios de que el mundo imponga sanciones a Israel y boicotee sus productos, eventos y universidades para «enviar un mensaje a su sociedad y Gobierno, que tanto quieren formar parte de Occidente, de que en las presentes circunstancias no pueden esperar ser vistos como una nación civilizada».
«Dentro de Israel se ve muy poca esperanza de cambio. Y las cosas van a peor. Por eso hace falta presión desde fuera, aunque no se sepa si va a funcionar. Hay que intentarlo por el bien de la gente que está aquí», argumenta.
El autor de «La limpieza étnica de Palestina» e «Historia de la Palestina moderna: un territorio, dos pueblos» rechaza que un boicot a Israel pueda ser contraproducente y enrocar al Estado judío en un «el mundo nos odia» ante una medida que recordase a las que tomó el Tercer Reich contra los judíos alemanes.
«La sociedad israelí ya no puede encerrarse más. Ya está en la peor cara de su historia en cuanto a entender lo que pasa alrededor. El boicot sólo puede ser para bien. Quizás un golpe como éste abra sus ojos», opina.
Pappé considera imprescindible convencer a la comunidad internacional de que el proyecto sionista es tan colonial como lo fue la Sudáfrica del Apartheid.
De hecho, uno de las empresas que tiene entre manos es la edición de un ensayo comparativo entre ambos paradigmas que está revelando «muchas similitudes».
«En algunos casos los palestinos están siendo tratados mucho mejor que los africanos en la Sudáfrica del apartheid, pero en otros es bastante peor aquí. En ambos casos hay un proyecto colonial, pero si bien en Sudáfrica todo el mundo lo veía como tal, en Israel todavía estamos peleando para convencer de ello a la comunidad internacional», afirma.
Hijo de judíos alemanes que escaparon del nazismo, Pappé critica, en cambio, otra frecuente comparación de Israel: con la Alemania de Hitler.
«No creo que sea riguroso política o históricamente, porque los nazis practicaron un genocidio e Israel practica lo que podríamos denominar limpieza étnica, que es diferente», distingue.
«Los nazis -prosigue- fueron un caso único y ninguna equiparación con ellos ayuda a entender la situación. No lo juzgo como israelí, ése no es mi problema, sino como historiador profesional y activista en favor de la paz. Creo, de hecho, que esa comparación mina la causa palestina».
Una causa que, a su juicio, no pasa por reclamar la creación de un Estado en Gaza y Cisjordania, sino el establecimiento de una sola nación secular multi-étnica en la Palestina histórica.
«En Ramala, Naplusa o Anata no hay independencia. Todo es parte de Israel en diferentes sistemas legales. Nunca habrá dos estados, porque el único Estado ya está. Por eso sólo se puede soñar con un régimen diferente. Es una utopía, pero la única por la que merece la pena luchar», concluye.
¿No es demasiado tarde, tras décadas de odio acumulado, para la convivencia de judíos y árabes en un solo país?: «Yo creo que es justo al revés», responde con decisión, «la solución de un Estado ya es una realidad: Israel, que lo controla todo».
Tomado de:http://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=17434