Israel y la Autoridad Palestina de Cisjordania se sientan hoy cara a cara en nuevas conversaciones de paz. Pero lo hace sin grandes expectativas de lograr avances, ya que se han visto obligados a volver a la mesa por las presiones de un Obama necesitado de algo parecido a un éxito en el ámbito internacional, […]
Israel y la Autoridad Palestina de Cisjordania se sientan hoy cara a cara en nuevas conversaciones de paz. Pero lo hace sin grandes expectativas de lograr avances, ya que se han visto obligados a volver a la mesa por las presiones de un Obama necesitado de algo parecido a un éxito en el ámbito internacional, en pleno intento de desasirse de la «trampa» iraquí y con dos frentes de guerra, una abierta y cada vez más envenenada en Afganistán y otra en ciernes, en Irán.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, aceptaron la invitación para retomar el diálogo directo, interrumpido hace 20 meses por la masacre israelí de Gaza, que dejó un saldo de 1.400 palestinos muertos.
La muerte de cuatro colonos judíos 48 horas antes en un atentado reivindicado por el brazo armado de Hamas no logró frustrar el inicio del diálogo, tal y como exigían las asociaciones de colonos y algunos aliados en el Gobierno de Netanyahu.
Sí fue aprovechada por éste para presentar a Israel como víctima y no como victimario, en un intento de reforzar su ya consistente posición en la mesa frente a una Autoridad Palestina debilitada, no sólo en el ámbito internacional sino en el interno.
Tras ser recibido por la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, Netanyahu insistió tajante en que no alberga intención alguna de prorrogar la moratoria en la construcción de nuevas colonias en Cisjordania, que expira el 26 de setiembre.
En el mismo tono desafiante, un responsable de la delegación negociadora israelí reiteró que Jerusalén «seguirá siendo la capital indivisible de Israel», contradiciendo al ministro de Defensa, el laborista Ehud Barack, quien había sugerido la posibilidad de entregar a los palestinos el control de Jerusalén Oriental, eso sí, descontados 12 bloques de colonización o barrios judíos en ese sector donde viven actualmente 200.000 colonos.
La delegación israelí no ha variado un ápice su posición ya conocida. Lo que hizo fue lanzarla con ruido encima de la mesa aprovechando la ola de condenas de la llamada «comunidad internacional» al atentado del pasado martes. Un coro de condenas sin paliativos que contrasta, sobre manera, con los silencios cómplices, o a lo más preocupaciones, mostradas por ese mismo ente etéreo mundial con motivo de la masacre de Gaza.
Netanyahu se permitió además el lujo de recordar que «Israel no pone como condición para las negociaciones el que la Autoridad Palestina recupere el control de la Franja de Gaza -como si no supiera que no tiene capacidad de hacerlo- o el que rehabilite los campos de refugiados en Cisjordania para resolver el problema de los refugiados fuera de Israel». Todo un sarcasmo por boca de un Netanyahu que sí pone condiciones para un acuerdo, y alguna no poco gravosa, como «el reconocimiento de Israel por los palestinos como el Estado del pueblo judío».
Un Abbas acorralado
Sometida a una intensa presión estadounidense, la Autoridad Palestina ha renunciado a sus exigencias de garantías de que se detenga la colonización sionista, aunque ya ha advertido de que se retirará de las conversaciones si el día 26 Israel no mantiene la moratoria en la ampliación de las colonias judías.
El portavoz de Abbas, Nabil Abou Roudeina, reiteró ayer tras las declaraciones de Netanyahu que «la colonización debe cesar. Su continuación supondrá el fin del proceso de paz».
Consciente de que llega a estas conversaciones con el agua al cuello, Abbas ha subrayado estos días «el sentido de la responsabilidad» de los negociadores palestinos. «Si únicamente hubiera un 1% de posibilidades de alcanzar la paz, nos esforzaríamos en alcanzarla», añadió pomposamente.
Abbas llega a Washington con una fuerte oposición interna. Al rechazo de Hamas -meridianamente claro tras el atentado- se suma el de las formaciones de izquierda FPLP y FDLP.
Tras recibir a Netanyahu en el Despacho Oval, Obama condenó la «masacre absurda» del martes, en referencia al atentado contra los colonos, y aseguró que «los extremistas no sabotearán el proceso de paz».
Está por ver si Obama se posiciona con igual fuerza contra el «extremismo» israelí, del que el propio Netanyahu es un buen exponente. Lo que no le impide ser sobrepasado por las asociaciones de colonos y por tres aliados en el Gobierno que amenazan con retirarle su apoyo si hace alguna cesión.
Los colonos se adelantan dos semanas y construyen protegidos por el Ejército
Los colonos israelíes se adelantaron dos semanas y construyeron de forma simbólica varias edificaciones en territorio de Cisjordania, rompiendo de esta manera la congelación parcial de los asentamientos decretada por el Gobierno hebreo hace 10 meses y cuyo plazo finaliza el próximo día 26 de setiembre. Y lo hicieron además protegidos por el Ejército y la Policía, que presenciaron las acciones sin intervenir en ningún momento. La jornada de ayer, en la que se celebraron los funerales por los cuatro colonos tiroteados el martes en Kiryat Arba, estuvo marcada por la tensión en los territorios ocupados, donde se registraron diversos ataques contra población palestina y en el que se multiplicó la presencia de dotaciones militares.
El Yesha Council, la organización que agrupa a los colonos de Cisjordania, había lanzado un llamamiento a romper la congelación de los asentamientos a partir de las seis de la tarde como respuesta a la acción armada del martes.
Por ejemplo, en Kiryat Arba, el lugar donde ocurrió el ataque, decenas de israelíes, muchos de ellos apenas unos adolescentes, edificaron una pequeña estructura en las afueras de la colonia. «Los acuerdos de Oslo fueron un error, sólo han dado más poder a la yihad internacional», aseguraba Noam Arnon, uno de los portavoces de la colonia de Hebrón, que participó en la construcción del «outpost», que se desarrolló escoltada en todo momento por Policía y Ejército.
«[Las fuerzas de seguridad israelíes] Han entendido que hoy no es el día apropiado para poner freno a la construcción», señalaba, arrogante, Noam Arnon, quien denunció la participación de Benjamin Netanyahu en las conversaciones directas de Washington a pesar de que el primer ministro israelí ya ha logrado imponer su discurso, antes incluso de sentarse a la mesa junto con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el presidente de la Autoridad Palestina de Cisjordania, Mahmud Abbas.
«Hoy es sólo simbólico, pero esperamos que éste sea el primer paso para edificar un nuevo barrio de Kiryat Arba», señaló Malachi Levenger, alcalde del asentamiento.
En realidad, la de ayer fue la escenificación de una dinámica que no ha cesado durante los diez meses en los que supuestamente el Ejecutivo de Tel Aviv se había comprometido, siempre parcialmente, a no ampliar sus asentamientos. Y que, según parece, se multiplicará a partir del 26 de setiembre, ya que Netanyahu ha advertido que no prorrogará la moratoria. Así se lo hizo saber ayer mismo a Obama.
«Ésa debe ser nuestra respuesta. Construir otro vecindario. Construir otro edificio», había asegurado, horas antes, Reuven Rivlin, portavoz del Parlamento israelí, durante el multitudinario funeral celebrado en el asentamiento de Beit Hadai, en el sur de Hebrón.
La jornada también estuvo marcada por varios ataques de colonos contra la población palestina, que se repitieron en Hebrón, Nablus, Qalquilia y Jenin. Además, Cisjordania fue escenario de «una de las mayores redadas conocidas en la zona», según aseguraba el diario israelí «Haaretz». En total, entre 150 y 300 personas, supuestamente vinculadas con Hamas, han sido detenidas por la Policía de la Autoridad Palestina, que justificó la operación argumentando que trata de buscar a los responsables del tiroteo contra los colonos ocurrido el martes.