Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Nota del editor: El presidente Barack Obama ha comenzado a mirar hacia la que probablemente será una difícil pelea por su reelección en 2012, y los estrategas políticos de su entorno le están dejando claro que debe deshacerse de lo que queda de las modestas reformas de su programa si quiere tener una oportunidad.
Uno de los primeros asuntos que tiene que dejar de lado es cualquier visión del conflicto entre israelíes y palestinos que de alguna forma pueda molestar al poderoso lobby israelí. De esta manera se pide a Obama que se aleje de algunos aspectos «sospechosos habituales» y replantee su política de una manera que no le convierta en un objetivo de dicho lobby, como dice Lawrence Davidson en este artículo de evaluación:
Según Laura Rozen, una periodista especializada en asuntos de política exterior que escribe en Politico, el gobierno de Obama está buscando «nuevas ideas de expertos externos sobre la manera de avanzar en el proceso de paz» [palestino-israelí].
Esto se debe a que el presidente Barack Obama y sus consejeros están «completamente atascados» tras el fracaso de los esfuerzos del año pasado por la mano dura de Mahmud Abbas y el soborno de Benjamin Netanyahu en las negociaciones.
Citando a un consultor de la administración, Rozen nos dice «no hay ninguna pretensión de progresar. Con el Estado de la Unión acercándose y el nuevo Congreso del Partido Republicano ellos [los funcionarios de la administración] se están tomando un par de semanas para reagruparse y solicitar ideas para impulsar y… para dar un salto real que ponga en marcha» las negociaciones.
Aparentemente, ésta podría ser una buena noticia. La administración Obama ya ha tenido esta revelación de que su proceso y los de sus predecesores han fracasado todos. Así que hay una necesidad de alguna nueva forma de pensar progresista para lograr la paz en Tierra Santa.
Tal vez debería haber un nuevo enfoque impulsado por los EE.UU. que pueda satisfacer a ambas partes (y no sólo a los palestinos). Pero luego Rozen, utilizando un estilo completamente inexpresivo, nos explica cómo le va a la administración Obama en su búsqueda de «nuevas ideas de expertos externos».
Se han establecido dos esfuerzos separados en la lluvia de ideas:
1. «Un grupo de trabajo ha sido convocado por Sandy Berger y Stephen Hadley.» ¿Quiénes son?
Berger fue Asesor de Bill Clinton para la Seguridad Nacional (NSC). Fue un actor prominente en la Cumbre de Camp David en el año 2000.
¿Y Hadley? Fue Asistente del Subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz durante el primer mandato de George W. Bush y luego asesor de Seguridad Nacional de Bush durante su segundo mandato. En estos cargos trabajó muy cerca y cómodamente, no sólo con Wolfowitz, sino también con hombres como Dick Cheney y Donald Rumsfeld.
2. «Un segundo esfuerzo [está] dirigido por Martin Indyk. ¿Y quién es Martin Indyk?
Indyk sirvió dos veces como embajador de EE.UU. en Israel, también fue miembro del Consejo de Seguridad Nacional bajo la administración Clinton. Antes de ser director de investigación adjunto del Comité de cuestiones públicas entre Estados Unidos e Israel (AIPAC), sirvió ocho años como director ejecutivo del Instituto pro Israel en Washington para Políticas del Cercano Oriente (WINEP), siendo su cofundador.
WINEP tiene el apoyo del AIPAC. Según el informe de Rozen, una de las primeras cosas que Indyk hizo en su búsqueda de «nuevas ideas» es ir a buscar, entre otros, a «Dennis Ross, experto del Consejo Nacional de Seguridad (NSC) para el Oriente Medio e Irán.»
¿Y quién es Dennis Ross? Ross fue el enviado de Bill Clinton a Oriente Medio en la década de 1990. Antes fue Consejo de Ronald Reagan y, junto con Indyk, ayudó a fundar WINEP.
Éstas son las personas a las que la administración Obama está apelando para desarrollar un nuevo pensamiento sobre el proceso de paz. Uno se queda simplemente asombrado de este desarrollo de los acontecimientos. Casi, pero no del todo, sin palabras.
Todas las opiniones de estos hombres, Berger, Hadley, Indyk y Ross están fuertemente sesgadas a favor de Israel, y entre las personas que han estado funcionando junto a EE.UU. para el proceso de paz por lo menos desde la década de 1980. Ellos no son «expertos externos» en absoluto. Están recauchutados y puestos como «expertos», cuyas experiencias, con excepciones muy menores, en lo que respecta al proceso de paz, son las del fracaso.
Acudir a estas personas en busca de «nuevas ideas» para el «arranque» de las conversaciones de paz en Oriente Medio es como ir a la Corte Suprema de Justicia de Antonin Scalia para una visión moderna y progresista de la Constitución de los EE.UU. Un esfuerzo semejante es una contradicción permanente. Se trata de un juego diseñado para obtener lo contrario de lo que dicen buscar.
La pregunta inevitable es: ¿por qué el gobierno de Obama está perdiendo su tiempo y nuestro dinero haciendo esto?
La respuesta tiene que ser, en primer lugar y especialmente, la política interna. Aunque Barack Obama, como es comprensible, todavía desea ejercer un impacto positivo sobre el impasse palestino-israelí, está convencido de que cualquier esfuerzo en este sentido debe cumplir con los deseos de las fuerzas políticas internas lideradas por el lobby sionista. Por ejemplo, ¿qué pasaría si decidiera que todos los personajes nombrados fueron un fracaso sin esperanza y en vez de recurrir nuevamente a ellos recurriera, por ejemplo, a Rashid Khalidi, profesor del Departamento de Estudios Árabes Modernos Edward Said, de la Universidad de Columbia?
Khalidi es, sin duda, un experto en el Oriente Medio y la cuestión palestina-israelí. Además, también es muy favorable a la obtención de justicia para los palestinos. Si el presidente Obama fuera a consultar a Khalidi, habría una reacción refleja inmediata en el Congreso, que consistiría literalmente en gritos y más gritos.
AIPAC calificaría a Obama como un hombre seriamente afectado en su sano juicio y a Khalidi como un amigo de los terroristas. Las posibilidades de Obama para su reelección, al parecer, se alejarían dramáticamente. Por otro lado no hay duda de que recibiría «nuevas ideas» de un «experto externo».
El político pragmático podría aducir, ¿para qué son las «nuevas ideas» si no se pueden implementar? La respuesta es, como se ha señalado ya, que cualquier presidente de los EE.UU. debe estar atado al poder político del lobby sionista.
Es, de hecho, un supuesto que debe desafiarse si se quiere hacer algún progreso en el futuro. Por lo tanto, el presidente debería darse una oportunidad. Debería considerar la posibilidad de una nueva y contundente iniciativa y, a la vez, cumplir con la demanda de Israel como hizo Eisenhower al final de la crisis del Sinaí de 1956. Debería dirigirse al pueblo de Estados Unidos y explicarle lo que está haciendo y por qué. Debería utilizar todas las prerrogativas presidenciales que existen, incluyendo las negativas, para asegurar la cooperación de Israel.
¡Oh!, esto sería un suicidio político, responde a la política pragmática que nunca va a funcionar. Pero, como es obvio, nada más ha funcionado hasta la fecha. Los Estados Unidos están gastando enormes sumas de dinero para subsidiar la obstinación israelí y, según el testimonio ante el Congreso del general David Petraeus, el hombre que dirige a las fuerzas estadounidenses en Afganistán, hacerlo es ayudar a matar a soldados estadounidenses. Así que, adelante, señor Presidente, tome ya el toro por los cuernos.
¡Ay, no lo hará! Y el informe de Rozen es una prueba positiva de que el Presidente no lo hará. Es, ante todo, un político nacional orientado domésticamente y cortado de una tela muy común Entonces, se ha considerado más seguro políticamente resucitar a los muertos en la forma de Berger, Hadley, Indyk y Ross. Así que, ahí lo tienen. Lo que es necesario para el éxito en el proceso de paz es semejante al fracaso político en casa.
Por otro lado, el éxito político en casa (lo que supone dejar que el lobby sionista continúe estableciendo los criterios de lo posible) es igual a fracaso continuo del proceso de paz. También es igual a peligro cada vez mayor de los intereses de EE.UU. en el Oriente Medio y el mundo musulmán. Esta última ecuación no se basa en una suposición. Es un hecho históricamente demostrado.
Esta es la razón por la que fracasamos. Nadie quiere poner a prueba seriamente el fracaso de la política anterior. Nuestro sistema político está obsoleto. Está atrapado en un lobby impulsado por una actuación financieramente corrupta.
Y hasta que encontremos una manera de salir de esta actuación, estamos condenados a dar vueltas en círculos. Eso es lo que resulta del esfuerzo de la administración en su búsqueda ilusoria de «nuevas ideas de expertos externos» ir en un círculo sin salida. Vueltas y vueltas y vueltas y vueltas…
Lawrence Davidson es profesor de historia en la West Chester University de Pennsylvania. Es autor de Foreign Policy Inc.: Privatizing America’s National Interest; America’s Palestine: Popular and Offical Perceptions from Balfour to Israeli Statehood; y de Islamic Fundamentalism.