Traducida por S. Seguí
Después de haber sido ninguneado hace diez días durante su visita a Israel, el vicepresidente estadounidense Joe Biden debe recibir esta misma noche del lunes en Washington al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. El martes, éste se reunirá con Barack Obama. Objetivo: renovar el diálogo sobre el conflicto israelo-palestino tras una severa ola de frío diplomático.
Sylvain Mouillard ha entrevistado a John Mearsheimer, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Chicago y coautor en 2007 de un libro de gran repercusión ( El lobby israelí) sobre las relaciones entre Israel y EE.UU.. Además, el autor ha desarrollado su posición en un largo artículo de la London Review of Books (1) y participa activamente de este vivo debate.
Sylvain Mouillard: ¿Afirmaría usted, como hizo el lunes el embajador israelí en Estados Unidos, que la actual situación diplomática entre EE.UU. e Israel es la peor desde 1975?
John Mearsheimer: No hay duda, y es así por varias razones. Por una parte, pone bien a las claras y en la esfera pública que Israel y Estados Unidos tienen intereses estratégicos, fundamentalmente diferentes. La crisis ha obligado al lobby israelí en EE.UU. a identificarse formalmente, lo que plantea la cuestión de si las principales instituciones del lobby son más leales a Israel que a EE.UU. Anteriormente, la gente hablaba de estos temas en privado, pero nunca habíamos visto una situación en la que se plantearan en la esfera pública.
El lenguaje de la diplomacia estadounidense no tiene precedentes. Es evidente que el vicepresidente, Joe Biden, y la secretaria de Estado, Hillary Clinton, estaban furiosos por el comportamiento de Israel, y lo han dicho claramente en un lenguaje notablemente poco diplomático. Los estadounidenses han ido incluso más allá de las palabras. Clinton llamó por teléfono al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y le pidió que reconsiderara su decisión de construir las viviendas de la disputa, en Jerusalén Oriental. También le pidió que tomara una serie de otras medidas a fin de que Israel se comprometa a negociar seriamente con los palestinos. Pero de ahí a que realmente esto suceda va un buen trecho. Uno se pregunta si va a haber un seguimiento por parte del gobierno de Obama.
S.M.: ¿Qué es lo que no tiene precedentes en las recientes declaraciones?
J.M.: El tono es ya menos conflictivo ahora. Pero el gobierno de Obama sigue dejando claro a los israelíes que una relación de aquí-no-ha-pasado-nada ya no es aceptable. Es de vital importancia para la seguridad estadounidense que Israel esté seriamente comprometido con la creación de un Estado palestino. Lo que es verdaderamente notable de los últimos acontecimientos es que el vicepresidente Joe Biden y el general David Petraeus dijeran bien claro que las acciones de Israel hacia los palestinos podrían poner en peligro las vidas de soldados estadounidenses en Irak y Afganistán, por ejemplo. Es un argumento que Israel y sus partidarios en EE.UU. no quieren oír, porque podría hacer evaporar muy rápidamente el apoyo estadounidense a Israel.
S.M.: Más allá de las palabras, ¿de qué maneras puede EE.UU. influir en la política israelí?
J.M.: EE.UU. tiene un gran número de palancas potenciales, pero no fueron capaces de utilizarlas en el pasado debido al poder del lobby de Israel. Estados Unidos, por ejemplo, da a Israel 3.000 millones de dólares anualmente en ayuda militar y económica, y también le ofrece cobertura diplomática en la ONU. Hasta ahora, han vetado todas las resoluciones del Consejo de Seguridad críticas con Israel. EE.UU. podrían decir a los israelíes -en teoría- que, si su actitud no cambia, van a cortar toda la ayuda y poner fin al apoyo diplomático. Pero esto nunca sucedió en el pasado, y los estadounidenses ni siquiera han amenazado con hacerlo. Ahora es más imaginable, pero es muy poco probable.
S.M.: ¿Los grupos de presión pro israelíes más progresistas, como J-Street, han visto reforzada su influencia por los acontecimientos recientes?
J.M.: Hay una seria escisión en el seno de la comunidad judía estadounidense en relación con Israel. Muchos estadounidenses judíos opinan que sería bueno para Israel que Obama hiciera una gran presión sobre el gobierno de Netanyahu, a fin de que éste negociara seriamente para que un Estado palestino viable pudiera ver la luz. Por otra parte, hay una parte sustancial de judíos estadounidenses, y se trata claramente de la mayoría, que no acepta que EE.UU. ejerza presión alguna sobre Israel.
La pregunta del millón de dólares -como dicen en EE.UU.- es saber qué forma va a tener el equilibrio de poderes entre estas dos fuerzas en los próximos años. Los partidarios de una línea dura, en organizaciones como el AIPAC y la Anti-Defamation League, son más poderosos que las fuerzas progresistas como J-Street. Pero es posible que esta crisis cambie el equilibrio en favor de una línea más progresista. Y de ser así, Obama tendría más confianza para ejercer presión sobre Israel para negociar una solución de dos estados.
S.M.: ¿Qué margen de maniobra tiene Obama, a seis meses de las elecciones de mitad de mandato?
J.M.: Si no hubiera habido crisis, Obama dispondría de un margen muy pequeño. Sin embargo, dada la gravedad de la crisis y el hecho de que se haya hecho pública, hace que Obama cuenta ahora con más margen para ejercer cierta presión sobre Israel. Pero no está seguro de que se pueda forzar a Israel a detener los asentamientos en Jerusalén Oriental y Cisjordania. No hay duda de que no ejercerá una presión significativa si piensa que con ello disminuye las posibilidades de los demócratas en las elecciones.
S.M.: En su opinión, ¿cómo se llegó a un callejón sin salida en el Oriente Medio?
J.M.: Mi opinión es que el gobierno de Netanyahu se opone a una solución de dos estados. Quiere crear un Gran Israel, controlar todo el territorio entre el Jordán y el mar Mediterráneo, y amontonar a los palestinos en un puñado de bantustanes. Cualquier persona que haya visitado Gaza o Cisjordania puede darse cuenta de que los israelíes están creando un estado de apartheid. Los líderes palestinos, sobre todo Mahmoud Abbas, han dejado claro que aceptan la existencia de Israel dentro de sus fronteras de 1967. Hay un socio en el lado palestino, pero no en el lado israelí. Esto no es previsible que cambie a corto plazo, porque el cuerpo político de Israel se está moviendo lenta pero decididamente cada vez más a la derecha.
La cuestión que está sobre la mesa es si los israelíes están listos para una solución de dos estados con un estado palestino viable. Analizando en detalle, los puntos clave son conocidos y todo el mundo sabe cuáles son las soluciones. En primer lugar, Jerusalén Oriental debe ser la capital del estado palestino; en segundo lugar, es preciso volver a las fronteras de 1967, con algunas modificaciones menores; y, por último, no puede haber un derecho de retorno significativo. Estos puntos deben afinarse. Los israelíes no aceptarán el retorno generalizado de los refugiados palestinos. Estas cuestiones están claras desde el 23 de diciembre 2000, son los famosos parámetros de Clinton.
S.M.: El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, estudió en Estados Unidos. ¿Qué tipo de interlocutor es para el gobierno de EE.UU.?
J.M.: Su gran fuerza entre el público estadounidense proviene de que se crió aquí. Pasó parte de su juventud en EE.UU., habla Inglés y sabe cómo funciona el sistema americano. Es muy eficaz, en sus visitas a Estados Unidos, en defensa de las posiciones israelíes. Cuando Ariel Sharon y Ehud Olmert fueron primeros ministros, a comienzos de la década, Israel se encontró atrapado en varios conflictos. No es una coincidencia que enviaran a Netanyahu a EE.UU. para tratar de resolver la situación.
S.M.: ¿Cuál es la influencia de Irán en esta crisis que se desarrolla en el Oriente Medio?
J.M.: Curiosamente, la crisis iraní ha dejado de estar en los titulares. Prácticamente no hay ningún debate sobre Irán desde la visita de Biden, mientras que los israelíes quieren que se dé mucha más importancia a este asunto que al de los palestinos. Exactamente lo contrario que ha sucedido, y creo que los israelíes están desesperados por toda esta controversia. Israel tiene dos objetivos principales: impedir que Irán o cualquier otro país adquiera armas nucleares, y crear un mayor estado de Israel. Su principal preocupación es que EE.UU. no impida a Irán que desarrolle armas nucleares.
S.M. ¿Cómo ve usted la situación en la región?
J.M.: En realidad soy bastante pesimista, porque no creo que los EE.UU. sean capaces de poner suficiente presión sobre Israel para crear un Estado palestino viable. Creo que las consecuencias serán malas, no sólo para los israelíes y los americanos, sino especialmente para los palestinos. No veo muchas razones de incentivo para el optimismo. Los acontecimientos recientes ofrecen un rayo de sol, pero cuando nos fijamos en la situación en su conjunto, y en particular el giro a la derecha del espectro político israelí y el poder de los grupos de presión, es difícil ver cómo poder alcanzar la solución de dos estados. Desde una perspectiva estadounidense, si no resolvemos este problema las consecuencias serán muy malas. Los partidarios de Israel suelen decir que Israel es un activo estratégico, pero en realidad es un pasivo estratégico para Estados Unidos.
John Mearsheimer es titular de la cátedra Wendell Harrison de Ciencias Políticas de la Universidad de Chicago, y autor, entre otros de The Israel Lobby and U.S. Foreign Policy (El lobby israelí, Taurus 2007), conjuntamente con Stephen Walt. Ambos son autores también de un polémico artículo publicado en la London Review of Books (1) http://www.lrb.co.uk/v28/n06/
Sylvain Mouillard, autor del texto original en francés, es periodista del diario francés Libération, especialista en temas de Africa y Oriente Próximo.
S. Seguí es miembro de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, el traductor y la fuente.
Fuente: http://www.protection-