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Obama y las rebeliones árabes

Fuentes: Revista Tricontinental

El presidente Barak Hussein Obama, quien no por llevar nombre de ese origen, ha dedicado posiblemente más discursos a los árabes y musulmanes que cualquier gobernante estadounidense anterior, se empleó a fondo el pasado 10 de mayo con una extensa y demagógica perorata, para tratar de convencer, de nuevo, sobre las buenas intenciones de su […]


El presidente Barak Hussein Obama, quien no por llevar nombre de ese origen, ha dedicado posiblemente más discursos a los árabes y musulmanes que cualquier gobernante estadounidense anterior, se empleó a fondo el pasado 10 de mayo con una extensa y demagógica perorata, para tratar de convencer, de nuevo, sobre las buenas intenciones de su política hacia el Medio Oriente y el Norte de África. Después, el domingo 22, hizo otra comparecencia ante el American Israel Public Affairs Committee (AIPAC), organización que es la cabeza visible del poder sionista en los Estados Unidos, y en la cual dejó claro -por si alguien pudo albergar dudas producto de sus palabras anteriores- su incondicional apoyo al estado judío y el compromiso absoluto con la seguridad de Israel. Dos días antes, había recibido en la Casa Blanca, al premier israelí Benjamin Natanyahu, quien le aseguró que para ellos era inaceptable cualquier negociación con los palestinos que se basara en las fronteras de junio de 1967, evidenciando una vez más, que la política estadounidense para la región, la decide Israel a través de la influencia que los sionistas mantienen en la estructura de poder interna en el imperio.

Una pieza importante de esta estructura, la tienen en la presidencia del poderoso Comité de Relaciones Exteriores del Congreso, cargo ocupado por la fanática sionista de origen judío-cubano, Ileana Ros Lehtinen, quien se caracteriza por su odio a los árabes y musulmanes.

En su discurso del 10 de mayo, Obama repitió conceptos y propósitos dirigidos a tratar de convencer a estos, de que los EEUU no estaban librando una guerra o cruzada contra ellos. Más o menos lo mismo había dicho después de llegar a la presidencia, en un primer discurso sobre el tema pronunciado ante el parlamento turco en Ankara, en abril del 2009. Insistiría en ello, con palabras aún mejor elaboradas, cuando habló en la emblemática Universidad de Al Azhar, en El Cairo, el 4 de junio de ese mismo 2009.

Pero la vida se ha encargado de demostrar, una vez más, la evidente contradicción entre las palabras y los hechos. La clásica demagogia imperial y su práctica de un doble rasero según responda a sus intereses, es inocultable.

En su más reciente discurso, Obama se presentó casi como el abanderado de las sublevaciones populares árabes y habló de la necesidad de reformas. Elogió los cambios producidos en Túnez y Egipto, sin mencionar que hasta días antes de la caída de Mubarak y Ben Alí, su gobierno los mantenían como ejemplares líderes de democracias aliadas. «Hay cambios extraordinarios en la zona», dijo, y estableció su compromiso en apoyarlos, teniendo en cuenta que «nuestro futuro está vinculado a esta región por la economía, la seguridad, historia y religión».

Realmente, en un primer momento, las autoridades de Washington trabajaron para salvar a tan fieles aliados, pero cuando se dieron cuenta -dado el nivel de presión popular-, que esto podría implicar un muy elevado costo, maniobraron para tratar de encauzar los cambios según sus intereses aplicando una variable de opciones, especialmente tratando de que las cosas se limitaran a cambios de personas y evitar que se produjeran cambios en la estructura de poder.

Intensas maniobras han estado realizando las autoridades de EEUU y sus aliados occidentales para manejar los cambios y evitar que las sublevaciones, se puedan convertir en verdaderas revoluciones. Por el momento, en los casos de Túnez y Egipto, han logrado que sean representantes de las mismas clases políticas las que básicamente se mantengan en el poder y maniobran para apaciguar los ánimos accediendo a un proceso de reformas políticas, cuyo formato casi igual para todos los países implicados, incluiría: referéndums para aprobar cambios en la constitución; otorgar libertad a los presos políticos; legalizar partidos y organizaciones; libertad de prensa; democracia y elecciones libres. Se trata de abrir moderadamente una válvula de escape a la acumulada presión popular, para evitar la explosión social o la revolución. Las nuevas autoridades ya han dado muestras de estar dispuestas a reprimir en aras de «mantener el orden y la seguridad ciudadana», evitando que las aguas se salgan de cauce. La esperanza es que el pueblo oprimido no se deje adormecer ni intimidar y continúe la presión para radicalizar estos procesos.

Como parte del intento de reorientar los cambios, Obama anunció estar promoviendo medidas especiales del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial para «ayudar» a ambos países a salir de sus dificultades económicas. Al nuevo gobierno de El Cairo prometió cancelarle mil millones de dólares de su pesada deuda exterior, y llamó a sus aliados de la Unión Europea, a actuar en igual sentido. Es conocida la multimillonaria «ayuda» militar que desde hace años prestan al gobierno egipcio, parte de una política dirigida a favorecer una casta que apoye sus intereses en el Medio Oriente. Estas supuestas ayudas, verdaderos medios de fomentar la corrupción, aseguran el carácter capitalista y neoliberal de la economía, resorte fundamental del poder político.

No debemos demeritar el valor de las movilizaciones populares y el papel que pueden jugar en los cambios de sistemas. El propio hecho de que las masas pierdan el temor a manifestarse y sean capaces de organizarse, tiene un enorme valor. En América Latina, hay pruebas en las dos últimas décadas de que a partir de ellas, se puede llegar incluso a producir transformaciones en las estructuras de poder. Sin embargo, será necesario profundizar y mantener la movilización, no dejarse apaciguar por cambios cosméticos y continuar la lucha para lograr que éstos respondan realmente a los intereses populares.

El poder, al margen de interpretaciones teóricas sobre lucha de clases, continúa estando conformado por los dueños de las finanzas y la economía, que por lo general son los mismos que controlan los grandes medios de información, cada vez más decisivos en la política; las fuerzas armadas, los aparatos represivos y el poder judicial. Ellos son quienes postulan los políticos que serán elegidos, según sus intereses, en elecciones que pueden tener cualquier calificativo: transparentes, democráticas, limpias…y que serán certificadas como válidas por los representantes de las grandes potencias.

Estos procesos electorales «democráticos» ya vienen diseñados de forma que por lo general es muy difícil sino imposible, alterar el poder establecido. Sin embargo, este diseño parece estar dando muestras de agotamiento. En algunos países de las muy civilizadas democracias occidentales, la alternancia en el poder de partidos políticos representantes de élites económicas privilegiadas con programas esencialmente iguales, dirigidos por castas políticas demagógicas que actúan en contra de los intereses populares, están entrando en profunda crisis de credibilidad, con porcentajes de abstenciones impresionantes y cada vez mayores. Lo que ha sucedido en España, con las manifestaciones del M-15, no va solo contra los políticos, sino contra el sistema.

¿De cual democracia se habla entonces? Según afirman los diccionarios, el significado de la palabra es «gobierno del pueblo». ¿Es esto realmente lo que existe en la mayoría de los países occidentales?

La democracia que Obama propone para los países árabes, ya la impusieron en las elecciones palestinas en el 2006. Allí estuvieron organizándola expertos, observadores y certificadores. Pero fueron sorprendidos cuando en contra de lo esperado, las ganó la organización islámica HAMAS. Entonces no solo desconocieron sus resultados, sino que bloquearon su gobierno y estimularon un golpe de estado y una vergonzosa guerra civil, a la cual se sumó un masivo y criminal ataque israelí contra Gaza, que produjo cientos de muertos y heridos entre la población civil.

Ni el gobierno de Washington, ni sus aliados de la Unión Europea, acudieron al Consejo de Seguridad para detener la masacre y promover una «intervención humanitaria» de la OTAN para proteger a la población palestina de los bombardeos de Israel. La poderosa y humanitaria prensa occidental no hizo campaña para condenar al gobierno de Tel Aviv, más bien ocultó y justificó los crímenes. Estas claras evidencias de hipocresía y doble rasero, no pueden ser ocultadas por la melifluas palabras de Obama, existe una larga y sangrienta historia de abusos contra árabes y musulmanes, y nada hace suponer que no van a continuar. ¿Quién va a creerlo cuando afirma que «debemos apoyar elecciones libres e imparciales»? En sus más fieles aliados del Golfo, no son permitidos los partidos políticos, menos las elecciones.

En Iraq, uno de los países que mostraba más adelantos en la región en los aspectos de derechos sociales y educación, enarbolaron la mentira de las armas de destrucción masiva y después supuestos vínculos con los terroristas de Al Qaeda. Destruyeron el país para ocuparlo y le hicieron pagar a su pueblo más de un millón de muertos. Ahora están en Libia, matando libios mediante una «intervención humanitaria», que supuestamente había sido aprobada para protegerlos.

En el este de Libia, en Bengazi, aparentemente también se inició una sublevación popular, pero cada vez son más las evidencias de que aún si esto fue cierto, los servicios secretos occidentales, al menos desde el mes de octubre pasado, tenían preparado un operativo de desestabilización del régimen de Muammar El Gadafi con el fin de derrocarlo e imponer un gobierno dócil a sus intereses. La espontaneidad de lo ocurrido en Túnez y Egipto, confundió a muchos, que evaluaron la situación en Libia con los mismos parámetros de los otros.

Es verdad que existen problemas comunes en casi todos los países árabes donde se han producido manifestaciones y sublevaciones: nepotismo, corrupción, autocracia, falta de libertades, represión, etc. Algunos de los principales aliados de los EEUU y los países de la Unión Europea en la región, están en la vanguardia a la hora de mostrar estas siniestras cualidades. Obama mencionó levemente en su discurso la necesidad de realizar reformas, pero solo con el fin de preservarlos.

No se trata de defender el gobierno de Gadafi, sino de defender el derecho a la no intervención y a que cada pueblo se ocupe de resolver sus propios problemas. No existe ninguna razón aceptable para que la OTAN intervenga en Libia, es increíblemente ingenuo pensar que lo están haciendo por razones humanitarias. Es más, ya han declarado abiertamente que persiguen un cambio de régimen, su objetivo es establecer allí una neocolonia, donde además de explotar su petróleo, sirva de plataforma militar con puertos en la costa sur del Mediterráneo y bases aéreas dirigidas a sus operaciones en todo el continente africano.

La represión contra las manifestaciones populares en Bahrein alcanzó niveles terribles y Estados Unidos, ante el temor de perder un gobierno aliado en un país que es base de su 5ta. Flota, coordinó con Arabia Saudita y otros miembros del Consejo de Cooperación del Golfo, para que intervinieran, reprimieran y pusieran fin a cualquier costo, a la sublevación. ¿Intervención humanitaria? De nuevo pura hipocresía.

La situación de Siria también es distinta. Aquejado por males indiscutibles, el país bajo el gobierno del Partido del Renacimiento Árabe Socialista (Baath), es desde hace muchos años, base de apoyo a la causa palestina y a los patriotas libaneses y mantiene la resistencia contra los planes hegemónicos de Israel y los Estados Unidos en la región. Su alianza con Irán y su apoyo a Hizbullah en Líbano le ha ganado la agresividad de éstos y también de la reacción árabe, quienes ahora aprovechan graves errores y debilidades del gobierno para intentar desestabilizarlo, debilitarlo y si es posible liquidarlo. Siria, en dependencia de la evolución de su situación interna, podría ser otro candidato a sufrir una «intervención humanitaria» de la OTAN.

En Yemen, complicado país debido a la alta composición tribal de su sociedad, otro sangriento conflicto interno tiene lugar. Las confrontaciones, sin embargo, están tratando de ser encauzadas según intereses de EEUU a través de gestiones de Arabia Saudita y del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG).

Otro hecho significativo ocurrido en las últimas semanas, ha sido la propuesta de incorporar al CCG, las monarquías reaccionarias de Jordania y Marruecos. La última mantiene la colonización ilegal del Sahara Occidental y reprime con mano de hierro a su rebelde población, ante la hipócrita mirada indiferente de los EEUU y la UE. La ampliación del CCG, podría perseguir la conversión de ésta en un brazo de la OTAN para actuar en la región, lo cual es extremadamente peligroso, especialmente para Irán. Ya algunos miembros del CCG, están participando en la agresión a Libia.

El 28 de junio de 1999, en la Cumbre América Latina-Unión Europea, celebrada en Brasil, el presidente Fidel Castro, ante el anuncio de «un nuevo concepto estratégico de la OTAN», que afirmaba la extensión de sus intereses y posibles operaciones, a lo que llamaban «la periferia euro-atlántica», hizo varias preguntas a los jefes de estado europeos, las cuales quedaron sin respuesta:

-¿Estarían América Latina y El Caribe comprendidas dentro de esa periferia euro-atlántica de la OTAN?

-¿La Unión Europea se compromete a respetar el derecho internacional, los principios de no intervención, el respeto a la soberanía, la igualdad de los estados y la autodeterminación?

Estas interrogantes, al menos en gran parte, parece que han quedado respondidas por los hechos. Los tiempos son complicados y muy peligrosos para los pueblos árabes y musulmanes, pero debemos tener confianza en su capacidad de resistencia. Las sublevaciones de los últimos meses son una muestra de su decisión de lucha contra la opresión y los intereses populares no juegan a favor de los imperialistas.

Ernesto Gómez Abascal. Periodista y escritor. Ex embajador en varios países del Oriente Próximo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.