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En respuesta a Pablo A. Martin Bosch (Aritz)

Observaciones de los «partidarios de pertenecer al Reino»

Fuentes: Rebelión

Pablo A. Martin Bosch (Aritz) ha escrito un artículo sobre «Europa encuentra un escollo en la posible independencia de Catalunya» [1]. Unas breves observaciones sin apenas entrar la temática Europa-Cataluña. Es muy curioso comprobar, señala Aritz, que, incluso antes de que la consulta sea realizada en Catalunya se esté dando por sentado que la respuesta […]

Pablo A. Martin Bosch (Aritz) ha escrito un artículo sobre «Europa encuentra un escollo en la posible independencia de Catalunya» [1]. Unas breves observaciones sin apenas entrar la temática Europa-Cataluña.

Es muy curioso comprobar, señala Aritz, que, incluso antes de que la consulta sea realizada en Catalunya se esté dando por sentado que la respuesta ciudadana vaya a declinarse por el sí a la independencia. Aún antes de que la misma haya sido asumida por las autoridades estatales, prosigue, antes de que la campaña se haya abierto (¡la campaña se ha abierto hace meses y meses! Basta ver TV3 o escuchar Catalunya Ràdio cualquier día y a cualquier hora), antes de que los órganos judiciales se hayan pronunciado, y antes, señala, «de que los partidarios de pertenecer al Reino hayan planteado siquiera una opción diferente.»

La forma de decir es claramente significativa como forma de no querer entender, incluso de no respetar, las posiciones de los sectores de la izquierda catalana que, siguiendo fielmente pero no tamúdicamente una tradición que más nunca es necesario abonar, no somos partidarios de pertenecer a ningún Reino. ¿Aritz no sabe, no ha leído nunca, no se ha informado, de las luchas de décadas y décadas de la izquierda catalana no independentista por una República democrática, social y federal que hermane a todos los pueblos de Sefarad? ¿No era esa la finalidad esencial de la izquierda catalana no independentista durante la lucha, con muertos, torturados y represaliados, contra el fascismo?

Parece que en Catalunya, así como en el resto del Reino, prosigue Aritz, las fuerzas políticas se han visto desbordadas por un ansia popular favorable a la independencia sin necesidad siquiera de contrastar sus legítimas posiciones. Las posturas contrarias a la secesión, afirma como el que se da una vuelta por el Retiro o por Gernika, «han preferido negar la legitimidad de la consulta antes que oponer argumentos contrarios a una eventual confirmación de los deseos ciudadanos». ¿Negar legitimidad al ejercicio democrático, solidario e informado del derecho de autodeterminación? ¿Lo dice en serio? ¿No ha leído nunca Aritz los mil y un argumentos expuestos por las fuerzas catalanas de izquierda no nacionalista? ¿De verdad? ¿No ha leído ningún argumento contrario a una supuesta independencia, que no es realmente independencia, neoliberal?

Añade para mal interpretar la posición de los otros: «No se esgrimen razones de peso, sino el peso de una legislación que, indefectiblemente, se va a oponer a la secesión de su territorio sí o sí. Intentar crear una nueva Constitución española más federalista no es más que el canto del cisne para seguir juntos (que diría Rubalcaba) sin dar posibilidad a la segregación y, por lo tanto, más de lo mismo.» ¿Aritz piensa que la izquierda catalana no independentista puede reducirse a las posiciones defendidas por el secretario general del PSOE? ¿De verdad? ¿Y por qué abonar un proceso constituyente que dé pie a una República democrática federal de todos los pueblos de Sefarad es el canto del cisne»? ¿No lo es, en cambio, la independencia-dependiente de Cataluña, de Euskadi o de Andalucía por ejemplo?

Una vez asumido, prosigue Aritz en un pasaje poco claro, que la mayoría de la población llamada a las urnas vaya a decidir la creación de un Estado independiente del Reino de España (o tal vez no… ¿o no es posible ese resultado?), «las fuerzas unionistas (las que defienden la integración de Catalunya por vía del sí o sí, de optar por la situación actual, o la reforma constitucional que impediría nuevamente la creación de un nuevo Estado)» cargan sus fuerzas en el día después, dando por perdido el plebiscito.

Lo de los unionistas, él debería saberlo, es un insulto político. Inadmisible pero paso. Más allá, sin admitir desde luego su simplificación, que tampoco es de recibo ¿quién da por perdido el plebiscito? ¿De quien se habla cuando se habla en estos términos?

Como batalla previa, prosigue, «presentan la necesidad de que sea la totalidad de la ciudadanía española quien deba decidir sobre el futuro de una de sus partes, algo que se antoja absurdo a todas luces». Más allá de que sea o no absurdo, que no lo es, no es absurdo, es otra cosa que no tiene por qué admitirse, ¿quién defiende esa opción?, ¿qué izquierda catalana no nacionalista aboga por ello?

Construye luego Aritz escenarios posibles no sé si totalmente consistentes. Sin entrar en ellos, unas breves observaciones. Supongamos que una mayoría cualificada de los electores catalanes opta por la separación, señala. ¿Qué es una mayoría cualificada? ¿Nos lo explica? Aquí, doña Carmen Forcadell, la presidente de ANC, está puesta en el tema, es muy amiga de Artur Mas, la ha recibido varias veces, ha dicho para quien quiera escucharla, que con un voto de diferencia era suficiente. ¡We win! Catalonia is not Spain y adelante! ¿Es eso, ese voto de diferencia, es una mayoría cualificada? El paso que esgrime Aritz a continuación: «Además, los 7,5 millones de electores catalanes, amén de pertenecer al Reino de España, y precisamente por serlo, también pertenecen a Europa de pleno derecho, por lo que su decisión, si ha de someterse al referéndum español, también debería realizarse en Europa, que se vería privada, de golpe, de la misma cantidad de contribuyentes y electores». ¿De contribuyentes? ¿Una reflexión de izquierdas debe poner énfasis en ese nudo crematístico? No será en mi caso.

La descripción de algunos escenarios, de nuevo, ahonda en aristas ya comentadas: «Supongamos que un ciudadano catalán actual, proclive a la unión con la Corona… » ¡Que no company, que no és això! Que no todo es A o B. Que los que no estamos por la independencia, tenemos matices y argumentos. Dejo algunos puntos sobre Catalunya y Europa que no son el objetivo de esta nota. Un breve apunte final.

Este último caso, el de la separación de Catalunya sin acuerdo con el Reino, señala Aritz, «implicaría que quienes se mantuvieran dentro de él deberían hacer frente a su deuda contraída, con lo que el peso se centraría en las regiones más prósperas (Euskal Herria: CAV y CFN entre otras), lo que constituiría un efecto dominó». No es imposible ver, afirma, «en un futuro cercano a Catalunya y Euskal Herria pertenecer a la UE mientras el Reino de España quedara fuera. A buenas todos podemos ganar, pero a malas ¿quién pierde más?». Más allá del escenario y las ensoñaciones de cada uno, más allá de los deseos de pertenencia a Europa, a esta Europa neoliberal, ¿quién amenaza? ¿No era Aritz quien hablaba antes de las amenazas de no sé quien? ¿Buenas, malas? ¿Y eso qué es?

Pelillos a la mar. Pajas gorgas en el ojo ajeno y vigas inmensas tal vez en el propio. Pero nada, como si no pasara nada.

La cuestión de fondo, lo que importa o debería importar a la izquierda transformadora no cegada por los nacionalismos ni por las pulsiones identitarias simplificadoras: ¿alguien que no haya perdido sus señas de identidad básicas, esenciales, las de las tradiciones de emancipación social, podrá explicar alguna vez qué se gana rompiendo un demos?, ¿qué ganamos separando a las clases trabajadoras de Sefarad? ¿Qué tiene de revolucionario levantar un Estado enfrentado a otros pueblos y olvidándonos de sus ciudadanos? ¿Good bye pueblos «españoles» es una consigna de la izquierda? ¿Por qué no es posible convivir todos en libertad y diversidad? ¿Desde cuándo la izquierda se ha sentido próximo a Marti i Pol y a Sopa de Cabra y alejado de Oskorri, de Manuel Gerena, de Luis Eduardo Aute, de Mikel Laboa, de Bebe o de Rosalía de Castro y Castelao? ¿Cuándo han sido tan esenciales nuestras señas de identidad nacionales, étnicas, nacionalitarias? ¿No somos internacionalistas, no somos más bien la mezcla de muchas tradiciones, de muchas culturas, de muchas tradiciones, de muchas lenguas, de muchos explotados, de muchos perseguidos? ¿De qué pueblos homogéneos estamos hablando? ¿Quién ganaría realmente con la formación de un Estado propio(-impropio), en absoluto independiente, en Cataluña o Euskadi? ¿No se trataba de hermanarnos y unirnos en el mismo combate esencial? ¿No somos todos Gamonal, las Mareas Verdes, la Corrala la Utopía? ¿No es eso, no era eso? ¿De quien estamos más cerca: de un trabajador de Palencia, de un campesino de Badajoz, de un desempleado de Madrid, de un obrero de Guetaria, o del señor Fainé, el señor Millet, el señor Botín, el señor Pablo Isla, el señor José Luis Cebrián, el señor Ortega o la señora Aguirre y Gil de Biedma?

 

Notas:

[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=183457

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.