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Ofensas a Cuba y al propio pueblo de Estados Unidos

Fuentes: Rebelión

Cuando al señor Michael Parmly se le ocurrió la idea de utilizar frases de Martín Luther King en la pantalla electrónica que se ha situado en el quinto piso de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, como parte de su grosera provocación contra el pueblo cubano, estaba colocándose una soga en […]

Cuando al señor Michael Parmly se le ocurrió la idea de utilizar frases de Martín Luther King en la pantalla electrónica que se ha situado en el quinto piso de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, como parte de su grosera provocación contra el pueblo cubano, estaba colocándose una soga en su propio cuello y también en el del Imperio que representa. 

Además de bandido, como justamente se le ha llamado, es un completo imbécil. Parmly ha entrado en la misma senda de estupideces y yerros en que incurrió su predecesor, James Cason.

Es totalmente absurdo que el señor Parmly haya tenido la osadía de intentar utilizar el pensamiento y obra de ese incansable luchador norteamericano como parte de sus burdas provocaciones y ataques contra Cuba. Es una desvergüenza del Imperio a la vez que un ultraje al pensamiento y obra de Martín Luther King que con su lucha por una causa tan justa como los derechos civiles del pueblo norteamericano conquistó la admiración, cariño y solidaridad del pueblo cubano. No es ningún capricho que en Cuba exista desde 1987 un centro memorial que lleva el nombre de Martín Luther King, donde se le recuerda y se divulga su pensamiento.

Precisamente, en esos mismos días en que Parmly comenzó su provocación contra Cuba montando, de hecho, una especie de periódico electrónico en la sede de la SINA, con el propósito, según ha dicho, de «romper el bloqueo informativo» en Cuba, allá en Washington, el ex candidato presidencial demócrata, Albert Gore, en un discurso de denuncia sobre las violaciones actuales a las leyes y la Constitución de Estados Unidos, recordaba que durante los últimos días de su vida el doctor Martín Luther King fue ilegalmente espiado, como lo son actualmente miles de otros estadounidenses cuyas comunicaciones telefónicas, correos electrónicos y de Internet están siendo interceptadas por el gobierno de George W. Bush.

Y para que no quedase la menor duda, Gore agregaba: «En secreto, el FBI calificó a King como «el dirigente negro más peligroso y eficiente del país» y juró «hacerlo descender de su pedestal». El gobierno llegó incluso a sabotear su matrimonio y lo chantajeó para que se suicidara. Esta campaña siguió su curso hasta el asesinato del doctor King.»

Esto no lo ha recordado Fidel Castro ni el pueblo cubano, sino una prominente figura del «stablishment» norteamericano, alguien a quien nadie en el mundo puede señalar que tenga la más mínima inclinación favorable al socialismo o a la Revolución Cubana.

Gore también expresó en su discurso en el Convention Hall, pronunciado el pasado 16 de enero en una actividad organizada por American Constitution Society, que el FBI había llevado a cabo esta larga e intensa campaña de vigilancia electrónica secreta concebida para infiltrar los mecanismos internos de la Southern Christian Leadership Conference, que encabezaba el doctor King, y que la información sobre los detalles más íntimos de su vida resultó fundamental para convencer al Congreso de Washington hace varios años de que aprobara restricciones sobre las escuchas telefónicas a ciudadanos norteamericanos.

Gore, igualmente, denunció otras acciones de la administración Bush que no respetan la Constitución ni las leyes de Estados Unidos, entre ellas el uso de informaciones falsas para desatar guerras de conquistas como ocurrió en Viet Nam y recientemente en Iraq; encarcelamientos de ciudadanos por tiempo indefinido, sin acceso a abogados o familiares; maltratos y torturas a prisioneros en cárceles en otros países.

Nada de eso está en las leyes aprobadas por el Congreso de Estados Unidos o en el articulado de la Constitución de Estados Unidos, pero se hace por la administración Bush, y cuando se le reclama sobre ello, insiste en que se seguirá haciendo porque «la lucha contra el terrorismo» lo exige. Se trata, en fin, como lo ha señalado el propio Gore de acciones de un gobierno totalitario.

Son actos que ofenden, sin duda, al pueblo norteamericano.

En igual sentido, en semanas recientes, se pronunció el ex presidente James Carter, al señalar que dentro de Estados Unidos han sido «burdamente violadas, según algunas cláusulas extremas del Acta Patriótica, las libertades civiles» y que «altos dirigentes estadounidenses hacen denodados esfuerzos para ejercer un dominio imperial en todo el mundo».

Las acciones agresivas y provocadoras de Mr. Parmly en La Habana se inscriben en tal concepción. Al Imperio no le basta con pisotear y violentar las propias leyes y la Constitución de Estados Unidos, sino que también lo hace con las normas internacionales y las leyes de otros países.

Persisten en seguir aplicando políticas agresivas e injerencistas contra Cuba, aunque los vientos que soplan no les son favorables como lo demuestran los pueblos de América Latina que despiertan y se alejan de las políticas neoliberales y buscan caminos diferentes que los saquen de la pobreza y explotación.

Una vez más se ofende groseramente la dignidad del pueblo cubano con estas acciones de la SINA, que aceleradamente pasa de ser una oficina concebida para facilitar los contactos diplomáticos entre dos países con un diferendo histórico a una oficina para el espionaje, la subversión y para atentar contra la independencia y la soberanía del pueblo cubano.

Como se demostró el martes, a lo largo de siete horas, en la marcha frente a la SINA de más de un millón 400 mil habaneros, en representación de todo el pueblo cubano, la respuesta de Cuba al insulto imperialista es moral, totalmente moral, y, como señaló el Comandante en Jefe Fidel Castro, si hubiese una agresión bélica, Cuba respondería con todas las armas y derramaría hasta la última gota de sangre para defender la tierra, el cielo, el mar que la rodea, la bandera tricolor, y el derecho conquistado para siempre a ser libre e independiente.