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Oh Dios, qué destrozos

Fuentes: Asociación Al-Quds de Solidaridad con los Pueblos del Mundo Árab

Cada mes la entrada en Gaza es distinta. Ahora es un campo destrozado, un enorme arenal lleno de escombros y ruinas por las que se llega a Gaza. Este panorama es distinto al anterior. Es increíble. La nueva frontera israelí es flamante. La vieja frontera palestina ya no existe. A lo lejos, muy a lo […]

Cada mes la entrada en Gaza es distinta. Ahora es un campo destrozado, un enorme arenal lleno de escombros y ruinas por las que se llega a Gaza. Este panorama es distinto al anterior. Es increíble. La nueva frontera israelí es flamante. La vieja frontera palestina ya no existe. A lo lejos, muy a lo lejos, un par de policías de Hamás inspeccionan ligeramente los taxis o vehículos que entran en Gaza, pero no los detienen, no toman los pasaportes de la gente, no controlan quienes entran o no. Total, creo que tampoco ellos antes tenían derecho de veto, simplemente entraban aquéllos que Israel quería.

Hoy he entrado en Gaza, aunque pensé que no lo haría. Primero tuve problemas con el consulado español y luego en la frontera me dijeron que no existía la coordinación. En la frontera me encontré a dos delegados del Euromed a uno de los cuales se le había negado la coordinación «porque era para ayer…».

No me ha dado mucho tiempo a ver nada. Al llegar, en el Centro Palestino hemos resuelto el encuentro del Consorcio con una conferencia a varias partes. Y si me enteré sobre la marcha de esta reunión, sobre la marcha me he enterado que la Fundación Ford les ha retirado los fondos al Centro así como a todas las organizaciones de derechos humanos o de lo que fueran, de Gaza. Un desastre. Así que de pronto te chocas con la realidad, los encuentros no se pueden hacer porque casi nadie puede entrar y nadie puede salir; les retiran la financiación, y encima está el dichoso decreto de disolución de las ONGs que pesa sobre las cabezas de todos.

No puedo contaros mucho más. Solo que por las calles hay pancartas que dicen «ya han desaparecido las amenazas para los visitantes, bienvenidos nuestros amigos extranjeros». Y por ser esto cierto, ¡¡qué ternura!! cuando ven extranjeros por las calles te tiran besos y te bendicen ¡¡ahlan wa sahlan, foreigners!!!

Por ahora mis impresiones: todo tranquilo, pero también mucho destrozo; la gente te da la bienvenida, los análisis son muy dispares. La realidad es que nadie sabe qué va a pasar. Esta foto sigue a la de esta mañana; «se acabaron las amenazas para los extranjeros» esto es lo que se puede leer en Gaza por las calles, y otras cosas sobre el conflicto.

Una viene aquí haciéndose muchas preguntas y se encuentra que aquí tampoco está la respuesta y que la gente lo que quiere es una respuesta. Los mensajes de alguna gente son contradictorios y a veces, incluso, cruelmente tergiversados (no es lo mismo el secuestro de Alan Johnston que el del soldado israelí). Hemos tenido alguna entrevista que me ha dejado descolocada, o mejor dicho, malhumorada, porque no se puede coger el rábano por las hojas y decir «tú qué opinas de esto» sin que veamos cómo se ha ido labrando el camino del desencuentro. Recuerdo que hace poco leí en el libro sobre Hamás que se presentó en Málaga[1] que el propio Abu Mazen había pedido en 2003 el aislamiento de Hamás. Y no hay más que seguir los hechos para darse cuenta de que ni todo es blanco, ni todo negro, sino que al final la única solución es que cambie la posición de Europa y se impulse el diálogo y cada cual limpie su casa. Hoy un periodista me preguntaba si el diálogo debía ser con o sin condiciones. Y yo le dije que sin condiciones, que ya se iría labrando el camino, que todas las partes tienen cuentas pendientes. Y le dije que los criterios son los principios, si uno cree en la democracia, pues ya hay cosas que hay que admitir por ambas partes.

Pero el diálogo es ahora imposible, porque es precisamente la ausencia de éste la condición previa para que la Comunidad Internacional y especialmente USA e Israel, den ciertas migajas al gobierno de Abu Mazen (que en el propio periódico Haaretz ridiculizan sus logros con los presos palestinos). A alguien les comentaba yo que en Málaga hay un cristo que libera cada año en semana santa a un preso y que ese cristo es a veces más generoso que Israel…

En Gaza las calles están extraordinariamente tranquilas. Los policías de Hamás de tráfico son los únicos que se ven por las calles con chalequillos amarillos. Este tipo de policía haría las delicias de cualquier conductor porque ayudan al tráfico y no pueden poner multas, lo más que hacen es llamar burros a los que se saltan los semáforos. También producen cierta ternura, tanta fragilidad, tan acostumbrados como estamos a la prepotencia de algunos policías locales…

Wassim me dice que está preocupado por la situación de Gaza, y es para estarlo. Hoy ha habido un incidente grave en Rafah del que no he leído aún los detalles en la prensa y los aviones de combate han estado literalmente todo el día – y parte de la noche – sobrevolando Gaza, a una altura en la que se puede ver su ignominiosa figura y a una velocidad a la que se pueden seguir sus luces por el cielo. El zepelin espía ha vuelto al cielo y así la vida sigue aquí sobrellevándose, con recogimiento, con preocupación, con un paisaje cada vez más similar a los guetos africanos que a las aldeas cisjordanas. 

Pero eso sí, las playas están llenas de gente, las calles – que siempre he conocido cerradas porque estaba el cuartel presidencial – se han abierto, dejando el camino del litoral expedito por primera vez en muchos años; no se ven barricadas (sí restos de barricadas) y se nota la tranquilidad de la gente en una ausencia casi total de hombres armados. 

La vida aquí cada cual la pinta del color del partido que le ha tocado ¿independientes? Muy pocos. Ni yo… creo

[1] «Hamás, la marcha hacia el poder» de Carmen López Alonso. Editorial Asociación los Libros de la Catarata

(www.alqudsmalaga.org)