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Otra bomba mediterránea

Fuentes: Estrelladigital

No se entiende bien por qué el «señor PESC» (Javier Solana, responsable de la Política Exterior y de Seguridad Común en Europa) felicitó efusivamente a Ariel Sharon por llevar a cabo su anunciado plan de abandono de la franja de Gaza. Plan que, por otra parte, alcanzó una insólita y desproporcionada publicidad en todo el […]

No se entiende bien por qué el «señor PESC» (Javier Solana, responsable de la Política Exterior y de Seguridad Común en Europa) felicitó efusivamente a Ariel Sharon por llevar a cabo su anunciado plan de abandono de la franja de Gaza. Plan que, por otra parte, alcanzó una insólita y desproporcionada publicidad en todo el mundo, al ser televisadas profusamente las ridículas y exageradas manifestaciones de fanatismo de unos grupos de exaltados colonos ultraortodoxos, expulsados de sus ilegales asentamientos en suelo palestino.

Un plan, además, que ha liberado al ejército de Israel de la penosa tarea de tener que proteger a los 8.000 colonos que allí estaban asentados, malgastando para ello una buena parte de sus efectivos militares, diseminados en una veintena de colonias mejor o peor fortificadas. En vez de ese disperso despliegue, las fuerzas israelíes controlarán ahora el perímetro terrestre de Gaza (compartiendo con Egipto la frontera común) y su espacio aéreo, además de patrullar sus costas. Israel se reserva también el derecho de limitar el acceso de los palestinos a la franja de Gaza.

La semana pasada, también el ministro español de Asuntos Exteriores se sumó a las alabanzas, aunque resaltó que se trataba de «un momento histórico de reflexión». Como no se aclaró bien sobre qué habría que reflexionar, parece oportuno contribuir a esta tarea. Antes de dar su aprobación entusiasta a una operación que no es lo que parece, convendría que los dirigentes políticos europeos y españoles atendieran a otras voces bien documentadas que alertan en sentido contrario. Como la de Sara Roy, investigadora del Centro de Estudios de Oriente Medio de la Universidad de Harvard (EEUU), que ha analizado el problema de Gaza durante largos años. Ella rechaza la idea de que el abandono de Gaza sea un paso adelante en la resolución del conflicto causado por la ocupación israelí de Palestina. Estudiando este plan a la luz de acuerdos previos, como el de Oslo, asegura que se trata de una decisión catastrófica para el pueblo palestino, que solo pretende consolidar la ocupación. Predice nuevos derramamientos de sangre palestina, pero también israelí, a consecuencia del irremediable fraccionamiento de Cisjordania y de la progresiva expulsión de los palestinos del sector oriental de Jerusalén, haciendo inviable un futuro Estado palestino.

Empieza su análisis destacando hechos irrefutables. Hoy, más de un millón y medio de palestinos viven en Gaza, pero en el 2010 habrá unos dos millones, pues el crecimiento anual es de entre el 3 y el 5%. La densidad de población en las zonas habitadas de la franja de Gaza es una de las más altas del mundo: en el campo de refugiados de Jabalya hay 74.000 habitantes por km2 (en Manhattan, 25.000).

Por otra parte, según el Banco Mundial, el pueblo palestino sufre hoy la peor crisis económica de toda su historia, a causa de las prolongadas restricciones impuestas por Israel, que limitan las exportaciones y que prácticamente han aislado a Gaza del resto del mundo. El desempleo en la zona es del 40%; en los últimos cinco años, el porcentaje de los habitantes de la franja que viven bajo el nivel de pobreza ha pasado del 30 al 70%. Y un dato más, que tiene mucho que ver con las raíces de casi todos los terrorismos: la mitad de la población tiene menos de 15 años de edad.

Veamos, además, qué nos dicen los estudios realizados en Harvard (por especialistas muy vinculados al pueblo judío y ajenos a la pugna política interna de Israel) respecto al inmediato futuro previsible para Gaza. Prevén que antes del 2010 será necesario crear 250.000 nuevos puestos de trabajo, sólo para mantener el actual y muy precario nivel de empleo; que harán falta 2.000 aulas más y 100 nuevos centros primarios de atención sanitaria, para sostener el mismo nivel educativo y sanitario que en Cisjordania.

Pues bien, la realidad indica una perspectiva bien distinta: el plan de Sharon prevé la reducción progresiva de la mano de obra palestina empleada en Israel, hasta eliminarla del todo. Los trabajos de Harvard muestran, además, que esa mano de obra será pronto «no especializada y más analfabeta», pues en los últimos siete años la proporción entre alumnos y profesores se ha deteriorado en un 30% en Gaza.

Merece la pena leer con detenimiento este párrafo del análisis de Sara Roy: «sin unas fronteras abiertas que permitan el libre tránsito de la mano de obra, que el plan de retirada no prevé e incluso imposibilita, la franja [de Gaza] será un enclave cautivo sin soluciones económicas factibles. Pero es justo la idea contraria -la de que gracias a la retirada será posible el desarrollo- la que Israel se esfuerza en propagar, porque le absolverá de toda responsabilidad, pasada y presente, de la desolación [que reina hoy] en Gaza».

Oculta bajo una campaña de confusión informativa a nivel internacional, una nueva bomba de efecto retardado se está preparando en el extremo oriental del Mediterráneo: se llama Gaza. Los que sin prejuicios políticos analizan el problema, ya nos lo advierten. Por si pudiera haber dudas al respecto, basta recordar lo que Bush manifestó públicamente sobre este asunto en el pasado mes de abril: «La retirada de Israel [de Gaza] permitirá la instauración de un Estado democrático en Gaza y abrirá la puerta a la democracia en Oriente Medio». A la luz de los humillantes fracasos del presidente de EEUU tanto en Afganistán como en Iraq, y de sus desacertados análisis y «visiones» en política exterior, vaya el lector preparándose para lo peor. La mecha de la bomba de Gaza ya está humeando.