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Otra práctica de la medicina es posible

Fuentes: Rebelión

Atacada por algunos círculos de la medicina privada, la llamada Misión Milagro -programa de cooperación iniciado por Cuba y respaldado por la República Bolivariana de Venezuela, que ya se desarrolla en 24 países de América Latina y el Caribe- ha logrado operar y curar de manera gratuita, en apenas año y medio, a más de […]

Atacada por algunos círculos de la medicina privada, la llamada Misión Milagro -programa de cooperación iniciado por Cuba y respaldado por la República Bolivariana de Venezuela, que ya se desarrolla en 24 países de América Latina y el Caribe- ha logrado operar y curar de manera gratuita, en apenas año y medio, a más de 210 mil personas afectadas de ceguera y otros tipos de deficiencia visual.

La razón por la que fue bautizada así se debe a que recurrentemente muchos de los enfermos, al recobrar la vista y conocer el rostro de sus hijos o nietos, exclaman emocionados: «¡esto es como un milagro!» En uno de los centros de atención de la ciudad de La Habana, un hermoso hotel cerca del mar, donde estos pacientes son cuidados diligentemente por jóvenes trabajadores sociales, los «médicos del alma» -según los llamaría Fidel-, fui testigo de ese «milagro» en la persona de un humilde limpia coches de la ciudad de Buenos Aires, que relató sus primeras impresiones, justo en el momento de recuperar la vista después de más de cinco años de oscuridad total, afectado por una enfermedad prevenible y curable siempre que se cubran los altos costos de los servicios médicos especializados. En este centro decenas de internos relataban experiencias de su peregrinar por los servicios de salud de sus respectivos países, sin recibir respuesta. Algunos ya habían abandonado toda esperanza.
La Organización Mundial de la Salud refiere que 90 por ciento de los 136 millones de enfermos visuales se concentran en los países del capitalismo del subdesarrollo y, hasta el inicio de la Misión Milagro, ningún gobierno ni organismo internacional había logrado estructurar un programa que diera respuesta efectiva y en gran escala a los necesitados afectados por diversos padecimientos de la vista.
No es la primera vez que Cuba lleva al cabo labores internacionalistas de alto contenido humanista desde que en 1963, y en las difíciles condiciones de los primeros años de su revolución, su gobierno envió un destacamento solidario de médicos a Argelia. A la fecha, más de 100 mil profesionales y técnicos de la salud cubanos han contribuido a salvar vidas en 97 países de Africa, Asia y América Latina. Aun durante el llamado «periodo especial», caracterizado por grandes privaciones y dificultades que vivió el pueblo cubano después del derrumbe del campo socialista y la desaparición de la URSS, el gobierno revolucionario fundó la Escuela Latinoamericana de Medicina, que en agosto del año pasado graduó a su primera generación de mil 610 médicos procedentes de todos los confines de Nuestra América e incluso de Estados Unidos.
En Cuba cursan su carrera más de 12 mil estudiantes de medicina procedentes de 83 países: 5 mil 500 de América del Sur, 3 mil 244 de Centroamérica, 489 de México y Norteamérica, incluyendo 65 jóvenes de Estados Unidos, mil 41 del Caribe, 777 de Africa subsahariana, 42 de Africa del Norte y Medio Oriente, 61 de Asia y dos de Europa.
No pertenecen estos educandos a familias pudientes que pueden sufragar los estudios de sus hijos en facultades de medicina en las que -como en Estados Unidos- formar a un médico cuesta 300 mil dólares. En su gran mayoría son estudiantes de origen humilde, quienes, de no haber tenido la oportunidad que les brinda Cuba, jamás podrían realizar el sueño de graduarse de médicos. Como se pudo constatar en la Escuela Latinoamericana de Medicina, los futuros profesionistas reciben su educación gratuita, y su manutención y estadía están aseguradas durante los años de preparación profesional.
El comandante Fidel Castro se pregunta: ¿cómo es posible que Cuba, una pequeña nación bloqueada durante más de 45 años por Estados Unidos hasta en terceros países -según quedó demostrado recientemente por el incidente del hotel Sheraton de la ciudad de México-, pueda contribuir al bienestar de tantos pueblos formando en 10 años a más de 100 mil médicos? «¿Dónde esta el secreto?», cuestiona el presidente cubano. «En el hecho real de que el capital humano puede más que el capital financiero -se responde-. Capital humano implica no sólo conocimientos, sino también, y muy esencialmente, conciencia, ética, solidaridad, sentimientos verdaderamente humanos, espíritu de sacrificio, heroísmo, y la capacidad de hacer mucho con muy poco.»
En contraste, los países del capitalismo avanzado no sólo no preparan profesionales de la salud para los países periféricos, sino que saquean de médicos al mundo del subdesarrollo: Nueva Zelanda, Reino Unido, Canadá, Estados Unidos y Australia mantienen su plantilla de profesionales de la medicina entre 22 a 35 por ciento con migrantes provenientes de los países pobres. Un informe de la OMS y de la Universidad Harvard señala que el subsidio anual del sur al norte por concepto de esa fuga de personal especializado asciende a 500 millones de dólares.
En Honduras, Brasil, e inclusive en la propia Venezuela, algunas asociaciones y gremios de oftalmólogos, y los circuitos corporativos relacionados con los grandes hospitales privados, han lanzado una campaña en contra de la Misión Milagro, intentando empañar sus propósitos nobles y su carácter humanitario. En el fondo están los intereses de los mercenarios de bata blanca que ven reducir sus ganancias al «abaratarse» los precios por los servicios profesionales que la Misión presta gratuitamente. En esas «denuncias» se expresa la lógica de la privatización y mercantilización del derecho a la salud y a la vida.
Cuba, por su parte, muestra con la Misión Milagro y con su vocación médica internacionalista que otra medicina es posible.