Yemen pasa por un proceso de transición que, como el de Egipto, no convence. El liderazgo del país está en manos de Abed Rabbo Mansur al-Hadi, el vicepresidente del Gobierno de Ali Abdullah Saleh; éste último continúa como presidente honorario e interviniendo a su antojo en la política interna, en la Guardia Republicana, las Fuerzas […]
Yemen pasa por un proceso de transición que, como el de Egipto, no convence. El liderazgo del país está en manos de Abed Rabbo Mansur al-Hadi, el vicepresidente del Gobierno de Ali Abdullah Saleh; éste último continúa como presidente honorario e interviniendo a su antojo en la política interna, en la Guardia Republicana, las Fuerzas Especiales de la Policía y los servicios secretos, al mando de su hijo Ahmed y de sus sobrinos Yahia y Amer, que no dudan en disparar contra los manifestantes de las protestas pacíficas que continúan tomando la calle. La más significativa ha sido la llamada «Marcha de la vida» contra la impunidad judicial concedida a Saleh en el acuerdo del Conjeso de Cooperación de El Golfo (CCG), por el que cedió el poder en noviembre.
Más de 100.000 personas partieron el 20 de diciembre desde la ciudad de Taiz, una de las zonas más convulsas desde la retirada de Saleh, y llegaron a Sanna cuatro días más tarde (recorrieron 252 kilómetros a pie) donde se encontraron nuevamente con un recibimiento represivo de las fuerzas de seguridad. Varios muertos y decenas de heridos volvieron a encender los ánimos y convocaron otra manifestación al día siguiente. Un nuevo intento, pero aún más crispado, por evitar que se formalice en el Parlamento la impunidad del ex presidente que le eximiría de responsabilidad por los excesos cometidos por las fuerzas de seguridad durante las protestas.
Saleh está pendiente de que Estados Unidos le conceda un visado para recibir tratamiento médico especializado. El viaje se interpreta como un exilio temporal, con el que se espera que se rebaje la tensión, que los yemeníes se concentren en su reforma sin preocuparse de la figura de Saleh.
El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha instado a las partes a cumplir el proceso de transición y a «evitar provocaciones» para contener la violencia que no ha dejado de extenderse por todo el país. No solo por las protestas, sino por los diversos conflictos que se avivan con el vacío de poder. Los observadores de la ONU aseguran que los insurgentes se han hecho con el poder de cinco o seis provincias del país. Las organizaciones humanitarias siguen denunciando dificultades para acceder a determinadas zonas conflictivas donde, además del incremento de la violencia, faltan medicinas y recursos básicos de supervivencia.
Saleh debería retirarse definitivamente de la escena política el 21 de febrero tras las elecciones presidenciales, pero los yemeníes no están dispuesto a que se marche sin rendir cuentas, ni a que el nuevo Yemen lo lideren sus aliados.