El fracaso cosechado por IU en las últimas elecciones generales ha suscitado un intenso debate, principalmente en los medios de comunicación alternativos, ya que los cauces internos de la formación hace algunos años que dejaron de funcionar para estos menesteres y la prensa oficial está poco interesada en el asunto. No escribo estas líneas para […]
El fracaso cosechado por IU en las últimas elecciones generales ha suscitado un intenso debate, principalmente en los medios de comunicación alternativos, ya que los cauces internos de la formación hace algunos años que dejaron de funcionar para estos menesteres y la prensa oficial está poco interesada en el asunto.
No escribo estas líneas para entrar en el debate en los términos en que está planteado, sino para introducir un enfoque que encuentro a faltar en todos los escritos que he leído: el de la estructura real de IU.
Bueno es que se discuta; mejor hubiera sido empezar a hacerlo hace quince años cuando surgieron los problemas que han llevado a IU a esta situación, pero la ceguera y el conservadurismo de los dirigentes han ahogado todo debate que no fuera el del reparto del poder, salvo sobresaltos como el de los ‘trece puntos‘ en la VI Asamblea de 2000. Las voces que suenan son de cuadros destacados, en nombre propio o de las ‘familias’ de siempre; por más que se ponga en los papeles, no hay ningún motivo para creer, visto lo que sucede Asamblea General tras Asamblea General, que se vayan a arbitrar procedimientos para la participación de las ‘bases’ y, mucho menos de los ciudadanos de izquierdas que pudieran estar interesados en el proyecto.
Existe un punto de partida común a casi todas los intervenciones, que es la necesidad de atraer de nuevo los votos ‘perdidos’ desde anteriores elecciones, pérdida que se atribuye por unos u otros a diversos factores externos e internos que requieren una redefinición de la línea política (fundamentalmente posicionamiento ante, con, tras el PSOE) y poner en marcha los procedimientos oportunos para corregirla y hacerla atractiva a los militantes y potenciales votantes.
No voy a negar la importancia de estas cuestiones en las que tengo, como todo el mundo, mis acuerdos y desacuerdos con los argumentos que leo, pero no voy a entrar en ellas, porque lo que pretendo señalar en estas líneas es que todo este debate es estéril y carece de virtualidad si no se parte de un análisis medianamente ajustado de la situación de IU y se toman las decisiones consecuentes. Es como si, en un antiguo barco de vela que se hunde lentamente, la oficialidad discute en el puente cuál es el mástil en el que hay que subirse y quiénes se suben para hacer señales y seguir aguantando, sin preocuparse del casco y la vía de agua, ni del pasaje, que por otra parte abandona el barco como puede.
Quiero decir que cualquier decisión política que se tome sin tener en cuenta quién la va a ejecutar -y si quiere y puede ejecutarla- no pasará de ser, en el mejor de los casos, una manifestación de buenas intenciones. Por otra parte, un enfoque un poco materialista de la realidad nos obliga a preguntarnos cuáles son los mecanismos y relaciones que rigen o condicionan el funcionamiento de IU.
Dado que todo el mundo reconoce que los niveles de militancia, aparte de otros indicadores, están bajo mínimos y en permanente descenso, y que IU, a diferencia de los partidos mediáticos, tiene como herramienta fundamental y casi única su militancia, es un ejercicio de idealismo político peligrosísimo, casi suicida, pensar, sin otro análisis, que se puede cambiar la tendencia y recuperar la presencia en la sociedad con el solo enunciado de una política milagrosa (que nadie apunta más allá de los tópicos de democracia, participación, cambio) y la sustitución de los gastados burócratas por un equipo fashion-fashion.
Veamos, pues, qué es ahora IU y cuáles son las relaciones que determinan en ella el poder y la gloria.
La estructura federal es hoy un escenario, habitualmente vacío, en el que se representa la correlación de fuerzas de las Federaciones. Aparte de que los métodos de debate y toma de acuerdos son más que discutibles, lo que allí se ‘decide’ ni es conocido en el conjunto de la organización, dado que no existen medios de difusión ni reuniones frecuentes, ni es aplicado por los que lo conocen, salvo que coincida con sus intereses. Sólo transciende lo que de vez en cuando saca la prensa por considerarlo de actualidad. No existen, al menos que se sepa, elementos ideológicos firmes que sirvan de cohesión de la circunstancial mayoría, ni intereses que la soporten más allá de unos pocos cargos. El grupo parlamentario y los asesores, tal vez por su pequeñez, no llegan a constituir una referencia unificadora y disfrutan de envidiable autonomía, lo mismo que las Federaciones, véanse los casos recientes de Euskadi y Valencia. (Describo, no opino)
El nivel de Federación es algo más complejo. Existe una gran disparidad, desde federaciones en que un pequeño grupo de compañeros excepcionales está manteniendo vivo el testimonio de la izquierda en situaciones muy difíciles hasta otras en la que los grupos de militantes conviven, en general mal, con una cierta estructura que me interesa analizar, siquiera a grandes rasgos. Esta estructura está compuesta por una parte visible y otra invisible. Sería instructivo averiguar cuántos afiliados a IU-CM conocen quiénes son los representantes de su organización en TeleEspe o Cajamadrid o saben siquiera en qué instituciones (fuera del Ayuntamiento y la Comunidad) está presente. Esta parte invisible, aunque no muy numerosa, es importante, tiene intereses muy claros y no es en absoluto un factor de transparencia y democracia. En la parte visible, se escenifican públicamente debates cuyo trasfondo no es siempre comprensible para el no iniciado o militante de base. Está con frecuencia ligado al soporte invisible de la parte visible, que suele estar en el poder municipal.
Sostengo (opino, no describo) que el poder municipal, en ausencia de presencia relevante estatal y autonómica, es el soporte real de lo poco que queda de IU y al mismo tiempo, el cáncer que la destruye. Se trata de un poder compartido en general con el PSOE, no en las grandes capitales, pero sí en municipios de importancia. No suele haber conflicto donde se cogobierna, da igual que el coordinador sea Anguita con sus ‘orillas’ u otro más amistoso; a la vida municipal no llega esa política. Son excepcionales los casos como el de Seseña, en los que se defienden los derechos de los ciudadanos, y frecuentes los de Castro Urdiales y Leganés, en los que se practica (de la mano del PPOE), sin ninguna vergüenza, la política de la especulación y la privatización. El clientelismo ligado a esta práctica política se escenifica con mucha claridad en la composición de las asambleas locales y en su repercusión en el ámbito de la federación correspondiente.
Las asambleas locales donde se cogobierna son frecuentemente reuniones de empleados municipales, cargos de confianza, beneficiados y parientes colocados que practican la laminación ‘democrática’ de cualquier disidencia: son más y se vota o no son más y no se vota. Toda iniciativa es sospechosa; toda discusión se supone ociosa o malintencionada y se evita en la medida de lo posible. Tampoco se pierde mucho, porque las asambleas casi sólo se reúnen para votar en procesos electorales (la vida política real de IU se desarrolla en los despachos de los concejales) y últimamente se evita ese enojoso encuentro votando por correo.
Para valorar la repercusión en la federación respectiva, tanto de la estructura invisible como del poder local, es clarificador seguir el fundamento del poder de muchos años de Ángel Pérez en Madrid, que ha culminado recientemente en el malabarismo de su nombramiento como cabeza de lista para el Ayuntamiento de la capital tras una derrota aplastante de su candidatura en la misma capital, gracias a los votos de los pueblos y el control de la Asamblea Regional por parte de éstos.
No necesito extenderme en ejemplos, porque lo que cuento lo saben bien los que conocen algo IU, por mucho que luego digan algo tan progresista como que la ropa sucia se lava en casa, pero sí debo hacer dos precisiones antes de la conclusión.
Lo que narro no es exclusivo de IU. La corrupción municipal es generalizada en España, como todo el mundo sabe o sospecha, sin que el pacto de omertà entre los partidos (qué pocas broncas hay en este terreno) pueda impedir que salten periódicamente algunos escándalos a la opinión pública. La desgracia para IU es que se supone que está en contra de este sistema, por lo que el interés personal de muchos cuadros es opuesto al de la organización, y que las actitudes de desconfianza y temor que esta situación produce en los ciudadanos/súbditos minan las posibilidades de participación democrática y benefician a las posturas más conservadoras de la sociedad.
No todos los militantes de IU están enredados en los hilos del poder, ni mucho menos. En IU hay muy buena gente, de ellos han salido los pocos intentos de regeneración, pero la mayor parte están desconcertados, sin posibilidad de actuación política como militantes de IU, hacen lo que pueden en su barrio o movimiento, y se van poco a poco en un proceso implacable de selección negativa, mientras los oficiales están en la cofa del mastelerillo.
Mi diagnóstico es que no hay ninguna crisis en IU, sino un proceso continuado, con altibajos naturalmente, de degeneración de carácter estructural que, para el que no quiere ver, se manifiesta sorprendentemente en las elecciones, pero, para el que se fija, se gesta, se tolera y se encubre día a día. Con puestos, nombres y apellidos.
La conclusión principal de este planteamiento es que ningún maquillaje, cambio de línea teórica o de reparto de poder en la dirección cambiará nada en el camino de la desaparición de IU si no se aborda drásticamente el problema de la fuente del poder. Drásticamente significa de una manera revolucionaria, rompiendo la estructura de poder señalada, que, en caso contrario, neutralizará cualquier iniciativa. Sé que no es fácil, que se trata de una organización fragmentada cuya sola argamasa son los intereses, y que, como hemos visto estos años, los dioses ya han cegado a los que querían perder.
Acabo saliendo al paso de los que piensan que el PCE puede ser la alternativa que cubra el espacio a ‘la izquierda del PSOE’ (¡vaya definición ideológica y política!) sin más que ‘salirse’ de IU.
El PCE no está en absoluto exento de culpa; de hecho ha sido el valedor de los desmanes y la decadencia de su ‘opción estratégica’, al igual que de su ‘opción sindical’. Pero, independientemente de que no pueden ser los protagonistas de la recuperación del Partido los que hace poco decían que no era el momento de hablar de la República, los que nos amenazaban de expulsión por llevar la bandera de la hoz y el martillo el 1º de mayo, y los que no han sido capaces de esbozar un borrador de Manifiesto- Programa en tres años, es de una frivolidad inadmisible pensar que un gesto, cualquier gesto, puede solucionar una destrucción tan profunda, en vez de ponerse humildemente a reunir fuerzas y a trabajar en el estudio, la organización y la acción con todos los que estén dispuestos a hacer frente a la barbarie capitalista -imperialista en todos los ámbitos.
Es cierto que en el PCE, o muy cerca, está mucho de lo poco que hay hoy disponible para la lucha por el socialismo, pero salirse de IU, que probablemente será la única acción posible, no será nunca una solución, sino, en el mejor de los casos, el principio de ella, y sólo si somos capaces de estar a la altura requerida. Eso quiere decir: si sabemos librarnos de las cadenas que he intentado describir.