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Paco Ignacio Taibo II: De su libro, la Historia de Cuba y los historiadores

Fuentes: Rebelión

El autor hispano mexicano Paco Ignacio Taibo II, sin dudas hoy uno de los más destacados escritores de la región, nos acompañó en La Habana como jurado del Premio Casa 2009 y a la par presentó en la Feria del Libro la edición cubana de Tony Guiteras, un hombre guapo (Editorial de Ciencias Sociales, La […]

El autor hispano mexicano Paco Ignacio Taibo II, sin dudas hoy uno de los más destacados escritores de la región, nos acompañó en La Habana como jurado del Premio Casa 2009 y a la par presentó en la Feria del Libro la edición cubana de Tony Guiteras, un hombre guapo (Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009). Ya quienes seguimos los temas históricos habíamos tenido antes, dentro de su profusa producción literaria, sus entregas sobre Ernesto Che Guevara y Francisco Pancho Villa.

Cuba se prestigia con la presencia entre nosotros de amigos como Paco Ignacio, que nos dedican arduas horas en la lectura intensa de los manuscritos presentados al Premio. Más, si una figura como la de Antonio Guiteras Holmes le mueve a realizar la obra que nos ha entregado.

La presencia del Paco Ignacio en La Habana ha sido seguida por los medios de prensa mexicanos, españoles y de otros países de la región. Han predominado los merecidos loas, pero como casi siempre ocurre, hay opiniones francamente desmedidas. Ha sido en esta dirección muy recurrente el afirmar textualmente que Paco Ignacio «reivindica» y «recupera» la figura de Guiteras. Tal parece si seguimos a estos entusiastas del escritor, que además de regalarnos una excelente narración, Paco Ignacio nos ha descubierto y reescrito nuestra historia. No han estado alejadas de estas afirmaciones algunas de las declaraciones del propio autor sobre la historiografía y los historiadores que trabajamos en Cuba.

He disfrutado del texto recién presentado por Paco Ignacio. Pero ello no significa que la narración que se hace en Tony Guiteras, un hombre guapo, sea un hito en la historiografía cubana. Considero que tanto el autor como sus seguidores sobredimensionan y equivocan su resultado literario.

Tony Guiteras, un hombre guapo

El libro de Paco Ignacio, nos lo anuncia su prologuista Iroel Sánchez, es un torbellino apasionante. Siempre las generaciones de revolucionarios cubanos que no conocimos a Guiteras, nos lo imaginamos tal como lo narra el buen oficio del autor.

Muy bello el rescate de la colosal figura del militante comunista Carlos Aponte. Nos recuerda una deuda tremenda de la historiografía latinoamericana y caribeña, casi vergonzosa si de los intelectuales revolucionarios de Cuba, más que de Venezuela se trata. Exacto el análisis «clasista» del procónsul Benjamin Sumner Welles.

Al concluir la lectura del libro de Paco Ignacio, busqué de mi librero los textos del historiador cubano José A. Tabares del Real, a quien debemos la recuperación historiográfica de la figura de Guiteras. Varios pasajes del libro de Paco Ignacio, me recordaron aquella primera y esclarecedora biografía que leí en mis años de estudiante (Guiteras, Ciencias Sociales, 1973, Ciencias Sociales, 1990). Releer ahora a Tabares me ratificó el aporte del libro de Paco Ignacio: El genio del escritor, nos coloca en una dimensión enriquecida de la historia. Precisamente por ello el arte y la ciencia son dos pares inseparables del saber, de la civilización humana.

El Paco Ignacio definitivo de la literatura, nos solicita amablemente enviar críticas, correcciones y sugerencias, para mejorar futuras ediciones. En mi opinión de lector satisfecho, esta obra en su dignidad de narración histórica, tiene ya su inconfundible y rotunda personalidad propia. Respeto el derecho del autor a realizar en su obra los cambios que considere oportunos, más si son con el loable propósito de perfeccionarla. Sin embargo, debo adelantar que no considero necesaria una rectificación, porque a fin de cuentas no se trata de un libro que se tenga que someter a una crítica de validación. Como fue escrito resulta.

Si del oficio de historiador se trata

Para la realización de su obra literaria Paco Ignacio demuestra haber realizado un notable ejercicio de investigación, no obstante si de precisar los procesos de construcción del conocimiento histórico se trata, y sobre todo si nos referimos a lo que sabemos que realmente sucedió en la historia, es evidente que su narración se desenvuelve, sin haber considerado todo el conjunto de la historiografía cubana, o desechando parte de esta. Escoger aquello que refuerza la tesis que ha prefijado, es una estrategia que puede ser válida para la literatura, dialogar con todas las evidencias, los argumentos y los historiadores que le han antecedido, es el método de la historia.

En particular su dibujo sobre el sectarismo de Rubén Martínez Villena no se sostiene a la luz de las últimas aproximaciones realizadas por historiadores cubanos. Es evidente que no llegó -o no atendió- a algunos documentos que resultan esclarecedores. Y sobre todo, le falla la evaluación cualitativa. Sigue presente en el autor el lastre de la historiografía liberal que se deslumbra tanto con el poeta, que ve su muerte «advertida» desde 1922 en la Canción del sainete póstumo (página 314 de la edición cubana), porque no llega a entender la poesía mayor del combatiente y dirigente comunista. Se nota que le falta en este caso, un estudio más incisivo y dialéctico de la personalidad y pensamiento político de Rubén.

Tampoco logra zafarse Paco Ignacio, de la historiografía dedicada a acentuar los errores e insuficiencias del movimiento comunista de la época. Los severos ejercicios autocríticos de los comunistas, el autor no los atiende o los percibe como tímidos e insuficientes. Habría que ver qué Partido u organización en la historia de Cuba republicana, fue más severa consigo mismo a la hora de evaluar sus errores. No hay otro ejercicio semejante hasta la llegada al escenario político de Fidel Castro Ruz.

En Cuba, como en buena parte de la historia contemporánea del movimiento revolucionario, no puede hablarse de «un sectarismo» y «un .dogmatismo». Hay varios. Los hubo en la época de Guiteras, también en la Guerra de Liberación de Fidel y nuestros padres. Han existido y están presentes hoy entre nosotros. Es un fenómeno consustancial a la lucha ideológica y política que se da dentro del campo revolucionario, dentro de sus organizaciones y procesos -en la literatura y la ciencia claro está-, y también en el espacio íntimo de cada sujeto participante. En última instancia refiere al grado de madurez en la contradicción que se manifiesta entre ortodoxia y heterodoxia, un par dialéctico que tiene mucho que explicar. Reconocernos en este fenómeno y no sólo verlo en el compañero que tiene otro criterio y actuación, puede ser un buen punto de partida para entender el pasado y el presente. Es indispensable en todos los tiempos para fortalecer la unidad.

Tuvo acceso Paco Ignacio a la documentación que demuestra la lucha interna que se dio al interior del Partido cubano, tanto en vida de Rubén como después de la muerte de este, pero su escenario solo queda en el reducido esquema de la sujeción a la Internacional Comunista. En este punto cuando se trata de los comunistas, hasta falla en su proclamado intento de incorporar y humanizar a las figuras que acompañaron la época. Su apunte de Blas Roca es quizás el más opaco y deficiente de la narración. Prácticamente presenta dos veces (páginas 292 y 329) al mismo personaje y hasta hay un error en el apellido.

Cita Paco Ignacio a Blas (página 316) en un documento que escribiera en 1959, solo en aquello que le es consustancial para subrayar la crítica al primer partido comunista cubano. Sin embargo desestima quizás las más certeras apreciaciones que realizó el dirigente comunista en ese propio texto. Cito a Blas: Guiteras nunca se dejó arrastrar al anticomunismo: por el contrario, consideraba su acción antimperialista y revolucionaria como una etapa necesaria para avanzar hacia el socialismo…»

No hay registro en el listado bibliográfico que se adjunta al libro de Paco Ignacio sobre la procedencia del referido documento. Hay que decir que permaneció inédito hasta el año 2002, cuando el historiador Lucilo Batlle Reyes -que conserva el original- lo publicó y comentó por primera vez en la versión digital del periódico Trabajadores. Recomendamos a Paco Ignacio más que incorporar esa referencia, ponerse en contacto con la obra de Batlle Reyes (Blas Roca. Continuador de la obra de Baliño y Mella, Ciencias Sociales 2005). Sin dudas le será útil en su interés de entender e interpretar nuestra historia.

Un fallido intento

La intensión de traer a la narración histórica la problemática sexoerótica resulta interesante, pero no fraguó en un resultado loable. El confundir la homosexualidad con la bisexualidad que realmente Paco Ignacio describe en la vida íntima de Sumner Welles (página 122), le dificulta penetrar mejor esta faceta personológica en que ha decidido incursionar.

El listado bibliográfico de referencia, nos dice que Paco Ignacio no tuvo la oportunidad de conocer los estudios realizados por Enrique Cirules y otros historiadores y especialistas, sobre el submundo de corrupción y tolerancia mercantilizada, que ya desde esa tercera década del Siglo XX, los yanquis promovieron en La Habana de turistas y marines. En tal escenario hay que recolocar el ejercicio habanero de la conducta sexual que le endilga al Embajador Sumner Welles. Este detalle nos puede poner a juicio, si en la ciudad de prostíbulos y «casas de citas», era tal la clandestinidad forzada del Embajador. Para los ricos -fueran los amos del Norte o sus sirvientes de la burguesía aristocrática y parasitaria- su visita a La Marina, San Isidro o La Victoria – los barrios de «tolerancia»-, era algo «normal»: En lo fundamental otra faceta más de su condición de explotadores.

Cuando se trata de reconstruir un cuadro psicosocial de una época, hay que tener en cuenta las tradiciones y especificidades culturales. Esta cerca de esta necesidad Paco Ignacio cuando previene sobre su condición de no-habanero. Precisamente por ello es desafortunada la lectura «machista» que hace de varios de los revolucionarios cubanos. Se trata de una visión completamente extemporánea, que subraya como peculiar, lo que realmente era una generalidad subsumida en la psicología social de la época. En tal interés hay que precisarle al autor que aún con su indiscutible base en los lastres de intolerancia machista, el vocablo maricón en Cuba tuvo y aún hoy tiene, una connotación peyorativa que sobrepasa lo que propiamente se circunscribe a la crítica o caracterización de una conducta o preferencia sexual. A un individuo -también a una fémina- se le puede castigar u ofender con tal vocablo, aún en el conocimiento de su conducta heterosexual. Junto a la existencia de estudios de antropológicos y semánticos que sustentan lo que expreso, subrayo en este punto mi condición de nacido en la marginalidad redimida, pero aún no resuelta de la ciudad capital.

En tiempos de empoderamiento de las identidades sexuales, frente a la impronta ética y política de asumir definitivamente la normalidad de las diferencias, se precisa mayor conocimiento en quienes como Paco Ignacio pueden dar un aporte sustantivo a la descontaminación machista y sexista de nuestras sociedades. En temas tan vulnerables, una intención promocional mal emprendida, puede hacer el efecto de un elefante en una cristalería.

La historiografía y los historiadores

Como referí Paco Ignacio ha realizado varias aseveraciones sobre los historiadores y la historiografía que se publica en el país. Lo hizo en su intervención en el programa Mesa Redonda Internacional de la televisión nacional (10 de febrero), en presencia de destacados intelectuales cubanos y latinoamericanos y directivos del Instituto Cubano del Libro. Luego en la Presentación de su libro en La Cabaña (día 14) y más recientemente en Ciudad México, cuando presentó bajo el sello de Planeta su nueva obra.

A los amigos se les va directo, y con razones sobre todo de amor. No pienso que haya que esperar a otra Feria, para que Paco Ignacio conozca que sus declaraciones sobre los historiadores y la historia nacional, realizadas en su intervención en el programa Mesa Redonda Internacional de la televisión nacional; nos dejaron el mal sabor de la petulancia a buena parte de los compañeros y compañeras que las escuchamos.

Estaría por ver con Paco Ignacio, cuáles son historiadores «ortodoxos» y «oficialistas» que refiere «vigilantes doctrinarios del pasado» y si son tales, pero aún en la discrepancia, se precisa respeto por la obra de los autores, con los que necesariamente ha tenido que trabajar y dialogar en el proceso de investigación y construcción de su propia obra. Sólo un recorrido por la citada lista bibliográfica, basta para demostrar que en su estudio de la figura de Guiteras, no «descubre», sino continúa, recrea y sin dudas fertiliza un conocimiento ya preexistente. Así Paco Ignacio da noticias de que al menos consideró 34 artículos y libros que entre 1970 y el 2007 abordaron la figura de Guiteras y su época, no todos los que existen, pero sin dudas buena parte de los más importantes.

No se trata «de compartir o no los enfoques del autor sobre nuestra historiografía», tal como propone el prologuista de Tony Guiteras…. Desde el corazón y también con muy sólidas razones de la inteligencia, le podemos abundar al escritor y al camarada de izquierda, sobre lo feliz que resulta, aún para una persona tan culta e informada como él, esa vieja regla de sentido común, que recomienda no intentar sentar cátedra en un saber que se desconoce en su suma de totalidades.

Un cálculo aproximado realizado por la historiadora Mildred de la Torre, sobre la obra historiográfica revolucionaria sólo para el estudio de los años de la república neocolonial, da la cifra de 220 libros, incluyendo las folleterías regionales y los artículos publicados en Cuba y el extranjero. Si sumamos la totalidad de textos, folletos y artículos sobre la etapa colonial, la época revolucionaria y la historia universal, el legado historiográfico de cincuenta años de Revolución sobrepasa los mil títulos: ¿Acaso puede Paco Ignacio convencernos de que todo lo hecho merece descalificarse, rezuma «ortodoxia» y «oficialismo»? ¿Ha estudiado Paco Ignacio este universo de obras editadas por la Revolución Cubana, antes de adelantarnos opiniones tan conclusivas y lapidarias?

No es la primera vez, ni será la última, que quienes nos visiten fracasen en el intento de generalizarnos, desde el pedazo de la Cuba y de los cubanos que conocieron. El problema no radica en esta o aquella deficiencia. Mucho menos de que no sea válida la crítica y la observación oportuna. Es que somos eso que observó el viajero, y mucho, muchísimo más. Que todo tiene un antes, ahora y después, en una explosión de realizaciones, contradicciones y sentimientos, donde los juicios reduccionistas además de su deuda con la realidad, definitivamente no ayudan.

No me caben dudas de que nos reconoceremos con Paco Ignacio en varias de sus apreciaciones críticas, pero no por la novedad que a estas le atribuye el autor en sus declaraciones. Se trata de temas que han sido discutidos y peleados -en solución algunos y en debate la mayoría- dentro del movimiento intelectual cubano. Uno sin dudas es el que se refiere a cómo los personajes supervivientes serán juzgados por la manera como se comportaron ante la gran ruptura social del 59 y no por sus acciones en el 33. La recuperación entre otras, de una figura imprescindible en la historia política y cultural cubana como Jorge Mañach, sin dudas ratifica que Paco Ignacio habla con evidente desfase histórico. La propia producción historiográfica que se muestra en la Feria del Libro, sin triunfalismo, con mucha luz y también sus momentos de sombra, dice muy claramente cuanto avanzamos.

Sugiero que en una próxima visita, Paco Ignacio tenga en su programa la oportunidad para dialogar más sobre la historiografía de este país, con quienes en definitiva la hacemos. El diálogo de respeto y afecto pule, educa y fertiliza. Lo más importante siempre será darle la oportunidad a Paco Ignacio de que conozca lo que realmente vibra y toma alma de libros -muchos aún en espera de publicarse-, desde el trabajo de la investigación y docencia de la Historia, no solo en la capital, sino en toda la geografía académica y universitaria cubana.