Escribo a las once de la mañana de este sábado 28 de mayo, en el que 140 años atrás la última barricada de la Comuna fue derrotada. No, en cambio, este enorme acto de resistencia ciudadana. Sigue en pie de paz y dignidad. Ni les doblegaron ni les van a doblegar. Ahora menos que nunca. […]
Escribo a las once de la mañana de este sábado 28 de mayo, en el que 140 años atrás la última barricada de la Comuna fue derrotada. No, en cambio, este enorme acto de resistencia ciudadana. Sigue en pie de paz y dignidad. Ni les doblegaron ni les van a doblegar. Ahora menos que nunca.
La plaza está en calma, hermosamente en calma. Tiene el sabor de las cerezas y es dulce, y todo lo que es dulce, desde luego, da nostalgia.
Grupos de jóvenes acaban de limpiarla. Se recogen de nuevo firmas de apoyo. Las otras, las más de cien mil que se habían recogido, fueron arrojadas a algún descampado. Un grupo de jóvenes ciudadanos está escuchando las palabras de un viejo libertario. Otros leen; una de ellas, Neruda, sus poemas de amor y su canción desesperada. En el grupo de ecología, se piensa discutir uno de estos días las alternativas a la energía nuclear. En otro grupo, autoformado por el simple encuentro, se habla de la importancia de lo conseguido, de las varias generaciones presentes en la plaza, de lo mucho que tenemos que hablar, vindicar y luchar. Un grupo bastante numeroso hace cola para el desayuno. Algunos se han levantado tarde; han estado discutiendo hasta altas horas de la mañana. Ningún incidente, nadie grita, nadie tiene un mal gesto. Se instalan nuevas tiendas. Alguien canta «El pueblo unido» y otras canciones chilenas. Nadie que haya vivido o pasado por la plaza podrá ser convencido que la democracia es la pasividad receptora de mensajes y el voto en las urnas cada dos o tres años.
Casi toda la belleza del mundo está hoy en la plaza
A muchos les preocupa lo que pueda pasar esta noche si el Barça gana la final. Canaletes está pegada a la plaza. Hay alternativas que se van a discutir esta tarde, en la asamblea general de las 18:30. Se piensa, algunas personas piensan, que lo mejor quizá sea desmantelar toda o gran parte de la acampada, trasladarse a la plaza de Sant Jaume (antigua plaza de la República, a medio kilómetro más o menos) y volver mañana, pronto, a la plaza de la resistencia una vez acabada la celebración si ésta se produce. Hay que pensar, hay que hacer lo más razonable y hay que evitar, sea como sea, las provocaciones que seguro estarán diseñándose en algún despacho de la conselleria. La infiltración policial en el movimiento irá en aumento probablemente.
Felip Puig no ha dimitido. Hasta el momento nadie de la conselleria que él dirige con puño de hierro, corazón sin alma y cabeza con encefalograma plano. Pero, ¿a quién le importa lo que hagan el conseller y sus colaboradores? A nadie. Lo que importa, lo que cuenta realmente: los innegables resultados poliéticos de la resistencia pacífica. No sólo su valor moral, sino su enorme eficacia política.
No fue pacífica la batalla desde luego. No lo fue. Y no porque la actuación de los Mossos d’Esquadra fuera «desproporcionada», o engañosa metáfora similar aupada o inventada para el caso, sino porque las cargas policiales estuvieron inspiradas en las viejas hazañas bélico-fascistas de la policía franquista. Como en los viejos tiempos. Así actúa realmente el gobierno de los mejores. Hay, según parece, unos 84 heridos. Uno de ellos sigo estando grave. Fue operado ayer de urgencias en el Clínic de Barcelona. Los Mossos dicen tener 37 heridos. Ignoro la gravedad de esas heridas pero es de temer manipulación y exageraciones. No hay duda alguna sobre quienes actuaron brutalmente y a las órdenes de quien, y tampoco hay duda desde luego sobre quienes fueron agredidos con nocturnidad, porras, pelotas de goma, helicópteros «Apocalypse now» e infame alevosía diseñada en cómodos despachos postmodernos decorados a la última.
Lo que cuenta: en Sol se gritaba ayer noche «Barcelona no está sola, Barcelona no está sola». Trasgrediendo alguna ley del espacio-tiempo, o acaso sin trasgredirla, el grito y la emoción que la acompañaba llegó instantáneamente a la plaza de los indignados de Barcelona. Ni Barcelona está sola, ni nadie está solo. Del yo a un Nosotros compuestos de muchísimos ciudadanos y ciudadanas activos y libres.
PS. Carlos Valmaseda, miembro de Espai Marx, me acaba de recordar este poema. Déjenme que lo copie aquí. En honor de Brecht y de todos los acampados. Está directamente relacionado con el corazón del movimiento «democracia real ya».
1940
Mi hijo pequeño me pregunta: ¿Tengo que aprender
matemáticas?
¿Para qué?, quisiera contestarle. De que dos pedazos de pan
son más que uno
ya te darás cuenta.
Mi hijo pequeño me pregunta: ¿Tengo que aprender francés?
¿Para qué?, quisiera contestarle. Esa nación se hunde.
Señálate la boca y la tripa con la mano,
que ya te entenderán.
Mi hijo pequeño me pregunta: ¿Tengo que aprender
historia?
¿Para qué?, quisiera contestarle. Aprende a esconder la
cabeza en la tierra
y acaso te salves.
¡Sí, aprende matemáticas, le digo,
aprende francés, aprende historia!
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.