Selim Nadi ha hablado para Contretemps con la doctora Samah Jabr, psiquiatra psicoterapeuta y escitora palestina, sobre su trayectoria, su trabajo en Palestina, las relaciones entre la colonización y la psiquiatría, y sobre la figura de Frantz Fanon. -¿Podríamos repasar tu trayectoria? En una de las crónicas de Detrás de los frentes, escribes que en […]
Selim Nadi ha hablado para Contretemps con la doctora Samah Jabr, psiquiatra psicoterapeuta y escitora palestina, sobre su trayectoria, su trabajo en Palestina, las relaciones entre la colonización y la psiquiatría, y sobre la figura de Frantz Fanon.
-¿Podríamos repasar tu trayectoria? En una de las crónicas de Detrás de los frentes, escribes que en la Palestina ocupada «la psiquiatría es la profesión médica más estigmatizada y menos gratificante»: ¿por qué te orientaste a esta especialidad?
Hice mis estudios de medicina en Palestina, formé parte de la primera promoción de la escuela de medicina creada en 1994. Durante mis cursos aquí, en Palestina, me dí cuenta pronto de la relación entre el cuerpo y el espíritu −por ejemplo, trabajé en un consultorio durante la segunda Intifada (2001) y ví a muchos hombres que venían a quejarse de males corporales, a quienes los israelíes habían impedido acceder a su trabajo y por tanto lo habían perdido. Constaté que la psiquiatría es un campo de la medicina con muchas carencias, y por consiguiente con muchas necesidades. Mi padre procedía de la psicología de la educación y a mí me interesaba mucho lo que escribía y los libros que había en su biblioteca.
Lo que me fascina en la psiquiatría y la psicología es que se encuentra un lenguaje universal. La comprensión del comportamiento humano proporciona este lenguaje que puede ayudarme a comunicar con los otros y a comprenderlos mejor.
Vayamos a la cuestión de la «estigmatización» de esta disciplina en Palestina. Cuando conté a mi madre que quería especializarme en psiquiatría, me dijo: «Preferiríamos que fueras un médico normal» (risas de Samah). Mucha gente piensa como ella: que los enfermos psiquiátricos son psicóticos, que pierden su capacidad de juicio, que tienen un aspecto descuidado… Es sólo un pequeño porcentaje de la gente que sufre trastornos psiquiátricos. La gente ordinaria estigmatiza la psiquiatría porque tiene miedo de perder su cerebro −que es el órgano más valioso, aunque paradójicamente su especialidad en medicina es menos considerada.
La psiquiatría es menos gratificante que los otros campos de la medicina, porque la gente que sufre enfermedades psiquiátricas suele estar empobrecida por éstas. No es, por tanto, interesante desde un punto de vista financiero. La mayor parte de los médicos prefiere ser cirujanos o dedicarse a la ginecología y la obstetricia, que es también gratificante, porque se puede ver a un hermoso bebé, mejor que a la psiquiatría, donde se ven enfermedades, muchas de ellas crónicas, que tienen graves consecuencias a nivel de la personalidad y del cociente intelectual.
Relacionas la resistencia palestina con una especie de remedio para los palestinos −al ser la ocupación israelí «incompatible con la salud psicológica» de los palestinos, como aparece también en la película «Detrás de los frentes, resistencias y resilencias en Palestina», que acompaña la salida de la obra. ¿Cómo lo planteas?
Sin patologizar a la gente que escoge no comprometerse en la resistencia, esta última aparece como la reacción más sana frente a la opresión. Existen varias reacciones a una situación opresiva: resignación, capitulación, asimilación, aislamiento, alienación y resistencia. Hay una definición del trauma que me ha dejado huella: el desastre de la impotencia. Las personas que pueden resistir no han llegado a ese nivel de impotencia y conservan su capacidad de actuar, y esto les humaniza y les protege de la consecuencias graves del trauma. En un lenguaje un poco más fisiológico, se puede decir que frente a una amenaza las personas luchan, huyen o se paralizan (freeze). Las personas que se paralizan resultan las más afectadas.
Cuando digo resistencia estoy hablando de un espectro muy amplio, muy variado, de modelos de resistencia. Ello no humaniza sólo a la persona que se compromete en la resistencia, sino también a las personas que capitulan, se asimilan o no pueden resistir… Cuando alguien resiste en nombre de la comunidad, tiene el potencial de humanizar a todos los demás. Cuando las personas conservan su capacidad de actuar y rechazan la objetivación, eso testimonia su humanidad. Puedes leer en el libro el artículo «La resistencia, un derecho legítimo y un deber moral», que desarrolla estas implicaciones.
Entre las escenas más graves de trauma, en otras situaciones de opresión o de masacre, incluído el caso del Holocausto, hay mucha amargura hacia las personas que no han actuado en los tiempos, en las filas de espera de las ejecuciones −esta pasividad participa en el aplastamiento de la humanidad de toda una comunidad. Y actuar en este tipo de situaciones contribuye a la humanización del grupo −y no sólo de quienes se implican directamente en la resistencia.
En la literatura israelí hay muchas expresiones que deshumanizan a los palestinos. Por ejemplo, Menahem Beguin, ex Primer Ministro israelí dijo que «los palestinos son animales que andan a dos patas», y Ehud Barak que son «cocodrilos».
Pero la resistencia palestina contra estos discursos deshumanizantes e incitadores a actos genocidas es también un remedio para los israelíes. Porque «el poder absoluto corrompe absolutamente». Si los israelíes cometen sus fechorías sin que haya respuesta del lado palestino, se arriesgan a perder su humanidad. Como la comunidad internacional no consigue poner límites a los israelíes, para recordarles su humanidad, la resistencia palestina intenta poner límites, intenta confrontar a los israelíes con su imagen de brutalidad y sus pulsiones genocidas.
–Tu trabajo recuerda inevitablemente al de Frantz Fanon en la Argelia colonial. ¿Ha tenido su trabajo una importancia directa en tu manera de comprender la situación psiquiátrica de los palestinos?
Hay también otros psiquiatras que han trabajado en contextos opresivos, como Paolo Freire en Brasil, por ejemplo. La psiquiatría y la psicología son también sistemas influídos por el poder y la dominación, y este tipo psiquiatras han cuestionado la adaptabilidad de este campo en contextos de opresión, de marginación, de pobreza. Yo pertenezco a esta minoría de psiquiatras que hacen esto. Hice mis estudios de psiquiatría en occidente −Francia, Inglaterra, y también entre los israelíes. El problema central es que el sistema de dominación establece una dicotomía entre la política y la psiquiatría. Patologiza las reacciones de las personas bajo opresión. Diciendo por ejemplo que la resistencia es suicida, que sus sufrimientos son patológicos, que hay que medicalizarlos, etc…
Cuando leí a Fanon todavía no era médica −fue al comienzo de mis estudios. Estos escritos me interesaron como palestina que vivía en una situación colonial. Sus textos trataban también de los errores que puede cometer un movimiento nacional. Todo esto me influyó mucho −porque teníamos una auténtica crisis en nuestro movimiento nacional. No puedo ser psiquiatra en un país bajo ocupación sin analizar la relación entre opresor y oprimidos. Por ejemplo, los retos en torno al Congreso internacional de psicología relacional previsto en Tel Aviv en 2019. O también, por ejemplo, las palabras del taxista en la película que dice que «por suerte existe Israel, si no Daech nos invadiría», y muchos palestinos desearían negar o callar este tipo de declaraciones. Prefiero analizarlas para ayudar a la gente a atravesar este tipo de síntomas traumáticos de los oprimidos.
Espero que mis análisis puedan ser un medio de transformación política y social. Otra similitud con el trabajo de Fanon consiste en la posición de que no puede haber liberación nacional sin liberación de los espíritus. La ocupación no se dirige sólo contra la tierra, sino también contra los seres humanos y contra sus espíritus. Una liberación de la tierra sin la de los espíritus puede ser una falsa liberación.
-Una cuestión recurrente en tus crónicas es la interiorización de la opresión por los propios palestinos. ¿Qué papel juegan las decisiones y comportamientos de los dirigentes palestinos en esta interiorización?
Los palestinos tienen un gran problema de liderazgo y de estrategia nacional. Por desgracia, los actuales dirigentes de Palestina no han conseguido mantener los elementos de resilencia colectivos. Cuando trato a un individuo, analizo sus puntos de fuerza y sus puntos de resilencia. Hacer esto a nivel individual es una cuestión de psiquiatra, pero cuando se quiere hacer esto a nivel de la comunidad, es un trabajo de dirigentes y de políticos.
Los dirigentes palestinos no se preocupan de justicia social, de apoyo a los grupos marginados. Alimentan la estratificación social creando una élite política separada, a nivel psicológico, de la mayor parte de los palestinos. Las diferencias económicas se han ensanchado.
Han olvidado los recursos nacionales que nos dan autonomía: la agricultura, la industria… y han transformado a los palestinos en un ejército de expertos en mendicidad, que responden a las propuestas de las ONG internacionales para recoger donativos. La élite política palestina es atendida en Israel, va de vacaciones a Israel, tienen fuertes vínculos económicos con los israelíes. Esta élite es por tanto responsable de la creación y del mantenimiento de esta dependencia. Dan mal ejemplo.
Me gustaría añadir algo sobre el concepto de trauma. Hay varios tipos de traumas. En el «complex trauma» hay una confusión de la relación con el agresor. Por ejemplo, si una chica es violada por un extranjero, las consecuencias del trauma son más fáciles de gestionar que si es agredida por un miembro de su familia. Por esta dependencia respecto de una persona que es a la vez protectora y violadora. Pienso que el comportamiento de los dirigentes palestinos ha creado esta dependencia. Somos dependientes de nuestros dirigentes y éstos son dependientes de los israelíes. Esto ha creado mucha confusión en las relaciones.
-¿De qué manera repercute en el campo médico la segregación entre israelíes y palestinos? Has escrito que la medicina está «contaminada» por la ocupación. ¿Qué quieres decir?
El campo médico es una de las puertas hacia una falsa humanidad, una falsa caridad. A los israelíes les gusta mucho resaltar que forman médicos palestinos o que atienden a palestinos. También a los americanos les gusta los grandes titulares sobre palestinos operados por médicos israelíes. La medicina sirva también de instrumento de propaganda y de chantaje: por ejemplo, cuando hay palestinos que se vuelven colaboradores para que un miembro de su familia pueda ser atendido.
Sin embargo, en varias ocasiones Israel ha atacado hospitales para detener a palestinos o ha disparado sobre ambulancias. El estado israelí mata también a personal médico palestino de Gaza a Cisjordania y pone dificultades para que circulen. El acceso de los prisioneros palestinos a atenciones médicas es escandaloso. Por ejemplo, Israel ha legitimado la alimentación forzosa de prisioneros que hacen huelga de hambre, en contra de la ética médica internacional. Hay una plétora de ejemplos.
-¿Existe una solidaridad de los profesionales de la medicina con Palestina en el mundo?
Esta solidaridad existe más en los países anglófonos que francófonos −y poco en los países árabes, donde los médicos tienen sus propias urgencias y sus crisis por gestionar. Hay muchas ONG que intentan ayudar a los palestinos. Pero los palestinos deben diferenciar la verdadera ayuda de la «mala» ayuda. En efecto, a través de la ayuda médica, hay intentos de influir en las agendas palestinas. Pero también existen colaboraciones sobra bases igualitarias y sanas políticamente.
En mi oficio, la psiquiatría, hay dos redes principales: USA Palestine Mental Health Network (https://ukpalmhn.com/usa-
Intentamos también elaborar una literatura sobre el tema. Si tomamos como ejemplo el apartheid sudafricano, se constata que hay poca literatura de psiquiatras criticando el apartheid durante el apartheid. Hubo que esperar a su final para ver florecer numerosas obras sobre el tema. Estoy intentando desde ahora poner en marcha una colaboración internacional de colegas −para no esperar al fin de la ocupación de Palestina. Espero que dejemos en herencia un movimiento de psiquiatras que no apoyan el poder israelí en nuestro campo, sino que explican, con el lenguaje de nuestro oficio, la situación. Incluso con mis colegas franceses.
Traducción de Viento Sur