Hoy es mi primer dia en Amman, bueno, hoy es el primero de muchos dias que tendré que vivir en esta ciudad. Estoy un poco paralizada, no se por donde debo comenzar, no se a donde debo ir ni que es lo que tengo que hacer. Tengo claro, dentro de la claridad relativa que podemos […]
Hoy es mi primer dia en Amman, bueno, hoy es el primero de muchos dias que tendré que vivir en esta ciudad. Estoy un poco paralizada, no se por donde debo comenzar, no se a donde debo ir ni que es lo que tengo que hacer.
Tengo claro, dentro de la claridad relativa que podemos tener acerca de un futuro incierto, que me quedaré aqui el tiempo que sea necesario, que me construiré un nueva vida hasta poder retomar mi vida, la vida que quiero, la que me obligaron a dejar. Hoy me sumo a los millones de palestinos que viven fuera de Palestina, que han sido desplazados, que han sido expulsados de sus hogares, que se les ha negado el derecho básico de pertenecer, de vincularse con un espacio fisico, de echar raices y verlas crecer y asentarse. Acaso la vida no se trata de eso?, de buscar un lugar donde sentirse parte?, donde tus pies reconozcan las calles, y las calles reconozcan tus pisadas? Podemos nacer en un país determinado, vivir media vida en él, pero tus sueños y miradas apuntan a otro lugar, a un espacio distante donde tu rostro se siente parte, donde es reconocido, donde se funde con los demas, donde perteneces.
Jordania es el país de los desplazados, de los refugiados, de los palestinos fuera de Palestina. Donde fronteras ficticias les prohiben el paso, donde límites avaros les castran sus sueños de retorno, de pertenencia.
Me paraliza el miedo, el miedo a fundirme en esta masa de indiferencia. Me paraliza la sola posibilidad de asumir una realidad que no me gusta, que me da asco, una realidad que me niego a aceptar. Los palestinos fuera de Palestina no viven en un lugar, ya que ningún lugar les es propio. Viven en el tiempo, su vida se determina por circunstancias políticas, económicas o de cualquier índole que les van indicando el camino a seguir. Construyen casas, encuentran trabajos, forman familias, con la intención de continuar, de seguir caminando, pero en cada uno de ellos la palabra espera tiene un sentido más profundo, una espera que sueñan pueda transformar el tiempo en lugar, esperan dejar de vivir en el tiempo y vivir en Palestina, lugar al que pertenecen.
Hoy empezaré a buscar una casa, a buscar un trabajo, a construir una nueva vida, pero teniendo claro que el sentimiento que me embarga es el de la espera, espera de que mis pisadas sean nuevamente reconocidas por el suelo que rozan, espera de que mi rostro se vuelva a fundir con rostros hermanos. Pero en esta espera la lucha es mayor, el desafío impuesto por la Ocupación es aún más grande, ya que debemos desafiar a la memoria, no podemos olvidar, no podemos dejar vencernos por la indiferencia, no podemos olvidar. Conservar los olores, sabores, colores de nuestro lugar siempre será la mejor lucha que podemos dar, desafiar al olvido y ganarle a las armas, dejar de ser los hijos de una idea de Palestina para transformarnos en los hijos de Palestina, porque mientras haya recuerdos Palestina Existe y Palestina Resiste!