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Palestina hoy, un testimonio

Fuentes: Rebelión

Mariam, palestina residente en España y que trabaja en Madrid, me ha contado cosas espeluznantes referentes a la situación de su pueblo en la tierra que es suya, cosas que no son de las que suelen contar los periódicos, y algunas de las cuales he trasladado a los lectores de Rebelión, como por ejemplo («Por […]

Mariam, palestina residente en España y que trabaja en Madrid, me ha contado cosas espeluznantes referentes a la situación de su pueblo en la tierra que es suya, cosas que no son de las que suelen contar los periódicos, y algunas de las cuales he trasladado a los lectores de Rebelión, como por ejemplo («Por orden del Sr. Dios», 7-12-2009) aquella situación en que un niño de doce años recibe un tiro en la cabeza de un soldado por negarse a pisotear su bandera y besar la bandera israelí.

Todos los veranos va Mariam a Palestina, a Nablus, donde reside su familia. En agosto, me mandó un breve correo desde allí en el que me decía que estaba viendo cosas que no le gustaban nada. Ningún periódico, ni siquiera ninguna asociación partidaria de la causa palestina parece haber observado nada que pudiera hacer pensar en un cambio en la actitud de los palestinos. Quizá lo que advierte una persona sea más significativo que lo que revelan las observaciones rutinarias, habituadas al statu quo. A su regreso, me ha precisado. Voy a intentar resumir a continuación los hechos y actitudes que despiertan ciertamente una cierta preocupación.

El primer cambio que detectó fue en los controles de carretera y en los de entrada-salida de las ciudades, los checkpoins. Seguían existiendo, y con un cierto número de soldados a su servicio. Pero éstos no hacían nada, ni siquiera miraban los coches, cuando, antes, cualquier familia se podía pasar hasta cinco horas de registros e interrogatorios. Mariam preguntó el porqué y le explicaron que había varias razones, una de ellas, que el gobierno israelí no tenía suficiente dinero para mantener esos puestos de control y habían reducido el número de soldados. Otra razón era que habían decidido no agobiar tanto al pueblo palestino, a cambio de tranquilidad. Un tercer cambio fue que en Nablus, y es de suponer que en otros lugares, el control lo tiene ahora la Autoridad Nacional Palestina, con su propia policía, agentes de seguridad vial, etc,…

«Lo que está ocurriendo realmente, dice mi amiga, es que el gobierno israelí está dejando algunas ciudades al mando del gobierno palestino. A cambio, le exige mano dura con los que no pertenecen a esa Autoridad Nacional. Ahora no ves a nadie de Hamás por las calles, no hay pintadas en las paredes, no hay manifestaciones. La policía palestina trata muy mal a la gente por la calle y el gobierno está reclutando a palestinos de los pueblos, gente que no tienen estudios, para convencerlos y adiestrarlos a su manera. Son personas que nunca han tenido nada, todo lo contrario, seres humillados, continuamente maltratados por el ejército israelí, y que ahora se ven con un uniforme que les da poder, con un arma en la mano y con un sueldo fijo… Le darían un culatazo a su propio padre…»

«El gobierno palestino está lleno de corruptos, por lo mismo. Son gente que se ve ahora con más poder. O eres de ellos o estás contra ellos. Si eres el típico pelota, consigues lo que quieres. Es una vergüenza. Un familiar nuestro está en el gobierno y está en contra de toda esta corrupción. Su trabajo consiste en encauzar la ayuda humanitaria a las familias. Él elige qué familias están más necesitadas de recibir esa ayuda. Bueno, pues al pobre, el mismo gobierno le hace la vida imposible, hasta tal punto, que lo han amenazado de muerte porque, cuando le quieren «colar» familiares cercanos a gente del gobierno, que no necesitan la ayuda, él se niega a concederla».

 

«Resulta imposible hacer las cosas bien. Porque si alguien que pertenezca al gobierno quiere actuar rectamente, hacer lo que más convenga al pueblo y dice la verdad sobre lo que el gobierno hace mal, los otros se las ingenian, o bien para prescindir de él, o bien para meterlo en la cárcel por algún motivo inexistente. Si quieres tener trabajo, si quieres que dejen tranquila a tu familia, etc,… tienes que unirte a la Autoridad Palestina y bailar al son de su música».

Una de las cosas más increíbles que me ha contado Mariam es que, por lo general, cuando un palestino sale de una cárcel israelí, a los dos días entra en una cárcel palestina.

«En este viaje, he visto más libertad de movimientos. Los palestinos viven más tranquilos, la gente está abriendo negocios nuevos, pero la corrupción del gobierno es increíble. A cambio del control de algunas ciudades desperdigadas, los judíos están ampliando los asentamientos donde realmente les interesa hacerlo, que es en Jerusalén. El gobierno palestino está completamente vendido al gobierno israelí».

Mariam se resigna. Piensa que si este cambio evita más muertes y más odio tal vez haya que darle la bienvenida. Yo creo que puede llevar a la extinción total de las aspiraciones palestinas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.