Traducido para Rebelión por Susana Merino
Primero expliquemos el término «Islam político» (1). La formación y el uso de esta expresión en el mundo árabe es reciente. Se trata principalmente de una traducción importada de los idiomas occidentales en los que dicha expresión describe a los movimientos islámicos que incluyen programas políticos o se interesan por cuestiones políticas. La actividad de este tipo de movimientos no se limita a la predicación islámica, a invitar a la devoción, a la moralización de la vida o a la beneficencia. Se trata en realidad de movimientos políticos que despliegan su acción en la esfera política.
Palestina, la arabidad y el Islam político
Si esta distinción es rebuscada, el término «Islam político» pierde su verdadero sentido. Permite distinguir simplemente entre los movimientos islámicos que cuentan con programas políticos o que se interesan por cuestiones políticas y otros movimientos islámicos que evitan considerar cuestiones de orden general o político. Por el contrario si esta expresión se utiliza para mencionar a determinados movimientos específicos se trata de una huída hacia adelante para no mencionarlos. Aquí el objetivo es recusarlos.
Conferir a un movimiento un carácter político, ¿constituye en sí mismo un defecto o un punto débil? El hecho de rechazar la política en nombre del Islam, ¿no es precisamente lo contrario del Islam? Con toda seguridad una postura apolítica nada tiene que ver con la comprensión y la historia del Islam.
Los marxistas que usan esa expresión olvidan que el calificativo «político» puede aplicarse a todas las acciones, incluso las más banales como puede accionar el interruptor de la luz en una casa. Efectivamente esta acción puede considerarse política porque a fin de cuentas se debe pagar la factura a una empresa de electricidad, que también juega un papel político. Y como este podrían citarse miles de ejemplos.
Nos parece importante poner los puntos sobre las íes en lo que se refiere al movimiento islámico. Nuestro objetivo es críticar las políticas, no hablar de un «Islam político» que aglutinaría a los movimientos que tienen programas y posiciones políticas bien diferentes.
En este trabajo enfocaremos dos puntos centrales: en primer término el de la historia de las relaciones entre los movimientos islámicos y la cuestión palestina y en segundo lugar el de la cuestión palestina y las revoluciones árabes y sus consecuencias.
1.- Los movimientos islámicos y la cuestión palestina
Desde que se planteó la cuestión palestina, todos los ulemas en los niveles palestinos, árabes e islámicos, la han defendido. Se han opuesto al proyecto colonialista y sionista que busca colonizar Palestina favoreciendo la inmigración judía y la formación de un Estado nacional para los judíos. Se organizaron numerosas conferencias sobre estos temas tanto en Palestina como en otros países.
Los movimientos nacionalistas y panárabes tanto como el movimiento comunista, defendían las mismas posiciones sobre la cuestión palestina, por lo menos hasta 1947.
Cuando los movimientos islamistas -y a la cabeza el movimiento de los Hermanos Musulmanes creado en 1928- comenzaron a formarse, su oposición al proyecto sionista fue categórica, igual que su apoyo a la resistencia del pueblo palestino y a la sublevación del mundo árabe.
Existió consenso contra la decisión -contenida en la resolución 181 de las Naciones Unidas (2)- de «dividir» Palestina. Existió igual consenso en 1948 cuando se convocó a la yihad contra la creación de un Estado sionista. Debido a su compromiso los Hermanos Musulmanes jugaron un papel particularmente importante en la guerra de 1948.
Tanto las corrientes panárabes como las nacionalistas en general se opusieron a dicha división y se comprometieron contra la aplicación de esa resolución. El partido Baat también rechazó la resolución 181 y participó en la guerra de 1948.
Durante ese período, que se inició con la votación de la resolución del plan de «partición» en 1947 y duró hasta la guerra de 1948, no se produjo ninguna excepción entre los partidos árabes, salvo la de los partidos comunistas. Estos últimos apoyaban la posición de la Unión Soviética, que votó a favor de la resolución 181 (3). Algunos de los partidos comunistas llegaron a condenar la participación de los ejércitos árabes en la guerra y su lucha contra la creación del Estado sionista.
El período comprendido entre 1949 y 1967 mantuvo la continuidad de la orientación islámica, panárabe y nacionalista de rechazo a la resolución 181 sobre la «partición» de Palestina y el rechazo a la entidad sionista. Existía consenso nacional sobre la necesaria liberación de la Palestina usurpada en 1948, sobre el derecho de retorno y el rechazo de la sedentarización de los refugiados palestinos.
La primera transgresión de ese consenso nacional que se produjo en dicho período fue la reivindicación de la ejecución de las resoluciones internacionales de las Naciones Unidas relativas a la cuestión Palestina. Especialmente la relacionada con la «partición» de 1947 y las resoluciones referentes al derecho de retorno de los refugiados palestinos (4). Esta posición fue defendida por Egipto y Siria por el atajo de las decisiones de la Conferencia de Bandung y otros acontecimientos internacionales. Por lo menos estos dos países rechazaban la paz o las negociaciones tanto como se oponían al reconocimiento del Estado sionista. Y abogaban por la creación de un ejército de liberación.
Los movimientos populares, tanto islámicos como panárabes y nacionalistas, persistían en el rechazo a la resolución 181 sobre la «partición» de Palestina. Rechazaban igualmente la reivindicación de la aplicación de las resoluciones de la ONU insistiendo en la necesidad de preparar a los ejércitos árabes para la liberación de Palestina.
La segunda transgresión del consenso nacional se produjo en 1968 con el reconocimiento de la resolución 242 (5), luego de la derrota de la «guerra de los seis días» en 1967. Por lo menos este reconocimiento se hallaba compensado por el apoyo a los tres «noes» expresados en la Cumbre de Jartum en agosto-setiembre de 1967: no a la paz, no a las negociaciones y no al reconocimiento del Estado sionista. Además de este triple rechazo, estaba también la resistencia palestina que a partir de 1968 asumió un papel clave en el conflicto. Existían también un apoyo árabe oficial, además de popular, un apoyo islámico popular y un apoyo global, especialmente el de la opinión pública internacional.
La tercera y más peligrosa transgresión del consenso nacional fue llevada a cabo por Anuar al Sadat con ocasión de su visita al Estado sionista. Aquella visita marcaba el comienzo de las negociaciones directas bajo la égida de los EE.UU. entre los sionistas y algunos dirigentes árabes. Esas negociaciones concluyeron con el tratado israelí-egipcio de 1978-79 tras los Acuerdos de Camp David. La iniciativa de Anuar al Sadat representaba el rechazo a los tres «noes» de Jartum, porque negoció, firmó la paz y reconoció al Estado sionista. Con ese rechazo Anual al Sadat trastocó el plan nacional de resistencia.
La cuarta transgresión del consenso nacional fue obra de la OLP, que firmó los Acuerdos de Oslo en septiembre de 1993 después de la Conferencia de Madrid y de las negociaciones bilaterales que se habían mantenido entre 1991 y 1993.
La quinta transgresión del consenso nacional se llevó a cabo a través de la firma del acuerdo «Wadi Araba» (6) por parte de Jordania en 1994. Añadamos la normalización de las relaciones entre ciertos Estados árabes (7) y el Estado sionista. Esta normalización produjo la apertura de oficinas de comunicación del Estado sionista en esos países.
Todas estas transgresiones del consenso nacional han quebrado las filas de las fuerzas nacionalistas, patrióticas y de izquierda. Y también han quebrado la unidad de las fuerzas palestinas. Entre los partidarios algunos aceptaron las transgresiones por obligación manteniendo sin embargo el objetivo de la resistencia y la oposición a la colonización. Otros partidarios de esas transgresiones lo hicieron por estupidez para proteger la antedicha «paz» con los sionistas.
Las fuerzas islámicas se mantuvieron en contra de todas esas transgresiones del consenso nacional. Se manifestaron a favor de la resistencia. Se fortalecieron tras la victoria de la Revolución Islámica en Irán que llevaba como objetivos estratégicos la cuestión palestina y la eliminación del Estado sionista.
Luego de la guerra de agresión del Estado sionista contra el Líbano en 1982 se desarrolló una cierta resistencia islámica bajo la dirección de Hizbulá y de los movimientos de resistencia islámica en Palestina y se pasó a la etapa de la Intifada a finales de 1987, con el crecimiento de la resistencia islámica dirigida por Hamás y la yihad islámica.
La República islámica de Irán, la resistencia islámica en el Líbano y en Palestina se plantearon el objetivo de liberar Palestina, optando por la estrategia de la resistencia armada y rechazando categóricamente la estrategia del compromiso, las negociaciones y la normalización.
Tal era la posición de todos los movimientos islámicos sin excepción, tant a nivel tanto árabe, como islámico y mundial. Los Hermanos Musulmanes estaban en la vanguardia de estos movimientos. La posición de los movimientos islámicos puede resumirse como sigue: Liberación total de Palestina, rechazo al reconocimiento del Estado sionista, e incluso su eliminación, apoyándose en la estrategia de la resistencia armada.
Hasta ahora ningún movimiento islámico ha declarado el abandono de esta estrategia. De modo que no se ha cuestionado pese a las sospechas expresadas por algunos basándose en declaraciones de Mohamed Morsi, pronunciadas en nombre del Partido de la Libertad y la Justicia, la rama política egipcia del movimiento de los Hermanos musulmanes. Las propuestas de Morsi se enunciaron cuando era candidato a la presidencia de la República Árabe de Egipto. Pero luego de su elección declaró que respetaría los acuerdos internacionales, entre otros los de Camp David y que se mantendría el intercambio de embajadores con el Estado sionista.
Frente a las críticas, los Hermanos Musulmanes egipcios plantearon que era necesario establecer una diferencia entre sus posiciones sobre la cuestión palestina y las obligaciones del presidente egipcio y su gobierno en la aplicación de los acuerdos internacionales.
Obviamente esta justificación dista mucho de ser convincente. Por otra parte el compromiso de aplicar y respetar los acuerdos de Camp David no puede considerarse una obligación. Ni siquiera cuando se accede a la presidencia o al gobierno de Egipto. Nada permite concluir que los Hermanos musulmanes hayan renunciado a los principios relativos a la cuestión palestina o que hayan perdido la dignidad, continúan por el contrario apegados a sus posiciones y a sus históricos eslóganes.
2.- Las revoluciones de 2011-2012 y la cuestión palestina
Los acontecimientos que sucedieron en Túnez y luego en Egipto permitieron derrocar a los dos hombres que se encontraban a la cabeza de ambos regímenes y a su entorno inmediato. Estos acontecimientos marcaron el paso a dos nuevos regímenes y también permitieron acabar con los que calificamos como «el eje de la moderación árabe» encabezados por Hosni Mubarak y Arabia saudita. Las políticas de la Liga Arabe se hallaban totalmente sometidas a ese eje por medio de su secretario general Amr Moussa. Estos cambios acentuaron la conmoción producida en las relaciones de fuerza en contra de los EE.UU. y el Estado sionista.
Las revoluciones árabes se apoyaron en el eslogan «el pueblo quiere la caída del régimen», es decir, de las políticas establecidas por ese régimen. Este eslogan se aplicaba especialmente a la cuestión palestina y a la posición de esos regímenes en cuanto a la resistencia a la ocupación sionista. Desde 2001 los regímenes tunecino y egipcio habían iniciado una fase de connivencia con las políticas estadounidenses y sionistas. Esta connivencia se puso claramente de manifiesto durante las guerras de 2006 en el Líbano y de 2008-2009 en Gaza. Todas las responsabilidades del ataque sionista se imputaron a Hizbulá y luego a Hamás. Estos últimos tuvieron que enfrentarse a Arabia Saudita, a una gran parte de los países árabes y al secretariado general de la Liga árabe hasta que dos cumbres árabes condenaron ambas agresiones sionistas.
Desde un punto de vista objetivo, teniendo en cuenta la actual relación de fuerzas y haciendo abstracción de los eslóganes enarbolados durante las revolucione o de las políticas puestas en marcha por los gobiernos de transición, solo el derrocamiento de Hosni Mubarak y el hundimiento del «eje de la moderación árabe» han producido un cambio que se orienta hacia los palestinos y contra los EE.UU. y el Estado sionista.
La situación árabe obliga a insistir especialmente en los asuntos nacionales y en la introducción de modificaciones internas en los países. Esto ha provocado una tregua en los conflictos con el exterior. Todas esas orientaciones se inscriben en la continuidad de los eslóganes revolucionarios especialmente referidos a los asuntos internos. Los eslóganes populares solo intermitentemente manifestaban la voluntad de liberar Palestina.
Esta evolución ha producido una división en las filas de las fuerzas y las corrientes que se habían reunido territorialmente y que habían participado conjuntamente en la caída de los regímenes y en la victoria de las revoluciones.
La guerra de Gaza de noviembre de 2012, las expresiones políticas, militares y combativas de la resistencia comandadas por Hamás y la Yihad islámica y el hecho de que estos movimientos hayan logrado imponer las condiciones de resistencia luego del acuerdo del alto el fuego, confirman que la relación de fuerzas ya no es ventajosa para los EE.UU. ni para el Estado sionista. Se han producido modificaciones en el sentido del fortalecimiento de la causa y la resistencia palestinas. Este fortalecimiento resultará más evidente si llega a explotar una tercera Intifada en Cisjordania destinada a rechazar la ocupación, a desmantelar las colonias y a liberar Jeruslén.
Notas:
(1) Nota de la traductora francesa: Este análisis se escribió antes del golpe de Estado de los generales egipcios. Mantiene toda su vigencia y permite comprender mejor dicho golpe. Por el contrario la conclusión optimista de Mounir Shafiq parece hallarse oscurecida por los últimos acontecimientos.
(2) Nota de Traducción: El 29 de noviembre de 1947 fue aprobada la resolución 181 por la Asamblea General de la ONU en Nueva York del «plan de partición» de Palestina, por 33 votos a favaro. 13 en contra y 10 abstenciones. Obviamente a los palestinos nadie les consultó sobre la puesta en marcha de este proyecto de colonización. El plan preveía la partición de Palestina en tres entidades, con la creación de un Estado judío y un Estado árabe. Mientras que la ciudad de Jerusalem y su entorno inmediato estarían bajo control internacional. El plan fue rechazado por los palestinos porque organizaba su expoliación en nombre de la legalidad internacional.
(3) En un artículo de la revistas francesa Science Politique, Renata Fritsch escribió: «Después de haber denunciado en 1946 y en los primeros meses de 1947 el sionismo como un complot del imperialismo británico contra los pueblos árabes, la URSS les dio la espalda cuando el gobierno británico anunció la renuncia a su mandato sobre Palestina. Entonces tomó partido por los judíos contra los árabes, apoyó la partición de Palestina y fue el primer país que reconoció de iure al nuevo Estado de Israel. Durante el conflicto armado que en mayo y junio de 1948 enfrentó a los árabes con Israel, la URSS los apoyó con armas por medio de Checoslovaquia». Cf. Renata Fritsch, «La politique de l’Union soviétique», Revue française de Science Politique, 1969, págimas 402-413, http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/rfsp_0035-2950_1969_num_19_2_393160
(4) Hay que señalar que la reivindicación de la aplicación de las resoluciones de la ONU y del «derecho internacional» que se perciben a veces como el súmmum de la «radicalidad» subversiva de los movimientos de «solidaridad» con Palestina en Occidente se consideran el primer paso hacia la capitulación frente a la colonización sionista por un palestino como Mounir Shafiq. Esta diferente apreciación nos muestra que la lucha por descolonizar Palestina pasa también por la descolonización del movimiento de «apoyo» a Palestina.
(5) La resolución 242 se votó el 22 de noviembre de 1967 y pedía especialmente la retirada de las tropas sionistas de los «territorios ocupados» y el establecimiento de una «paz» estable que «garantizara la seguridad de todos», tanto de los ocupantes como de los ocupados. Esta resolución limitaba además la ocupación sionista solamente a los territorios conquistados en junio de 1967, y al reconocerla los Estados árabes entraban de lleno a un proceso de normalización de la colonización sionista de Palestina y de la nación árabe.
(6) Llamado también tratado de paz israeli-jordano. Se normalizaron así las relaciones entre los dos países y se resolvían los reclamos territoriales de ambos países.
(7) Entre los Estados árabes citamos Marruecos, Túnez e incluso el Sultanato de Omán.
Traducido del árabe al francés por Souad Khaldi.
Fuente: http://www.ism-france.org/analyses/La-Palestine-l-arabite-et-l-islam-politique-article-18277
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