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Entrevista a Teresa Aranguren, periodista y escritora

«Palestina nunca ha estado peor»

Fuentes: Diagonal

El hilo de la memoria y recientemente Olivo Roto: Escenas de la ocupación. Actualmente es miembro del Consejo de TVE designada por IU-ICV. Es una gran conocedora del mundo árabe y de sus principales protagonistas. DIAGONAL: ¿Cómo surgió tu compromiso con Palestina? TERESA ARANGUREN: Un poco por casualidad, en el año ’81 mi marido y […]

El hilo de la memoria y recientemente Olivo Roto: Escenas de la ocupación. Actualmente es miembro del Consejo de TVE designada por IU-ICV. Es una gran conocedora del mundo árabe y de sus principales protagonistas. DIAGONAL: ¿Cómo surgió tu compromiso con Palestina?

TERESA ARANGUREN: Un poco por casualidad, en el año ’81 mi marido y yo fuimos a Jordania con la intención de conocer más directamente Oriente Medio. A partir de ahí es cuando yo entré en contacto con los palestinos y especialmente con los refugiados. El norte de Jordania recogía, entonces, toda la sensibilidad del exilio palestino.

D.: ¿Cómo viviste ese contacto con un universo sociopolítico desconocido?

T. A.: Cuando ves la realidad de cerca te das cuenta de que los seres humanos somos muy parecidos, que desde el ‘mundo occidental’ se tienen una serie de estereotipos y prejuicios que nos impiden ver, y que la forma de mirar hacia Oriente Medio está impregnada de arrogancia y desconocimiento, proyectando un pensamiento colonial, por lo que nunca vemos en el otro un sujeto humano. Lo vemos en función de intereses estratégicos, y por eso cuando uno conoce de cerca a la sociedad palestina se topa con una realidad muy alejada de los tópicos. Creo que todos los que hemos vivido en la zona del Oriente árabe nos encontramos con una sociedad cálida, acogedora y que en su relación con el forastero es amable y hospitalaria.

Esta milonga del ‘choque de civilizaciones’, como queriendo decir que no hay posibilidad de entendimiento con el mundo islámico, además de históricamente falsa, no es casual, es mucho más que una línea de pensamiento, obedece a unos intereses.

D.: En 1982, Arafat hace sus famosas declaraciones, en el Beirut rodeado y con la OLP acorralada, de «la causa palestina está en un túnel al final del cual se ve la luz».

T. A.: Entonces, tal y como yo lo viví, parecía que se iba a la eliminación física de la OLP, de Arafat y del contingente de población palestina en Líbano, y de aquello se salió. Hay una repetición de situaciones. Yo estuve en el cerco a Beirut en el ’82, pero también estuve en 2002 en el cerco a Arafat en Ramalla, y la sensación de que ‘han pasado 20 años y es lo mismo’, con el agravante de que, por repetido, es todavía peor. Se suma a la situación de acoso y sufrimiento, la sensación de cansancio, de agotamiento y desconfianza. Aparece la desesperación, que es un combustible muy peligroso. Si yo pienso en el ’82 y en la causa palestina, ahora diría que se está muchísimo peor.

Yo soy pesimista, se está viviendo un horror y una vergüenza, pero se tiene que llegar a una solución, porque si no es la catástrofe. La comunidad internacional, es decir, EE UU e Israel, tiene dos opciones: o el exterminio total o llegar a una solución medianamente justa. Porque el terreno donde estamos ahora es un auténtico desastre, y por donde no pasa es por la renuncia de los palestinos a sus derechos.

D.: ¿Qué papel juegan los refugiados palestinos en la posible solución del conflicto?

T. A.: Aunque algunos pocos han podido regresar, las perspectivas de la situación que se está viviendo es terrible. En los campamentos de refugiados la desesperación es total, especialmente en los campamentos del Líbano. La concentración de iniciativas de paz fracasadas, matanzas y esperanzas frustradas han convertido Oriente Medio en una bomba de relojería.

Se ha producido un reforzamiento del elemento islámico dentro de la sociedad y del movimiento de resistencia palestina, que en los años ’80 era marginal, hay un reforzamiento de las tesis de Hamás. En un primer momento, el movimiento islámico fue apoyado por las autoridades israelíes y por algunos sectores occidentales para debilitar a la OLP. Esto se ha unido al fracaso de las iniciativas de paz, que han ido ligadas a al-Fatah y Arafat. Estos acuerdos los ve la sociedad como un engaño. En esta dinámica al-Fatah ha quedado hundida, unido esto a problemas como la corrupción. Lo primero ha llevado a que la gente sólo acepte la lucha de frente, lo que supone, en un desequilibrio de fuerzas, el martirio, el inmolarse o el aplastamiento.

Suma a esto el bloqueo económico frente a un Gobierno elegido democráticamente. Se utiliza la excusa de que no hay interlocutor válido, que ya se usó con Arafat en 2000, y la opinión pública, en ese proceso de demonizar lo islámico, se lo cree. Se asume que si son islámicos no se les puede tratar como iguales, no se puede dialogar, ni tan siquiera respetar. Se crea una situación que afecta a toda la población. Y volvemos a la desesperación, que en los campos de refugiados, donde la gente está encerrada, sin recursos, sin comunicación, sin esperanzas, reacciona enfrentándose, destruyendo la cohesión social palestina que ha sido la gran baza de la resistencia.

D.: ¿Cómo se explica la impermeabilidad de la sociedad civil israelí? ¿Incluso la acusación de antisemitismo hacia las críticas?

T. A.: Hay una especie de tela de araña. Con la cuestión del antisemitismo creo que hay una estrategia para callar voces. Es una de las acusaciones más graves, porque te acusan de racismo. Pero creo que hay una utilización consciente detrás de esta acusación. Porque la diferencia entre sionismo, nacionalismo israelí y populismo es clarísima. Con respecto a la sociedad israelí yo creo que hay un retroceso.

En el ’82 hubo una manifestación impresionante de la sociedad israelí en contra de las matanzas en Líbano, y luego hubo momentos en que el movimiento pacifista israelí ha mantenido un nivel de conciencia muy alto. Pero creo que a partir de la última intifada prácticamente ha desaparecido, y desde que se empieza a construir el muro y la sociedad palestina queda encerrada se acentúa la posibilidad de olvidarse de que los palestinos están ahí al lado. Creo que en este momento la conciencia de la sociedad israelí la están manteniendo sectores minoritarios. Los palestinos están en guetos y se les trata de anular con la lógica, desde el Gobierno, de que ‘los palestinos no existen’.

D.: ¿Dónde encontramos la fuerza para continuar denunciando?

T. A.: El ser humano no actúa sólo por cuestiones inmediatas. Vivimos malos tiempos, hace diez años nos dicen que va a existir Guantánamo y no nos lo creemos, pero quedará como uno de los grandes horrores de la humanidad, como Auschwitz.

Quedan bolsas de resistencia, el poder encontrar mecanismos que te impidan dejarse arrastrar por los acontecimientos. No vale sólo un artículo, hay que levantarse y denunciar el aplastamiento de los derechos humanos. No soy muy optimista, pero no podemos resignarnos.


‘El Hilo de la Memoria’ y ‘Olivo Roto’ T. A.: Yo diría que desde el ’82, después del cerco de Beirut yo sabía que iba a escribir un libro sobre Palestina, que tenía mucho que contar, entonces no tenía prisa. Tenía que escribir desde el origen. Porque mucha gente no sabe cómo empezó todo, es un ocultamiento no casual. Yo quería hacer un libro en que la gente supiera por qué hay refugiados, por qué existe ese drama y por qué les echaron de su tierra. He tardado 20 años en ponerme a escribirlo. Te das cuenta de que la información y las noticias no consiguen traspasar la barrera de la identificación, la gente ve el horror de Palestina o Iraq pero hay una incapacidad de empatía, de ponerse en su lugar, de identificarte.

Creo que hace falta la literatura, y eso es lo que intenta el segundo libro. Un ejercicio de escribir ocultando mi mirada e intentando que sean las gentes que he conocido las que expresen sus sentimientos. Lo primero que mueve es la indignación, la sensación de ‘tengo que decirlo’, no quiero ser cómplice con el silencio.

Además, a mí cada día me aumenta la indignación, no me acostumbro, me pone mala la indiferencia y la arrogancia occidental. Con lo que pasa en Iraq, la opinión pública piensa que los iraquíes se han vuelto locos, pero de lo que realmente pasa no sabemos nada. Desde 1919, de Europa sólo han llegado tanques, bombas, invasiones, injusticias y promesas incumplidas. En cambio la opinión pública europea lo que recibe es ‘cuidado con los árabes’, ‘atención a la amenaza islámica’, y se utiliza el 11-S y el 11-M para reafirmar estas teorías. Aquí vienen en pateras, cuando nosotros hemos ido en tanques, es una lógica perversa.

http://diagonalperiodico.net/article4162.html