Traducción del inglés: Atenea Acevedo
En junio pasado Haneen Maikey, directora del grupo palestino activista por la diversidad sexual Al-Qaws, estuvo el Ámsterdam y habló sobre la lucha por la emancipación sexual y en contra de la ocupación israelí. Alex de Jong conversó con ella acerca del ser queer y palestina, y sobre la aportación de los grupos queer al movimiento por la liberación palestina. La entrevista se publicó originalmente en el periódico neerlandés Grenzeloos.
HM: He venido a compartir mi experiencia como activista queer palestina. Los medios suelen marginar nuestro movimiento: si alguien escribe sobre la población queer en Palestina lo más común es que desdeñe nuestra voz. Lejos de escucharnos o subrayar nuestros logros, destacan nuestra supuesta condición de víctimas. Esa es una de las razones por las que nos parece importante hablar de nuestras experiencias en reuniones como esta o como lo hice durante una reciente gira de conferencias que llevé a cabo en Estados Unidos. Al-Qaws es un grupo de base que trabaja por los derechos de la población LGBTG y se concentra en atender las necesidades de cada persona y en crear una comunidad donde la gente pueda reconocer libremente todas sus identidades, sin tener que elegir, por ejemplo, entre asumirse queer o asumirse como palestino. Creemos que esto forma parte de una visión más amplia que desafía y rompe con las actuales jerarquías sexuales y de género en la sociedad palestina.
La palestina es una de las pocas sociedades árabes donde se ha desarrollado una clara voz queer en los últimos 15 años. ¿A qué lo atribuyes?
HM: Bueno, también hay grupos similares en el norte de África, hay muchos grupos valiosos, pero aún informales. Palestina y Líbano son los únicos dos lugares con grupos organizados de manera formal. La sociedad palestina es muy secular, muy organizada. La resistencia es un hecho de la vida cotidiana y nuestra identidad se ha visto desafiada durante décadas. Crecí en un pueblo pequeño del norte y no fue hasta que me mudé a Jerusalén que enfrenté el racismo y me descubrí palestina. En mi familia quienes vivieron el trauma de la Naqba en 1948 no hablaban de eso. La sociedad israelí niega sistemáticamente la identidad palestina a los ‘árabes que viven en Israel’. Así que la experiencia de descubrir tu identidad y tener que luchar por ella nos resulta de lo más familiar. Adaptar dicha experiencia al ser queer fue relativamente sencillo.
En los últimos 63 años se nos ha comparado constantemente con la sociedad israelí. Se dice, por ejemplo, que entre nosotros hay homofobia y se mata a gente queer, y que los israelíes sí reconocen los derechos de la población homosexual. Semejantes comparaciones llevan a la reflexión. Cuando nació, nuestro grupo era totalmente apolítico, no hablamos de política antes de la guerra con Líbano en 2006, solo nos interesaban nuestras experiencias… pero después fue imposible escapar de la política. La Segunda Intifada, iniciada en el año 2000, representó la primera vez que los palestinos dentro de Israel participaron en la resistencia. La policía israelí asesinó a ciudadanos palestinos de Israel durante las manifestaciones. Este tipo de hechos nos obligó a cuestionar nuestra identidad; creo que fue también la primera vez que pregunté a mi abuelo por sus vivencias durante la Naqba. No es casual que un movimiento como el nuestro se desarrollara en Jerusalén, centro simbólico de la confrontación entre la sociedad israelí y la palestina. En el instante en que pisé Jerusalén me convertí en el Otro.
¿Cómo comparas el descubrimiento de tu identidad como palestina con el descubrimiento de tu identidad como queer?
HM: Fue más gradual. En realidad nunca ‘salí del clóset’… digamos que no había clóset. Con Al-Qaws formamos un espacio donde las personas pueden explorar su identidad sexual sin complicaciones, escuchando a otras hablar de su propia historia. Recuerdo el momento en que comprendí que podía se palestina y queer, ambas cosas. Antes me sentía rara por hablar de la identidad queer y en el camino a casa vivir el que un soldado israelí me exigiera identificarme por ser palestina. Muchos otros miembros de nuestro colectivo han tenido esta vivencia. Las estrategias occidentales que hablan de ‘visibilizar’ y ‘salir del clóset’ nos son irrelevantes. El movimiento de liberación gay en Occidente puede alimentar nuestra motivación, mas no vamos a copiarlo. Una marcha del orgullo gay en Ramallah no serviría para nada, entre otras cosas porque muchos de nuestros miembros no han ‘salido del clóset’ en el sentido occidental de esta metáfora.
Todos tenemos amigos que saben y algunos familiares que saben, pero otros no. Las personas cambian de un lugar a otro. Podemos tener esta flexibilidad de identidad sin el ‘ritual’ de ‘salir del clóset’. No pertenecemos a una cultura cristiana, no tenemos la tradición de la confesión. En el contexto occidental, ‘salir del clóset’ es un derivado orgánico de ese contexto social. Se trata de un enfoque muy individualista, producto de una sociedad individualista. La sociedad palestina, por otra parte, es mucho más colectiva, es como ser parte de una enorme familia. Mis padres están más molestos por el hecho de que me mude lejos que por el hecho de que sea lesbiana. Mucha gente tiene un vínculo sólido con su familia y no está dispuesta a romper con ella por ‘salir del clóset’ en el sentido occidental. No es que tengan miedo a algún tipo de violencia, es solo que valoran más el lazo con la familia. Declararse no es una condición ni un requisito para tener un movimiento vivo, hemos demostrado que somos capaces de construir una comunidad sin que todos hayan tenido que ‘salir del clóset’ en todos los niveles.
¿Tienen contacto con otros grupos queer o feministas palestinos?
HM: Colaboramos estrechamente con Aswat (significa ‘voces’ en árabe), una organización de lesbianas palestinas. Aswat es una fracción independiente de un colectivo feminista. Con ellas operamos una línea de telefónica de apoyo y organizamos actividades de difusión; también contamos con una amplia red de grupos que trabajan con derechos sexuales, feminismo y derechos humanos, dentro de Israel y en Cisjordania.
¿Tienen contacto con grupos israelíes?
HM: Ese tema es complicado. Nos interesa primordialmente la sociedad palestina, no tanto cooperar con grupos israelíes. Hay conocimiento personal entre ambos tipos de colectivos, pero en los tres últimos años hemos tomado caminos distintos. Nuestra vía es más radical y política, abordamos las vinculaciones entre las diversas formas de opresión; por su parte y por desgracia, muchos de los grupos israelíes LGBT han llegado a aceptar que Israel es una nación y luchan por integrarse a ella mediante la conquista de derechos concretos. A mí me da igual si eres palestino o israelí, en ningún caso estoy de acuerdo con este activismo liberal. Sí tenemos buenos contactos en algunos grupos radicales antisionistas que tratan de defender los intereses de la comunidad sin olvidar el contexto social en conjunto.
Hace dos años dispararon a dos jóvenes homosexuales en uno de los centros gay en Tel Aviv y nuestro colectivo se mostró solidario ante este crimen motivado por la discriminación. Sin embargo, cuando acudimos a la gran manifestación en contra de estos delitos advertimos que el acto estaba dominado por hombres blancos y políticos de derecha. Shimon Peres se encontraba en el estrado diciendo ‘no maten’, pero dos meses antes había participado en el asesinato de cientos de palestinos en Gaza; además, se tocó el himno nacional israelí. Como personas palestinas, fuimos excluidas. Pedimos subir al estrado y tomar la palabra, pero se nos negó la oportunidad so pretexto de que no se trataba de un acto político… ¡como si el tema en sí no fuera político! La presunta manifestación no pasó de ser una confluencia simbólica.
Además de la ocupación, ¿qué problemas enfrenta la población queer en Palestina? Desde luego, acá llegan muchas noticias sobre el auge del fundamentalismo religioso…
HM: En realidad no creo que esta tendencia política tenga impacto en la vida diaria. La sociedad palestina es muy secular, a pesar de que haya mujeres con hiyab u hombres que se dejan crecer la barba. Vivo en Jerusalén y paso mucho tiempo en Cisjordania, y no veo una ola extremista que llame a reavivar la religión. Creo que he bebido más cerveza en Cisjordania que en Tel Aviv… pero la sociedad palestina es muy diversa, hay quienes viven en grandes ciudades, otros en pueblos pequeños, no se puede hablar de una experiencia única. Las personas queer palestinas, dentro y fuera de Israel, enfrentan dos tipos de desafíos. El primero se refiere a las dificultades universales: sentirse aisladas, crecer en una sociedad heteronormativa, atravesar crisis porque eres diferente. Y luego está la homofobia, otro desafío universal que toca a toda persona queer.
Desde luego, la sociedad palestina tiene sus particularidades; por ejemplo, es sumamente patriarcal. Incluso un hermano menor podría suponer que tiene derecho de decirle a su hermana qué hacer. Otra particularidad es el tabú que representa hablar de sexualidad… ni siquiera la gente heterosexual habla de sexualidad. Hablar de homosexualidad es una manera de motivar un diálogo sobre sexualidad en general. No escondemos nuestra orientación, sea lésbica, gay o cualquier otra, pero hablar de sexualidad es una precondición para abordar el tema. Es posible que algunos grupos de derechos humanos o colectivos de mujeres no deseen relacionarse con nosotros, pero cuando la problemática es la sexualidad en general ya no pueden pretender desvincularse de ella. La sexualidad no es tema exclusivo de gente gay; los grupos de mujeres, los grupos de derechos humanos, los grupos LGBT… todos tenemos algo que decir y aportar.
El segundo tipo de desafíos tiene que ver con pertenecer a una doble minoría: ser palestina y queer. No es posible evitar la discriminación que te ataca como ‘árabe’ o palestina. No toda la discriminación es sistemática ni está organizada, puede variar, ya sea que la gente se ría de tu acento cuando vas de compras o que a bordo de un autobús alguien te diga que no quiere oírte hablar en árabe o que te detengan los soldados. El racismo lo penetra todo. La gente de Cisjordania enfrenta la ocupación en la vida cotidiana, la libertad de movimiento está limitada por un sinfín de puestos de control. Nosotros enfrentamos la homofobia en la sociedad palestina, en la sociedad israelí y, además, la ocupación y el racismo.
¿Cuál es la contribución específica de un grupo queer como Al-Qaws al movimiento por la liberación palestina?
HM: Creo que los más marginados pueden beneficiarse enormemente del cambio social y serán los más comprometidos con él. Puedes optar por hablar concretamente de homosexualidad y trabajar por los derechos de la población homosexual, pero también puedes hablar de sexualidad en general y de otras modalidades de sexualidad marginadas, hablar de los derechos humanos y de todas las formas de opresión que experimentas. Esa es nuestra labor, queremos incluir otras cuestiones, no limitarnos al mundo homosexual. Por ejemplo, queremos incluir a personas que se sienten oprimidas por su género o porque no desean casarse. Somos un grupo pequeño y tenemos que formar coaliciones para instaurar el cambio en la sociedad, ahí está concentrado nuestro esfuerzo. Ya tenemos diez años de vida; los primeros 7 estuvieron dedicados a desarrollar nuestras capacidades, debatir sobre la visión de nuestro colectivo. Somos conscientes de que distintos grupos han tratado de manipular el tema queer en Palestina. Por ejemplo, algunos grupos palestinos nos tacharon de «occidentalizados». También está el argumento típico de los liberales que afirman que la sexualidad no es política, solo afecta la vida privada de las personas. El gobierno israelí utiliza la problemática de los derechos de la población homosexual para tratar de pintarse como una especie de paraíso gay en Medio Oriente y acusar a la sociedad palestina de ser inherentemente homofóbica. Nuestra experiencia aporta una perspectiva única. Cuando estuve de gira en Estados Unidos los sionistas ni se nos acercaron. Nos hubiera gustado tener un debate, pero ellos son incapaces de conversar con una queer palestina politizada. Se supone que la gente como yo es asesinada por la Autoridad Palestina o simplemente no existe.
Una de nuestras principales campañas políticas consiste en contrarrestar lo que en inglés se denomina pinkwashing y, en medios activistas hispanos, ‘enjuague rosa’. El enjuague rosa forma parte de una amplia campaña del gobierno israelí: el uso cínico de derechos relativamente progresistas para la población homosexual de Israel a fin de desviar la atención internacional de la ocupación y las violaciones de los derechos humanos cometidas por su gobierno. Es común que la gente objete nuestra iniciativa con el argumento ‘¿Qué hay de malo en que Israel promueva sus políticas de derechos para la comunidad gay?’ Pero el hecho es que no se trata de esos derechos, sino de que Israel viola los derechos humanos y mantiene la ocupación que somete a otro pueblo, y además se aprovecha de mis penurias, habla en mi nombre y afirma que mi sociedad es atrasada y homofóbica. Mi lucha se mira con desdén y mi pueblo es satanizado. Esto ha tenido un impacto directo en nuestra imagen internacional, pero sobre todo en la juventud palestina gay que internaliza estas ideas y sueña con huir a Israel, supuesto bastión de los derechos de la población homosexual. Pero la ley es clara: ningún palestino puede obtener el estatus de refugiado en Israel. Israel no ayudará ni protegerá a ningún palestino homosexual. La campaña israelí del enjuague rosa no es sino una razón más para asumir una postura política.
Esa es otra razón por la que te encuentras en Ámsterdam, ¿verdad?
HM: Sí, mañana impartiré un taller sobre el enjuague rosa y el turismo gay en Israel. Hablaré específicamente de la campaña BDS (boicot, desinversión, sanciones) como herramienta para contrarrestar las políticas israelíes.
Viniste a impartir un taller sobre el «BDS queer», ¿nos cuentas un poco sobre eso?
HM: Nos consideramos parte integral de la sociedad palestina; no lo decimos en un sentido nacionalista, sino en el sentido de que sufrimos las mismas vejaciones que el resto de la población palestina. La ocupación también afecta a la gente queer, el racismo no distingue entre queer y hetero. Es por eso que ya somos parte de las campañas contra la ocupación, la discriminación y el muro. Sentimos que podemos aportar una perspectiva distinta a esta lucha, por eso quisimos fundar un colectivo separado, independiente, capaz de apoyar la campaña BDS desde la perspectiva queer. Vemos en el BDS una estrategia prometedora, bien estructurada, no violenta y que goza del apoyo de la enorme mayoría de la sociedad civil palestina. Está creando una nueva ola de resistencia, independiente de la Autoridad Palestina. Tras 63 años de ocupación, las conversaciones por la paz y toda clase de iniciativas para apoyar la ‘coexistencia’ han sido infructuosas; la campaña BDS es novedosa, se basa en los derechos humanos. No se trata de luchar contra lo israelí, sino de desafiar la ocupación del Estado de Israel. Esta campaña es ideal para nosotros como queers de Palestina, un espacio donde podemos expresarnos como parte de la sociedad palestina y promover la estrategia BDS en el contexto queer. Nuestro principal objetivo con ‘Queers de Palestina a favor de la campaña BDS’ es establecer un diálogo internacional con colectivos queer y alentar a grupos radicales y moderados para que apoyen la campaña. Solo la presión del exterior puede obligar a Israel a poner fin a la ocupación.
La campaña BDS está ganando impulso en la escala internacional. ¿Cuál ha sido su experiencia en este sentido?
HM: Ese aspecto del colectivo es joven, PQBDS (Queers Palestinos por el BDS) nació hace más o menos año y medio con declaraciones generales. Convocamos a académicos y artistas queer a boicotear instituciones israelíes que mantienen vínculos con el gobierno. Desde nuestro punto de vista, el mayor impulso, al menos en Europa, viene de la campaña en contra de la decisión de la IGLYO (Organización Internacional de Jóvenes y Estudiantes Gay, Lesbianas, Bisexuales y Transgénero) de celebrar su asamblea general en Tel Aviv el próximo diciembre. La IGLYO comprende alrededor de 75 organizaciones, de manera que esta campaña nos permitió llegar a infinidad de colectivos internacionales. El objetivo principal era boicotear la asamblea general, y el llamado puso sobre la mesa el tema e los derechos de la población queer palestina y la ocupación. Docenas de grupos LGBT en Europa se vieron obligados a abordar el tema, creemos que fue un logro extraordinario. [Ver: Victory: IGLYO moves out of Israel!]
¿Cuáles consideras que han sido sus logros más importantes hasta ahora?
HM: Después de 10 años de activismo nos hemos consolidado como parte de la sociedad y hemos demostrado que aportamos algo especial. Nuestras ideas en torno a la identidad y la sexualidad inyectan un componente nuevo a la sociedad palestina, en la que despertamos mucho interés, también entre activistas palestinos heterosexuales. Incluso gente hetero viene a los actos que organizamos, ahí se sienten más libres. El mayor logro de nuestro movimiento es haber creado una infraestructura y una comunidad sólidas.
Alex de Jong trabaja a tiempo parcial como bibliotecario del Instituto Internacional para la Investigación y la Educación (IIRE), con sede en Ámsterdam. Se dedica al mantenimiento cotidiano de la biblioteca y los archivos, además de la catalogación continua de los materiales bibliográficos. Alex es también uno de los editores de Grenzeloos, la publicación mensual de Socialist Alternative Politics, la sección neerlandesa de la Cuarta Internacional.
Fuente: http://www.grenzeloos.org/