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Papa Francisco

Fuentes: Rebelión

«Por esto es que conviene tener despierto permanentemente en el hombre lo que es grande y convertirlo en su propia grandeza.» Antoine de Saint-Exupéry. «Para el profesor Eduard W. Said el intelectual tiene una misión moral, decir la verdad por más incómodo que fuera, criticar los sistemas de dominación estructural y trabajar por un futuro […]

«Por esto es que conviene tener despierto permanentemente en el hombre lo que es grande y convertirlo en su propia grandeza.» Antoine de Saint-Exupéry.

«Para el profesor Eduard W. Said el intelectual tiene una misión moral, decir la verdad por más incómodo que fuera, criticar los sistemas de dominación estructural y trabajar por un futuro moral para la humanidad.» Michael Prior

 

Papa Francisco, usted nos dijo que rezáramos a Dios para lograr la paz en Gaza.

Pero lo que no nos dijo es a cuál Dios había que rezar.

Porque, además, si sus feligreses, los 1.000 millones de católicos, lo hicieron, nada lograron. No pasó nada Todo lo contrario.

Y ¿sabe por qué pienso que no pasó nada?

Porque, disculpe, no es el mismo Dios el del mensaje de Jesús, el del amor y el perdón, que el que le endilgaron, en un libro que llamaron Biblia, como Antiguo Testamento, que es un dios del odio, de la guerra, militarista y genocida, y que es el que siguen y adoran los que hoy están en el gobierno del Estado de Israel, controlados por rabinos enfermos y paranoicos.

Y que Harold Bloom describiera magistralmente en su libro Jesus and Yahweh, the names divine. Y el rabino Jacob Neusner, también lo describe como antagónico con el de Jesús, en su libro Jews and Christians, The Myth of a Common Tradition, donde nos dice que hablar de una tradición común es una gran mentira.

Pero que usted, papa Francisco, y toda la iglesia católica considera y nos dicen, desde hace siglos, que los dos son uno y el mismo dios.

Perdone, pero yo no creo eso, más, creo, con Harold Bloom y Jacob Neusner, que es una gran mentira y que la iglesia católica y usted mismo, si es que quiere que le sigamos creyendo y haciendo los que nos pide, debe aclararnos.

Porque, sabe, papa Francisco, si fuera el mismo dios no les permitiría a los terroristas encaramados en el gobierno del Estado de Israel seguir masacrando todos los días, cada minuto, cada segundo, a niñas y niños palestinos, ancianas y ancianos palestinos.

Y, lo más terrible aún, es que gozan con sus muertes anónimas.

Porque, recuerde papa Francisco, Jesús decía: «Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el reino de los cielos.»

Y los encaramados en el Estado de Israel y sus rabinos, le ordenan a chicos de 18 a 21 años, cuando hacen el servicio militar, en el Tzahal, que lo que deben hacer es matar a los niños, de entre 4 y 10 años.

La última es la prédica de una diputada israelí que dijo que hay que matar a las madres para que no tengan hijos.

Y qué decirle del heroico padre Jorge Hernández, quien, pese a las bombas y el peligro de ser alcanzado por una en cualquier momento, aún sigue allí y se queda a cuidar a sus niños desvalidos y ancianos enfermos.

El padre Jorge Hernández cree en El, aunque no lo sepa, el dios que Jesús invocó, y no en el Jhwh de los judíos. Y El lo cuida.

Y, ¿entonces papa Francisco?

¿A quién le rezamos? A El, a quien invoca Jesús en la cruz, o al Jhwh de los judíos, deidad terriblemente celosa de que ‘su pueblo’ no se mezcle con otros pueblos, y por eso sus seguidores quieren tener un Estado de sólo judíos?

Para mí, papa Francisco, se me hace difícil seguir sus consejos y por eso le pido que me ayude a comprender este dilema que se me plantea, porque creo, sí, creo, que usted es una buena persona.

También debo aclararle que no me importa que sea papa del catolicismo, concepción que tan mal le hizo con sus persecuciones de siglos a los judíos, acusándolos de la más terrible y estúpida mentira de la historia humana: de ser los que mataron a Dios.

Y que millones de ingenuos lo creyeron y lo, lo más grave aún, es que siguen creyendo.

Papa Francisco, eso no es posible, nadie puede matar a Dios, y muchos menos una horda de fanáticos ladrones y salteadores de caminos, como el propio Jesús los llamara.

«Sepulcros blanqueados por fuera y llenos de hez por dentro», fueron, entre otras, las frases lapidarias de Jesús para aquellos ‘ladrones y salteadores de caminos’ que ya desaparecieron de la historia. Y no dejaron herederos. Se fueron con el viento de la historia, como tantos otros pueblos de la antigüedad. No dejaron herederos.

Y aquellos judíos, rabinos integrantes del sanedrín que le pidieron al representante del emperador romano que crucificara a Jesús, también desparecieron llevados por el viento de la historia, por eso, papa Francisco, la acusación de siglos de la iglesia católica de que los judíos son el puedo deicida, es la más estúpida de las acusaciones jamás lanzada contra un grupo humano.

Nadie, papa Francisco, nadie puede ser deicida. Ningún ser humano y muchos menos un grupo humano cualquiera puede ser acusado de tamaña insensatez, como lo hizo la iglesia católica durante siglos, contra los judíos.

Y por esa responsabilidad, ahora, la iglesia católica, y usted, guardan silencio ante las masacres que sufre el pueblo palestino, perpetradas por un grupo de imbéciles, que se dicen judíos, (¿lo son?), encaramados en el poder de un Estado colonial, y, entonces, papa Francisco, usted nos pide que recemos.

¿A quién? ¿A cuál de los dos dioses? ¿Al del Antiguo Testamento, o al del Nuevo Testamento? ¿Se puede seguir hablando de semejante mentira histórica?

Pero, como todavía no se puede cambiar, papa Francisco, a cuál hay que rezar: ¿Al de los judíos o al de Jesús?

Porque sabe, papa Francisco, le digo con toda franqeuza, para mí no son el mismo. Son dos distintos. Que los mezclaron y engañaron a los pueblos durante todos estos siglos. Con ese libro que llamaron «La Biblia».

Pero fue y es la iglesia católica y usted mismo el que sigue diciendo eso, no los judíos que siempre dicen que Jhwh, su dios, es único y el que los cuida y los hace pervivir pese a las persecuciones de la iglesia católica, que ahora, además, dicen, la ha hecho arrodillarse antes su poder omnímodo.

Su antecesor escribió dos libros (o más) en los que nos dijo que El, el dios de los cristianos, era Jhwh, el dios de los judíos. Una gran falacia. Y Joseph Aloisius Ratzinger, lo sabía.

Por eso, papa Francisco, usted calla y nos dice: recen a dios.

Pero no nos dice a cuál dios.

Porque dios es sólo traducción del Zeus griego, devenido en Deus en latín y Dios en castellano.

Y, si no es ese, es sólo un genérico sin definir a ninguno, y por eso decimos los dioses griegos, los dioses romanos, los dioses de la India, los dioses africanos, etc. etc.

¿Sabe usted a cuál? ¿O usted tampoco sabe?

Porque su antecesor dijo que dios tiene nombre. Y dijo que ese nombre era Jhwh, el dios de los judíos. Una gran falacia.

Papa Francisco, yo me pregunté muchas veces, después de leer a su antecesor, ¿qué diría Jesús, si viviera, de semejante falacia?

Su antecesor sabe que los griegos cuando tradujeron los Evangelios cambiaron el nombre de El, por Zeus, y los latinos por Deus, y los españoles por Dios.

Y su antecesor cambió los nombres y escribió que era Jhwh. El dios de los judíos, sin aclarar que se había hecho el mismo cambio en lo que ustedes llaman el Antiguo Testamento, esto es, pusieron Zeus, por Jhwh, y su antecesor escribió, volviendo sobre el texto traducido y nos dijo que Dios es Jhwh.

Claro, lo hizo sin decirnos que el traductor puso Zeus, en lugar de Jhwh, y Ratzinger hace el malabarismo de volver al nombre original, con lo que su pensamiento es tautológico. Jhwh se traduce por Dios, y luego Dios se traduce por Jhwh, y por eso para él Dios tiene nombre. El del traducido. Gran falacia digna del mejor de los sofistas.

Y, sabe papa Francisco, tengo la impresión de que esta debacle caída sobre el pueblo palestino, es consecuencia de haberse usted entrometido y haber llamado a dos ex presidentes, al del Estado de Israel, Shimon Peres, que al día siguiente de hablar con usted terminaba su mandato, y el de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que no era presidente, porque su mandato había caducado en 2009.

Y este último no llamaba a elecciones porque el pueblo palestino había quemado en la Ribera Occidental y en la Franja de Gaza, su imagen colocada en carteles gigantes, por considerarlo lo que es, un traidor.

Y no sólo a él, sino también a todos sus representantes en los países donde tiene delegaciones la ANP.

Todos ellos por cuidar sus puestos, guardan silencio ante la masacre del pueblo palestino, mientras nosotros, argentinos, levantamos nuestras voces de protesta contra tamaño intento de genocidio del pueblo palestino de la Franja de Gaza.

Y su heroica resistencia, pese a la estupidez de algunos de sus dirigentes, los de Hamás y los de Fatah, sigue en pie soportando gloriosamente la muerte de su hijos y estará allí cuando todos nosotros ya no estemos, Y tampoco los asesinos que los quieren eliminar de la geografía y de la historia. Y sus estúpidos dirigentes, lanzadores de cañitas voladoras, con las que pretenden hacerse los valientes. Sólo insensatez humana.

Y también insensatez humana la de los colonos europeos jázaros, conversos judíos, que creyeron construir un Estado de los judíos. Los Ben Gurion, y Menahem Begin y Yitzhak Shamir y Yitzhak Rabin y también con Arik Sharon. Ya no están. Se los llevó el viento de la historia. Como se llevará al criminal de Netanyahu y a sus sucesores.

El pueblo palestino sobrevivirá, sus asesinos no.

Y ¿qué decirle de eso que llaman ‘los países árabes’, con sus opulentas fortunas, incalculables, cuyos príncipes compiten para ver quién construye el edificio más alto? Pobres seres humanos que no saben de la fragilidad de sus vidas y que a esos edificios también se los llevará el viento de la historia como pasó antes con los pueblos que habitaron esas regiones.

Construyeron templos y monumentos colosales. No quedó nada, sólo ruinas enterradas en las arenas de los desiertos, que todo se fagocitan.

Países árabes. A veces me causa gracia escuchar esa frase. Todos enfrentados entre ellos y sólo compitiendo como niños por mostrar quién tiene la mayor fortuna. Ninguno ha movido el dedo meñique por la vida del pueblo palestino. Cuando, en lugar de construir un edificio más alto, debieran dedicar esas fortunas a ayudar al pueblo palestino.

Y qué no decirle de la vergüenza del nuevo gobierno egipcio, cerrando las fronteras para que el pueblo palestino quede sólo a merced de sus victimarios: los israelíes.

El Egipto de la grandeza y de la lucha anticolonialista de Gamal Abdel Nasser y la Argelia de Lacheraf y Boumediene, olvidados en el camino del viento de la historia que todo se lo lleva.

Y entonces, el dolor y la angustia que nos invade por no poder hacer nada desde aquí, desde la Argentina, sino escribir y escribir, sabiendo que también estos escritos se los llevará el viento de la historia, mientras los terroristas y asesinos sonríen desde sus oficinas marmóreas en Tel Aviv, porque se saben apoyados y cuentan con el silencio cómplice de los poderosos de Washington, de Moscú, y de Beiging y de los lacayos de Gran Bretaña y Francia, todos componentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Otra de las farsas con que nos dijeron que resolverían los problemas del mundo.

Y el torpe de John Kerry pidiendo la devolución de un soldado israelí, supuestamente, como los tres chicos encontrados muertos, prisionero del gobierno de Gaza, cuando este había caído en el campo de combate, asesinado por las balas del Tzahal, no de los palestinos.

Mientras no dice una palabra de los miles de muertos y heridos del pueblo palestino, ni de sus niños masacrados, sino y sólo pide que haya paz, como si su palabra tuviera algún valor para los terroristas de Tel Aviv.

Y, ¿sabe qué, papa Francisco?, yo que creo conocer la mentalidad de los terroristas asesinos que gobiernan el Estado de Israel, desataron todos los demonios y muertes contra el pueblo palestino para decirle a usted: «Papa Francisco, nuestro dios, Jhwh, es el más poderoso, y usted y sus rezos nada lograrán. Y como prueba de ello, vea lo que hacemos. Y nada ni nadie podrá detenernos.»

Y, sabe, papa Francisco, no quiero hablar de aquel acompañante musulmán que tuvo usted en el encuentro entre los dos presidentes caducos. Porque usted se horrorizaría si supiera quién es. ¿O lo sabe?

De viejo que me estoy poniendo ya no tengo temor de nada. Y menos de los hombres que detentan poder, porque aprendí de ese gran palestino que fue Edward W. Said, mi amigo, que un intelectual es aquel que se para frente al poder y le dice lo que siente como verdad.

Sin temor alguno.

Y eso me pasa a esta edad ya caminada.

Y ¿sabe qué, papa Francisco?

Aún creo en usted y por eso la frase de Saint-Exupéry.

Porque creo que usted sería capaz de ir a Gaza y poner su cuerpo anteponiéndolo a las bombas y a las balas de los terroristas del Estado de Israel, y decirles como lo hiciera Jesús: «Eli, Eli, perdónalos porque no saben lo que hacen.»

Y, ¿sabe qué papa Francisco? Las bombas y las balas se detendrían en el aire.

Pero sólo si usted fuera capaz.

Rezar es necesario, pero no suficiente desde usted. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.