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Daesh, el cuerpo de jenízaros usado por Erdogan para los trabajos sucios

Para el régimen turco, la prioridad es aplastar a los demócratas kurdos

Fuentes: http://www.sanchopanza.net

Así pues, tocaría creerse una versión transparente, límpida, de lo ocurrido en los últimos días en la región fronteriza turco-siria: Turquía habría acabado con su ambigüedad hacia los fascistas de Daesh y entraría francamente –por fin– en el combate militar del campo de la libertad contra ese autoproclamado «Estado Islámico» . Antes de tragarte ese […]

Así pues, tocaría creerse una versión transparente, límpida, de lo ocurrido en los últimos días en la región fronteriza turco-siria: Turquía habría acabado con su ambigüedad hacia los fascistas de Daesh y entraría francamente –por fin– en el combate militar del campo de la libertad contra ese autoproclamado «Estado Islámico» . Antes de tragarte ese cuento de hadas, cosa que nos llevaría directo hacia una guerra generalizada, con buenos y malos de turno, lee con atención las claves más desconocidas de lo que está ocurriendo allá. Claves explicadas por Carol Mann, una investigadora que, en tanto que universitaria y coordinadora de la ONG Women In War, conoce a la perfección tanto la región como el combate real que se está dirimendo en el Creciente Fértil.

SanchoPanzaLab

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La prensa internacional en su conjunto parece considerar que Turquía se ha visto arrastrada en contra de su voluntad a la guerra de Siria, que ya estaría en la posición de víctima del Estado Islámico (EI), y todo ello pese a que hasta ahora su actitud había sido más que tolerante para con ese grupo yihadista. En realidad, del espectacular giro de los últimos días, lo que sobresale paso a paso es ante todo la profunda imbricación entre política interior y política exterior de Turquía, donde siempre el factor determinante es todo lo que toca a la minoría kurda.

Según el relato oficial, para Turquía el enemigo declarado y prioritario es la Siria de Bachar el Assad. En realidad, el adversario verdadero que Ankara quiere derribar –y es una constante desde hace décadas– es el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), partido al que acaban de aliarse varias formaciones de la izquierda turca no kurda.

Remontemos unas semanas: El 7 de junio pasado, por primera vez en la historia, 80 diputados prokurdos del HDP (de un total de 550 escaños) entraron en el Parlamento turco. A esos parlamentarios se suman los de los diputados de otros dos partidos, el Partido Republicano del Pueblo (CHP, kemalista, centro laico) y el Partido de la Acción Nacionalista (MHP, ultranacionalista). Juntos, pese a sus divergencias, tienen la capacidad de hacer contrapeso y neutralizar las ambiciones cuasitotalitarias de Recep Tayyip Erdogan, el presidente islamo-conservador y expansionista, cuyo Partido de la Justicia y Desarrollo (AKP) ya no dispone de mayoría parlamentaria por sí solo.

Actualmente, las negociaciones sin fin se encadenan una tras otra para una eventual formación de gobierno. Pero el reparto de escaños tras las elecciones es tal que sólo una alianza extremadamente siniestra entre el AKP y los ultras del MHP podría permitir relanzar el proyecto de islamización de la sociedad y de expansionismo militar que lideran los islamo-conservadores de Erdogan.

Milagrosa santa alianza

Los atentados de los últimos días, y los contraataques del ejército y la policía turca han permitido a Ankara ofrecer la imagen de una Turquía que se alinearía con toda franqueza con sus aliados de la OTAN. El golpe de efecto mediático es brillante, y permite que el régimen de Ankara lave su imagen en el extranjero, mientras legitima al mismo tiempo la represión en el interior del país.

Por lo tanto, repasemos los acontecimientos de los últimos días con ese enfoque. El lunes 20 de julio pasado, un comando suicida asesinó a un grupo de jóvenes en el Centro Cultural Amara de la ciudad de Suruç, en el sur de Turquía. Trescientos treinta jóvenes simpatizantes de la Federación de Asociaciones de Jóvenes Socialistas de Turquía se disponían a cruzar la frontera, a nueve kilómetros, en dirección de la simbólica ciudad kurdo-siria de Kobanê (Ayn El Arab). Estaban almorzando tranquilamente en el jardín del Centro Cultural. Cabe resaltar que, hecho inédito, se trataba de la primera ocasión en que el Gobierno turco había accedido a dar su autorización a tal operación civil de solidaridad.

El balance del ataque fue terrible: 32 jóvenes muertos, y unos cien heridos graves. Entre los cuerpos ensangrentados que aparecían en las fotos difundidas estaban los juguetes igualmente cubiertos de sangre que estaba previsto llevar a los niños de Kobanê. Twitter fue bloqueado en Turquía durante varias horas tras el atentado, y las imágenes de la masacre fueron prohibidas por la Justicia en los medios.

Kobanê, ciudad emblemática, había sido destruida por las fuerzas de Daesh, y después reconquistada de nuevo por el Ejército del Rojava, es decir las «Unidades de Protección del Pueblo» (YPG) formadas por tropas masculinas y femeninas (un 40% de mujeres), mayoritariamente kurdos, acompañados por brigadistas internacionales del mundo entero, y por cuerpos árabes y asirios, entre otros pueblos de la región. Varias asociaciones internacionales ya han firmado su compromiso con la reconstrucción de la ciudad, cabeza de puente de una experiencia de confederalismo democrático, del que se están beneficiando -valga como ejemplo- miles de cristianos que tuvieron que huir de los fascistas de Daesh.

Un chiapas en pleno creciente fértil

Definitivamente, la piedra en el zapato de Erdogan es el Rojava, el Kurdistán Sirio, y muy particularmente tres de sus comarcas, autónomas: Afrin, al oeste, Kobanê, en el tramo central, y Djezireh (Cizîrê), al este. Se trata de un auténtico Chiapas del Creciente Fértil, sobre el que será oportuno hablar de nuevo en SanchoPanzaLab. ¿Por qué? Porque se trata de la única alternativa progresista en la región, y más aún, porque su ejército ha sido reconocido por Estados Unidos como el único que combate realmente al EI. Si la revolución igualitaria, laica y no identitaria que ha arrancado en Rojava triunfa, eso significaría de inmediato el punto y final definitivo de las ambiciones de Erdogan, marcadas por el deseo de crear un nuevo espacio imperial neo-otomano basado en el extremismo derechista y religioso.

Los acontecimientos, desde ese lunes del atentado de Suruç, se han encadenado rápidamente y de una manera extremadamente coherente en apariencia. Pese a que el ataque no ha sido reivindicado por EI, Ankara se apresuró a atribuirlo a ese grupo, para anunciar a bombo y platillo, acto seguido, que iba a castigar y perseguir -según sus términos- «a todos los grupos terroristas, independientemente de su apelación».

Al fin y al cabo, Erdogan ha repetido una y otra vez que Daesh y el PKK son lo mismo. Unos 5 000 policías en pie de guerra procedieron de inmediato a la detención de -oficialmente- 297 personas (37 de ellas de nacionalidad extranjera), supuestamente relacionadas con el terrorismo. Se tratarían de simpatizantes del EI o de Jabat-El-Nusra, la rama siria de Al Qaida. Pero sobre todo hay entre ellos activistas acusados de estar relacionados con el PKK e incluso simplemente con la izquierda. Ciertas informaciones que empiezan a circular indican que los acusados de pertenecer a EI o a Al Qaida están siendo liberados, mientras que los activistas de izquierda siguen entre rejas. Una militante de la extrema izquierda turca ha sido asesinada.

El viernes 24 de julio por la mañana, la aviación turca bombardeó tres posiciones de Daesh en Siria. Al día siguiente, fueron posiciones del PKK en Irak las bombardeadas, en ataques que castigaron también a civiles kurdos. Estos ataques aéreos contra los kurdos se han repetido desde entonces.

Un acuerdo, cuyo contenido completo y real es desconocido, ha sido firmado entre Ankara y Washington: A partir de ahora, los aviones de la coalición liderada por EEUU podrán despegar de Diyarbakir, Batman y Malatya.

Pero lo importante es que a cambio de esa cesión de derechos, Turquía habría obtenido una zona de no-sobrevuelo de 90 kilómetros de largo por unos 40 ó 50 km de profundidad entre Marea y Jarabulus, frente a la región turca de Kilis, una zona que Ankara quiere extender y fortificar.

La razón oficial es incuestionable: Sí, con esa zona y esa fortificación, el tránsito de los yihadistas y de sus suministros y refuerzos por ese tramo se vería muy afectado, y allí se podría armar a rebeldes moderados.

No obstante, quedarían otros 800 km de fronteras porosas entre Turquía y Siria. Es decir que lo clave de esa línea fortificada ansiada por Ankara, si se observa su situación, es que frenaría toda posibilidad de reunir y dar continuidad territorial entre las comarcas kurdas de Afrin y de Kobanê, impidiendo la creación de una entidad kurda consistente.

La estrategia pakistaní de Erdogan

Y así reaparece en cuestión de días, tras el atentado, todo el cinismo de los expansionistas turcos, de una Turquía que el periodista británico Patrick Cockburn ha comparado con el Pakistán que desde hace décadas cobija y alienta a los Talibán, jugando doble juego con Occidente.

Ankara pretende ahora entonar un Mea Culpa por su precedente actitud de ambigüedad, y afirma que acepta unirse al combate contra Daesh. Pero, en realidad, lo que hace es utilizar todo lo que puede para mantener y extender sus ambiciones territoriales o cuasiterritoriales. La entrada en guerra formal contra EI servirá para que EEUU abandone la atención y el apoyo que empezaba a formular para el Ejército de Rojava, y servirá para reforzar la cooperación intraOTAN, donde Turquía quiere ser ariete y espolón.

Es harto probable que el paso siguiente para Turquía consista en extender su zona de seguridad hacia el este, para invadir el Rojava entero y transformarlo en una especie de zona tampón con Siria.

Para esos planes, nada más práctico que un brutal atentado a pocos kilómetros de Kobanê. No es difícil imaginar las razones por las cuales el autodenominado Estado Islámico aceptaría ejecutar los trabajos sucios del régimen de Ankara, soportando una operación represiva de fachada: ambas partes podrán así mantener las ambiciones militares que comparten, para además desarrollar y legitimar sus ambiciones teocráticas en toda la región.

El neo-otomanismo de Erdogan apuesta así por su ejército de Jenízaros, Daesh, milicia auxiliar, para franquear el que es forzosamente primer paso necesario de su proyecto imperial: aniquilar la que es, de momento, la única alternativa democrática en toda la region, el confederalismo democrático, laico y mixto de Kobanê y el Rojava.

Es necesario ahora visualizar la pesadilla, la pesadilla no tan lejana que nos espera si la situación degenera tal como lo prevé Erdogan. Siria e Irak se hunden juntos en una situación de guerra civil a la libanesa, donde dominarían EI y otros grupos de ideología similar. Un Irán que seguirá siendo una teocracia aunque logre desembarazarse de sus elementos más delirantes. Una Turquía neo-otomana bajo la mano de Erdogan y capaz de imponerse, como una versión soft de Arabia Saudita. Lucha armada caótica, Estado de no-derecho generalizado, en todo un area geográfica regida por servicios de policía religiosa y militar, y por una represión generalizada, contra las mujeres en particular.

Ese es el giro que quiere dar Turquía hoy. Es urgente defender Rojava en tanto que muralla de contención contra la violencia fascista que está inundando la región.

Carol Mann, Directora de la ONG Women in War
http://womeninwar.org

Fuente original: www.sanchopanza.net