Nosotros, los opositores laicos al régimen asadiano y rivales de los islamistas, fuimos aplastados dos veces a lo largo de dos generaciones. No pudimos defendernos en ninguna de esas ocasiones, y fue muy fácil para los agresores -el régimen primero (durante los ochenta del siglo pasado), y después el régimen y los islamistas-, aplastarnos y […]
Nosotros, los opositores laicos al régimen asadiano y rivales de los islamistas, fuimos aplastados dos veces a lo largo de dos generaciones. No pudimos defendernos en ninguna de esas ocasiones, y fue muy fácil para los agresores -el régimen primero (durante los ochenta del siglo pasado), y después el régimen y los islamistas-, aplastarnos y destruir nuestra causa. La falta de capacidad económica y el hecho de estar desarmados no hizo las cosas más fáciles, como tampoco nos las facilitó el no invertir en nuestros puntos fuertes: la innovación cultural y social. La realidad es que nuestra innovación fue limitada, ya que nos limitamos a abrazar doctrinas ya preparadas, nos entretuvimos con imitaciones improductivas, tratamos con la cultura como un campo secundario al que dedicábamos solo parte de nuestro tiempo y nuestra pasión, la convertimos en un signo de distinción frente a otros ciudadanos, y nos desprendimos de los valores liberadores en favor de los partidismos y las consideraciones dependientes cortas de mira.
En definitiva, no logramos apenas renovar la cultura o hacer de la nueva cultura una fuerza social llamativa, que se dirigiera a las fuerzas sociales que hoy están desperdigadas: la «sociedad trabajadora», esa que se levantó en revolución y se expuso más que nadie a las detenciones, los asesinatos y los desplazamientos forzados, desligándose aquellos que quedaron por falta de una visión de conjunto. La sociedad trabajadora la conforman los amplios sectores de sirios que viven de su trabajo, su producción y su conocimiento, y no del pillaje, la extorsión, las rentas o su relación con partes extranjeras. Son los sectores que se han expuesto al pillaje y la explotación sistemática por parte del régimen asadiano y sus semejantes islamistas. También son los sectores cuyos intereses se corresponden con la liberación social y política, y con una nueva Siria liberada.
La sociedad trabajadora no pudo defenderse solo con las armas de la cultura frente a los agresores armados del régimen asadiano y los grupos salafistas armados esparcidos hoy por el territorio sirio. No se puede dejar de defenderse a uno mismo y a la sociedad con armas. Nos aplastarán siempre si no logramos defendernos a nosotros y nuestras causas, que son la libertad y la igualdad en Siria y los sirios, por la fuerza. No solo porque nadie nos va a defender, sino porque nuestra experiencia en la lucha que se está librando ahora concretamente dice que estaremos en el lugar de la víctima siempre, sin que el sacrificio tenga mucho valor y sin que nuestra causa avance demasiado, salvo que logremos aunar la cultura como factor influyente y la capacidad material, incluidas las armas, cuando la situación lo exija… Y lo hará.
Nos detuvieron, nos torturaron, nos asesinaron, nos echaron de nuestras casas, destrozaron nuestras vidas y nos maltrataron. Y seremos parte en el crimen contra nosotros mismos si la producción de significados, ideas, y valores estéticos y morales sigue siendo tan modesta, y se mantiene la dispersión e incapacidad de organizar nuestras fuerzas. Y lo mismo sucederá si nos mantenemos aislados y hacemos de la cultura una alternativa a la fuerza política y una justificación para abstenernos de la autodefensa y para aislarnos de la Siria trabajadora. Ambas cosas son necesarias y vivas por igual: la cultura de la liberación y los valores liberadores. Son lo que organiza la fuerza material para lograr el objetivo de la liberación general. Por su parte, la fuerza es la que sirve para la autodefensa cuando la ausencia de la misma supone el exterminio, el secuestro, la detención, la tortura, el asesinato y la emigración forzada, tal y como vamos aprendiendo de las experiencias vivas.
Ello exige un levantamiento contra las costumbres y la educación mental y política que se ha recibido durante treinta años, esas que indujeron la separación entre la cultura liberadora y la fuerza material, y que hicieron de tal separación su propia seña de identidad e identidad misma, sin ser conscientes de que con ello se hacía del abandono de la política una definición de sí mismas. El eslabón de unión es, nuevamente, la sociedad trabajadora siria. Una sociedad que exige que trabajemos para insertarnos en ella y organizarla para que defienda su vida y su patria. Nadie librará nuestra batalla si no lo hacemos nosotros mismos. Por su parte, los shabbiha (matones, secuaces) de la religión y el Estado solo verán en nosotros a aquellos a quienes humillar si no logramos defendernos e imponernos como una fuerza activa.
Eso es lo que creemos que necesita nuestra sociedad para romper esta polarización suicida entre dos fuerzas salvajes, ambas al margen de los valores humanos y patrióticos, para abrir la veda a otra opción, la opción de la liberación general, que a su vez limitará la dispersión de un amplio sector de los sirios que se han rendido hoy a la frustración y la ironía, esterilizándose a sí mismos y desaprovechando toda la fuerza que tienen y que no puede descartare para volver a ser dueños de nuestro país. El refuerzo de este sector y su conversión en un bloque o polo patriótico efectivo es la alternativa a la dispersión y la rendición, de las que solo se benefician los shabihha y los contra-shabbiha [1].
Somos conscientes de que ello necesita años de esfuerzo organizado y diligente y que es precisa una ruptura con el espíritu egoísta que ha definido a una generación entera de intelectuales y activistas. También exige una ruptura mental, emocional y política con las formas degeneradas de actividad pública, que solo atraen a los corruptos, los lacayos, los prevaricadores y los chaqueteros de la Coalición y el resto de formaciones opositoras.
Nuestro país está pasando por una tragedia histórica sin igual desde tiempos remotos, y no solo desde la creación de la entidad siria hace algo menos de un siglo . La mitad de los habitantes han tenido que abandonar sus casas y otros tantos,o incluso más, son refugiados fuera del país, mientras que las aguas del Mediterráneo se han tragado a cientos de ellos en los últimos meses. Cerca de 200.000 sirios han muerto y unos 15.000 de esos lo habrán hecho bajo tortura. Homs, Daraa, Alepo, Deir Ezzor, Raqqa, Dariya, Muaddamiyya y Al-Ghoutta Oriental han sufrido una ingente destrucción.
Además el país en la trampa de una familia criminal que se lo ha entregado a Irán y sus secuaces sectarios en Líbano e Iraq, mientras que por otra parte se ha infestado de formaciones religiosas armadas, cuyas acciones carecen de toda dimensión liberadora o patriótica, entre las que destaca Daesh, como mezcla de colonialismo invasor, locura religiosa y purga étnica. El futuro inmediato no parece augurar más que nuevas masacres, una mayor división y odios mucho más profundos y determinantes.
Pero por encima de todo eso, el mundo y los organismos internacionales han permitido que la matanza continúe durante tres años ymedio, y parece que seguirán «gestionando la crisis» para que Siria se convierta en un desastre humano, y en un ejemplo elocuente que aclare a los ciudadanosde la zona y del mundo los peligros de las revoluciones y de rebelarse contra los gobernantes.
Esta última dimensión, la connivencia de las potencias internacionales con el asesino y el abandono de los sirios agredidos sin apenas armamento con que defenderse, habiéndosele reconocido al régimen la posibilidad de matar por todos los medios -excepto las armas químicas- es una experiencia que los sirios no podrán olvidar u obviar en el proceso de conformación de fuerzas patrióticas que unan los valores liberadores, el peso social y la fuerza material por un lado, y la cultura y la mayoría de la gente por otro. Más aún, será necesario que pongamos énfasis en esta experiencia en nuestra cultura y la convirtamos en una energía positiva para el trabajo futuro, sin caer en un aislamiento resentido con el mundo. Al contrario, tenemos compañeros excepcionales en otros lugares, que son un apoyo muy importante para nuestra lucha, y tendremos que conseguir nuevos compañeros.
Si no queremos que nos vuelvan a aplastar, debemos ponernos a trabajar. Nuestros aliados son el pensamiento innovador, la independencia, la dignidad personal y patriótica y la dedicación al trabajo. Los islamistas tienen las armas, que cuentan a su vez con el sectarismo, el odio, el salvajismo y la desesperación; nosotros tenemos la innovación, la libertad y la esperanza. Con tal preparación, las experiencias pasadas de dos generaciones y la existencia de un sector sirio sin lazos organizativos que se mueve hacia la acción y la cohesión, se supone que hemos de ser capaces de formar un bloque socio-político en poco tiempo. La fuerza material vendrá después de la fuerza social y política.
Dentro de cuatro años exactamente nuestro país cumplirá un siglo. Es un momento perfecto para que hayamos progresado en la representación intelectual y cultural de nuestro país, y hayamos avanzado en el camino de su representación política, además de haber logrado dar pasos en el camino de la recuperación de nuestra causa de manos de dos tipos de asesinos.
Nota
[1] Los secuaces del régimen y los islamistas, enfrentados entre sí.
Fuente original: http://traduccionsiria.blogspot.com.es/2014/10/para-que-no-nos-vuelvan-aplastar.html?spref=fb