El señor Hassan Nasrallah acusó al Estado libanés en su discurso de la fiesta de la Liberación de ser un Estado sectario, y eso es cierto, pero ¿acabar con el sectarismo exige que este señor dirija un partido político-militar cuyos miembros son exclusivamente chiíes? Dijo también que el Estado libanés es incapaz debido a su […]
El señor Hassan Nasrallah acusó al Estado libanés en su discurso de la fiesta de la Liberación de ser un Estado sectario, y eso es cierto, pero ¿acabar con el sectarismo exige que este señor dirija un partido político-militar cuyos miembros son exclusivamente chiíes?
Dijo también que el Estado libanés es incapaz debido a su sectarismo. Pero, ¿dónde nos va a llevar el hecho de que junto a su aliado Aoun, Hezbollah haya apoyado el proyecto electoral de Elie al-Farazli (conocido como la Ley Ortodoxa) y que se basa en llevar el sectarismo a su máxima expresión? ¿Estamos combatiendo el sectarismo con sectarismo, como hacía Abu Nuwas: «Cúrame con la que fue mi enfermedad»[1]?
Dijo que la caída y destrucción de Siria sería una desgracia para la causa palestina, y ello es cierto. ¿Es salvar Siria sinónimo de salvar al dictador? ¿Por qué ha enviado a sus soldados a defender a un régimen que ha destruido media Siria y que promete destruirla aún más? Dijo que Siria era la columna vertebral y soporte de la resistencia. El pretexto del régimen baasista para invadir Líbano se materializó en la máxima de que Líbano era el costado de Siria, ¿quiere Nasrallah hoy darle la vuelta a la ecuación y que Líbano sea Siria defendiendo su columna vertebral?
Dijo también que luchaba contra Israel en Quseir, y no se preguntó quién había dejado que Israel llegara al centro de Siria, cuya capital sufrió el bombardeo de la aviación israelí sin respuesta alguna del régimen de rechazo (al imperialismo) y el partido de la resistencia. Prometió a su grupo que vencerían en Quseir y Siria, olvidando que la guerra civil es la trampa en la que hasta ahora se ha evitado caer, y que caer en una guerra sectaria no supone más que caer en la trampa israelí, no solo dándole un respiro, sino, más aún, la oportunidad de dominar, destruyendo por completo la idea de la resistencia. Y así sucesivamente…
Mientras escuchaba a Nasrallah sentí dolor y comprendí la relación entre las palabras y las heridas, pues mientras emitía su discurso el infierno de los misiles caía sobre Quseir y la destruía casa por casa. No hablaba de forma arbitraria, sino que convertía la palabra en una herida sangrante, haciendo de los cuerpos de los pobres de Siria ofrendas sobre el altar del dictador no antiimperialista.
El señor Nasrallah intenta salir de su atolladero ahogándose en él y es ahí donde yace la gran paradoja libanesa que expresó este discurso, pues Hezbollah ha logrado algo que nadie había logrado antes: eliminar en la práctica las fronteras sirio-libanesas. Anunció la caída de las fronteras y se encargó a sí mismo y a su partido libanés la misión de salvar a Siria de sí misma. Si las cosas siguen así, ¿quién impide al ESL destruir zonas de Líbano con el pretexto de salvar Siria de los peligros que la acechan? ¿Recurrirá entonces Nasrallah al lema de la soberanía libanesa a la que puso fin en los alrededores de Damasco y enterró en Quseir?
Leí en el discurso rasgos de la gran desgracia en la que ha entrado Líbano por la puerta siria y en la que ha entrado Siria por la puerta libanesa. Es cierto que la puerta libanesa no es libanesa, pues desde que estalló la guerra de 1975 las puertas de Líbano, que ya eran frágiles desde la fundación de esta entidad sobre bases sectarias, se descolgaron. La puerta libanesa adoptó distintas denominaciones, siendo israelí en ocasiones, siria en otras y así ad infinitum. Esta vez la puerta la ha roto Nasrallah bajo el paraguas iraní. Ha llevado el discurso sectario del régimen dictatorial sirio a su máximo exponente y ha ido a Quseir a destruirla con misiles de la resistencia, acabando con lo que quedaba de sagrado en la lucha contra la ocupación israelí. Hezbollah está en un atolladero, o más concretamente en una trampa y la trampa no es una tendida por otros, sino que se la ha tendido él mismo: se ha implicado en la lucha por salvar a un régimen que no puede ser salvado.
La debilidad del Estado libanés a causa del sectarismo se debe al exceso de fuerza de la que goza Hezbollah en Líbano. Este exceso resultante de la inversión a gran escala que ha hecho en la estructura sectaria ha modificado el significado del capital simbólico que había creado la resistencia contra la ocupación, para convertirse dicha resistencia a fin de cuentas en un instrumento de terror contra el pueblo sirio en su levantamiento por la libertad. ¿Es que la libertad de los sirios ha pasado a ser en las leyes consuetudinarias sectarias una amenaza para la resistencia? ¿De dónde sale esta horrible paradoja en la que Hezbollah se ha metido a sí mismo?
Desde el inicio de la revolución, es decir, antes de la feroz militarización impuesta por la represión demente, Nasrallah estaba en la trinchera del régimen. Hoy se ve obligado a defender a un régimen que se desploma y en vez de dirigir sus misiles a Israel, los dirige a Quseir y los alrededores de Homs y Damasco. Es el ocaso.
Las palabras de Nasrallah han de tomarse en serio, pues ha decidido luchar en Siria e insiste en ello, y lanzará a miles de luchadores a Quseir y otros frentes en Siria, pero ¿quién le ha dicho que el juego terminará en ese punto? Ha invitado a los libaneses que divergen con su postura a luchar con él en Siria y no en Líbano. Esto no deja de sorprender, porque este hombre está arrastrando Líbano a la escisión y la guerra. ¿Quién le ha dicho que los fundamentalistas libaneses cuyas organizaciones se parecen a su partido en su estructura doctrinal se limitarán a enfrentarse a él en Siria? ¿Quién le ha dicho que los sirios se quedarán mirando a su país cuando se haya convertido en un campo de batalla entre libaneses?
Lo doloroso es que Hezbollah, de quien los libaneses y árabes guardan el recuerdo de su resistencia contra la ocupación, ha caído en la trampa y ha decidido borrar la memoria de la resistencia con la memoria de la guerra civil sectaria.
[1] Poeta árabe de los siglos VIII y IX conocido por su pasión por el vino y los efebos.
Publicado por Traducción por Siria