Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Yassin al-Haj Saleh es un escritor e intelectual sirio. En 1980, con 19 años, cuando estudiaba medicina en la Universidad de Alepo, fue arrestado por el gobierno de Hafez al-Asad por pertenecer al Buró Político del Partido Comunista Sirio. Estuvo en prisión 16 años y 14 días. Desde 2000, Yassin al-Haj Saleh escribe sobre temas políticos, sociales y culturales relativos a Siria y al mundo árabe para varios periódicos y periodistas árabes fuera de Siria. Además, ha escrito y editado cuatro libros sobre su país, incluido uno sobre su experiencia en la cárcel. Su quinto libro es una crítica al Islam contemporáneo y una crítica de su crítica.
Cuando empezó la revolución siria, Yassin al-Haj Saleh, que entonces trabajaba en Damasco, estuvo viviendo allí en la clandestinidad durante dos años. En 2013, él y su mujer, la activista revolucionaria Samira Khalil, se trasladaron a Duma para trabajar por la revolución. Más tarde, ese mismo año, viajó a su aldea natal en Raqqa donde Da’esh iba ganando terreno y donde este grupo tenía secuestrados a dos de sus hermanos. Su hermano, Firas al-Haj Saleh, todavía sigue entre sus garras. Después de tener que vivir escondido en Raqqa durante dos meses y medio, Yassin se vio obligado a escapar a Turquía, donde se encuentra ahora. Ese viaje fue el tema del documental «Nuestro terrible país». Su esposa, Samira, fue secuestrada en Duma en diciembre de 2013, junto con otros conocidos activistas, Razan Zeituneh, Wael Hamada y Nasim Hammadi. Se desconoce su paradero.
En 2012, se le concedió el Premio Príncipe Claus, de Holanda, como «tributo al pueblo y revolución sirios». No pudo recoger el premio al haber pasado a la clandestinidad. Lleva dos años en el exilio en Estambul. Es uno de los fundadores de la plataforma online Al-Jumhuriya (La República), establecida en 2012. Ha fundado también, junto a colegas de Siria y Turquía, Hamish, la Casa Cultural Siria en Estambul, un espacio para el debate cultural con participantes de Siria, Turquía y otras partes del mundo.
-Boštjan Videmšek (BV): ¿Cómo estás y dónde te encuentras ahora?
-Yassin al-Haj Saleh (YHS): Estoy bien, gracias. Cuando estaba en Siria, solía decir: No tengo razones personales para quejarme y no hay razones públicas para que esté contento. Tras la revolución, con el secuestro de mi mujer Samira y de mi hermano Firás y mi vida actual en el exilio en Estambul, lo personal se ha convertido en público y lo político es ahora mucho más político que antes. Lo público y lo político se han convertido en personal. Es una vida de lucha.
-BV: ¿Cómo te sientes cuando ves a tantos compatriotas huyendo del conflicto más horrible de nuestra época? ¿Esperabas un éxodo así?
-YHS: Hace unas semanas estuve ayudando a mi cuñada y a mi sobrino a pasar de contrabando desde Turquía a Grecia. Como inexperto en esos temas, consulté con amigos, me reuní con contrabandistas y elegí a uno.
Me preocupaba mucho su seguridad y me sentí aliviado cuando pudieron llegar a un país europeo, aunque no fuera al que ellos querían ir. La otra mitad de la familia de mi hermano, él y sus dos hijos más pequeños, esperan poder reunirse algún día con ellos. Con la ayuda de amigos, estamos intentando arreglar las cosas para que otro hermano y su familia puedan refugiarse en otro país europeo después de que un amigo nuestro, el periodista y cineasta Naji Jerf, muriera asesinado en Turquía el 27 de diciembre pasado.
Tratamos de ayudarnos unos a otros en un mundo que no nos ayudó a liberarnos en casa. Nunca había contemplado la posibilidad de tal éxodo. No esperaba que el régimen matara a cientos de miles de personas y que sus posibilidades de mantenerse en el poder fueran creciendo a medida que las cifras de sus víctimas se disparaban. No esperaba que surgiera una criatura monstruosa como Da’esh (EI). No esperaba que alrededor de 70 países se asociaran para bombardear mi país: no contra el gobierno criminal sino contra un retoño de su monstruosidad.
-BV: ¿Cómo consideras que está abordando Europa la crisis de refugiados?
-YHS: Estoy impresionado por lo que están haciendo muchas personas de muchos países europeos, en su mayoría voluntarios individuales. Su generosidad, coraje y humanidad dignifican la raza humana. Me sentí conmovido por un mensaje de una mujer noruega que estaba en Lesbos ayudando a los refugiados. En cuanto a los gobiernos, aunque no es justo incluirlos a todos en una única categoría -Alemania no es Hungría, Suecia no es Dinamarca-, pienso que se han unido para construir muros más altos frente al flujo de refugiados, en particular contra los más pobres y más vulnerables.
Hace ya meses que los gobiernos europeos están presionando a Ankara para que no permita que los refugiados salgan de Turquía. En noviembre prometieron que iban pagar al gobierno turco 3.000 millones de euros para que guardara las fronteras europeas.
Con tanta sangre derramada durante los últimos cinco años bajo la nariz del mundo, la humanidad se ha deslizado por el camino de la insensibilidad más absoluta respecto a la ética. Supongo que la indiferencia que el mundo muestra hacia el calvario sirio hará que en las instituciones políticas de todos los países haya incluso menos sensibilidad aún ante el sufrimiento humano.
-BV: ¿Dónde ves, en esta caótica situación, las posibles soluciones?
-YHS: Podría pensar en un compromiso histórico que ponga fin a la guerra y que garantice la retirada total de las fuerzas extranjeras, esa podría ser la base para un escenario político completamente diferente en el país. Una solución sostenible no puede sólo construirse sobre una nueva mayoría política. Esto no puede conseguirse enfrentando sólo a Da’esh o sólo al régimen. Una nueva mayoría siria necesita de un sustancial cambio político que es imposible concebir sin poner punto final al dominio de la dinastía Asad, que lleva en el poder desde hace 45 años, una dinastía responsable de las dos grandes guerras en el país: 1979-1982 y 2011-…
Este cambio es la condición previa política y ética para una guerra contra Da’esh con una amplia participación de los sirios. Las potencias mundiales se han limitado hasta ahora a poner los bueyes delante del carro apuntando sólo al Da’esh, ignorando la causa-raíz de la militarización, radicalización y sectarismo que se ha producido durante los últimos cinco años, es decir, el régimen de Asad. Esta es una política fallida y miope, por no hablar de la ausencia de ética. Es la receta para una guerra sin fin.
La nueva Siria podría construirse a partir de una serie de principios esenciales: descentralización; igualdad de las diferentes comunidades étnicas, religiosas y confesionales como comunidades constituyentes; plena igualdad entre los ciudadanos individuales (árabes, kurdos y otros; musulmanes, cristianos y otros; suníes, alauíes y otros; religiosos, laicos y otros). No es aceptable hablar de Siria como Estado laico, como se afirma en el documento de Viena del 30 de octubre de 2015, cuando en ese mismo documento no se dice nada sobre justicia y rendición de cuentas y evita la palabra democracia. Las lecciones que intenta dar sobre el laicismo evocan uno de los peores rasgos del discurso colonial.
-BV: ¿Qué debería hacer la llamada comunidad internacional? ¿Y qué hay de la ONU?
-YHS: Los últimos cinco años han supuesto una gran oportunidad para hacer un seguimiento de las instituciones internacionales y los poderes mundiales. Para mí, no es sólo Siria, es el mundo el que está inmerso en una profunda crisis. No es que no siga cuanto está sucediendo en mi país, es que el mundo entero está en Siria (alrededor de 70 Estados están allí en guerra).
Tiendo a pensar que el mundo carece ahora, más que en cualquier otro momento del pasado siglo, de potencial para la libertad y la justicia. En diciembre, Vladimir Putin planteó la posibilidad de utilizar armas nucleares contra los «terroristas», una declaración extraordinariamente irresponsable que se encontró con el silencio absoluto de la comunidad internacional. Pocos días después, el mismo hombre dijo que la ofensiva rusa en Siria «no es una carga grave para el presupuesto… Es difícil imaginar mejores ejercicios [para las fuerzas rusas]. Así pues, podemos entrenarnos allí [en Siria] durante un tiempo amplio sin que nuestro presupuesto sufra en modo alguno.» Esta declaración, desbordante de arrogancia colonial, no motivó reacción alguna en absoluto de la ONU o de los dirigentes occidentales, ni tampoco una sola palabra de los grupos de los derechos humanos o de alguna organización de izquierdas en el mundo.
La situación en Siria ha evolucionado de ser una revolución contra la tiranía a una cuestión global, la cuestión siria. Crear cuestiones es, en mi opinión, el método político de los poderosos para moldear la historia. Crean situaciones complicadas que provocan una desesperación que dura décadas o generaciones (o para siempre, como dice uno de los eslóganes de Asad), durante las cuales los pobres y los débiles se enredan en luchas inútiles. En cambio, el método de los vulnerables es crear claridad y esperanza a través de las revoluciones. Aplastar las revoluciones en Siria y en la región ha sido la tarea compartida de las potencias globales y regionales y de los poderosos locales. Los nudos gordianos que crean seguirán con nosotros durante un tiempo largo.
En la historia, las cuestiones y las grandes guerras caminan de la mano. La cuestión oriental desembocó en la I Guerra Mundial, y la cuestión judía encontró dos «Soluciones Finales» en la II Guerra Mundial y sus secuelas (la segunda a costa del pueblo palestino). Uno podría añadir la cuestión kurda: negar la estatalidad a los kurdos es también una fuente de odio, desesperación y guerra. Siria es un campo activo ahora respecto a esta cuestión.
Es por esto por lo que Siria es un microcosmos y una metáfora global. Ni que decir tiene que la ONU y la comunidad internacional son también creadores de cuestiones o, de hecho, potencias contrarrevolucionarias. No esperaba que fueran revolucionarias pero su papel ha sido realmente criminal.
-BV: La división entre suníes y chiíes, ¿es ya demasiado profunda como para poder derrotarla políticamente?
-YHS: Lo es. No hay soluciones políticas para las divisiones confesionales. Sin embargo, la división en sí no es un problema; el problema es la lucha violenta entre los grupos confesionales. A diferencia de lo que se piensa habitualmente en Occidente, esta lucha no es algo primordial que emane del propio hecho de que son suníes y chiíes. En realidad, es al contrario: las luchas políticas y sociales movilizan esas pertenencias inútiles nuestras y las electrizan, acometiéndolas políticamente. Se transforman en partidos políticos, ejércitos de hecho. Este es también el método de los poderosos para debilitar la rebelión de los pueblos y transferir la lucha del campo político-social (los desfavorecidos frente a las elites) al campo socio-cultural (nuestros desfavorecidos contra los suyos). Lo que quiero decir es que tenemos que conocer mejor las dinámicas y procesos de la lucha social y política en países como Siria, Iraq, Bahréin, Irán, Arabia Saudí, y las luchas regionales para entender la «división suní-chií». Está claro que esta división está profundizándose. Y que está utilizándose como herramienta para dominar a las masas y ejercer influencia regional. En general, el sectarismo es una estrategia para el control político. Eso es política, no religión o «cultura».
-BV: ¿Podemos decir que Siria existe aún como país, como Estado?
-YHS: Lo digo de nuevo, Siria es el mundo. Más de 70 países están formalmente en guerra en el país y también hay allí yihadistas de más de 70 países. Siria es una cuestión global, un símbolo único de injusticia, apatía y amnesia. Es esa la Siria con la que nos encontramos, con el símbolo al menos.
Lamento decir que estoy menos seguro respecto a si Siria es un país viable. Sin embargo, la única posibilidad de que Siria sobreviva es un cambio político sustancial. Sin ese cambio, Siria es una tierra en agonía, morirá antes o después. Sólo cambiando Siria podrá ser viable.
-BV: La narrativa occidental sobre la guerra ha olvidado más o menos las razones de la guerra y la brutalidad del régimen. ¿Por qué?
-YHS: Se debe sobre todo a la identificación entre el régimen y las grandes potencias a niveles estructurales y simbólicos. La ideología modernista es un problema común entre el fascista con corbata, Bashar al-Asad, y esos dirigentes mundiales encorbatados que carecen de visión y responsabilidad global. Esta cuestión está, de alguna forma, relacionada con la formación de las elites políticas en Occidente: las personas con altos ingresos están completamente aisladas del sufrimiento humano políticamente infligido. Una fuente de la crisis es la democracia en Occidente. La democracia muere cuando se separan la lucha y las aspiraciones humanas de la justicia. Tenemos ante nuestros ojos una democracia que ha sido reducida a una tecnología política para lidiar con las crisis. La gestión de las crisis, con su divorcio innato de los valores y cuestiones que tienen que ver con la justicia, es el método dominante utilizado por los políticos durante los últimos 25 años, también en Occidente. Ese método no es bueno más que para crear problemas y Oriente Medio es la encarnación de esas políticas carentes totalmente de ética.
Algunas raíces adicionales de esta amnesia tienen que ver con la constitución de los poderosos medios de comunicación en Occidente: para alimentar a las masas, lo excitante es siempre preferible a lo que es humana y políticamente importante. Por ejemplo, decapitar a un hombre es más excitante que asesinar a 100 seres humanos con una bomba de barril. Nos identificamos con quienes matan del mismo modo que nosotros (sus crímenes, como los nuestros, no son nuevos), pero estamos encantados con quienes matan de forma diferente en la medida en que llevamos dos años ofreciéndole propaganda gratuita a Da’esh.
Por cierto, creo que ese encantamiento con Da’esh, que empezó en el verano de 2013, tiene profundas conexiones con el sórdido acuerdo químico entre EEUU y Rusia, que prácticamente informó al régimen de Asad de que estaba permitido matar a la gente con otras herramientas, pero no con la que habían prohibido. Los medios dominantes fueron obedientes poniendo de relieve lo que hace Da’esh y soslayando los crímenes del régimen a fin de legitimar el despreciable acuerdo entre los dos grandes guardianes mundiales de la paz (es decir, de la guerra). La da’eshmanía es una forma de suprimir la vergüenza de ese acuerdo. Los medios y las elites poderosas quieren que las masas sigan hipnotizadas con las mentes fijas en esos exóticos decapitadores que son totalmente diferentes de nosotros y de nuestras queridas masas.
Quiero añadir algo más respecto a esta fascinación con Da’esh. Sospecho que el alcance demente de los asesinatos y el control que Da’esh está practicando en las regiones que ocupa es el nivel que aspiran a imitar las elites poderosas del «mundo civilizado». Esa violencia tiene una virtud esencial: adelanta los límites de lo que puede hacerse con la población en casa, dando a las elites poderosas de todas partes un sentido de dominio y libertad. Si esto puede hacerse allí, será posible hacerlo aquí algún día. Da’esh es la prueba de laboratorio que a las elites les gusta mirar a hurtadillas y que esperan imitar algún día. Es su utopía y nuestra distopía. Por este motivo, las poblaciones occidentales deberían sentirse inquietas por lo que está sucediendo en Siria desde hace cinco años. ¡Está bien, no nos defendáis si no queréis, pero defenderos vosotros!
-BV: ¿Hay algún actor entre todos que tenga un papel positivo?
-YHS: ¿Actores externos? Es muy posible que ninguno. Sin embargo, cometeríamos un gran error si concluyéramos que todos los actores son malos por igual. El historial de Turquía es una mezcla: ha acogido a alrededor de 2,5 millones de refugiados. Nuestra situación aquí es aceptable y hasta ahora Turquía ha tenido una posición coherente hacia el régimen de los shabiha en Siria, pero ha causado muchos problemas debido a sus preocupaciones irracionales e injustas hacia los kurdos a ambos lados de la frontera. La posición de Francia es también en gran medida coherente. Ambos países tuvieron claro todo el tiempo que el culpable es el régimen y que debía ser derrocado y trataron de actuar en consecuencia, pero EEUU los echó para atrás. Washington ha sido el peor enemigo de la revolución siria, peor incluso que Rusia, que era un claro enemigo desde el primer momento, junto con Irán y sus satélites en el Líbano e Iraq. No soy un antiimperialista esencialista que piensa que el imperialismo es una esencia escondida en algún lugar en EEUU, quizá en la Casa Blanca, el Pentágono o la CIA; sino que me esfuerzo por ver si puedo encontrar algún elemento positivo en la política hacia Siria de la administración Obama. El mundo en general se ha convertido en un lugar mucho peor de lo que era antes, especialmente después del acuerdo químico que fue un gran regalo para Da’esh y el Frente Nusra (y, por supuesto, para Asad).
En cuanto a los actores internos: pienso que uno puede identificar el oscurantismo como la posición de decir que no hay «chicos buenos» en el conflicto sirio, que todos son malos. Eso es propio de la visión de un esencialista, es la forma que tiene Da’esh de aproximarse a nuestra causa. Eso no implica que no haya chicos malos, los hay, y muchos; tampoco quiero decir que hay muchos chicos buenos, eso es así a menos que uno sea Robert Fisk, Patrick Cockburn o Vladimir Putin. Lo que pretendo más bien es un cambio de paradigma de la reaccionaria distribución de etiquetas de buenos y malos a la dinámica real de la lucha. Aludí antes a la masacre química del régimen sirio que acabó con la vida de 1.466 sirios, y al acuerdo químico entre estadounidenses, rusos y el régimen. ¿Cuál fue ese acuerdo? Había cuatro actores, no tres, en ese momento: el régimen, los estadounidenses, los rusos y millones de sirios que llevaban más de dos años y cuatro meses resistiendo frente a un régimen brutal, pacíficamente al principio y con armas después. El régimen consiguió con ese sórdido acuerdo no sólo sobrevivir sino también quedar impune; los rusos lograron salvar a un régimen clientelista y ganar un mayor papel reconocido en la región y en el mundo, mientras EEUU (y, tras las bambalinas, Israel) conseguían desarmar al régimen de las peligrosas armas que pensaban podía utilizar para disuadir a Israel. La parte que fue absolutamente sacrificada es la que acababa de perder 1.466 personas en una hora: los sirios rebeldes. Por eso fue tan despreciable ese acuerdo, y sus «héroes», especialmente el llamado Barack Obama, extremadamente malvados.
Debido a la brutalidad del régimen y a la bajeza de los grandes egos del planeta, se desencadenó una dinámica de radicalización, islamización y militarización que cambió a todo el mundo en mi país, yo incluido. En septiembre de 2015, estuve en Oslo durante unos cuantos días y aparecí en un programa de televisión. Antes de aparecer, la presentadora me preguntó si yo era «moderado». No, no lo soy, contesté. Se alarmó y quiso asegurarse: «Pero Vd. es laico, ¿verdad?». Para los hábitos discursivos en Occidente, «moderado» implica que te sitúas junto a nosotros («Nosotros somos el centro del mundo») y «bueno» es su sinónimo. Eres «extremista» y «malo» cuando te colocas junto a tu propio pueblo.
Por supuesto, yo soy malo.
-BV: ¿Cómo ve la implicación de Turquía y el futuro de la cuestión kurda?
-Esa es la principal causa del error más grande del gobierno turco en Siria. Turquía no ha sabido hacer frente su propio problema kurdo partiendo de una base de igualdad, libertad y fraternidad. Ahora mismo hay una guerra real en las regiones kurdas en Turquía en la que los pobres están siendo humillados, desplazados y asesinados. Y el gobierno turco exportó su mala experiencia con los kurdos a Siria. Y para empeorar aún más las cosas, el PYD (Partido de la Unión Democrática) sirio importó de Turquía su experiencia allí, gente para aplicar esa experiencia y paletadas de basura ideológica modernista, diseñada específicamente para encantar a los solterones (en su mayoría varones) izquierdistas de clase media de Occidente. Esto ha causado ya mucho sufrimiento y tengo miedo de que siga causando más. En mi opinión, estamos siendo testigos de la construcción de un sistema ultranacionalista de un solo partido, con conexiones ocultas con el régimen de Asad e Irán y menos escondidas con EEUU y Rusia.
-BV: ¿Cómo luchar eficazmente contra el Da’esh? Personalmente, no veo ninguna voluntad política sustancial de luchar contra ellos con toda la fuerza.
-YHS: No ves voluntad política de combatir al Da’esh porque no hay ninguna. Hay voluntad política para que la guerra prosiga. El Da’esh es bueno para que la guerra continúe. Desde esta perspectiva, su desaparición es algo malo. Por eso el mundo parece unido contra esta organización fascista mal equipada (en términos militares), sin hacer progreso alguno para derrotarlos.
Pienso que el razonamiento estadounidense funciona así: Da’esh es más fuerte en sus hombres. Tenemos que asediarlos en una zona determinada para que no se extiendan por todas partes del mismo modo que hicieron después de que invadiéramos (histéricamente) Afganistán en 2001. Bashar debería mantenerse en el poder, según la lección que aprendimos de nuestra (injustificable) invasión de Iraq, no tenemos que desmantelar el Estado como hicimos allí. En cuanto a quienes están contra Da’esh y combaten a Bashar, bien, según ellos, son tipos malos en su mayoría.
El monólogo ruso puede que sea este: queremos que Bashar siga en el poder. Para conseguirlo tenemos que destruir a quienes están combatiéndole de verdad. Desde luego, hablaremos sólo de una guerra contra el terror para combatir al Da’esh. ¿No es eso con lo que los estadounidenses han estado dando la tabarra todo el tiempo? Cuando aplastemos a todos los que están contra Bashar y Da’esh, el acuerdo clandestino entre nosotros y los estadounidenses se hará público y decidiremos juntos el destino de Siria y Oriente Medio. Israel se alineará con nosotros. Podemos darle más de lo que los estadounidenses pueden darle.
Dejando a un lado estrategias imaginarias, creo que no es en absoluto difícil luchar contra Da’esh, pero no puedes hacerlo si ignoras sistemáticamente a las fuerzas locales que se enfrentaron con esta entidad en el pasado y dependes de otra organización fascista, es decir, del régimen de Asad.
Hay tres niveles para una lucha fructífera contra Da’esh: Primero, construir honestamente una causa justa para esta guerra, y esta no puede ser sino la justicia y la libertad por los que están oprimidos por el conflicto, lo cual a su vez no puede conseguirse mientras se ignore la fuente principal de opresión e injusticia, el régimen de Asad. ¿Cómo quieres que combata a Da’esh mientras estás negociando a mis espaldas con un régimen exclusivista que ha asesinado a 300.000 de mis conciudadanos?
Segundo, debería haber una visión política clara de apoyo a una transición democrática en Siria e Iraq. Las cosas van a ser caóticas en los dos países en los próximos años, puede que durante más tiempo, pero eso es bastante mejor que una guerra que dure generaciones, como dijeron con palabras similares hace unos meses tanto Julie Bishop, la ministra australiana de asuntos exteriores, como Martin Dempsey, el ex jefe del Estado Mayor de EEUU.
Tercero, necesitas una clara estrategia militar que pueda conseguirse en meses o en un año o dos. Lo que veo ahora es que tenemos una guerra sin un objetivo claramente expresado, sin plazos, sin aliados locales (El PYD no es ese aliado: tienen relaciones con el régimen fascista y no son demócratas, por no hablar de que confiar únicamente en ellos creará un problema étnico muy grave en Siria). La movilización internacional contra Da’esh está orientada hacia la aniquilación (no hacia la justicia). Pero este es también el rasgo esencial de la movilización del Da’esh contra el mundo. ¿Es disparatado decir que Da’esh es un reflejo en espejo del mundo actual? ¿Cómo podemos explicar esta atracción morbosa a hablar y escribir sobre Da’esh en los medios de Occidente? ¿Este des-desencantamiento del mundo?
Quizá sea esta la razón de las reticencias a luchar contra este supuesto enemigo global.
-BV: ¿Cuál será el papel de Da’esh en el futuro de Siria e Iraq?
-YHS: Absolutamente ninguno.
Da’esh es una mezcla de asentamientos coloniales, régimen fascista y organización terrorista nihilista. Como tal, es una bomba de maldad y muerte que debería ser completamente desmantelada.
Pero debería haber un gran cambio en la actual movilización deshumanizadora que afecta a todos los musulmanes y sólo nos promete una masacre inmensa. Para conseguir tal cambio, el mejor punto de partida es entender a Da’esh como un poder de este mundo y explicarlo mediante las herramientas laicas para el análisis. No es algo religioso, no es el florecimiento de una semilla primordial dentro del Islam.
Es un hecho penoso que uno no pueda ver perspectiva alguna para tal cambio, cuando incluso gente como Slavoj Žižek, uno de los voluntarios de esta campaña histérica, la dota de una lógica clasificatoria beligerante de nosotros y ellos y de estúpidas generalizaciones sobre la lucha siria (una pseudolucha, según él) y Siria, de las que no sabe absolutamente nada, ni de su sociedad, su historia, su sistema político, su economía política y su entorno regional. Ese superstar posmodernista escribió recientemente un artículo incluso más combativo aún sobre la relación entre Turquía y Da’esh, basada en informaciones falsas y pasión por el odio. Con esto en mente, me asusta que las esperanzas de cambio sean considerablemente más pequeñas. Puede incluso pensarse que Da’esh, con todo lo malo que es para los sirios y los iraquíes, es algo bueno para Occidente y Rusia. Por tanto, la pregunta sobre el futuro de Da’esh es: ¿hará Occidente de verdad algo alguna vez para desmantelar esta entidad? ¿Son realmente antagonistas de esta combinación de asentamiento colonial, régimen fascista y organización terrorista? Quizá están identificando en ellos cosas que conocen muy bien en sí mismos.
-BV: ¿Están replanteándose las antiguas fronteras de la región?
-YHS: Es posible que estemos en ese proceso. Las fronteras de Oriente Medio fueron el resultado de dos guerras mundiales y de cambios históricos en dos cuestiones (la oriental y la judía), bajo la supervisión de las potencias coloniales que dieron forma al actual sistema mundial. Los precedentes de las guerras de Iraq y el Líbano denotaron que crear nuevos Estados y redibujar fronteras no es tan fácil como podamos pensar. Para que suceda tal cosa, es necesario que se dé uno de estos dos requisitos previos: un nuevo sistema mundial y/o una limpieza étnica masiva; una limpieza étnica que supere a la de Ruanda.
No veo que volver a trazar nuevos mapas de la región vaya a resolver ninguno de los antiguos problemas. Nuestros actuales Estados tienen ya al menos un siglo de historia, y son mucho más reformables que los nuevos Estados, que serán o bien puros, y en consecuencia menos capaces de promociones políticas y éticas, o mixtos, sin garantía alguna de no deriven en un nuevo círculo de guerras étnicas o sectarias. Y en ambos casos, esos nuevos Estados más pequeños buscarán protección unos de otros acudiendo a las mismas viejas potencias coloniales que trazaron los viejos mapas y que patrocinaron sus propias luchas actuales.
Estoy a favor de 1) reformar nuestros Estados (descentralización, regiones autónomas, etc.); 2) un Estado palestino soberano; 3) un Estado kurdo soberano. Me inclino por una mancomunidad en Oriente Medio, donde árabes, judíos israelíes, turcos, kurdos e iraníes vivan juntos sobre una base de igualdad, respeto y prosperidad compartida.
-BV: Siria ha sido destruida, con 4,5 millones de refugiados y más de once millones de personas desplazadas dentro de su propio país. El Estado ha colapsado, dos generaciones al menos han quedado profundamente traumatizadas y sus vidas destrozadas de forma irreversible. ¿Qué se puede hacer para ayudar? ¿Cómo empezamos desde la «zona cero»? ¿Cómo reconstruimos la sociedad?
-YHS: En primer lugar, hay que sacar el cuchillo de la herida. El régimen de Asad es como un cuchillo, un cuchillo envenenado, del que Siria no se recuperará nunca si no se saca primero. En segundo lugar, Siria va a necesitar un tiempo largo de convalecencia. Es lamentable que no pueda esperarse ayuda de la «comunidad internacional», que fue quien ayudó a clavar el cuchillo en primer lugar. La recuperación nacional se ha convertido en una tarea formidable, pero lo que más necesita Siria es lanzar una dinámica opuesta a la de la militarización, radicalización y sectarización, una dinámica de reconciliación, moderación e inclusión. El pueblo quiere ahora vengarse sólo porque le siguen aún matando. Una dinámica distinta fomentará la predisposición por la cooperación y el entendimiento mutuo.
Creo que un número creciente de personas trabajará por una nueva Siria más inclusiva en el momento en el que el cuchillo de Asad sea arrancado del cuerpo sirio. Ahora están dispersos por todo el mundo, pero si se produce un cambio real en el país, la construcción de una nueva Siria será una causa colectiva para la mayoría de ellos.
-BV: La mayor parte de la gente educada ha huido. ¿Cómo ves el futuro de tu país?
-YHS: Tu pregunta es muy dolorosa. Si Siria sobrevive, muchos de los que huyeron regresarán. Voy a ser uno de ellos, sin duda. Sólo deseo una oportunidad mínima para volver a casa. Tengo que dar con el paradero de mi querida esposa y de un hermano, ambos secuestrados en 2013.
Creo que la creatividad del pueblo puede hacer mucho. La alianza de los vulnerables, de los desfavorecidos, es posible y ellos salvarán a Siria. Sólo quiero vivir en una Siria en transformación/transformada, entre la gente que está luchando por la vida. He vivido allí toda mi vida.
-BV: ¿Cómo afecta la tragedia de tu pueblo a tu forma de escribir?
-YHS: Soy esencialmente un ensayista. Disfruto haciendo esto y vivo de ello.
Al haber sobrevivido después de que mi mujer, mi hermano y muchos de mis amigos fueran secuestrados sin poder saber nada de ellos, estoy intentando contar sus historias para evitar que pasen al olvido. Este es uno de los principales temas de mi trabajo. Como escritor, pienso que nuestra participación específica como escritores en la abortada revolución es conseguir la revolución en nuestra propia esfera: en la escritura y en la cultura en general. Una revolución cultural es algo extremadamente vital en Siria y en el mundo árabe, y es el único proyecto que dignifica de forma radical a los secuestrados, torturados y asesinados. Soy consciente de que mi trabajo está ahora imbuido de un sentimiento trágico derivado de lo que le ha sucedido a Siria, a mis seres queridos y a mí personalmente. En árabe, hay un relación etimológica reveladora entre sufrimiento y significado, y pienso que nuestra cultura debería reconstruirse alrededor de nuestras terribles experiencias de sufrimiento.
Por otra parte, siento que la cultura es un campo estratégico de nuestra lucha en esta situación excepcional. Hablé algo antes de enemigos y campos de lucha: la guerra podría ser una herramienta de lucha cuando tienes un enemigo (la tiranía dinástica de Asad), la política es el método en el que tienes dos enemigos (la tiranía y el extremismo religioso), pero la cultura es el campo adecuado cuando tiene tres enemigos, como nos pasa a nosotros: la dinastía Asad, los grupos islámicos nihilistas y las potencias imperialistas mundiales, sobre todo EEUU y Rusia. Desde luego, la cultura debería formarse de una forma que responda mejor al desafío de esos tres poderes inhumanos. Lo que unifica esos tres campos de lucha es la autonomía y la creatividad.
Es una cuestión de emancipación.
Boštjan Videmšek nació en 1975, estudió Sociología de la Cultura y de la Filosofía, trabaja como corresponsal en Eslovenia del periódico DELO y escribe regularmente para la web revolve-magazine.com. Lleva los últimos doce años cubriendo guerras y crisis por todo el mundo (Afganistán, Paquistán, Iraq, Israel/Palestina, Líbano, Somalia, República Democrática del Congo, Sudán, Asia Central, Cáucaso, los Balcanes, etc). Publica sus trabajos en numerosos medios internacionales, como The New York Times, International Herald Tribune, El Periódico, Gato Pardo, BBC World, etc. Ganó en 2009 y en 2010 el Premio de la Comisión Europea y fue dos veces nominado al Periodista del Año de la Unión Europea. Acaba de publicar el libro «War of (T)error – 10 Years after 9/11».
Fuente: http://chronikler.com/middle-east/iraq-and-the-levant/yassin-al-haj-saleh/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y a Rebelión como fuente de la traducción.