«¡Cállate, mona!», así injurió a una pasajera el chofer de un ómnibus urbano en diciembre de 2018. No es la primera vez en La Habana que un conductor ofende o discrimina a una mujer negra. A las seis de la tarde del miércoles 19 de diciembre de 2018, Gelaisy Cantero de los Santos esperaba el […]
«¡Cállate, mona!», así injurió a una pasajera el chofer de un ómnibus urbano en diciembre de 2018. No es la primera vez en La Habana que un conductor ofende o discrimina a una mujer negra.
A las seis de la tarde del miércoles 19 de diciembre de 2018, Gelaisy Cantero de los Santos esperaba el ómnibus P5 en una parada del municipio Playa. Cuando apareció la guagua, una señora subió junto a la muchacha y extendió un billete de 50 pesos al chofer. Gela intervino y ofreció pagar el pasaje de ambas con un peso.
Los cincuenta pesos con que pretendía pagar la mujer representan el 12 500 % del pasaje de un ómnibus urbano, fijado en 40 centavos.
El copiloto de la guagua obvió el gesto de Gela, tomó el billete de 50 pesos y lo pasó al chofer. Entonces la muchacha repitió que tenía un peso y que quería pagar el pasaje de la señora.
El chófer arqueó las cejas y, de sopetón, le gritó, una, dos veces: ¡Cállate, mona!
Gela siguió adelante, no desvió el orden de sus prioridades, hizo la visita que debía hacer y, al día siguiente, presentó la denuncia en la Fiscalía Provincial de La Habana, basada en la vulneración del principio de igualdad que refrenda la Constitución vigente.
El artículo 42 de la actual Carta Magna asegura que «la discriminación por motivo de raza, color de la piel, sexo, origen nacional, creencias religiosas y cualquiera otra lesiva a la dignidad humana está proscrita y es sancionada por la ley».
Gela acudió al Paradero para denunciar al hombre que la llamó «mona» con la misma tranquilidad de quien dice «mujer» o «persona».
«En este caso yo hice énfasis en la discriminación racial, pero realmente también hubo discriminación por género», cuenta la joven a Tremenda Nota. Ella cree que una mujer «sola» o «indefensa» era más vulnerable a la discriminación racista.
«Siempre he visto estas escenas en la sociedad cubana, en la vía pública. Como carecemos de información, no las denunciamos. No sabemos de qué forma hacerlo», dice.
Dardos racistas contra Gela
«¡Qué clase de rubia se perdió ahí!», con esa frase han apuntado a Gela durante toda su vida. Ese «piropo» también llegó con el racismo silencioso, que muchas veces no se atreve a articular palabras, sino a entornar los ojos o gesticular.
En su natal Fomento, provincia de Sancti Spíritus, Gela estudió deportes, fue atleta de alto rendimiento, hizo parte en el equipo provincial juvenil de voleibol hasta que, finalmente, se licenció en Cultura Física. «Muchas personas negras nos refugiamos en el deporte, y en ese círculo nos apoyamos», opina.
Sin embargo, el «problema» siguió creciendo a la par de Gela. Cuando tenía 19 años era novia de un joven alemán y, según las autoridades ―detalla la muchacha― su relación prácticamente se consideraba «asedio al turismo», una figura predelictiva que la policía cubana asocia a la prostitución o el proxenetismo.
La activista Sandra Abd´Allah-Alvarez Ramírez llama «neorracismo cubano» a este argumento. En su blog cuenta la experiencia de un joven profesional negro, arrestado por estar acompañado de extranjeras, y llevado a una celda donde el 95% de las personas eran negras.
Más tarde, Gela perdonó gestos racistas semejantes.
«A los 21 fui a un hotel en Varadero y no me dejaron entrar aunque teníamos reservaciones. La causa: una cubana no podía hospedarse allí con extranjeros». Pero la joven cree que ser negra tuvo peso en la decisión. «Andaba con unos amigos españoles y eso provocó que ellos también se retiraran del hotel».
En esa época ella aún no era consciente, de manera plena, de la vulneración de sus derechos. «No sabía que existiera ninguna organización que me amparara y, además, la reacción de mis compañeros hizo que me sintiera bien. Como vi que se retiraron conmigo, no le di importancia al caso», explica.
En cambio, cuando el chofer gritó «¡Cállate, mona!» Gela ya pertenecía a Alianza Afro-Cubana, una organización independiente fundada hace un año en La Habana para visibilizar los derechos de las personas afrodescendientes y LGBTI+.
«Fui muy ofendida a nivel público y las personas a mi alrededor guardaron silencio; nadie salió al paso ante la agresión, solo una persona me dijo: no te busques problemas que estamos en fin de año», cuenta. «Entonces me dirigí a instancias superiores».
En el paradero de San Agustín, Gela encontró al chofer que le lanzó el dardo racista. El hombre, en medio de un careo, se disculpó.
-¿Las disculpas alcanzan? -le preguntamos.
Ella solo dice que compartir su historia y reclamar justicia, al menos, «da la posibilidad de que se hagan respetar los derechos».
Ante la amplificación del debate a través de las redes sociales, Raúl Soublett López, coordinador general de Alianza Afro-Cubana, valora que, si bien les «duele mucho» que sucedan estos casos, querían que se «visibilizara la situación y que las personas supieran a dónde dirigirse» en caso de ser discriminadas.
Para Raúl, maestro de primaria, 26 años, lo primero es reconocer que «hay racismo, no como en Estados Unidos, por ejemplo, donde matan por estas razones, pero sí existe un racismo solapado en la familia, en la escuela, en el trabajo».
Ante casos de discriminación ―considera Raúl― el Estado debería brindarles confianza a las personas, «que tienen mucho miedo a la hora de denunciar violencia verbal o sicológica. La gente, por tal de no buscarse más problemas -suficiente tienen con que no haya comida, ropa…-, tratan de no sumar otro a su enorme lista; callan, prefieren mirar hacia otro lado».
No es la primera vez en Cuba
En julio de 2017, La Habana conoció una escena similar. Esa vez, el conductor de un almendrón (taxi particular) fue detenido tras la denuncia de una pasajera.
Yanay Aguirre Calderín, una joven negra, estudiante de Derecho en la Universidad de La Habana, denunció la «forma descompuesta» y «muy violenta» del chofer del almendrón en la sección Buzón Abierto del semanario Trabajadores.
El chofer le había dicho: «Cada vez que se monta un negro en mi carro es lo mismo y por eso no los soporto».
Yanay contrapunteó que era una falta de respeto, una ofensa discriminatoria.
Pero el «botero» repitió su discurso racista, frenó el auto, le ordenó a la joven que bajara y dejó claro que no quería negros en su carro.
La denuncia obligó a pronunciarse a la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) y la Fiscalía General de la República. El jefe de la dirección de Atención a la Ciudadanía de la Fiscalía, Rafael Soler López, aseguró que se estaba investigando el caso mientras el acusado permanecía detenido.
Precisó que en Cuba tanto la Constitución como el Código Penal proscriben la discriminación por raza, sexo y género, y refrendan el derecho de todos los ciudadanos a la igualdad.
Por su parte, la Policía indicó que «a partir de los cargos que se le imputan (al chofer), se formuló la denuncia por el Delito contra el Derecho de Igualdad, establecido en el artículo 295 del Código Penal, en función de adoptar las medidas jurídico-penales correspondientes».
Finalmente, las autoridades aplicaron una multa de 500 pesos al infractor, por vulnerar el derecho a la igualdad.
Una de las diferencias más obvias entre los dos casos de racismo (Yanay 2017, Gela 2018) estriba en la naturaleza del espacio donde ocurrió cada uno: el primero en un automóvil de propiedad privada; el segundo, en un ómnibus de propiedad «socialista de todo el pueblo». Los hechos demuestran que el racismo no solo ataca en espacios del sector cuentapropista (privado), sino también en todos los espacios públicos.
Por su parte, la saeta de las semejanzas entre ambos casos apunta a la discriminación por razones de género. ¿Los hechos habrían tenido el mismo desenlace si Gela o Yanay hubieran sido hombres?
La jurista Deyni Terry Abreu considera que el racismo, la cultura patriarcal y la forma en que estos hombres están tratando a las mujeres en la sociedad cubana y, en particular en el transporte público, resultan preocupantes.
Si el caso de Gela llega a los tribunales, Deyni cree que sería tipificado como injuria. «Ahora, si el chofer no le hubiera brindado el servicio y la hubiera mandado a bajar de la guagua, ahí sí se tipificaría como discriminación», determina la jurista.
Según el artículo 320 del Código Penal cubano, una persona que ofenda a otra «en su honor, incurre en sanción de libertad de tres meses a un año o multa de 100 a 300 cuotas».
Mientras Gelaisy Cantero de los Santos espera que la PNR y la Fiscalía Provincial de La Habana se pronuncien sobre su caso, la pregunta pende encima de todos: ¿Será la última vez que injurien o discriminen a una mujer negra en Cuba? El racismo salió disparado contra Gela en diciembre de 2018, pero de algún modo los hechos ya habían sucedido, una vez, otra vez, desde que el miedo al negro llegó a Cuba.