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Pasajeros del vuelo 3935, favor apearse de la nave ¡Ya!

Fuentes: Ecoportal.net

Aunque no lo crean, hay gente que niega el calentamiento global incluso mirando el incendio. ¿Por qué pasa eso? ¿Qué podemos hacer frente al reto más peligroso jamás enfrentado? Hay mucha gente que no sabe nada o muy poco sobre el calentamiento global. Por lo tanto es feliz, vive en el paraíso y no se […]

Aunque no lo crean, hay gente que niega el calentamiento global incluso mirando el incendio. ¿Por qué pasa eso? ¿Qué podemos hacer frente al reto más peligroso jamás enfrentado?

Hay mucha gente que no sabe nada o muy poco sobre el calentamiento global. Por lo tanto es feliz, vive en el paraíso y no se altera pensando en que sus nietos vivirán con una mochila al hombro medio año huyendo de la sequía y medio año huyendo de las inundaciones. Esta categoría que podríamos llamar «felices» podemos disculparla porque la información o la experiencia no son suficientes para tener conciencia del problema.

Pero existe una categoría llamada «negacionistas» que a pesar de conocer todas las evidencias científicas se opone a cualquier solución. ¿Por qué lo hace? Ya intentaré una explicación. Y hay una tercera categoría que podemos llamar «evasivos». Está conformada (más o menos) por gente educada de clase media, informada, pero que «mira para otro lado» porque siente miedo y prefiere no perturbar su estado de felicidad eterno. Ellos siguen como si nada, como cuando un pariente tiene una enfermedad terminal y es mejor «no hablar del asunto» para no encoger el corazón.

Dentro de los «evasivos» hay un sector que se atreve a participar poniendo en práctica cambios individuales, como reciclar las basuras de su casa, consumir productos que no hayan requerido «demasiada» emisión de carbono en su fabricación o en su transporte (productos locales) o que no hayan consumido agua en exceso en esos procesos. Aunque la solución global pasa por esos cambios, lo que estos bien intencionados no saben es que la cuenta regresiva del calentamiento va tan acelerada, que se necesita masificar y radicalizar acciones y políticas para que lleguemos a tiempo de evitar una extinción masiva de especies.

Dice Naomi Klein, autora del libro «Esto lo cambia todo, el capitalismo contra el clima» (Edit. Paidós 2015), que la mayor parte de los humanos somos pasajeros del vuelo 3935. Cuenta ella que durante el verano de 2012, uno que ostenta record por caliente, abordó un avión en una ciudad estadounidense pero de pronto dieron la orden de desocuparlo porque sus llantas estaban hundidas en el asfalto reblandecido por el calor. Probaron con una grúa que hizo toda la combustión a gasolina de que fue capaz, pero el avión no se movió. Después trajeron una grúa más grande y así fue que pudieron viajar dichosos a buen destino.

Durante el impase a nadie le importó más que mirar el reloj e impacientarse por cumplir su cita laboral o con el deleite. Nadie, excepto Klein, relacionó un hecho particular (asfalto caliente) con un hecho general (calentamiento global). Klein agrega que ese incidente describe muy bien lo que sucede hoy en el mundo, donde el problema ambiental lo enfrentamos con herramientas que son parte del mismo, como lo es sacar una nave hundida en el asfalto con grúas que emiten C02, uno de los gases de efecto invernadero (GEI). Apostamos el doble por lo mismo que nos tiene amenazados con la extinción.

Pienso esa nave del vuelo 3935 como ocupada por gente feliz que ignora que dentro de poco no tendrá dónde aterrizar por los incendios y las inundaciones. Pienso esa nave del vuelo 3935 como metáfora del planeta Tierra, del que no podemos apearnos porque no tenemos ni cómo ni a dónde ir durante los próximos milenios. Pero oh, qué dramático: el tablero de emergencia indica que de no repararlo, debemos abandonarlo a finales de este siglo.

¿Qué hacemos para enfrentar el desastre ambiental que ya comenzó? La respuesta está más que argumentada e investigada por científicos de diferentes corrientes y orillas ideológicas:

1) debemos abandonar ya la quema de combustibles fósiles: carbón, petróleo, gas y similares.

2) parar la tala de selvas y bosques y revertir el proceso a como estaba decenas de años atrás.

3) restablecer los ecosistemas dañados y desaparecidos y a todas sus especies.

4) restablecer corrientes de agua y acuíferos represados y muertos.

Para adelantar colosal tarea, se necesita del trabajo cooperativo de toda la humanidad y de emprendimientos tales como un gran plan de inversión pública mundial para dar el giro hacia las energías limpias, para reparar los daños del desastre ambiental y para apoyar a los países que no tienen con qué financiar lo uno o lo otro. A esta gesta de inversión no se sumarán muchos capitales privados porque no califica bien en las juntas de accionistas de las empresas, las cuales no buscan gestas sino utilidades. Y eso de salvar a la humanidad no es rentable ni a corto, mediano, ni largo plazo. Aunque parezca un contrasentido, pues una sociedad en caos no es ambiente propicio para ninguna empresa, lo que quiero decir es que en ese caso las empresas dejarán de funcionar y lo único que quedará al frente es la acción colectiva, comunitaria y del Estado. A propósito de esto último: ¿qué será de aquellos países que han permitido desmantelar sus instituciones estatales?

Naomi Klein dice respecto de la necesidad de una inversión de este tipo, que sería como un gran plan Marshall para la tierra. Su viabilidad ella la da por descontada porque cuando ha habido necesidad de utilizar los recursos públicos para salvar bancos en quiebra, se han decretado «emergencias», «crisis», y ha llovido dinero desde todas las nubes, hasta se han imprimido billetes si es necesario. Ahora se impone hacerlo por la tierra y para eso debemos vencer la resistencia de los banqueros que hoy están a la cabeza de los gobiernos de casi todos los países. Enorme inconveniente el que tenemos las comunidades, pues los banqueros avenidos como políticos son insensibles y bastante violentos… tienen además, todos los misiles a su alcance. Y los banqueros más poderosos del globo, liderados por el ala ultraderecha del Partido Republicano estadounidense, niegan el calentamiento global. No tienen argumentos científicos, pero es evidente para nosotros por qué militan en el negacionismo: porque implica dejar sentar a la mesa a esa entrometida: la justicia económica.

Esa gran gesta de inversión se logrará mediante la presión desde abajo, es decir, acción política masiva de acuerdo a las condiciones de cada país, encaminada a orientar las políticas públicas sobre energía, pero también, a propiciar que las comunidades tomen el control de recursos estratégicos como el agua, las reservas forestales, la energía y la alimentación. Y esto de tomar el control implica una denodada lucha por la justicia, pues en la lucha contra el calentamiento global, desafortunadamente, se atraviesa el modelo económico dominante. ¿Por qué? Porque su férrea apropiación de los recursos y su explotación con fines de lucro hace imposible revertir el deterioro que ya está en marcha.

La acción colectiva es posible sobre la base de mucha educación ambiental, educación que tendrá que ser diseñada por las mismas comunidades, ya que la educación oficial depende del currículo de los banqueros. Educación ambiental y comunitaria, acción política colectiva y compromiso individual con el cambio de hábitos de consumo, son los ingredientes básicos para que surja una «mediana esperanza» en el horizonte de los pueblos o como queramos llamarlos: sociedad civil (que no está en el poder) o ciudadanía o simplemente gente.

Así que el problema no es tan sencillo como lo ven los «adelantados» de la categoría «evasivos». La solución no vendrá solo por lo individual, pues las resistencias a vencer requieren de un esfuerzo de participación desde lo colectivo, lo político y lo educativo juntos en una intrincada red de mutuas interacciones. Reconocer esta complejidad nos hace pertenecer a una categoría de optimistas que luchamos por un futuro para nuestros descendientes. Somos optimistas, pero «realistas», así podríamos llamar a nuestra categoría.

Naomi Klein dice que es urgente declarar una «crisis«. Coincidimos con ella y agregamos un llamado a presionar en todos los rincones de nuestro mundo para que se declare una «crisis ambiental», la que debe dar paso a una verdadera «minga» (acción colectiva sin lucro) por la Madre Tierra con la participación de todos los sectores sociales y económicos, gobiernos y organizaciones no gubernamentales. No nos estamos enfrentando al calentamiento, estamos jugando con la posibilidad de futuro.

«Tenemos que recordar que la gran tarea de nuestro tiempo va más allá del cambio climático. Debemos mostrar una mayor altura y amplitud de miras. De lo que verdaderamente se trata, si somos sinceros con nosotros mismos, es de transformar todo lo relacionado con el modo en que vivimos en este planeta». (REBECCA TARBOTTON [1973-2012], quien fue memorable directora ejecutiva de la Rainforest Action Network.)

Fuente original: http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Cambio-Climatico/Pasajeros-del-vuelo-3935-favor-apearse-de-la-nave-!YA