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Paseo en el país de las carpas

Fuentes: Haaretz

Traducción: el negro Gómez

«Ha tíkva«1 dice Mijael con acentuación fonética en la penúltima sílaba, tal como se declama el nombre del himno nacional.

Mijael Schpiguel sostiene que los jóvenes en carpas que de repente surgieron al lado de su precario cubil en Jerusalén son «ha tíkva«, la esperanza; una palabra grave con acento en la penúltima sílaba.

Hace ya once años que él es «huésped de la calle», como él mismo se define, y de repente vinieron todos estos jóvenes al «Parque del caballo» (conocido también como «Bor-shiver»2); el lugar donde él pasa las noches de verano, cuando no hace frío en la ciudad capital.

Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen. Schpiguel es un sin techo. Su problema de la vivienda es mucho más grave que la de todos aquellos que protestan en las carpas, y sin embargo su corazón está con ellos.

Mijael se define a sí mismo como «parazít, invalíd y alcoholíst»3, y ellos -los manifestantes- son «la esperanza» con acento grave, también según él.

Lo ví esta semana, desparramado sobre la desgastada alfombra de hierba -su casa permanente- del rincón del Parque del caballo en el corazón de Jerusalén, al lado del cartel que orienta hacia un teatro de espectáculos. No lejos de aquí estuvo una vez el Parlamento Israelí. Hoy está el edificio Frumin, que es sede de la Corte Rabínica, y a su lado el cartel «Fortaleza de Judea, custodio de Judea, Samaria y Gaza; custodio del país; guardián del Templo». La Jerusalén trastornada.

Se ven unas cuarenta carpas de «camping», con su marca e inscripción en inglés «programadas para la aventura».

Y esta aventura -la protesta de las carpas- no sabe todavía con certeza adónde se dirige.

Su comienzo es prometedor. Por ahora entusiasma y abre muchas esperanzas. El pasado martes, al tiempo que el Primer Ministro, el «ex mago», llamó a una conferencia de prensa y prometió nuevas y maravillas, nosotros deambulamos entre las carpas de nuestro país. Netanyahu habló de «liberar escollos» y de incremento de tasadores inmobiliarios (se alegrarán los tasadores); de «bendición importante» y de «innovación muy importante»; «pasos muy dramáticos», y de «probabilidades de augurios». Todo dicho en el tono barítono de su autoridad.

Pero «lo dijo en ese otro campamento de Jerusalén, ése que queda en el Parque de la Independencia» (sede del Gobierno), dice el activista de un vecindario humilde Amnón Zur, que no escuchó a Netanyahu, porque «no tenemos comunicación».

En el Parque del Presidente en la ciudad de Ramle, al lado del museo y frente al edificio del ayuntamiento local se desarmó el campamento de ayer a la noche y sus ocupantes escaparon, dispersándose por todos lados.

En el paseo turístico Ben Gurion de la ciudad de Beit Shemesh todavía trabajaban los obreros municipales en armar iluminación de colores para el campamento que se va a armar acá en horas de la tarde.

En Jerusalén dos campamentos. Y en Tel Aviv -de ella salió el conocimiento- la línea de carpas de la avenida Rotschild llegó hasta la calle Najmani, casi hasta el final de la avenida.

Y Netanyahu sigue altanero y seguro; difunde promesas en la radio, cuando el fuego amenaza con rozar su silla.

El campamento del Parque de la Independencia en Jerusalén surgió al frente de la carpa del Tío Sam, al borde del Consulado Estadounidense. Los guardias del Consulado ya han alejado las carpas del perímetro fortificado. El informe dirigido al Ministerio del Exterior estadounidense acerca de la protesta en Israel por supuesto que ya está en camino. Acá se aloja la crema de los activistas de los barrios, alojados o autoalojados, del campamento más grande y trendy del parque del caballo.

Hay unas diez familias, la mayoría ahora en el trabajo. Amnón Zur suda de calor. Padre de ocho hijos; cuatro con él en la carpa y cuatro con su madre en la ciudad de Rishon Letzion. Este mes se vio obligado a desalojar su departamento alquilado. El dueño del departamento lo corrió por medio año buscando que pague el alquiler.

Zur, de acuerdo a lo que cuenta, se rehabilitó de las drogas. Busca trabajo como cocinero o como camionero. ¿Qué lo sacaría de acá? -«cuatro policías, tal vez cinco. Nosotros no estamos de joda acá; no tenemos adónde ir», dice como chicaneando a sus hermanos los estudiantes del Parque del caballo. «escuché que Netanyahu habló solamente de los estudiantes. Ellos son más sexis. Los medios nos ignoran. No nos ven lo suficiente, a pesar de que nuestro problema es más de raíz».

Ayer surgió una discusión con las «madres solteras» del grupo y se decidió «hacer orden» y redactar una proclama que ahora, escrita en hebreo con muchos errores, cuelga de un árbol: «Con la providencia de dios. Conseguir objetivo. Legítimo estar enojado. Algunos dormen, otros no dormen. Cada uno hace cuánto que uno puede. Cada uno distinto de uno al otro».

Ahora se dedica Zur al entrenamiento de «Lubi» en la protesta -idioma antiguo. Alguien propone ir a manifestar frente a las oficinas del Primer Ministro. Zur dice que no tiene con quién dejar los niños, que ya se insolaron ayer.

Como traído del cielo aparece el rabino Arik Asherman, de la organización «Guardianes de la Justicia – Rabinos por los Derechos Humanos». Augurios en su boca y sorpresa en sus manos: cuenta de una asamblea importante sobre el tema de la vivienda pública, esta tarde a las seis, en un departamento de la Avenida Rotschild de Tel Aviv. Él va a venir a recoger a Zur en su coche; importante que participe; es necesario crear un comité de acción. Saca de una caja de cartón de colores una pileta inflable familiar, donación del Nuevo Fondo Nacional.

Beno, el hijo varón de Zur, sudando como su padre, titubea si debe abrir o no el regalo. EL Rabino, veterano de la lucha contra la ocupación de los territorios, dice que -de acuerdo al comentario semanal de la biblia de la semana pasada- así como Moises se enojó con Rubén y Gad, que se preocupaban sólo por ellos mismos, así hay que enojarse con quien se preocupa sólo por los estudiantes.

La pizarra colgada en el parque del caballo, con un orden del día en ella, cuenta otra historia: plenario de la mañana a las ocho; reunión de equipo a las nueve; taller de creatividad para niños a las tres; charla del instituto social a las ocho de la noche, y espectáculo a las nueve. Se necesitan trabajadores en la cocina, vigilantes nocturnos y trabajadores de limpieza. Un obrero de limpieza palestino se hinca en dirección a la Meca. Rezo del mediodía.

El campamento es hacinado y pequeño. Unas cuarenta carpas sobre un modesto jardín público, junto a baños públicos y una fuente de agua -«las cascadas de Sión»-que se construyeron gracias a los hermanos jasídicos llamados «constructores de Jerusalén». La piscina de agua enmohecida en la que los niños del campamento se chapotean, se convierte en esta ciudad, en la que todo se vuelve patético y ridículo, en «las cascadas de Sión».

Mientras un estudiante de Jerusalén agranda frente a la cámara de televisión su penuria de la vivienda: 1.600 shekels (unos 465 dólares) por una habitación compartida, el sin techo Schpiguel, de 52 años, vuelca sobre el césped marchito la historia de su vida: una pila de documentos ajados que cuentan su triste historia. Él la agranda en su hebreo rusificado. Así cayó el trabajador de seguridad de la empresa «Unión Vigilantes» a su estado de sin techo, hasta que se encontró a sí mismo de repente rodeado de esta protesta de las carpas que se extendió hasta el parque del caballo, hasta el parque de su vida:

«Yo vivir en calle por 11 años. Yo recuperado ahora. Sin alcohol, sin nada. Subí a la tierra4 desde Tashkent (Uzbekistan, en la ex URSS). Yo divorciado. Estoy solo. Mujer y niños en Australia. Trabajé en vigilancia y trabajé cocinero. Hay foto en diario. 15 de Junio del 2001, Schpiguel con [fusil] M-16 en Yenín (territorio palestino ocupado por Israel, nota del traductor). Yo no soy parazít, pero cuando guerra en los territorios terminó, no hay trabajo y yo beber. Cuándo yo beber, yo trabajar un poco ahí, ahí y ahí. Después yo me caí. No hay trabajo. Depresia, tú sabes. Yo lleno de beber; yo beber, yo beber; ahora yo invalíd. Acá tiene: invalidez. No sé cuánto por ciento, pero tu entiendes qué sueldo ahora»

Schpiguel muestra su recibo del seguro social: 1.836 shekels al mes. Contempla a sus nuevos vecinos: «yo cerca del cementerio; de tumba. Pero esos estudiantes. Esos niños. Tiene que ser vergüenza en la tierra de Israel. Yo parazít. Bueno. Pero ellos son niños. ¿Cuál es la esperanza de estudiantes en país? Ellos la esperanza de país. Ahora ellos también viven en calle. Cuando yo 25 años como ellos, yo oficial ejército en Rusia. Yo estudiar en Universidad, arqueología, sociología. Eso era comunismo. Ahora yo viejo, es mi problema. Pero esos niños. Yo alcoholíst, invalíd, pero ellos futuro de país. Yo sé de miseria, ¿pero ellos? ¿a dónde país ahora? Mi hijo menor de 25 años en Australia. Estudia College en Sidney. Otro hijo estudia en tejnión en Australia. Sin problemas; y mire acá, en país nuestro. Primer Ministro no sabe, pero solo terminan de estudiar y ya vodka y pompa (drogas); vodka y pompa. Es degrideishon (degradación).

Yo no sé política del Likud, pero cuando Avodá y Ehud Barak, trabajador social era trabajador social. Dinero rapidito. Yo no soy comunista, pero ahora guerra terminó, crisis terminó, gracias a dios. En mercado hay comida, y no hay trabajo. Hace tres años vivía por 300 shekels en habitación en avenida Ben Iehuda, nada mal. Ahora estudio por 2.500 shekels. Muy difícil. Tiempo pasó. Schpiguel sionista en Rusia. Ahora Schpiguel parazít en Israel».

Schpiguel se pone su sombrero andrajoso y sus lentes para la foto. Sus dientes están ennegrecidos, sus sandalias desgastadas, sus medias rotas. Dice que la gente del campamento de carpas lo trata bien.

Apenas una hora más tarde, en la ciudad de Beit Shemesh, el miembro del consejo municipal Natán Shitrit, quien es también secretario del consejo auditor del municipio, dirige unos obreros que cuelgan de una grúa unas lámparas de colores entre las palmeras que se encuentran en el bien cuidado paseo turístico Ben Gurión. Esta tarde se erigirá acá otro campamento de protesta, cuyo motivo es muy concreto: Shitrit dice que se construyen en esta ciudad 4.000 viviendas… sólo para ultraortodoxos. Un obrero pregunta si el arco de las luces está bien y Shitrit le contesta que sí.

Los arcos de algunas de las carpas de la avenida Rotschild de Tel Aviv se aflojaron mientras tanto. El viento amenaza con volarlos. Pero no hay nada que atestigüe que el espíritu de protesta se afloje, o que se desarme el campamento. Al contrario; si Tel Aviv es la urbe del país, Rotschild es la metrópolis de la protesta.

«La imaginación al poder», me dice el miembro del Parlamento Nitzán Horowitz, evocando el fantasma de la protesta estudiantil en Francia en 1968, que parece recorrer también por acá. Él tampoco tiene idea de adónde se dirige esta protesta. También se asombra de ella.

Un trabajador tercerizado sudanés barre la avenida, como recuerdo vivo (y barrido) de las cuantas protestas que todavía hay que levantar por acá.

La pizarra informativa también es testigo acá de las diferencias entre los campamentos: a las tres, conferencia de prensa. A las ocho, salsa. A las nueve, presentación en vivo de «conmigo todos los guapos» (banda de música pop).

Todavía se encuentran acá equipos de televisión de todas las redes y un ejército móvil de periodistas.

El cine revolucionario de la avenida presenta esta noche, en pantalla gigante en la explanada de la cocina, «capitalismo, historia de amor» de Michael Moore.

Una pareja de recién casados -él de traje negro, ella de echarpe blanco (no son los primeros), vinieron a tomarse fotos acá, con ambientación de fondo del amanecer de la protesta en Israel.

NOTAS DEL TRADUCTOR:

1.»ha tikvá» significa en hebreo la esperanza, y es el nombre del himno nacional. La pronunciación correcta de la palabra es aguda, con acento en la última sílaba, pero por razones melódicas se canta como palabra grave, y el himno se conoce entonces popularmente como «hatíkva».

2. El apodo que lleva la plaza,»bor shiver»- tiene doble significado; trata de emular con juego de palabras el nombre de la importante ciudad del desierto, Beer-sheva por un lado, pero su significado se puede interpretar también en algo así como «pozo de calamidades».

3. Calificativos despectivos en idioma ruso usados en hebreo coloquial, de obvia traducción al castellano.

4. La expresión en hebreo «subir a la tierra» significa «emigrar a Israel» en el lenguaje mítico-religioso sionista.