Recomiendo:
0

Patria

Fuentes: Rebelión

Por el reiterado abuso que se hace al usarlo el término «patria» corre el riesgo de convertirse en un significante vacío: en él cabe todo. Bajo su paraguas lo mismo se cobijan el decimonónico poeta jienense Bernardo López («Oigo patria tu aflicción») sembrando en las mentes sacerdotes que piden guerra al pie del altar respaldados […]

Por el reiterado abuso que se hace al usarlo el término «patria» corre el riesgo de convertirse en un significante vacío: en él cabe todo. Bajo su paraguas lo mismo se cobijan el decimonónico poeta jienense Bernardo López («Oigo patria tu aflicción») sembrando en las mentes sacerdotes que piden guerra al pie del altar respaldados por vírgenes henchidas de patrio ardor, el entonces obispo de Cracovia Karol Wojtyla («Pensando Patria»1974) y sus mortificantes versos o Buenaventura Carlos Aribau -sin lazo amarillo- para hacer una Oda a la Patria catalana. Y los tres citados, como los miles que la han utilizado, creían que la definición correcta era la suya.

Como palabra tiene poco de realidad y mucho de universo sentimental al que nos agarramos o con el que nos identificamos. De ahí su vigencia. De ahí el interés del poder en que el foco se concentre en los símbolos y no en las realidades sociopolíticas tan duras para el españolito de a pie. Al conseguir poner las vísceras en primera línea garantiza que sus privilegios nunca serán cuestionados.

A los que nos hemos amamantado con el «me duele España» unamuniano o el «Mañana efímero» de Machado («La España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía…») nos rechinan los dientes ante la apropiación que las derechas hacen del término «patria» con nuestro silencio y sin nuestra denuncia.

Porque, siguiendo a Machado, somos los herederos, aunque les pese, de esa España «que quiere vivir y a vivir empieza», del Miguel Hernández que clama «Decir madre es decir tierra que me ha parido» (poema «Madre España») y llevamos en el corazón la rabia que grita «Nosotros somos quien somos/¡Basta de historia y de cuentos!» («España en marcha». Gabriel Celaya) para acabar con la carne de gallina reviviendo la angustia de Cernuda «La existencia española llegada al paroxismo/Estúpida y cruel como la fiesta de los toros/Un pueblo sin razón, adoctrinado desde antiguo…/Muera la Inteligencia, predestinado estaba/ a acabar adorando las cadenas/… Sí yo soy español, lo soy/a la manera de aquellos que no pueden/ Ser otra cosa… (poema «Es lástima que fuera mi tierra») hasta condensar en dos sublimes líneas la nostalgia amarga del exilio «Hoy las nubes me trajeron/volando el mapa de España…». (Alberti. Versos y canciones del Paraná.Canción 8).

Por ello desde la izquierda y mucho más desde la que sigue la estela de José Díaz, Pasionaria, Grimau, agrupaciones guerrilleras antifranquistas, resistencia pacífica, abogados de Atocha… y sembró cárceles y cunetas de combatientes por la libertad se puede -y se debe- trazar la línea del «sí» y del «no».

Mi patria no es la intolerancia ni la ira parapetada tras una bandera rojigualda. Ni la que subraya «A Dios rogando» mientras con el mazo abre la cabeza del disidente. Ni la que etiqueta a los «antiespañoles» y expide certificados de patriotismo mientras ajusta/esconde sus cuentas en un paraíso fiscal.

Mi patria no es el refugio de los canallas. Esos que ayer guardaron silencio frente a los desahucios y la corrupción, hoy lo hacen ante la ignominia de las cloacas del Estado y siempre lo guardarán ante la Injusticia.

A mi patria no la representa el chulo de barra dispuesto a crucificar a quien lucha mientras se inclina para servir de felpudo al poderoso.

Mi patria sí es la ternura de los pueblos que alzan la voz en distintas lenguas hasta cantar con el mismo tono «La Internacional», las compañeras en la calle defendiendo pensiones, educación, sanidad… porque en la calle, codo a codo, somos mucho más que dos. Mi patria es la dignidad de mandar en tu hambre, el preferir morir de pie antes que vivir de rodillas, el rebelarse todos a una frente al comendador que te humilla.

Mi patria es el jaramago que tiñe de amarillo la fosa donde aún mal yacen los enterrados sin nombre y sirve de baliza contra el olvido. Mi patria es el país plural, solidario e integrador donde caben las diferencias, las hermanas Fandiño -Coralia y Maruxa- paseando con orgullo en Santiago vestidos y maquillajes excéntricos como oposición al franquismo porque se niegan a teñirse de luto como ha hecho «la gente de bien».

Es ese país donde habitaron quienes aún en el exilio, campos de concentración o batallones disciplinarios de posguerra mantuvieron la cabeza alta. Es la mano que acaricia el cuerpo inerte que apareció en la bahía, del emigrante que intentó dejar atrás guerra y miseria porque sabe que ese rostro fue el de su padre y su abuelo.

Mi patria es el trabajador que prefiere andar cansado todos los caminos y veredas en lugar de ir más cómodo montado en un caballo de odio entrenado por el señorito para «reconquistar» a sangre y fuego a otros tan desgraciados como él.

Mi patria es la de todos y todas que, aunque conscientes de los errores cometidos y sabiendo que lo podríamos haber hecho mucho mejor preferimos escribir torpemente nuestra historia antes de dejar que quien nos quiere aniquilar nos la reescriba.

Juan Rivera. Colectivo Prometeo

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.