Segunda parte (ver aquí la primera) de nuestro análisis sobre el conflicto sirio y cómo se interpreta en ciertos textos, particularmente los de SAR. Pero con especial preocupación por la situación en ese país y ante la nueva guerra de agresión que sigue gestándose contra su pueblo. «Santiago Alba Rico y Alma Allende, de vosotros […]
Segunda parte (ver aquí la primera) de nuestro análisis sobre el conflicto sirio y cómo se interpreta en ciertos textos, particularmente los de SAR. Pero con especial preocupación por la situación en ese país y ante la nueva guerra de agresión que sigue gestándose contra su pueblo.
«Santiago Alba Rico y Alma Allende, de vosotros esperamos una nueva y sabia reflexión, nuevas preguntas y, quizá, algún humano retracto.» (Mikel Arizaleta).
Concluimos aquí el análisis de las posturas de SAR sobre Siria y, de paso, ofrecemos las nuestras. No nos ha guiado ningún afán polemista sino la preocupación por la verdad y, sobre todo, por el sufrimiento de los habitantes de ese país, contra el cual el Imperio Genocida lleva más de un año fijando sus ojos para destrozarlo igual que hizo antes con Afganistán, Irak, Libia y pretende también hacer con Irán. Conscientes de que nadie puede dogmatizar sobre lo que ocurre allí, hemos tratado de señalar las lagunas (más bien, océanos) y falsedades de buena parte de la versión dominante, la cual Santiago Alba comparte en gran medida.
Como fondo, al igual que en los demás textos de este blog, siempre ha estado nuestra entrega a la causa de la paz. Estamos convencidos de que la mayoría del pueblo sirio, si bien rechaza la opresión, detesta aún más la guerra (de origen interno -«civil»- o externo), que es siempre un compendio de toda la barbarie humana. Por ello rechazamos radicalmente la cosmovisión de SAR, para quien pareciera que es más importante una (improbable, por no decir inverosímil) victoria «revolucionaria» que las vidas de los millones de personas que forman la nación siria. Frente a la propaganda bélica del signo que sea, oponemos la cultura de la paz. Decir no a la locura de la guerra es parte destacada de nuestros objetivos.
Demonización al gusto del Sistema
Un rasgo primordial de todas las campañas bélicas del Imperio, particularmente desde el 11-S, es la demonización del representante del bando supuestamente enemigo. Bin Laden, los talibanes, Sadam, Gadafi, Merah…, todos ellos fueron degradados a niveles de suprema abyección, gracias al monocorde griterío mediático, antes de ser convenientemente machacados y/o eliminados (de forma real o supuesta). La moraleja es clara y terrorífica: ser declarado un demonio es el paso previo a ser exterminado. Desde luego, Ahmadineyad y Jamenei (líderes iraníes), Asad (sirio) y Kony (el ugandés que protagoniza -antagoniza- el último show imperial-hollywoodino) no deben de sentirse muy cómodos ante semejante ley de hierro, siendo como son ya demonios oficiales.
Supongamos, incluso admitamos, que ninguno de esos tipos es un bendito. Aun así, cabe preguntarse si la imagen que se ha creado de ellos no resulta desmesurada hasta lo grotesco. Recordemos que a Osama se le atribuyó el 11-S sin mostrar jamás una sola prueba, a Sadam armas de destrucción masiva (inexistentes) y vínculos con Al Qaeda (tan falsos como absurdos), a Gadafi bombardeos aéreos contra manifestantes (jamás probados e incluso desmentidos), al régimen iraní se le imputa un programa nuclear bélico (contra los informes de las propias agencias de seguridad estadounidenses)…
Demasiados precedentes. Quizá ya deberíamos estar prevenidos. Traigamos un ejemplo doméstico para fijar aún mejor las ideas: la hoy agonizante ETA sin duda lleva décadas acreditando ser una banda terrorista. Llena de tipos objetivamente perversos. Blanco, y con razón, de las iras ciudadanas. Aun así, ¿es lícito cargarle con lo que no ha hecho, o al menos nadie ha probado que hiciera? Algunos aquí se pasaron años intentándolo con el 11-M, pese a lo inverosímil de la acusación y a la absoluta falta de pruebas.
Ser un terrorista implica ser muy malo, sí. Pero no implica ser el responsable de todos los atentados a su alcance.
Un dictador es también alguien muy malo. Ahora bien, eso tampoco implica -y la experiencia lo demuestra- que sea culpable de todo lo que se le acusa.
Pero en eso consiste la demonización. Una vez aplicada con éxito, el «demonio» de turno tiene que cargar con todos los «mochuelos», reales o simplemente atribuidos. De alguien taaaannnn malo, todo lo que se diga es poco. Qué fácilmente olvidamos que es, a fin de cuentas, una persona y, como tal, titular de unos derechos inalienables. Incluso llega a ser (cuasi)tabú atreverse a cuestionar que sea responsable de todos los crímenes que se le imputan. «¿Estás negando que es un dictador?», te espetarán enseguida los demonizadores de tres al cuarto (para regodeo de los verdaderos demonios, humanos y no humanos, que han gestado todo el juego).
Santiago Alba Rico, por desgracia, viene participando del juego satanizador, aunque lo haga por su cuenta, al margen de los medios convencionales. Ya lo vimos en la primera parte de este análisis respecto a Gadafi, pero lo mismo está haciendo con Bashar el Asad. El discurso de SAR, en la práctica, se puede resumir en que si Asad es un dictador «brutal», «feroz», «sanguinario» (u otros calificativos que aplica a Bashar o a su régimen), entonces sin duda ha de estar exterminando a su pueblo desde que este, supuestamente, se levantó contra él en marzo de 2011. Para ello, Santiago recordará pasadas masacres protagonizadas por esa «dictadura feroz transmitida por vía sanguínea [heredada por Bashar de su padre, Hafez] que durante 42 años ha reprimido, encarcelado y torturado a su pueblo». Como si el hecho de haber cometido crímenes en el pasado implicara que son ciertos todos los que se atribuyan en el presente, los cuales en ningún momento vemos que Alba demuestre o documente mínimamente.
Cuestionamiento de la indudable oposición Asad-sionismo
De cara a los sectores de izquierda y antisionistas, la demonización del gobierno sirio practicada por SAR también incluye minimizar, o incluso negar, la sinceridad de su oposición al estado de «Israel». Así, por ejemplo, afirma que la «alianza [de dicho gobierno] con Irán y Hizbulah y su beligerante retórica antiisraelí no deben hacer olvidar la ausencia de tensiones en la frontera con Israel ni la renuncia siria a reclamar los Altos del Golán». Esto es coherente con un artículo previo en el que decía que el «régimen feroz» de Asad «ha garantizado durante décadas el estatus [sic] quo en la zona».
Da la impresión de que Alba, confirmando su óptica violentista, lamenta que Siria no le haga la guerra a su vecino sionista. Según él, se deduce por ello que el antisionismo de Asad no es creíble. Lo cierto es que ese gobierno nunca ha renunciado a los Altos del Golán. En los últimos años (2007, 2008, 2009, 2010…) el tema ha surgido de manera recurrente entre ambos estados, por lo general a través de mediadores. La condición «israelí» para devolver los Altos siempre ha sido que Siria cortase lazos con Irán (y Hezbolá), algo que su gobierno se ha negado a hacer. Pero es que, además, pensar en atacar al estado con nombre de pueblo elegido sería, hoy por hoy, una locura suicida. No estamos hablando de un enemigo pequeño, ni mucho menos lo son sus aliados. De hecho, al menos de unas décadas a esta parte, suele ser ese estado la potencia agresora, y los árabes sus víctimas. ¿A qué viene, pues, ese reproche de SAR?
Con todo, se diría que Santiago Alba olvida la guerra sionista contra el Líbano en 2006, que por cierto involucró los Altos del Golán y en la que Hezbolá y sus aliados en ella implicados (como el FPLP y Amal) contaron con el respaldo sirio en su defensa frente a la agresión. También parece olvidar que Damasco, la capital siria, alberga la sede de la dirección política de Hamás en el exilio, lo que dice mucho de su apoyo al sector más coherente, al menos hasta ahora, de la resistencia palestina. Algo, desde luego, muy diferente de la actitud del Consejo Nacional Sirio (CNS), la oposición militarista siria, cuyo presidente ha declarado que, de llegar al poder, romperán con Hamás, así como con Hezbolá y con Irán.
Para reforzar la idea de que Asad no es ni remotamente un baluarte antiimperialista (o antiimperialsionista), SAR sostiene además que al propio gobierno «israelí» está «aterrorizado frente a la inestabilidad creciente» en la zona. Pero esto es dar por sentado que el tipo de cambios previsibles en Siria perjudicarían al régimen de Netanyahu y compañía. Más bien, las mayores evidencias -del pasado y del presente- apuntan al lógico interés sionista por acabar con su viejo enemigo. Entre otras razones, por su aludida obsesión contra Irán, cuyo régimen se quedaría completamente aislado en la región sin Asad. Lo cual explica que «Israel» sea uno de los países que están detrás de las revueltas sirias.
No hace falta dar muchas vueltas para admitir ese interés sionista. De hecho, el propio SAR lo admitía, en términos claros e indistintos, al poco de comenzar el conflicto sirio. En un artículo suyo aparecido en Rebelión el 6 de abril de 2011, afirmaba: «Todos los dictadores, he dicho, eran aliados suyos [de los imperialista]. No es verdad. Hay una excepción: Bachar Al-Asad en Siria. El único obstáculo para los planes de la UE, EEUU e Israel en el Magreb y en el Próximo Oriente, era el régimen sirio […]. Aliado de Irán y de Hizbulah en el Líbano y enemigo por tanto de Israel.» Incluso él mismo, entonces sí, comprendía lo obvio cuando enseguida añadía que «son muchas las fuerzas interesadas en desestabilizar y derribar el régimen sirio». Habría que pedirle a Santiago que nos explicase qué ha cambiado desde entonces para que, ya en diciembre del mismo año -si no antes-, sostuviese justo lo contrario. ¿Por qué Asad había dejado de ser enemigo de «Israel», al punto de que el gobierno de este último país, de repente, había pasado a desear su continuidad en el poder?
Escepticismo sobre las evidentes intenciones intervencionistas del Imperio en Siria
Respecto a Siria, SAR -no en vano sigue contumazmente la misma lógica- viene abundando en los mismos errores analítico-predictivos que ya cometiese respecto a Libia. Una vez más, no cree en el interés del imperialismo por intervenir militarmente ni, por tanto, ve probable que lo haga. Las posturas de SAR son tanto más lamentables por cuanto -en un gesto que le honra y que es de justicia mencionar- sí llegó a reconocer su error predictivo respecto a Libia: «Me equivoqué con Libia y quiero ser prudente», declara en una entrevista de diciembre pasado, a la que hemos tenido acceso después de la primera parte de nuestra miniserie (donde declarábamos echar de menos reconocimientos de ese tipo). Pero, como de costumbre, mantiene lo esencial de su análisis añadiendo que ve «muy difícil una intervención». Lo cual dudamos que denote prudencia. Tratar de prevenir la misma es lo verdaderamente prudente.
Aún hace escasas semanas insistía en que «EEUU y la UE […] no quieren la intervención y se resisten incluso a armar de manera pública a los rebeldes» (pero, en un nuevo equilibrismo, el autor agrega acto seguido que «minan desde dentro el régimen -con la más que probable presencia de consejeros militares e instructores de la OTAN»; ¿por qué se iban a conformar con esto los imperialistas si no les da el resultado lógicamente apetecido, a saber, el fin del gobierno de Asad?). Añade que dichas potencias se sienten «aliviad[a]s de la respuesta rusa y china en la ONU (que les ha permitido no hacer lo que no querían hacer y además desprestigiar a dos potencias rivales)». Pero lo cierto es que no se aprecia señal alguna de dicho alivio. Lo que venimos viendo, por un lado, es cómo desde el veto chino-ruso el Imperio -cabreado-, se dedica en efecto a desacreditar, incluso a amenazar más o menos veladamente, a esos dos países; y cómo, a la vez, sigue tramando para llegar al mismo puerto por otros caminos «diplomáticos» (como las reuniones de los «Amigos de Siria», un remake de la versión igualmente siniestra de los «Amigos de Libia»). Nada de lo cual debería extrañar a nadie, dado que, a fin de cuentas, lo que hizo el veto fue, precisamente, impedir una resolución de la ONU que abriera el camino a la invasión.
En las premisas de fondo -versión de los hechos sirios- ya hemos dicho que SAR coincide en lo básico con la prensa convencional. La misma que, paradójicamente, él admite que manipula «para justificar o inducir una intervención militar». La pregunta entonces cae de su peso: ¿Para qué manipulan esos medios si no es para llevar adelante el programa del Imperio al que sumisamente sirven? ¿O es que ya no cree Santiago que se trata de «sus medios»?
Desconsideración del informe de los observadores de la Liga Árabe
Esa asunción de la versión occidental de lo que pasa en Siria le lleva también a ignorar otras evidencias incontestables, a pesar de que alguna vez se aproxima tanto a ellas que solo le falta «quemarse». Así sucede cuando, en tiempos en que los medios nos abrumaban con las supuestas matanzas de Asad en Homs, se refiere a la «feroz represión que en estos días de principios del año pasado se está llevando […] ante los ojos mismos de los observadores de la Liga Árabe» (cursiva añadida). Es inexcusable preguntarle a Santiago: ¿Por qué dejas pasar la ocasión para aludir al informe, ya entonces conocido, de esos observadores? El cual os quita por completo la razón tanto a ti como a los medios convencionales, dándosela en gran medida al gobierno sirio y a su agencia SANA (a la que tú condenas por su «propaganda infame», como siempre sin explicitar por qué)? El informe, emitido no más tarde del 27 de enero del presente año (y que puede leerse íntegro aquí), corresponde a la estancia de algo más de tres semanas de una misión de observadores de dicha Liga. Y, como denunció claramente uno de los observadores, fue «sepultado» y hurtado al mundo por la propia presidencia (catarí) de la Liga Árabe debido a que sus conclusiones no se ajustaban a sus intereses antisirios, totalmente coincidentes con los del Imperio. Hasta donde sabemos, y pese a la trascendental evidencia independiente que supone dicho informe, SAR no lo tiene en cuenta.
Más afirmaciones y posturas desconcertantes
Sobre unas bases tan sesgadas, no es raro que llegue a descalificar a Telesur, un medio alternativo defensor de la versión crítica, tanto como a la probadamente falaz Al Yasira (de la que no puede negar su obediencia al Imperio; dicho sea de paso, SAR no ha comprendido que Al Yasira siempre fue un instrumento occidental, como lo delataban una y otra vez sus oportunos «vídeos» y «audios de Bin Laden»). O que exija que los antiimperialistas muestren hacia los medios oficiales sirios e iraníes «cuando menos el mismo espíritu crítico y el mismo escepticismo que frente a The New York Times o El Mundo«. (¿Por qué «cuando menos»? ¿Es que para SAR el rechazo a los primeros debe ser aún mayor que el dispensado a los segundos? Probablemente sí, ya que al menos en el asunto sirio -como en su día en el libio- su grado de acuerdo con los últimos es mucho mayor, pese a las evidencias que cuestionan su propaganda y que aquí estamos mostrando).
Por cierto, y como ya ocurriera en el precedente libio, también respecto a Siria nuestro autor deja frases que parecen de algún modo partidarias de esa intervención que dice no esperar (casi se diría que acusa al Imperio de no llevarla a cabo). Así parece ocurrir cuando dice de las «potencias occidentales» que «se ajusta más a sus intereses en la zona el sacrificio del pueblo sirio» (se entiende que a manos de Asad). Pero ocurre más claramente cuando, en una especie de carta-manifiesto «Al pueblo de Siria que lucha contra la tiranía» (30.1.2012) le informa de que «somos conscientes de que las naciones poderosas os han ignorado y están mirando a otro lado mientras siguen las matanzas». (Para después agregar -de nuevo los «paradójicos» equilibrios, igualmente presentes respecto a la guerra contra Gadafi- que «no vendrá nada bueno del imperio estadounidense y de los gobiernos occidentales»). Frente a toda evidencia, llega a hablar de una «política de colaboración de estas potencias y de sus gobiernos con el régimen de Bashar». Desde luego, no parece que SAR haya aprendido de la lección libia. No será raro, entonces, que cuando llegue la invasión abierta de la OTAN siga apoyando a sus esbirros los «rebeldes», igual que hizo de manera obstinada respecto al país norteafricano.
Omisión de la presencia de mercenarios extranjeros en Siria
No podemos ser exhaustivos, ni seguramente valga la pena. Pero es preciso seguir mostrando cómo Santiago se aleja de la realidad una y otra vez. Por ejemplo cuando afirma, además de todo lo que hemos visto ya, que el «Ejército Libre de Siria» (ELS; el grupo principal de los «rebeldes» armados) se constituyó «el pasado mes de noviembre [!!!] a partir de desertores del Ejército sirio». Para empezar, ya existía como tal por lo menos desde julio de 2011. (¿Por qué dice Santiago «noviembre»? Si no fuera por sus continuas concesiones a los intereses de la versión dominante, con gusto lo atribuiríamos a una simple errata). En segundo lugar, es conocida la conexión del ELS con el CNS, la matriz violentista -controlada por miembros de los Hermanos Musulmanes– que dirige sus operaciones desde el principio. El CNS ya tenía (según Wikipedia) 270 miembros en febrero de 2011 (es decir, antes incluso de la fecha de comienzo de las revueltas sirias -15 de marzo de 2011- admitida por el propio SAR), aunque su presentación ante la «comunidad internacional» fuera en el mes de agosto. De hecho, ya desde antes de la aparición oficial del ELS diversos medios internacionales, todos ellos sistémicos, reconocían que había protestas armadas (lo hacían de manera incidental y como a regañadientes, pero lo hacían). Son demasiados indicios como para pensar en que la violencia contra Asad estuviera realmente alejada del comienzo de las «protestas».
Sobre esa base, parece increíble que en una fecha tan avanzada como ¡diciembre de 2011! apareciera un artículo de SAR en el que este decía que «las protestas y manifestaciones […] siguen siendo obstinadamente pacíficas». Si alguna vez lo fueron (en su conjunto, queremos decir), cosa harto cuestionable, desde luego ya hacía bastantes meses que habían dejado de serlo.
En cuanto al asunto de los desertores, es otro punto en el que SAR sigue fielmente la versión de los medios convencionales. Sin negar que haya habido deserciones, cuesta creer en un fenómeno realmente masivo (se habla de muchos miles). Si así fuera, cabe suponer que la descomposición del propio ejército oficial sirio, dado el contexto internacional hostil a Asad, habría sido bastante rápida. Lejos de ello, lo que venimos presenciando en todos estos meses es una consolidación militar del régimen sirio incluso en las zonas donde más fuertes se habían hecho los «rebeldes».
Santiago, en cambio, no dice nada de los «islamistas» libios, de alto rango, alistados en el bando «rebelde» sirio para brindarle a este su valiosa experiencia criminal. Esto es algo que dio a conocer, entre otros, una fuente tan poco sospechosa como el ultrasistémico diario español ABC. La crónica, de Daniel Iriarte, es de diciembre pasado y muestra las conexiones directas de dichos «islamistas» con la CIA (revelando así, por si aún quedasen dudas, a quién obedecieron al luchar contra Gadafi). No menos llamativo es que el periodista informe de la adscripción a Al Qaeda de uno de esos combatientes de primer nivel. Todo lo cual confirma las acusaciones sobre la presencia en Siria de mercenarios extranjeros que, desde hace muchos meses, viene realizando el admirable reportero crítico Thierry Meyssan desde su Red Voltaire (ver también).
En el mismo artículo de hace unas dos semanas (18.3.12) que ya hemos citado repetidamente, SAR habla de «la apuesta cada vez más impudorosa del CNS por la intervención militar» extranjera en Siria. Es cierto que pocos días antes ese organismo «rebelde» reclamó una intervención «urgente». Pero Alba no puede ignorar que el CNS lleva en realidad mucho más tiempo mostrando nítidamente -«impudorosamente»- ese anhelo (ver 1, 2 y 3). De hecho, ya en septiembre de 2011, sectores opositores internos al régimen de Asad se desmarcaban públicamente de los del CNS por considerar que estos eran «favorables a una intervención extranjera para resolver la crisis en Siria».
«Equilibrios» en torno a los «islamistas» emergentes
Ya dijimos que no pretendemos acusar a Santiago Alba de mentir, a diferencia de lo que él hace -pero entiendo que sin intenciones difamatorias- con quienes discrepan de la versión dominante sobre Siria. Nuestra intención es solo poner de manifiesto el abismo entre sus posiciones y la realidad a la luz del conjunto de evidencias disponibles. Un abismo causado, en nuestra opinión, por sus erróneas premisas de partida, pero también porque SAR apenas documenta muchas de sus afirmaciones, como si esperase que las aceptásemos por fe.
Como cuando, a principios de este año, aún decía que en Libia su «criminal intervención» no les estaría proporcionando «a las potencias occidentales ninguna ventaja comparativa». Qué extraño… El propio SAR ponderaba, en febrero de 2011, lo «inteligentes» que son los imperialistas (desde luego, más que la izquierda). Y unos días después subrayaba que son «más listos». Siendo así, cuesta creer que hicieran una guerra para nada, pese al coste financiero y los riesgos de imagen en ella implicados. De hecho, ya mucho antes del linchamiento de Gadafi se supo que el reparto del petróleo libio había comenzado (ver también).
Pero en las palabras citadas, SAR parece referirse más bien al hecho de que sean los «islamistas» (él cita además expresamente a los «Hermanos Musulmanes libios»), y no los occidentales, quienes llevan las de ganar en los distintos países de la llamada «primavera árabe». En concreto, señala: «Si es aventurado decir que el islamismo -ahora «democrático»- vaya a enfrentarse al imperialismo, mucho más absurdo es pretender que es y ha sido siempre un obediente peón imperialista. Los islamistas harán toda clase de concesiones económicas y políticas, pero permanecerá siempre viva la cuestión que garantiza el carácter anti-imperialista de unos levantamientos que en su origen no son ni de izquierdas ni de derechas, ni partidistas ni islámicos: Palestina.»
Lo realmente absurdo es pretender que unos «islamistas» que, como los libios (y los sirios), reclaman la intervención de la OTAN para hacerse con el poder, vayan luego a enfrentarse realmente a esta. En su optimismo, SAR se niega una vez más a reconocer los estrechos vínculos existentes desde el principio entre los «islamistas» libios y los imperialistas que los llevaron en volandas al poder, pese a lo cual no puede dejar de admitir la existencia de «toda clase de concesiones…» de los primeros a los segundos (por cierto, tanta concesión económica y política, por mucho que -supongámoslo- no incluya la cuestión palestina, ¿deja muchos resquicios a una verdadera posición antiimperialista?). Pero él sin duda tiene también en mente a Siria, a la que dedica un párrafo explícito de su artículo. Ocurre que los «islamistas» sirios son básicamente, de nuevo, los Hermanos Musulmanes, cuya sede mundial está en Londres, y que -como ya hemos visto- son quienes controlan el CNS. Allí se encuentra también la sede del llamado «Observatorio Sirio de los Derechos Humanos» (fuente primordial, por no decir única, de la «información» mediática que venimos padeciendo), y cuyo portavoz es, según Meyssan, miembro de la misma Hermandad (ver también), aunque él lo niega.
Como lo reconoce implícitamente el párrafo anterior de SAR, los Hermanos Musulmanes no exhiben hoy la animosidad antioccidental que mostraban en el pasado, sobre todo en el terreno político. Ha de reseñarse su evolución desde el yihadismo, e incluso desde una especie de fascismo inicial, hacia la defensa de una democracia de corte occidental (tan denostada en el pasado por líderes e ideólogos tan emblemáticos como Sayyid Qutb). Quizá por ello no es raro que hoy la crème de la crème del Imperio le dé a este grupo su visto bueno. Así, ya en 2007, la influyente revista Foreign Affairs -la voz del poderoso Council on Foreign Relations-, parecía recibir a «La moderada Hermandad Musulmana» con los brazos abiertos, señalando significativamente que «los responsables políticos [estadounidenses] deberían reconocer» que esa organización «representa una notable oportunidad». Sobre esta base, ¿a alguien puede extrañarle que el Imperio haya reconocido ya al CNS, emanado de aquella?
[La extraña evolución actual de Hamás (ver por ejemplo) y la intensificación de sus relaciones con el emirato pro imperialista de Catar (ver 1 y 2), país que financia a los Hermanos Musulmanes, podría tener algo que ver con todo esto, pero no parece prudente asegurar nada de momento.]
Observaciones finales
Dejaremos, por fuerza, infinidad de datos en el tintero. En este último apartado nos limitaremos a un repaso muy somero de algunas de las muchas evidencias adicionales que ponen en entredicho la visión de SAR y, por supuesto, la de los medios dominantes. He aquí unas cuantas:
-Es sencillamente innegable, guste o no, el enorme apoyo popular que conserva Asad (ver 1, 2 y 3), y que se evidencia en las casi continuas manifestaciones masivas a su favor (reconocidas incluso por medios tan bellacos como El Mundo, que en su momento presentó la foto de una concentración pro Gadafi como contraria a este; aún se puede ver en la segunda imagen de esta página). Alba no debería desdeñar este dato. No cabe recordar un fenómeno comparable a favor de Ben Alí (el déspota tunecino) o de Mubarak (el egipcio). Sí, en cambio, del líder libio después asesinado.
-Al menos desde el 11-S, Al Yasira siempre ha sido funcional a los intereses del Imperio, pero no es menos cierto que antes disimulaba mejor. Desde su campaña contra Libia, su sesgo ya resulta pintoresco de puro descarado. Por eso no debiera sorprender demasiado que hayan aparecido filtraciones sobre serias discrepancias entre su personal debido a lo que parte del mismo considera «sesgada y poco profesional» la cobertura dada al conflicto sirio.
-La verdad de las matanzas perpetradas por los «rebeldes» sirios viene siendo avalada también por sectores cristianos de Homs, según la vaticana Agenzia Fides (por desgracia, pero previsiblemente, eso no hace que el Gran Tapado se distancie pública y enérgicamente de las mentiras imperiales sobre el conflicto).
-Las versiones que imputan toda la violencia, o el grueso de la misma, al gobierno sirio han quedado desafiadas al conocerse la guerra interna dentro de la diplomacia francesa a raíz de que su embajador en Damasco, Eric Chevallier, se rebelase contra la manipulación de sus informes por parte del ultrabelicista ministro de Asuntos Exteriores, Alain Juppé.
-Frente al supuesto desinterés en intervenir que, al menos por momentos, atribuye SAR a Occidente, Luiz Alberto Moniz Bandeira sintetiza en un párrafo las razones de su interés: «La caída del régimen sirio tras el derrocamiento de Muammar Gadafi en Libia eliminaría la presencia de Rusia de sus dos bases navales (Tartus y Latakia), cortaría las rutas de suministro de armas para las organizaciones pro chiíes Hezbollá, en el Líbano, y Hamás, en Palestina, detendría el progreso de China hacia las fuentes del petróleo, y aislaría completamente y estrangularía a Irán, con la consiguiente eliminación del gobierno de Mahmoud Ahmadinejad. El resultado de la ecuación, al modificar por completo el equilibrio de fuerzas en el Oriente Próximo, sería el establecimiento por Estados Unidos y sus socios de la Unión Europea de una full-spectrum dominance es decir, la supremacía completa territorial, marítima, aérea y espacial, así como la posesión de todos los activos del Mediterráneo. Y los recursos naturales (petróleo y gas) de la zona.»
-El gobierno estadounidense, a la vez que finge respetar el plan de Kofi Anán, no se recata en erigirse como jefe supremo de los «rebeldes» sirios al instarles «enérgicamente» a presentar «una posición unificada». No debiera quedar dudas sobre a quién sirven aquéllos.
-Como ocurrió en el caso libio, hay fuerzas especiales de Occidente -particularmente británicas y francesas- entrenando a los «rebeldes» sirios del «Ejército Libre de Siria» (ver también). Además han aparecido filtraciones que probarían su presencia incluso en territorio sirio.
-Existe abundante evidencia de que múltiples «periodistas» occidentales son en realidad, o son también, colaboradores de los servicios de inteligencia o de los ejércitos de sus países en las tareas de desestabilización de Asad.
-Hay serios indicios de armamento «israelí» en manos de los «rebeldes» sirios (ver 1 y 2).
-A veces, el respetable marxista Santiago Alba alude a algún partido comunista que se opone a los «tiranos» (p. ej., al Partido Comunista Obrero de Túnez). En cambio, quizá se echa de menos que mencione que sigue siendo firme el apoyo de los dos principales partidos comunistas sirios al gobierno de Asad (el Bakdash y el Unificado).
E infinidad de datos más…, pero ya lo dejamos aquí.
Y lo hacemos renovando las exigencias de paz en Siria que todo ser humano debería suscribir. Sistemáticamente boicoteadas por los señores de la guerra imperiales (ejemplo), como cada vez que el gobierno ha buscado negociaciones con la oposición no violenta siria. Las cuales han llevado, por cierto, a aplicar reformas, aprobadas por el pueblo en referéndum, que a su vez se empezarán a concretar en las elecciones parlamentarias convocadas para el próximo 7 de mayo. Todo lo cual viene siendo sistemáticamente despreciado tanto por los medios convencionales como por Santiago Alba Rico, a pesar de que son hechos que muestran evidentes señales de cambio en el régimen y podrían alumbrar horizontes de paz.
Unos horizontes que, a nuestro modo de ver, son más importantes que cualquier prurito intelectual.
Blog del autor: http://lacomunidad.elpais.com/
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