La idea de «un recital de protesta» del pianista Jacob Allegro Wegloop durante uno de los actos de los viernes en Bil’in, vino a darse en un café de Ámsterdam, : » Estaría contento de ir y ofrecer mi música a los palestinos como expresión de mi simpatía.» Había listo un piano en Bil’in. Sencillamente […]
La idea de «un recital de protesta» del pianista Jacob Allegro Wegloop durante uno de los actos de los viernes en Bil’in, vino a darse en un café de Ámsterdam, : » Estaría contento de ir y ofrecer mi música a los palestinos como expresión de mi simpatía.»
Había listo un piano en Bil’in. Sencillamente había sido donado por la familia Pollak. Sin él, toda la idea pudo haberse evaporado. Y Zamir Barlev – activista y afinador del piano- fue tan amable de ir el jueves y reparar algunas teclas rotas.
El vienes, 16 de septiembre, ya había llegado un microbús a Bil’in antes del alba. Se decidió que fuera al pueblo cisjordano desde el aeropuerto; puesto que llegaba antes que el ejército cerrara los caminos de acceso, tal como se ha convertido en su nueva práctica, los viernes. Gush Shalom había contratado una furgoneta de mudanzas para la ocasión, y Uri Avnery también estaba allí.
La planta baja de la casa de Abu-Rahme se había transformado en un tipo de hostal de la juventud, con colchones escampados, y una cocina en la esquina. Aparte de los internacionales más permanentes, sus anfitriones de todas las semanas, un grupo de activistas israelíes llega el jueves para estar en Bil’in en el acto semanal.
«Es bonito ser despertado por música de piano, y no por el megáfono del ejército que impone un toque de queda» dijo uno de los invitados.
N o estaba claro de donde salían todos los niños, pero rodearon el milagro – el piano se había llevado entretanto al frente de vanguardia. Cuando Alegro no pudo descifrar las notas escritas a mano del himno palestino – que le fue facilitado en el lugar para ser añadido al repertorio – los niños se lo cantaron con entusiasmo.
Jacob Alegro tocaba sin parar piezas melódicas de Schubert y alguna de Chopin para forzar al instrumento, algo terco, a abrirse. » Cuál es su mensaje» fue una pregunta suscitada por diversos entrevistadores que empezaron a aparecer: «¡La simpatía por el sufrimiento!. «Usted es un judío, un huérfano del holocausto»–«Eso no me ha hecho cegarme ante la injusticia infringida a otros». «¿Qué dice usted sobre la construcción del muro justamente sobre nuestras tierras?» «Es una gran vergüenza.» «¡ Una gran vergüenza!»
No es fácil decir cuando cesaron los preparativos y cuando comenzó el concierto. Varias veces la muchedumbre en la vanguardia corrió hacia la calle ante los rumores de que llegaban las patrullas del ejército. Pero la invasión de este día fueron los equipos de televisión: varias emisora palestinas, Al-Jazeera, Reuters, la televisión egipcia, el Segundo Canal israelí etc. Todos ellos habían sido invitados por Mohamed al-Khatib del Comité Popular de Bil’in para que vinieran a las 10.30 y tomaran imágenes dentro del pueblo, como se esperaba que el ejército estuviera lejos, fue útil cuando un camión, y en él un piano, llegó al sitió donde se hacen los preparativos para la construcción del Muro.
En la televisión israelí la escena después de todo no aparecía en el Segundo Canal, sino en el respetable Primer Canal, usando material de Reuters. Fue un informe más que asombroso de Bil’in, de personas que desde hace meses están captando la atención de los titulares con sus formas de protesta imaginativas, no-violentas, que la violencia del ejército no ha podido disuadir. Hay todavía mucha lucha por delante; hay una apelación al Tribunal Supremo que esta semana creó un precedente no sin esperanza en la región de Qalqilya. Pero un logro ya está en pie y es visible en las caras: esta lucha, y el apoyo mostrado a ella está fortaleciendo a la gente de Bil’in en tiempos cuando uno puede volverse más fuerte o hundirse.
Traducido para Gush Shalom por Carlos Sanchis