libre será; le dará el machete su libertad… le dará el machete su libertad (…)»
Lola Rodríguez de Tió (Puerto Rico, 1843- Cuba, 1924 )
La primera gran fuga de inmigrantes ilegales ocurre en Cuba en el año 1959. Salieron en aviones y yates hacia los Estados Unidos. Pertenecían al alto mando militar y político de la dictadura sangrienta de Batista. Escaparon sin ser juzgados por sus delitos y con más de 400 millones de dólares en las maletas robados a su país. Estados Unidos extendió la alfombra roja a aquellos asesinos y ladrones. Desde ese año, hasta octubre de 1961, miles de personas de la clase alta y media abandonan el país con la esperanza de que la Revolución fuera tan sólo un espejismo. Pero decepcionados, comprobaran en el transcurso de los años que la Revolución no era ningún espejismo sino más bien, un espejo en el que ha terminado identificándose la cultural nacional del pueblo cubano. No pudieron faltar en este viaje de huída gran parte de los representantes de la iglesia católica. Esa iglesia que jamás se levantó contra los crímenes de la dictadura y sí contra la reforma agraria, y que fue la aliada de la burguesía y los principales responsables del secuestro de más de 14000 niños y adolescentes cubanos, en la que fue conocida como Operación Peter Pan. Lanzaron una campaña mediática en la que consiguieron atemorizar a parte de la población, asegurando que el Gobierno Revolucionario les arrebataría la patria potestad de sus hijos. En 1977, parte de estos niños arrancados de su tierra y de sus familiares crearon desde Estados Unidos la Brigada Antonio Maceo y regresaron de visita a la isla con la firme intención de conocer su país y aprender sobre el proceso y la realidad de su patria. Aquellos fueron los hijos de Cuba a los que Silvio Rodríguez dedicó su canción «Leyenda» y entre los que se encontraba el compañero puertorriqueño Carlos Muñiz Varela que recibió «balas y flores en un mismo corazón», como escribió la poetisa Lola Rodríguez de Tió, en su poema «Mi libro de Cuba», refiriéndose a los países hermanos de Cuba, donde murió, y de Puerto Rico, donde nació.
La segunda ola de inmigración sucedió en 1965. Cuba habilitó el puerto de Camarioca para que salieran del país todos los ciudadanos cubanos que así lo desearan. Entonces y ahora, Cuba ha permitido que sus ciudadanos emigren a los Estados Unidos y al resto de los países. Sin embargo los cubano-americanos dejaron de ser inmigrantes y se convirtieron en refugiados políticos según las leyes de los Estados Unidos, las cuales les han negado o restringido el derecho de viajar a Cuba para visitar a sus familiares. En 1980 Estados Unidos intensifican las medidas para que los cubanos salgan del país de forma ilegal, volviendo a reducir el número de visados y recibiendo como héroes a los secuestradores de embarcaciones. La embajada de Perú fue asaltada por la fuerza por cientos de individuos violentos y afines a la política estadounidense, con la intención de ser deportados. Esta situación de tensión empuja a la Revolución a adoptar medidas políticas, permitiendo la llegada al puerto del Mariel de cientos de embarcaciones desde Florida y la salida, por sus propios medios, de miles de cubanos. En total, cerca de 15.000 cubanos emigraron hacia Miami.
En 1994 el gobierno de los Estados Unidos, propulsando su habitual guerra sucia para desestabilizar Cuba, entregó tan solo 505 visados. Rompían así los acuerdos migratorios entre ambos países que estipulaban un total de 20.000 visados anuales. Detrás de esta medida estaba el mismo cruel propósito de promover la inmigración ilegal hacia los Estados Unidos bajo la Ley de Ajuste Cubano. Ley que concede residencia a todo aquel cubano que pise, literalmente, suelo estadounidense desde el día 1 de Enero de 1959 o después. Pies secos, ciudadano estadounidense. Pies mojados, ciudadano cubano. Un macabro juego que costó la vida a muchos de los que apostaron. Los cubanos que llegaron antes del triunfo de la Revolución mantendrían su estatus de emigrantes ilegales y sus pies siempre mojados. En aquella ocasión salieron de Cuba los que creyeron que tras su carrera de obstáculos sobre el mar iban a encontrar el paraíso anunciado cual spot publicitario, tras el canto de sirena, de los grandes medios de comunicación estadounidenses. Cuba volvió a reabrir sus costas permitiendo la salida. Este engaño fue orquestado para incitar a la población, desde radio Martí y TV Martí (emisoras ilegales que llegan vía satélite a la isla) a abandonar el país acogiéndose a dicha ley. ¿Pero, qué hubiera sucedido si esta medida se hubiera llevado a cabo para los mexicanos, haitianos o dominicanos? ¿Por qué las personas que emigran en busca de mejores formas de vida en toda Latinoamérica o del resto de los países pobres son llamados «emigrantes» y los cubanos son «exiliados»? Entre ambos existe una diferencia sustancial; los mexicanos, haitianos o dominicanos, por citar sólo unos ejemplos, huyen de un sistema capitalista que no les otorga las necesidades mínimas para vivir con dignidad y los cubanos que salen de su país van en la búsqueda de esas sociedades capitalistas desarrolladas que les puedan otorgar un mayor poder de consumo, para formar parte de esa pequeña familia que somos los consumidores suicidas de los países ricos que han boicoteado el desarrollo de su pueblo. ¿Pero quién les puede negar su derecho a ser irresponsables? Yo no, desde luego. Ni tan poco el Gobierno Cubano, que exige que aquellos ciudadanos que decidan salir del país lo hagan de forma legal mediante los acuerdos migratorios que los países receptores se niegan a cumplir. En el caso de los Estados Unidos, además de incumplir dichos acuerdos, promueven por otros cauces, políticas enfocadas a poner fin a la Revolución. Las vías maquiavélicas utilizadas para alcanzar el fin no solamente son proclamadas bajo el nombre de «leyes» sino mediante la subversión directa, promoviendo los ataques terroristas y la financiación económica o material de su brazo interno en Cuba, que son los famosos «disidentes».
Los balseros soñaron con la libertad de los liberticidas. Algunos lo pudieron comprobar, otros muchos murieron en el intento y algunos, quizás, podrán incluso hasta sentirse orgullosos de ser gusanos en una manzana podrida. Pero a pesar de todo, del supuesto privilegio que se les facilita a los cubanos mediante la ley de Ajuste de vivir en el país más desarrollado del planeta, la tasa de inmigración cubana es del 13%, una de las más bajas de América Latina.