1. En el último mes, dos acontecimientos han roto la espesa «normalidad» dominante, apuntando a una fase nueva: la emergencia del 15M y la sublevación de las bases de IU Extremadura. Las grandes manifestaciones de Democracia Real Ya y la rebelión en la pequeña aldea extremeña tienen en común su condición de anomalías, de relámpagos […]
1. En el último mes, dos acontecimientos han roto la espesa «normalidad» dominante, apuntando a una fase nueva: la emergencia del 15M y la sublevación de las bases de IU Extremadura. Las grandes manifestaciones de Democracia Real Ya y la rebelión en la pequeña aldea extremeña tienen en común su condición de anomalías, de relámpagos insolentes e inesperados. En plena campaña electoral, las plazas de todo el país son ocupadas; la gente se reúne y grita en ellas las verdades furtivas, sin pedir permiso. En la calle se alumbra un movimiento popular capaz de combinar con una sabiduría inédita pragmatismo y desobediencia, burlando las amenazas y restricciones del poder. Una emoción indisimulable recorre las plazas, que intuyen la trascendencia del desafío.
Días después, en Extremadura, las bases de IU se revuelven contra otro límite, el de ser la fiel infantería del PSOE, condenada a auxiliarle en las situaciones de apuro electoral, aunque esa subalternidad contradiga a su propia formación política como alternativa. El círculo vicioso de la asistencia automática a uno de los pilares del bipartidismo y de la democracia-falacia se rompe.
Los dos acontecimientos tienen «un aire de familia» y apuntan a los límites sociales, políticos y simbólicos del sistema y los desbordan, desplazan los márgenes, dislocan el terreno de lo posible. Se terminó el «sota, caballo y rey». Los años de plomo, el tiempo de la resignación toca a su fin.
2. «Lo llaman democracia y no lo es». Un clamor en las plazas portando certezas impronunciables hasta ahora, desvelando las plutocracias de nuestro tiempo, las dictaduras del dinero disfrazadas con ropajes democráticos. «No somos mercancías en manos de políticos y banqueros». Los gritos atraviesan las mediaciones, sobrepasan las demandas corporativas y los cálculos de la reivindicación medida para apuntar directamente a los de arriba, a la estructura, a los fundamentos del sistema. Suenan también ecos de luchas anteriores, del movimiento contra la globalización, contra la guerra de Irak o el Plan Bolonia, pero ahora lo hacen con una rabia y verosimilitud ya olvidadas. No es suma de movimientos, es hibridación, fecundación mutua, creación nueva.
«No es una crisis, es una estafa». El capitalismo popular, la religión de los propietarios, es bajado de los altares. Algunos alcaldes tienen que salir por la puerta trasera de los ayuntamientos, tras ser investidos; los parlamentos son cercados; en las sucursales bancarias se multiplican las ocupaciones simbólicas. La crisis económica ha mutado en crisis de legitimidad del sistema.
3. La caprichosa aritmética parlamentaria sumada al crecimiento en votos otorga a IU Extremadura la llave para decidir el gobierno regional. Por primera vez, tras 28 años, el PSOE no es el partido más votado. En los despachos del poder y en las redacciones se activa el dispositivo de seguridad previsto para estas ocasiones, la campaña de la pinza. Pero algo falla, parece que se detecta una resistencia excesiva en las bases de IU. Entonces, se ponen en marcha diversas medidas para hacer entrar en razón a los cerriles militantes extremeños.
Se hará una consulta entre los afiliados, pero, eso sí, no vinculante. Muchos de ellos hacen ver la contradicción entre exigir democracia real en el país y practicar la soberanía limitada en el interior de la organización; pero por esa rendija de participación se cuela, imparable e inapelable, la voluntad de la gente: el 80% se pronuncia por la abstención. Desde arriba se orquestan todo tipo de maniobras para torcer la opinión de los «amotinados»: la dirección regional se inventa el voto ponderado para que pese más el voto de los afiliados de la ciudad que el de quienes viven en los pueblos; el secretario regional de CCO reclama en entrevista ex profeso que «IU tiene que pringarse»; los principales medios de comunicación regionales o el periódico Público reciben clases aceleradas del Grupo Prisa, decano en la nauseabunda teoría y orquestación de la pinza: todos insisten a coro en las calamidades que sobrevendrían si los obtusos militantes persisten en su empecinamiento. Parece que poco a poco se van venciendo las resistencias; para acabar de doblegarlas, a la carrera se elabora una propuesta programática de «12 mandamientos» que parece facilitar la respuesta favorable de Vara, y ésta se produce con la solemnidad y mesura apropiadas… Pero ni por esas, los testarudos no aflojan; supuran rencor, dice la versión oficial, por los desencuentros históricos entre las dos organizaciones. A la desesperada, el mismísimo Cayo Lara y un puñado de dirigentes «federales»-o, por mejor decir, coloniales- aterrizan en Extremadura para imponer su criterio, violentando la decisión de las bases… pero salen con el rabo machado.
El coraje de los militantes extremeños termina con un régimen clientelar de tres décadas y, de paso, sin proponérselo, abre un debate sobre el grado de independencia real y sobre el sentido del proyecto de IU.
4. «No hay pan para tanto chorizo». Lo que ayer era indecible, encuentra su cauce en la indignación de millones de personas. La gente practica en la calle el arte del acontecimiento y va desvelando la trama de la crisis. «Tenemos la solución: los banqueros a prisión». En el erial donde antes se consintió sin rechistar una transferencia de billones de euros para el llamado rescate bancario, surge hoy el dedo colectivo señalando a los urdidores de la estafa.
Pero esta crisis es, al tiempo, más que una estafa. Al principio, todavía en las plazas se agitaba la ilusión de «volver a los tiempos de bonanza», «a la senda del crecimiento», como repite la jerga mediática. Ahora, el enunciado «dictadura de los mercados» pasa de ser retórica política a encarnarse en la vida cotidiana; los planes de ajuste se traducen en paro, exclusión, precariedad, desahucio, recortes de las ayudas sociales, miedo al despido… «Manos arriba, esto es un contrato», se desgañitan los jóvenes, haciendo trizas la caricatura que presenta el 15M como una revuelta romántica y estética.
En las plazas, que los «demócratas salvajes» han convertido en escuelas de alfabetización política (Alba Rico), la gente se adiestra en relacionar consecuencias y causas, intereses parciales y globales. La crisis va para largo y la lucha será durísima. Un hilo subterráneo une el desastre nuclear de Fukujima, la guerra de Libia y las resistencias en Grecia, Islandia o España. El capitalismo autista se topa con los límites de la naturaleza, se multiplican las guerras del expolio, el fantasma del corralito recorre Europa y las clases medias abandonan su castillo encantado de corporativismo y consumo.
Se extiende la intuición de un cambio de época. Tras la guerra global permanente (Guerra de Irak), la crisis global permanente como forma de dominio, como reorganización del capitalismo.
5. Un régimen de poder ha terminado en Extremadura. Treinta años caracterizados por el neoliberalismo económico, el populismo político y el clientelismo social. El pacto entre los arribistas de los dos bandos que supuso la transición política (Rafael Chirbes) en Extremadura se tradujo en la modernización y legitimación del «cortijo». De Jarrapellejos a Alfonso Gallardo: del derecho de pernada a la naturalización del clientelismo y la arbitrariedad. Del cortijo autosuficiente a las subvenciones millonarias de la Unión Europea y la inversión en bolsa.
Una nueva élite política y económica que entroncaba y se renovaba a partir de la sólida red caciquil y de poder existente durante todo el franquismo. Vara y Francisco Fuentes, dos de los hombres fuertes del PSOE extremeño, constituyen una esclarecedora metáfora de ese proceso. El primero llega a presidente de la Junta tras ser afiliado durante 10 años del PP, hasta su captación por vecindad con Ibarra. El segundo, procedente del falangismo, es el tío del principal empresario de la región que ha hecho su fortuna a la sombra de la Junta de Extremadura.
El partido que llegó al poder autonómico aupado en la lucha contra la central nuclear de Valdecaballeros es desalojado cuando pretendía usar Extremadura como un basurero para refinerías, térmicas y cementerios nucleares. La lucha constante e inteligente de esos rebeldes que según Ibarra «no son nadie», y cuya mejor expresión ha sido la Plataforma Ciudadana Refinería No, ha sido decisiva en la derrota del PSOE.
Pero, como recordaba con ironía Saramago, muerto el perro sólo se acaba la rabia de ese perro, la rabia sigue. La rabia del neoliberalismo y del clientelismo sigue, ahora con otros protagonistas. Sería absurdo esperar del PP la regeneración democrática o una política social. Es la otra rama del partido del poder económico en Extremadura, obedece a los intereses de la clase dominante y a una ideología reaccionaria. La izquierda alternativa y los movimientos sociales tendrán que enfrentarse a su política desde el principio.
6. El 15M desborda a los sindicatos mayoritarios y pone de manifiesto que las razones aducidas por sus dirigentes para la contención eran una justificación autocomplaciente o un pretexto para cubrirle las espaldas a terceros. Cuando más insistían las burocracias sindicales en que no había respaldo social suficiente para impulsar una movilización sostenida, miles de personas se echan a la calle y se instalan durante semanas en las plazas. Cuando más énfasis ponían en la necesidad de medir bien la respuesta social a los recortes que en esa rara ocasión ellos mismos no habían respaldado, la gente, liberada de tanto liberado sindical, emprende acciones que desafían toda mesura. Quienes se decían a sí mismo que no daban pasos adelante porque la gente no los podía seguir son de pronto rebasados por la gente y se quedan solos y a lo lejos. En ese momento los que se presentaban a sí mismos como la vanguardia de los trabajadores se revelan como su lastre. Quienes se presentaban como el único cauce legítimo para la movilización se visualizan ahora como un freno. El 15M se lleva así por delante a CCOO y UGT.
En las calles hay gente de todo tipo, pero abundan sobre todo los parados y precarios, precisamente la gente más machacada y a la que menos atención han prestado unos sindicatos que siguen viviendo de las rentas cada vez más exiguas del fordismo. El nuevo sujeto de transformación empieza a organizarse al margen (o a pesar) de ellos. Los indignados rompen el monopolio que ambos sindicatos se habían arrogado sobre el mundo del trabajo y expresan su rechazo a la reforma laboral y a la quiebra de los marcos de negociación colectiva, pero con la legitimidad que les da su condición de precarios y con la credibilidad de llevar la protesta hasta las puertas del Congreso. Pero la crítica llega al Pacto de las pensiones, y ahí quienes venían pecando de omisión aparecen ahora como cómplices.
Entre los gritos de los indignados surge cada vez con más fuerza la petición de una Huelga General. En su boca la convocatoria carece del habitual tufillo a amago, última instancia o brindis al sol. Los sindicatos mayoritarios se ponen nerviosos, los gritos de «no nos representan» tienen una onda expansiva a la que no logran escapar. Durante toda la semana que va del 15M al 22M las páginas webs de los sindicatos ponen de manifiesto su desconcierto, también su miseria. En la de CCOO la información de las masivas movilizaciones ocupan un lugar ridículo comparado con la imagen enorme de un Toxo recién investido Presidente de la Confederación Europea de Sindicatos. El divorcio entre el moviendo real de los que luchan y las organizaciones institucionales que dicen representarlos es patente, y tanto más lacerante en un sindicato que tuvo su origen y fue digna expresión de lo primero. En el caso de UGT su página web guarda un silencio indecente rayano en la censura.
7. «O estás en un lado o en el otro, pero no se puede estar en misa y repicando», dice Ángel Pérez, concejal de IU en el Ayuntamiento de Madrid, defendiendo al alcalde Gallardón, después del abucheo recibido por parte del movimiento 15M. O estás con la institución o con el movimiento. La declaración de Pérez tiene la virtud de verbalizar las contradicciones de la política oficial de IU, de hacer palpable que el «Que no, que no nos representan» también va con ella, con su enroque institucional.
IU está instalada en el sistema de representación y el politicismo, ensimismada en su mundo de escaños y ruedas de prensa. Por eso, sus llamamientos a la refundación o a la convergencia social suenan tan rutinarios o insinceros. Su práctica contradice su discurso. El advenimiento del 15M y la insumisión de las bases extremeñas alumbran los límites de su política actual. Los contrapoderes se construyen en la calle, la alternativa ha de romper sus dependencias con los pilares del bipartidismo.
Hace algunos años, Fausto Bertinotti, que fuera dirigente de Refundación Comunista, planteaba al calor de la irrupción del movimiento antiglobalización una perspectiva que quizás sea, a estas alturas, la única transitable y deseable: «La construcción del nuevo sujeto transformador es el tema crucial para la salida de izquierda de la crisis de la política y de la crisis del movimiento obrero. Este compromiso exige desplazar el centro de gravedad de la política desde las instituciones y las fuerzas políticas a la sociedad y los movimientos, es decir, desde la representación a la organización directa de la vida y de las relaciones sociales.»
8. Las brigadas mediáticas y políticas del orden trabajan a todo gas para capturar lo nuevo, para reabsorber las fugas tras la conmoción del acontecimiento. Hasta ahora le han fallado sus intentos de etiquetar el 15M como un movimiento marginal («perroflauta») o violento (la infiltración y provocación policial). Y les ha fallado el propósito de reducir el movimiento a los códigos manejables por el poder: o sois kale borroka, o sois ciudadanistas; elegid: o violencia callejera o retórica de los derechos humanos. Por el contrario, la alianza entre juventud precaria y clases trabajadoras se consolida en los barrios y plazas. El movimiento demuestra una inteligencia y frescura que augura una etapa de fuertes resistencias a la más que previsible continuación de la política antisocial.
La potencia del acontecimiento reside en su «capacidad para engendrar un tiempo propio» (Badiou). El 15M y, con toda la modestia que se quiera, el vendaval en IU Extremadura, abren un «campo de posibles insospechados». La palabra revolución ya sólo se escuchaba en los anuncios publicitarios y ahora ha vuelto a las plazas, sin solemnidad pero con determinación. «No es botellón, es revolución», dicen los carteles de la acampada. La cuestión es, como plantea Santiago López Petit, «si nos atrevemos a pasar de indignados a revolucionarios».
Juan Andrade Blanco y Manuel Cañada Porras, afiliados de IU Extremadura e integrantes del Colectivo La Trastienda
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