En la definición de las políticas de ocupación colonial, se ha omitido del análisis todo tipo de consideraciones de empatía hacia aquellos que sufren la ocupación. Far’un, un pequeño pueblo de 3.000 habitantes al norte de los Territorios Ocupados de Cisjordania, se encuentra en una verde colina al sur de Tulkarem, a sólo cuatro kilómetros […]
Far’un, un pequeño pueblo de 3.000 habitantes al norte de los Territorios Ocupados de Cisjordania, se encuentra en una verde colina al sur de Tulkarem, a sólo cuatro kilómetros de la Línea Verde. Desde los tejados de los antiguos edificios situados en el centro del pueblo, se puede observar un conjunto de terrenos alrededor de la aldea, donde se han plantado olivos, naranjos y limoneros perteneciente a los agricultores de Far’un. También son visibles desde lo alto de los tejados algunas de las zonas pertenecientes al pueblo antes de la partición de 1948, solo que ahora se encuentran en la otra parte del muro de separación.
Las dos ciudades -Taybeh en el lado israelí y Far’un en Cisjordania- parecen una sola desde la distancia. Pero si se observan atentamente los edificios, se puede percibir una valla electrificada que divide a la ciudad en dos. Esta valla atraviesa una de las calles principales que una vez sirvió de punto de encuentro de las dos ciudades.
Antes de la clausura y construcción del muro en 2002, la población de ambas ciudades mantenía estrechas relaciones y muchos habitantes de Far’un se trasladaron a Taybeh para estar cerca de los miembros de su familia que allí vivían. Sin embargo, tras la construcción del muro, la vida social de las familias de ambas aldeas se ha visto muy afectada. Con el muro ahora es imposible que las personas de Far’un visiten a sus parientes en el otro lado.
Si se observan los alrededores de la aldea, uno se puede dar cuenta rápidamente de que Far’un está totalmente rodeada por los tres asentamientos de Avnei Hefetz, Enav y Sal’it al noreste, y por el muro de separación al oeste. La carretera principal que una vez conectó Tulkarem con Qalqilia, se ha convertido en una carretera de circunvalación para los colonos que viven en los asentamientos cercanos. Los palestinos están ahora obligados a utilizar una carretera nueva y más larga que atraviesa las colinas.
Al entrar en la aldea, se tiene la sensación de ser un animal cercado por una valla electrificada a modo de barrera. Es difícil creer que todo esto se ha construido, no para animales, sino para seres humanos. En la calle paralela a la valla, jeeps israelíes patrullan la zona a todas horas para controlar los movimientos de los aldeanos. Por otra parte, es evidente que estas restricciones a la movilidad impuestas a los palestinos están destinadas a garantizar la libre circulación de los colonos en los Territorios Ocupados Palestinos.
A nadie se le permite acercarse a la valla. Los soldados, con el pretexto de la seguridad, tienen órdenes de disparar a cualquiera que se acerque a ella y según algunas personas que viven allí, ya han matado a tiros a un vecino de la aldea. La cerca electrificada pasa a sólo 20 ó 30 metros de dos escuelas y de 10 edificios de apartamentos y, bajo amenaza de muerte, incluso los residentes de esos edificios deben mantenerse alejados de la valla.
Según el alcalde de Far’un, Abed al-Karim Mohammed Jamal, la aldea se compone de 8.000 dunams de tierra, considerados como la principal fuente de ingresos para sus habitantes.
El gobierno israelí confiscó 4.500 dunams para la construcción del muro, gran parte de los cuales están situados hoy al otro lado del muro. Además, los militares israelíes utilizan una política arbitraria de permisos para dificultar que los agricultores puedan llegar hasta las tierras que poseen al otro lado de la valla y trabajarlas. Basam Otair, un palestino local que ha perdido la mayor parte de su tierra por quedar al otro lado del muro, ha declarado que «ahora es muy difícil conseguir un permiso para ir a trabajar a las tierras de nuestra propiedad que se encuentran al otro lado del muro. A veces, conceden un permiso temporal a algunas personas, y otras veces, paralizan totalmente los permisos por razones de seguridad. Con frecuencia, nos otorgan el permiso, pero al llegar al paso vemos que la verja está cerrada. Otras veces, permiten pasar a los trabajadores, pero prohíben el paso a los propietarios de las tierras. Las tierras que se encuentran al lado del muro están hoy totalmente descuidadas. La gente tiene miedo de ir a trabajar allí. Yo quería construir allí una casa para mi hijo mayor en una de mis tierras, pero los israelíes no me dieron el permiso. No podemos construir en nuestra tierra. Nuestra vida ha cambiado completamente después del cierre. Antes, la gente solía producir litros de aceite para sus familias y para la venta. Ahora que hemos perdido nuestra tierra, tenemos que comprarlo».
Antes del inicio de la segunda Intifada, la mayoría de los aldeanos trabajaban como agricultores y albañiles en Taybeh y Nazaret. Durante ese período, no podían imaginar que estarían separados, por la fuerza, de sus relaciones sociales y de sus medios de vida en estas zonas y no tenían idea de los graves problemas a los que se enfrentarían más tarde. «Con el tiempo, nos hicimos conscientes de que algo grave iba a afectarnos. Nos causó un gran impacto el enterarnos del cierre total. Nos dimos cuenta de que habíamos perdido nuestra tierra y nuestros sueños», dice Basam.
Tras el cierre, muchos campesinos perdieron sus puestos de trabajo. El desempleo es ahora uno de los mayores problemas en Far’un. Por otra parte, los principales recursos hídricos de la zona están controlados por Israel, dejando a los palestinos con un acceso muy limitado y en escasa cuantía. Los agricultores se enfrentan cada vez con mayores problemas. El muro destruyó las tierras agrícolas de la zona. Muchos de los animales de granja pastoreaban las tierras inhabitadas de la región, hoy en día es raro ver una oveja por allí. Ya no hay suficiente espacio ni pasto para los animales.
El problema más grave al que se enfrentan actualmente los pobladores de Far’un es la amenaza de la demolición de viviendas. Doscientas o más casas construidas en el «Área C» (bajo administración y control de seguridad israelí) sin el permiso de la Administración Civil israelí se encuentran bajo amenaza de demolición.
En el «Área C», Israel administra los permisos de construcción y los palestinos no tienen representación en el procedimiento oficial. Si un palestino quiere construir en su tierra situada en el «Área C», deben someterse a un largo, complicado y costoso procedimiento burocrático, que inevitablemente finaliza, como en todos los casos en Far’un, con la denegación de la solicitud del permiso.
A pesar de que los edificios que se encuentran cerca del muro se construyeron o se comenzaron a construir antes del establecimiento del muro, el ejército israelí reclama este área como zona de seguridad, lo que implica no poder edificar.
Una de las víctimas, Farid Abed al-Jabbar dijo: «he gastado todo mi dinero en construir mi casa. Ahora mi familia y yo estamos obligados a vivir con nuestros parientes en un piso lleno de gente».
Los propietarios de tiendas habitadas por familias situadas cerca del muro, también han recibido órdenes de demolición por parte de los militares israelíes. Las familias pidieron la anulación de estas órdenes, pero las autoridades de Israel siguieron adelante con sus planes haciendo caso omiso. Por otra parte, se han construido cientos de viviendas alrededor de los asentamientos sin permiso. En estos casos, las autoridades israelíes, en lugar de emitir órdenes de demolición, utilizan permisos retroactivos de construcción.
Esta política de concesión de permisos de construcción constituye un caso de flagrante discriminación por parte de los colonos hacia los palestinos.
Para tres de estas 10 familias, cuyas viviendas están a punto de ser demolidas, el plazo de preaviso ha expirado recientemente. Ahora sólo es cuestión de tiempo. Nadie sabe cuando llegarán los israelíes con las excavadoras, ya que a menudo aparecen durante la noche.
El desarrollo no está permitido en Far’un. La única posibilidad para los habitantes es la de construir en la parte superior de los edificios ya existentes, se impone un patrón de crecimiento vertical en lugar del patrón horizontal generalmente aceptado, lo que continúa incrementando la ya superpoblada zona centro de la ciudad.
Impedir cualquier tipo de desarrollo en los territorios palestinos es el objetivo de la política de ocupación de Israel.
El cierre total, los asentamientos circundantes y la construcción del muro están acelerando el fin de Far’un.
Para los habitantes de la aldea de Far’un, hay poco margen para la esperanza. Las zonas principales se encuentran en el «Área C» y, por tanto, consideradas por los militares israelíes como ilegales para futuras construcciones. Y como ahora es casi imposible construir en la única área con espacio disponible, el «Área C», el centro está condenado a superpoblarse aun más. El otro escenario posible es que Far’un pierda la mayoría de sus habitantes, que se verán obligados a abandonar la aldea debido a la falta de puestos de trabajo y de viviendas. Las familias de Far’un perderán las esperanzas de estar con sus familiares del otro lado del muro y con ellas sus vidas anteriores. El muro aumentará la distancia física y psicológica entre las dos zonas, justo cuando los dirigentes están hablando de los acuerdos de paz.
Far’un es sólo un ejemplo entre las decenas de aldeas palestinas que se encuentran en tan extremas condiciones debido a su ubicación cerca del muro de separación. Es uno de los muchos casos que muestra las políticas de expansión que Israel emplea dentro de Cisjordania, separando aldeas, ciudades y personas y creando las condiciones para que los palestinos se marchen de sus tierras.
Los habitantes de Far’un no sólo han perdido sus puestos de trabajo y viviendas a través de la imposición del cierre, la construcción de los asentamientos y el muro de separación, sino que también han perdido sus derechos humanos básicos y dignidad como seres humanos. No saben a dónde ir. Quizás es porque no tienen ningún lugar a donde ir.