Recomiendo:
0

Por qué denunciar a Pío Moa

Fuentes: tercerainformacion.es

«Pregunta: ´Sr. Moa: ¿Qué opinión le merece el Gobierno actual de España?’ Respuesta: Recuerda a los peores de la república.’» Si el lector tiene en cuenta que la respuesta la realiza una persona para la cual el golpe de Estado de 1936 era legítimo, tiene motivos para inquietarse: si el aquel golpe era legítimo, ¿no […]

«Pregunta: ´Sr. Moa: ¿Qué opinión le merece el Gobierno actual de España?’ Respuesta: Recuerda a los peores de la república.'» Si el lector tiene en cuenta que la respuesta la realiza una persona para la cual el golpe de Estado de 1936 era legítimo, tiene motivos para inquietarse: si el aquel golpe era legítimo, ¿no lo sería uno ahora contra un gobierno que ‘recuerda a los peores de la república’?

Para quien escribe el Zodiaco en una revista, la posición que efectivamente ocupen las estrellas es perfectamente secundaria: bien puede inventársela pues lo importante es decir una serie de frases estándar que ocupen una paginita. Del mismo modo trata Moa la Historia: los datos reales y las investigaciones de los historiadores son prescindibles e incluso ciertamente molestos. El objetivo es, por un lado, hacer caja, y por otro ofrecer un material propagandístico que sirva de arquitectura teórica para los sectores más extremos de la derecha nacionalista española. Así, al principio de la presente legislatura Luis Pío Moa explicaba la Guerra Civil como fruto de un golpe de Estado perpetrado por la confluencia de socialistas, comunistas y ERC (Companys) en 1934. Recordaba el esquema, qué casualidad, al tripartito catalán (PSC-IC-ERC) y a un gobierno central del PSOE apoyado generalmente por IU y ERC: el golpe de Estado contemporáneo con los mismos actores que aquél consistiría en el nuevo Estatuto de Autonomía catalán. No faltó quien entendió el mensaje de Moa: en 2006 el teniente general Mena, Tejero y el capitán Roberto González Calderón amenazaron con la actuación del Ejército si se aprobaba tal Estatuto.

El falseamiento de la realidad histórica del que tan bien vive Pío Moa ha sido suficientemente rebatido por académicos como Moradiellos, Espinosa y Reig Tapia. Por peligroso que sea para la convivencia democrática un personaje que disfraza de Historia lo que no es más que una apología del golpismo, podemos entender como positivo que la libertad de expresión ampare el derecho a mentir sobre tan graves asuntos. En otros países personajes similares reciben un trato mucho más severo: David Irving, por ejemplo, fue condenado en Austria por negar el Holocausto a tres años de prisión. Aquí, en cambio, el derecho a la mentira y a la manipulación de nuestra derecha y, en concreto, de sus caras más extremas (la de Moa, por ejemplo) está salvaguardado. Está bien que así sea para quienes somos partidarios de la más amplia libertad de expresión, incluso para quienes defienden a los violentos, como es el caso de quienes defienden la dictadura franquista.

Lo que ha motivado la denuncia interpuesta contra Pío Moa, y a la que ya se han sumado más de medio centenar de ciudadanos y ciudadanas, son unas declaraciones que no son una expresión de sus aberrantes opiniones, que son libres, sino un ultraje dirigido a quienes defienden una memoria histórica democrática y también una agresión al honor de quienes fueron asesinados por la dictadura de Franco y, por tanto, a sus familiares.

Recogió Público el pasado 31 de octubre las siguientes declaraciones de Moa hechas en la promoción de su último panfleto: «aquellos que hoy defienden la Ley de la Memoria Histórica se identifican con los criminales» . La injuria es concreta: cada uno de los ciudadanos que defienden la Ley de Memoria Histórica (por no hablar de quienes la critiquen por ser demasiado timorata) se identifican, según Moa, con criminales. Moa tiene perfecto derecho a discrepar con la contundencia de que sea capaz de esta o de cualquier otra ley, pero no lo tiene a identificar con criminales a otros ciudadanos. Del mismo modo no lo tenemos nosotros a llamarle criminal a él salvo acaso por los episodios concretos de su biografía que pudieran justificar tan grave acusación.

También se recogía en el mismo artículo de Público el siguiente comentario: «Aquí la represión se encauzó por vías legales, no como en Europa.(…) A nadie se le reprimió por cómo pensaba, sino por lo que hacía. Companys no era inocente. Ni tampoco las Trece Rosas, unas jóvenes estalinistas» . La amnistía que se decretó al principio de la Transición para que no fuesen juzgados los crímenes franquistas no puede implicar bajo ningún punto de vista la anulación de la dignidad de sus víctimas. De las decenas de personas que han mostrado su voluntad de querellarse contra Moa por estas declaraciones, varias eran nietos de fusilados, de torturados, de víctimas de la dictadura. ‘Ha llegado a insultar directamente a mi abuelo, un aviador republicano; condenado por «rebelión», secuestrado y torturado más tarde por los falangistas’, escribía una de las personas que quería adherirse a la denuncia; contaba otro cómo habían inaugurado la tumba de su abuelo el pasado 14 de abril, tras haber pasado 70 años en una fosa común con otras 400 víctimas del terrorismo franquista separadas en dos zonas: una para quienes habían aceptado confesar sus pecados antes de ser fusilados y otra separada con quienes habían renunciado a esa atención religiosa.

Imagine el lector que las frases proferidas por Moa para la promoción de su libro se hubieran dirigido no a las víctimas del terror franquista sino de cualquier otro terror asesino. Esas palabras no hubieran gozado siquiera de cinco minutos de impunidad. Sólo cuando las víctimas del franquismo gocen del mismo recuerdo emotivo y democrático que cualquier otro asesinado por sus ideas, por su militancia política, por su orientación sexual… sólo entonces habremos superado la herencia de la dictadura franquista.

Es posible que Moa tenga derecho a forrarse firmando como autor de las mentiras que propagan sus libros. No es ése el asunto de la denuncia presentada: el objeto de ésta es el derecho que tiene la ciudadanía a no ser agredida por las ideas que tengamos. Es un derecho que no pudieron ejercer nuestros abuelos y que debería estar a nuestro alcance hoy.
 

Artículos relacionados

Denuncia colectiva a Pio Moa. Entrevista de Narciso Fuentes a Hugo Martínez Abarca