Me acaba de llegar un mail desde Gaza en el que se me anuncia, a modo de tomar conciencia, del asesinato de 16 personas, entre las que se encuentra un niño de 5 años, y el resultado de 60 heridos de diversa consideración por los bombardeos del ejército israelí. Leer un mail así en el […]
Me acaba de llegar un mail desde Gaza en el que se me anuncia, a modo de tomar conciencia, del asesinato de 16 personas, entre las que se encuentra un niño de 5 años, y el resultado de 60 heridos de diversa consideración por los bombardeos del ejército israelí. Leer un mail así en el que los muertos y los heridos tienen nombres y apellidos me hace regresar a aquellos tiempos en los que vivía intensamente en Líbano y compartía con Mustafa, con Faris y con Mazen esos jóvenes expuestos continuamente a la vida y la muerte aún estando en un país de refugio para los palestinos (de refugio pero sin derechos me recordaban ellos) y que continuamente hablaban de sus pueblos en Palestina en donde aún tenían familiares tanto en Gaza como en Cisjordania mientras Israel los bombardeaba.
Es inevitable no pensar también en la poca sensibilidad de algunos artistas que mirando hacia otro lado y bajo la excusa de un público que les espera, la mayoría colonos argentinos, decidieron actuar en Israel como son los casos de Joan Manuel Serrat y Joaquin Sabina, o como parece que también hará Chambao. Artistas que aún sabiendo tomaron partido con aquellos que asesinan, simplemente porque son blancos como ellos, porque comparten una misma cultura o interpretación del mundo anulando por completo el derecho a la diferencia cultural, política o religiosa. Al final, son artistas que han actuado para los suyos, para los que tienen capacidad económica y unos derechos de los que no gozan otros, no para un público heterogéneo como hubiera sido lo deseable para cualquier artista. Y es que no tuvieron en cuenta los check points y las restricciones al movimiento de los palestinos que les descubrieron musicalmente mientras estudiaban becados en Cuba, ni tuvieron en cuenta la composición militar de la sociedad israelí y su legislación supremacista, ni a los movimientos civiles isralíes reprimidos por luchar en la defensa de los derechos humanos de los palestinos, ni las incursiones bélicas en Gaza que se cobran decenas de vidas cada vez, ni tantas y tantas razones que existen para al menos, sentarse a pensar y consecuentemente tomar partido por lo justo.
Ahora dirijo un espacio cultural en León, Nicaragua, y por el hecho de ser de la madre patria son muchos los usuarios que vienen pidiendo música de Serrat o Sabina, artistas que aún no habiendo tocado en Nicaragua en años, gozan de un gran número de simpatizantes, especialmente Serrat a quién se le considera un trovador de la libertad. Desde que decidieron tocar en Israel y legitimar con ello los crímenes sionistas, en La Tertulia de León ya no se les escucha y cada vez que un usuario me pide su música, le explico detenidamente las vidas segadas de Farid, de Mohamed, de Laila y de tantos otros niños de Gaza, esos a los que no contemplaron estos artistas y que en la vida de los comunes como yo, siguen contando.
Solo les puedo agredecer a estos dos pájaros en me hayan devuelto la motivación para no olvidar de donde vengo, así al menos cada día, sin ambición alguna, me siento mas humano, porque algunos, seguimos siendo humanos.
Publicado originalmente en www.activistak.com
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.